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(4 - 11 - 1964) PAZ ESTENSSORO PIERDE EL PODER Y LECHIN, UN ZAPATO


Por: Tomas Molina Céspedes. 


LA BOTA DE DON JUAN  


 La desesperación de don Juan, de ser Presidente a cualquier costo, le hizo perder más de una vez el sentido de la realidad, empujándolo a cometer actos ridículos y temerarios, que en su momento fueron explotados por sus enemigos, pero que para la historia tienen una fuerte carga humana y anecdótica, que nos ayuda a conocerlo mejor.

 Lo ocurrido el 4 de noviembre de 1964, día en el que cayó Paz Estenssoro y se hizo Presidente de la República el general René Barrientos Ortuño, luego de un golpe militar, es de antología.

 Aquél día La Paz, luego de los sucesos revolucionarios, hervía de pasión y júbilo. Al grito de ¡Ha caído el tirano!, miles de personas salían a las calles y asaltaban las casas de jerarcas del MNR. El frenesí y la confusión eran totales. Todos los que habían sido humillados y vejados durante 12 años, gritaban su contento y armados recorrían las calles en busca de los verdugos en retirada. Aún quedaban algunos focos de resistencia, sobre todo en el cerro de Laikacota, que fue ametrallado desde el aire y luego tomado por asalto al costo de varias vidas. Luego toda esta gente confluyó en la Plaza Murillo, para conocer al nuevo mandamás de Palacio.

 El pueblo concentrado frente al Palacio Quemado era en su absoluta mayoría contrario al MNR y a todas sus ramas y matices. Era gente de la Falange, de los militares que habían sido vencidos el 9 de abril, de la burguesía humillada, de los familiares de presos y muertos durante los 12 años que duró el MNR en el poder. Esta gente, sedienta de venganza, era la que predominaba en la Plaza Murillo, aunque también había gente de los partidos escindidos del MNR, pero en menor cantidad. 

 Que alguien vinculado al MNR hubiese aparecido abiertamente en aquel tempestuoso mar humano, corría el riesgo de ser despedazado por la muchedumbre. Y, ocurrió lo imposible. Para sorpresa de todos, apareció Lechín cargado por unos pocos peones, que reclamando a gritos la Presidencia para su temerario patrón, se dirigieron rumbo a Palacio. Arriba Lechín, que había sido Vicepresidente de Paz, Ministro del MNR y hombre fuerte del Partido derrocado, como el santo animado de una procesión, cándido, sonriente y triunfalista saluda a la multitud, a diestra y siniestra. La multitud quedó aturdida, inmovilizada por aquella insólita aparición. Como un boxeador echado a la lona por un golpe repentino, sin poder discernir por unos segundos, así la multitud quedó paralizada con la presencia de Lechín. Pero no los militares allí presentes, quienes al ver a Lechín, abrieron fuego causando una estampida general. Lechín cayó de los hombros de sus peones, perdiendo uno de sus zapatos. En medio del pánico se arrastró, entre heridos y caídos, y escapó como pudo, sin darse tiempo a buscar su zapato. 

Lechín menciona este incidente en sus Memorias, en el capítulo titulado “Mi Zapato”, diciendo:

 “…Cuando llegamos al Palacio las puertas estaban abiertas de par en par. Los pocos guardias no reaccionaron inicialmente porque sin Presidente no sabían a quién debían su lealtad. Pero, cuando escucharon el grito “¡Lechín al poder!” cerraron inmediatamente las puertas… La gente seguía gritando y estrellándose sin control contra las puertas del Palacio. Grité que me bajaran, pero no me escuchaban. Intenté bajar, pero alrededor mío había un grupo compacto de gente que no dejaba espacio vacío. Los soldados tomaron posición de tiro y cuando las puertas cedían, el estruendo de las balas paralizó la incursión a Palacio. Las balas silbaban por todas partes. Se hizo un caos. La balacera convertía en coladera las paredes del Palacio. Caí desde los hombros que me sostenían, me paré y me parapeté contra la pared. La gente corría en todas direcciones… Apenas salí de entre los cuerpos y a rastras. Buscamos dar vuelta a la esquina del Palacio, hacia la calle Ayacucho. Había perdido uno de mis mocasines y mi saco estaba con la sangre de los dos heridos… La balacera continuaba en la Plaza. Corrimos calle abajo. Yo sin zapato. A las dos cuadras, en el Banco Central, un grupo de militares golpistas nos intercepta y un Mayor me grita: “¡Alto! ¿A dónde cree que va?”. “A mi casa, a dónde más”, le respondo sin pensar. Me apresan y me llevan al cuartel. Allí un oficial me prestó un par de botas militares…” (48)

 Antonio Arguedas, persona de confianza del general René Barrientos y con posterioridad su Ministro de Gobierno, también recuerda en sus memorias este incidente. 

 “En el Cuartel General –dice– vi a don Juan junto a la pileta de espejos, frente a la sala de banderas, con un solo zapato. Estaba dialogando con Juan José Torres. Había otros civiles. “Hola hermano” le dije a J.J. Torres y éste preguntó de dónde venía. Regreso de Milluni le contesté y entonces Lechín, furioso, me dijo: “¡fíjese lo que me han hecho!” y me mostró su pie sin zapato. Yo estaba amargado y también furioso por lo que había pasado hasta ese momento, particularmente en Radio Continental, y un poco torpemente le respondí: “Usted nunca ha querido comprender el problema. Estas son las consecuencias”. No hablamos más”. (49)

 El historiador Luis Antezana Ergueta, presente en el lugar del suceso, sobre este incidente, dice: 

 “Entonces, el sainete llegó a su culminación y se produjo otro episodio de la serie cómica que protagonizó la contrarrevolución. Cuando Lechín estaba en hombros de sus adláteres y cuando éstos trataban de derribar la puerta de Palacio, de pronto se produjo una intensa balacera y antes que cante un gallo, los que tenían a Lechín en hombros sólo atinaron a ponerse a buen recaudo y tiraron el bulto por los aires sin la menor consideración. Sin tener de dónde agarrarse, Lechín se fue en picada por los suelos y cayó de cabeza y quedó atontado, mientras la multitud humana que corría en medio del pánico, empezó a patear y pisotear al gran líder obrero… En esos momentos se encapotó el cielo y empezó una lluvia torrencial que aplacó el ardimiento de los protagonistas de ambos bandos… El dirigente RESTAURADOR llegó a la calle Potosí y cuando estaba refugiado en una puerta y transito de frío, providencialmente pasó por allí un jeep militar, cuyo chofer lo reconoció, procediendo a socorrerlo y ofrecerle llevarlo al Comando… En el Comando Militar de Miraflores, Lechín fue recibido con lástima y en medio de mofas por el estado maltrecho en que se encontraba y se sintió disminuido al pensar que en ese instante ya no era nada ni nadie, mientras momentos antes se creía Presidente de la República.


 Los jefes militares golpistas –tanto como él– sirvieron entonces al refugiado RESTAURADOR un plato de rancho de soldado y al verlo sin zapato le ofrecieron una bota cuartelera norteamericana “Made in USA”, que, además, no se pudo calzar porque era de menor medida que su pie y que no tuvo más remedio que ponérsela…” (50) 

 Realmente don Juan era un personaje ocurrente, figurón y sibarita. (DEL LIBRO “TRIÁNGULO LETAL: PAZ, BANZER, LECHIN”)


Foto: Juan Lechin, el protagonista de esta peculiar historia (Créditos: Historic Images) 

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// Historias de Bolivia.

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