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LA IRA DEL MARISCAL DE AYACUCHO (La amenaza del Imperio del Brasil a la naciente Bolivia)


Por: Jorge Abastoflor Frey / 11 de mayo de 2019. 

Es 11 de mayo de 1825. Antonio José de Sucre no podía dejar de temblar mientras leía la carta que le había enviado Manuel José Araujo e Silva, Comandante de la fuerza expedicionaria del Primer Ejército del Imperio del Brasil, que daba cuenta de la invasión de la Provincia de Chiquitos y de la atroz amenaza de “desolación” sobre Santa Cruz de la Sierra.
Pero Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, no temblaba por temor ni preocupación. Sucre temblaba de ira.
El pasado 07 de mayo Sucre había enviado una carta al Coronel Videla, Gobernador de Santa Cruz, en la que se daba por informado de la agresión brasileña perpetrada sobre Chiquitos y respondía a la solicitud refuerzos y recursos que le hiciera Videla. Sucre le decía a Videla que había enviado 200 hombres al mando del Coronel López para atender la amenaza. Además, Sucre autorizó al Gobernador de Santa Cruz a levantar compañías veteranas de infantería, conformadas por sobrevivientes de la Guerra de Independencia.
Por último, Sucre pidió que se reunieran datos fidedignos acerca de las fuerzas brasileñas, el espíritu del país y la actitud de las gentes. Sucre necesitaba esta información para un propósito más agresivo que simplemente liberar Chiquitos.
Sin embargo, la situación en Chiquitos parecía favorecer a los invasores por lo pronto. Ayer 10 de mayo, Videla escribió a Sucre reportándole que la temporada de lluvias había comenzado y que era imposible ingresar a Chiquitos. Videla informaba también que, debido a las lluvias, había dispuesto el repliegue de los 40 “dragones” que previamente había enviado hacia San Javier, ordenándoles tomar posición en el Río Guapay, a 14 leguas de la ciudad de Santa Cruz.
En la parte más grave de su carta, Videla manifestaba que las poblaciones de Santa Ana, Capital de la Provincia de Chiquitos, y San Javier de Chiquitos han sido tomadas por los invasores brasileños. Entre Santa Cruz de la Sierra y San Javier, que distan sólo 30 leguas entre sí, no existía otra defensa aparte de los 40 "dragones" acantonados en el Río Guapay. Las fuerzas brasileñas están demasiado cerca de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
Al final de la carta, Videla se muestra impaciente porque no ha podido establecer contacto con el Coronel López, enviado por Sucre como refuerzo para contener la invasión brasileña. Videla necesita que López llegue a Santa Cruz de la Sierra, para enviar con urgencia por lo menos 100 hombres hacia el norte. Pero ¿Qué le preocupa a Videla? Sucre lo sabría bien: No existe ninguna fuerza que se interponga entre los invasores brasileños y las sabanas de Moxos.
Toda la situación daba vueltas en la cabeza de Antonio José de Sucre, mientras terminaba de leer la carta de Araujo e Silva. Con la rabia a flor de piel, Sucre tomó papel y pluma y redactó su respuesta, que habría de ser legendaria:
“La nota que V.S. se sirve dirigirme el 26 de abril, acaba de llegar a mis manos.”
“No puedo persuadirme que V.S. tenga órdenes del Gobierno del Brasil para la invasión que nos ha hecho…”
“NUESTRO GOBIERNO DESEA EL MANTENIMIENTO DE LA PAZ…PERO NO TEME DE NADIE LA GUERRA…”
“Prevengo, pues, al señor comandante general de Santa Cruz, que si V.S. no desocupa en el acto la provincia de Chiquitos, marche contra V.S. y no se contente con libertar nuestras fronteras, sino que penetre al territorio que se nos declara enemigo, llevando la desolación, la muerte y el espanto para vengar nuestra patria y corresponder a la insolente nota y a la atroz guerra con que V.S. lo ha amenazado.” (Lecuna)

La carta dirigida al Comandante brasileño sale con premura. Pero Sucre no se queda de brazos cruzados. Inmediatamente escribe a Videla diciéndole que el Coronel López llegará a Santa Cruz de la Sierra con 300 hombres. Sucre le revela a Videla que el retraso de López se debe a que sus tropas avanzan por el camino de Valle Grande, requisando armamento y municiones en el trayecto.
Acto seguido, Sucre reúne a su Estado Mayor y recibe el parte de sus Comandantes. Sabe que no puede movilizar las tropas peruanas que están bajo su mando porque dependen del congreso peruano. Tampoco puede movilizar las tropas colombianas porque necesita autorización de Simón Bolívar para hacerlo. ¡Sólo existe una opción! Piensa Sucre: las tropas de Charcas.
El Ejército de Charcas se había estado organizando en previsión de que la Asamblea de las Provincias decretase, como era casi seguro que lo hiciera, la independencia del país. Pero este Ejército en formación, ¿estaría listo para cumplir con su misión? ¿Estarían los sobrevivientes de la Gran Guerra de Independencia listos para defender su país?
Al terminar la reunión del Estado Mayor, Sucre da la orden. El "Primero de Línea" debe partir mañana 12 de mayo, con rumbo a Santa Cruz de la Sierra. Marcharán con ellos los escuadrones de caballería Tercero y Cuarto de “Lanceros”.
La orden llega rápidamente a los cuarteles y comienzan los preparativos. Los soldados del “Primero de Línea” se alistan meticulosamente. No son reclutas novatos. Estos hombres son los que quedan de la División “Aguerridos” del General José Miguel Lanza; son los guerreros de la Republiqueta Invulnerable; son los valientes de Ayopaya.
Los veteranos preparan sus armas con eficiencia y luego visten sus nuevos uniformes.
Esos particulares uniformes son de un color rojo intenso como la sangre, tan intenso que parecen… "Colorados”.

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