Busch. |
Germán Busch Becerra
—teniente de Caballería — tiene 28 años y relata en cartas familiares, en
septiembre de 1932, su ingreso a la zona de combate y su intervención en la
batalla de Boquerón.
En una acción suicida, él y sus soldados han roto el cerco
del ejército paraguayo de entre 15.000 y 18.000 hombres sobre el fortín,
defendido por poco más de 600 jóvenes bolivianos.
"Me encuentro completamente aniquilado, el hambre y la
sed son horribles y todos aquellos cuerpos ya despiden un olor insoportable,
hay momentos en el que uno desea la muerte, me hallo incapaz de descubrir todos
los sufrimientos en estos días, sólo Dios sabe cuánto he sufrido".
Le duele, le conmueve la guerra, pero cumple con enorme
disciplina su papel en la batalla.
“Muchos de los nuestros han caído para no levantarse
más, pero vuelvo a emplazar mi pieza sobre varios cadáveres”, escribe.
German "el camba" Busch, hijo del médico alemán
Pablo Busch Wiesener y de Raquel Becerra Villavicencio, boliviana de
ascendencia italiana, a pocos día de su ingreso en combate expresa nostalgia
por el hogar, por la familia: “Y, mientras, las balas no cesan un segundo de
silbar sobre mi cabeza, acuden recuerdos de antaño, felicidad perdida, mi
hogar, mi madre, mi hermana, una enamorada ¿qué harán, sabrán cómo sufro?”.
Transcripción del diario de campaña del teniente coronel
Germán Bush
Fuente: Museo de Historia Militar
Día 9
Con el mismo entusiasmo de todo el viaje salimos de Camacho
con dirección a Muñoz, hacemos un alto a las 3 leguas del Fortín y nos dan la
noticia de que fuerzas paraguayas han atacado Boquerón siendo rechazadas. Esta
es la primera noticia que tengo desde mi partida de Oruro.
A medio día por fin llegamos a Muñoz, ansioso de descansar y
dormir después de un viaje de 15 días lleno de sufrimientos.
Pero no llegan a cumplirse mis deseos porque tenemos que
continuar con la marcha, la situación se agrava y necesitan refuerzos.
Empiezan los preparativos de lo que vi cruzar, bandas de
munición, repartición de cartuchos y paquetes sanitarios a la tropa, todavía
todos estamos entusiasmados, como se ve que no esperamos la guerra.
Al anochecer partimos en camiones, no sabemos cuál es
nuestro destino, solo sé que vamos a defender nuestro derecho. Después de unas
horas de viaje arribamos al Fortín Saavedra y con alegría recibo la noticia de
que vamos a dormir en esa.
Día 10
He dormido bien, corren voces de que vamos a Boquerón y
pienso que por fin voy a conocer lo que pedíamos tanto ¡guerra!
Se escuchan algunas detonaciones sonar y me dicen que son
los disparos de artillería que hacen los pilas. Los nuestros, en Boquerón, les
han puesto este sobrenombre a los paraguayos.
En mi camino no siento todavía nada, sigue tranquilo. Nos
dan nuevamente la orden de embarcarnos, al atardecer llegamos al Fortín Yujra,
un pequeño descanso para llegar al anochecer al Fortín Arce. Aquí, las noticias
siguen más alarmantes, nos dicen que han pasado 500 soldados de Sud, ya hay
algunos heridos.
Seguimos con dirección al puesto Yujra, nos encargan cuidado
en el trayecto.
Se espera una sorpresa del enemigo. Durante el camino
encontramos varios camiones y traen heridos, esta es la primera impresión que
tengo, pues recién comprendo que la guerra no es chanza, ya ha cambiado la
fisonomía de algunos soldados.
Tal vez piensan igual que yo, en todos los seres queridos
que dejamos allá, cuál de ellos no tiene una madre, hermana, tal vez una
noviecita que todavía lleva impresos en sus labios el beso de despedida y solo
el destino sabe que volverá a verlos.
Llegamos a Yuga. Se nos encarga silencio, dicen que el
enemigo está cerca. Me encuentro con algunos amigos del 14 y me cuentan que ya
han combatido, me cuentan horrores, me parece increíble, empiezan a noticiarme
entre muertos y heridos, algunos conocidos míos y pienso en días antes que
todavía charlaba con ellos y ahora ya habían entregado su vida a la Patria.
En la noche nos sacan a un kilómetro del puesto para ir a
vigilar.
Día 11
Amanece este día aciago con los preparativos de marcha hacia
Boquerón.
Todos vamos silenciosos, pensando sabe Dios en qué. A los 2
km ya vemos varias manchas de sangre, seguimos algo más y se nos presentan a
nuestra vista varios cadáveres.
En uno de ellos reconozco al de un amigo, tiene el cráneo
destrozado, da horror contemplar todas esas fisonomías, en algunas se reflejan
el horror y en algunas encuentro una sonrisa, pasa una plegaria por mis labios
y veo que tal vez dentro de poco también mi cuerpo se encuentre botado en este
terreno que defendemos.
Sigo caminando cabizbajo pensando en Dios y mi madre, de
pronto mis pensamientos son sorprendidos por el estruendo de los disparos, e
inmediatamente ponemos todo listo para el combate.
Se escucha el zumbido de los proyectiles, empezamos a
avanzar por el monte, se nos hace dificultosa la marcha, vamos tropezando y
ensartándonos en la infinidad de ramas y espinas.
Se oye el zumbido de un avión, empieza a caer una lluvia de
proyectiles no sabemos de dónde, los nuestros también disparan, es una
confusión tremenda, se oye un alarido de dolor, es el primer herido, continúan
los disparos, ya hay varios muertos, continuamos el avance, salimos a un claro,
al frente a la orilla del monte el enemigo está posicionado. Hay que
desalojarlo.
Mi pieza es la designada de ir a la cabeza, caen algunos
heridos más, sus lamentos y suplicas parten el alma, tampoco se les puede
prestar ninguna ayuda, en estos momentos no siento nada, ni temor ni valentía,
obro inconscientemente y lo único que recuerdo es que de momento en momento
levantaba el nombre de Dios y mi madre.
Ya estamos muy cerca, debemos entrar al asalto, se da la
orden de armar la bayoneta y la de asalto y todos al grito de ¡Viva Bolivia! se
lanzan hacia el enemigo posicionado, triunfamos.
Hemos tomado posición de las posiciones paraguayas, mi pieza
se emplaza sobre varios muertos pilas, el ruido de la ametralladora me ha
ensordecido, empiezo a trabajar mi posición y luego a escuchar y descansar y
recién pienso en lo horrible que es la guerra, por acá y por allá se ven
cadáveres.
De varios lugares parten quejidos, piden auxilio y agua,
llego a charlar con algunos compañeros, todos ya detestan la guerra y
protestamos contra todos aquellos que en las ciudades piden guerra, desearíamos
verlos acá.
Empieza anochecer, no hay un momento que cesen los disparos,
y sin embargo hay soldados que duermen, he pasado una noche espantosa.
Día 12
Hoy debemos continuar con el ataque, empieza a escucharse el
tableteo de las ametralladoras y las voces de adelante y ¨Viva Bolivia¨.
Todos con la bayoneta calada se lanzan contra el enemigo que
es mucho más numeroso que nosotros y este es el momento en que verdaderamente
veo heroísmo y valentía en los soldados, ha sido otro triunfo más, pero cuan
caro nos ha costado.
Muchos de los nuestros han caído para no levantarse más,
vuelvo a emplazar mi pieza sobre varios cadáveres, empieza a roernos otro de
los males de la guerra, la sed y el hambre, ya nuestras energías van
agotándose, y sentir más y más odio y repugnancia a la guerra.
Ha llegado la noche y también tengo que pasarla en vela pues
me veo por segunda vez en primera línea.
Días 13, 14 y 15
Estos tres días han sido de continuo fuego, no sé todavía
cómo me encuentro vivo, será que el destino no quiere que muera.
Me encuentro completamente aniquilado, el hambre y la sed
son horribles y todos aquellos cuerpos ya despiden un olor insoportable, ya no
se puede soportar más, hay momentos en el uno desea la muerte, me hallo incapaz
de descubrir todos los sufrimientos en estos días, sólo Dios sabe cuánto he
sufrido.
Día 16
A la 1 de la mañana llega la orden de abandonar las
posiciones para retirarnos de Yuga, con qué felicidad recibimos esta orden.
A eso de las 3 llegamos a Yuga, cansados y hambrientos, y
todavía nos dan la noticia de que el resto del Sexto de Caballería había
tratado de entrar a Boquerón, no pudiendo hacerlo y me cuentan que también hay
muchas bajas y heridos, ya no me extraña.
Veo con indiferencia la muerte, nos felicitan, dicen que la
actuación de nuestro destacamento ha sido heroica, se rumorea que nos van a
condecorar, pero que nos importan los honores, cuando nuestro único anhelo es
la paz.
Día 17
He tenido sueños agradables, se empieza a formar para el
parte, voy pasando vista de mi pieza, ya varios nombres no me responden, solo
los compañeros dicen muerto o herido.
De 14 que eran los de mi pieza, solo hemos quedado 5. En
todos se ve reflejada la pena y el horror, ya nadie quiere más guerra, basta de
sufrimiento y horrores, bastante sangre ya ha costado.
Ya se ha formado grupos acá y allá, en todos el tema de la
charla es el mismo, la guerra. Parece increíble lo que se cuenta, si estamos
con vida es por milagro, vuelven a reconocer en mi la esperanza de que tal vez
vuelva a mi hogar.
Después de muchos días de vigía y sufrimientos puedo dormir
con tranquilidad y pensar con calma, todo me parece que ha sido un sueño con
una horrible pesadilla.
Sin embargo, es una realidad, pensamos descansar algunos
días, pero tampoco se cumple este deseo, recibimos otra orden de marchar hacia
Castillo, donde debíamos posicionarnos, pero tampoco es así. Hay que seguir
adelante.
Día 18
Otra vez nos sorprende el día con los preparativos de
ataque, debemos de abrir el camino a Boquerón.
Empezamos el avance, el calor es desesperante nuestros
organismos ya no resisten más, durante el trayecto van cayendo varios
compañeros nuestros rendidos por la fatiga.
Nuestra primera línea choca con el enemigo, otra vez el
tableteo de las ametralladoras y voces de los heridos, se toma algunos
prisioneros.
Volvemos a asaltar las posiciones enemigas, pero la sed nos
ahoga, ya no se puede resistir más, y en eso encontramos un pequeño hueco de
agua, es nuestra salvación.
Con que desesperación nos lanzamos a acabar la sed, alguien
dice que podría estar envenenada, pero a quién le importa, ya nadie teme a la
muerte.
Seguimos adelante, encontramos en las posiciones paraguayas
gran cantidad de galletas, conservas, puros e infinidad de prendas, ha vuelto
el entusiasmo a nosotros y de pronto escuchamos una voz que dice ¡allá está
Boquerón!
Y nuestras miradas divisan el frente ansiado, pero no es
necesario entrar en él, sino protegerlo y a las inmediaciones, tomamos
posiciones, el enemigo está atufado y desmoralizado y aprovechando esta
situación, empezamos hacer bajas en sus filas, están muy cerca de nosotros y
observo claramente cómo van cayendo, escuchando sus alaridos y sus quejas.
También siento por ellos, pues acaso no son tan humanos como
nosotros, ellos también cumplen un deber para con su Patria, pero hay que
matarlos, cuantos más mueran, nuestra historia y vida será más segura.
Días 19, 20 y 21
Hay orden de entrar a Boquerón y por fin entramos a aquel
fortín, en el cual tanta sangre se derrama.
Nos designan una posición, aquí no cesa ni un momento el
fuego, la artillería hace estragos, pues estamos completamente rodeados.
Otra vez empieza a picarnos el hambre, se nos da una miseria
de comida, se van terminando las pocas mulas con las que nos alimentamos, hay
que volver a salir, paciencia tal vez en esta a mí también me toque hacer el
ultimo sacrifico.
No temo a la muerte porque sé que esta me libraría de tanto
sufrimiento, y el único lazo que me une hoy a la vida es mi madre, por ella y
con la ayuda de Dios tengo la esperanza de salir de este infierno.
Día 22
Empezamos nuestro retiro, sabiendo que tenemos que
hacerlo pasando por entre las filas enemigas.
Durante el trayecto de 2 km paso por medio de una lluvia de
balas, sigue la masacre, aumenta peligrosamente el número de muertos, estalla
una bomba a tres pasos de donde me encontraba tendido, los que se encontraban
cerca de mi creyendo que había volado, me incorporé creyéndome herido, pero
solamente estaba cubierto de tierra.
¿Qué es lo que me libró?, seguramente fueron las plegarias
de mi madre.
Por fin logramos pasar toda la zona donde se encontraba el
enemigo, llegamos al comando, todos pedíamos pan y agua, ya no éramos los
muchachos entusiastas y fuertes que salimos de Oruro.
No, éramos más que sus espectros, todos queríamos irnos, los
fejes y oficiales trataban de tranquilizarnos con promesas de que se nos iba a
relevar y cuando la tropa dispersa y desmoralizada se retiraba a Castillo
llegaron provisiones y agua, eso fue lo que nos contuvo e hizo que regresáramos
a ocupar las posiciones del comando.
Días 23, 24, 25 y 26
Durante estos días nuestra misión fue resguardar el comando,
aunque no estaba el ruido de los disparos y en especial el de los de
artillería.
Estábamos algo tranquilos y nuestra ocupación era
espulgarnos, pues todos estamos llenos de piojos, hacia 22 días que nuestra
cara y manos no conocían agua.
El 24 estuve enfermo, pero felizmente con algunos
medicamentos que me dieron logré reponerme. El 26 en la tarde llegó el 15 de
Infantería con 500 hombres para atacar al día siguiente.
Día 27
Al salir el sol, el 15 empezó su avance, luego nosotros.
A la hora de haber partido se produjo el ataque con el
enemigo, otra vez lo de antes, pero ya no me causa la misma impresión, ya estoy
acostumbrado a la sangre y a los gritos de dolor, veo con indiferencia, veo
caer a muchos a mi lado y hoy estoy más convencido que no es la bala la que
mata, sino el destino.
Y, mientras, las balas no cesan un segundo de silbar sobre
mi cabeza, acuden recuerdos de antaño, felicidad perdida, mi hogar, mi madre,
mi hermana, una enamorada ¿qué harán, sabrán cómo sufro?
Acuden alegres pensamientos al hacerme la idea de mi regreso,
todavía no he perdido las esperanzas y si no fuera por ello para qué viviría, y
la fe en el corazón, mis labios empiezan a repetir plegarias, enseñadas cuando
niño por mi madre, todas van dirigidas tanto a Dios como a la Virgen, luego
vienen otras.
También imploro a las almas de mi Padre y de mi hermana y
ojalá las plegarias que repito, la santa boca de mi madre haga que regrese,
tengo fe y confianza en Dios y me resigno a lo que él disponga de mí y en estos
pensamientos me sorprende el atardecer.
Me comisionan para regresar a traer algo de víveres y parto
con 2 soldados, me extravío, viene la noche; no puedo orientarme y varias veces
me acerco a las posiciones enemigas que llego a escuchar sus voces y creo que
de esta ya no salgo, cansados y hambrientos nos ponemos a descansar.
Día 28
Lo primero que hice fue tratar de incorporarme a mi
unidad y felizmente lo conseguí pues esta se retiraba y de ahí supe de que el
enemigo había atacado y rodeado el comando.
Por fin en medio del fuego llegué al comando donde todo era
confusión y desorden, no era para menos, la situación era muy grave.
Por la tarde empieza nuestra retirada extenuados por la sed
a las 6 horas llegamos al puesto de Lara y luego pasamos a Castillo donde pude
tomar un poco de agua, que rica la encontré.
Día 29
Toda la tropa se encuentra desmoralizada, ya nadie
quiere combatir más y empiezan a correr voces de que se irán, también deben
considerarnos pues nuestros organismos están agotados, 20 días de combate, no
somos de acero.
Día 30
En la tarde de hoy se nota movimiento entre los soldados y
se ven alejarse varios grupos con dirección al camino, nosotros hacemos lo
mismo y en tropel abandonamos nuestras posiciones. Es un acto vergonzoso, se
deserta en conjunto frente al enemigo, pero en esos momentos nadie piensa.
Llegamos a Arce que distaba 5 aguas, allá nos hace
comprender la gravedad de nuestra alta del Comandante de la División y
felizmente todos comprendemos y pedimos regresar al frente.
Página 20
Día 1
Por la tarde partimos de Arce después de habernos
hablado un Padre, todos regresamos cabizbajos y arrepentidos, hemos comprendido
lo grave que hacíamos, a eso de las 11 llegamos a Castillo.
Día 2
Se nos da la misma misión de ir a ocupar posiciones cerca del
puesto de Lara, a eso del atardecer atacan nuestras primeras filas, recibimos
la orden de ir a reforzarlas y bajo una línea de balas llegamos a las primeras
posiciones, después de una media hora de combate se retira el enemigo, durante
toda la noche nos ocupamos de construir nuestras posiciones.
Al día siguiente constatamos bien nuestra situación, estamos
a la orilla del monte y en el otro frente se encuentran las pilas, lo cual me
hace ver que va a empezar una pequeña guerra de posiciones y en efecto se
cumple, ya he perdido el control de la fecha, hace varios días que ya nos
encontramos en estas posiciones.
Es algo admirable como uno se acostumbra a todo, pues todo
el día y toda la noche se hace fuego en ambas partes, ya nos es familiar el
silbido de balas, ya todos vemos con desprecio a la muerte y parece que todo lo
hacemos sin pensar, somos autómatas.
Casi toda la tropa está enferma del estómago, debe ser
efecto de las raíces que chupamos, pero sin embargo así enfermos, agotados por
la fatiga y el hambre, laxados por la fuerza del calor con el constante
cosquilleo producido por los mosquitos, seguimos defendiendo nuestras
posiciones, sin una queja, creo que somos verdaderamente mártires.
Durante los días que permanezco en estas posiciones no hago
más que pensar y por momentos me parece que voy a perder la cabeza, tal vez
salga loco de acá, ya algunos de los nuestros lo están.
Todas las noches sueño con mi hogar y con mi madre, también
todos mis pensamientos van hacia ella y creo que estoy recompensando porque sé
que mi madre siempre me recuerda y ruega por mí.
Si me viera en el estado desaseado que me encuentro estoy
seguro que lloraría, pero felizmente ella no sabe lo que es la guerra, solo
debe creer que todo el sacrificio está en morir y si la guerra solo fuese la
muerte y diez vidas tendrías, otras tantas regresarían.
Hoy envidio a mis compañeros que han caído, ellos ya han
dejado de sufrir, aunque es cierto que sus cuerpos se encuentran botados,
sirviendo de pasto a los buitres y hormigas, sin que haya una mano caritativa
que les dé sepultura y los seres queridos que han dejado ni siquiera tendrán el
consuelo de llevarles un ramo de flores a sus tumbas y todo esto por qué, por
un terreno pantanoso que nos da nada, o tal vez es un castigo de Dios, pero
Dios es bueno y creo que ya es bastante para que el corazón más cruel se
compadezca.
Cuántas familias enlistadas, hijos sin padres, madres sin
hijos, esposas sin esposos y cuantas novias esperan todavía al ser amado que
partió con la esperanza de volver triunfante y con gloria, y hoy no es más que
un montón de huesos destrozados por la metralla con un pequeño residuo de carne
y ropas que van saturando el ambiente con un olor a podredumbre.
Todo esto y mucho más lo soportaré mientras tenga la
esperanza de salir con vida de este maldito infierno verde.
A qué mano caerán estas notas el momento que una bala
paraguaya de fin a esta mi haraposa existencia, y espero que él llegue a tener
este cuaderno en sus manos, sea amigo o enemigo, lo remita a lo de mi madre, será
un acto de caridad para con un muerto, además también tendrá una religión y una
madre y espero que por ellos lo haga.
Era feliz en sueños, soñaba que me encontraba en mi hogar,
cuando fui interrumpido por algunos gritos y disparos, era que los pilas trataban
de sorprendernos, y al mismo tiempo que atacaban empezó a caer una fuerte
granizada, los granizos se confundieron con los proyectiles, luego siguiendo
una tormenta y el tronar de los truenos se confundía con el sordo ruido de las
ametralladoras y fusiles.
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A las 2 leguas se nos hace hacer alto y volvimos a entrar en
posición, al anochecer vuelven atacar, me encuentro muy enfermo, no tengo
aliento para nada, se ordena otra retirada y el temor de caer prisionero hace
que haga un último esfuerzo para continuar con la retirada.
Después de caminar otra legua por segunda vez hacemos alto,
se nos designa nuestro sector para trabajar nuestras posiciones. Llegan los
Regimientos 20 y 35 de Infantería y el 7º de Artillería.
Al amanecer llega la orden de que el Sexto de Caballería se
retire a descansar a Arce, cuando preparaba mi equipo se me da la orden de
salir en patrullaje con 20 soldados a constatar las posiciones enemigas, este
sería el último sacrificio que debíamos hacer.
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