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PAZ ESTENSSORO: TACAÑO Y RENCOROSO

 


Por: Tomas Molina Céspedes / Diciembre de 2017.


 Según unánime opinión de sus compañeros de partido, de los que trabajaron con él o de los que simplemente lo conocieron de cerca, Paz Estenssoro “El Jefe”, era en extremo tacaño, rencoroso y vengativo. No olvidaba jamás una ofensa o un desliz de nadie. A su trato gélido se agregaba su insensibilidad con propios y extraños. Recuérdese, por ejemplo, la relación que mantuvo con su único hijo.    

Como una ilustración a lo dicho anteriormente, vale la pena conocer la opinión del escritor Mariano Baptista Gumucio, secretario personal de Paz Estenssoro en su primer gobierno,  notable colaborador que trabajó por varios años junto a él y que conoció el día a día de su jefe como ningún otro.

 Baptista, en uno de sus últimos libros, al respecto, dice: 

 “Quizá sea esta la oportunidad de aclarar la relación que tuve con el Dr. Paz Estenssoro, para esclarecer facetas de su personalidad que el gran público ignora aún hoy en día ante la cantidad de obras hagiográficas que le han dedicado. Ciertamente me hizo la distinción de nombrarme su secretario privado cuando yo no había llegado a la mayoridad de edad, cargo que desempeñé casi hasta el final de su primer gobierno. Luego fui secretario en la Embajada en Roma por un año y en Londres –con él como embajador– por otro año. Ésos y la subdirección de la biblioteca Nacional de Sucre, con Gunnar Mendoza como Director, por otro año, fueron mis únicos puestos públicos durante los doce años del régimen movimientista. Creo que pude haber aspirado a otras funciones y mis méritos eran similares a los de otros jóvenes de mi generación que incluso viniendo de tiendas políticas distintas y antogónicas al MNR hicieron rápidas carreras públicas y fortunas personales. A mí me tocó ganarme la vida como periodista en Venezuela por nueve años. Sucedió que a mi retorno de Europa a Bolivia el Dr. Paz Estenssoro se hallaba montando su candidatura a la presidencia después del período de Siles Zuazo enfrentado a Walter Guevara Arze. Para infortunio o ventura mía –ya no lo sé a esta altura del tiempo– sucedió que una mañana en El Prado me encontré con Dn. Walter Guevara Arze y lo saludé por unos minutos, que bastaron para que algún acusete corriera con el chisme al Dr. Paz Estenssoro. Cuando lo visité en la secretaria del MNR –inocente del pecado que había cometido– me sometió a una larga espera, pues aún cuando tenía una cita a primera hora de la tarde pasaron delegaciones y personas hasta el atardecer. El mensaje era claro: El Jefe quería mostrarme su fastidio humillándome con la espera. 

 Al cabo se abrió la puerta y su secretario me indicó que me tocaba el turno. Entré y Paz Estenssoro me extendió la mano sin sonreír y con los ojos que parecían salírsele de las órbitas cuando estaba irritado, me invitó a sentarme. Cruzamos unas cuantas frases convencionales. Me preguntó qué planes tenía y yo en un arranque de rebeldía y para demostrarle que mi futuro no dependía de su voluntad le contesté que me iba a Venezuela. Eso fue todo. 

 Después de esta abrupta visita al jefe del partido en 1960 partí en efecto a Caracas de donde, salvo dos visitas esporádicas a Bolivia, retorné definitivamente al país en 1969 día antes del golpe militar del Gral. Ovando en cuyo gabinete figuré como Ministro de Educación. 

 En el ínterin lo visité dos veces en Lima donde pasó el exilio después de 1964. Oficiaba de secretario Ciro Humboldt quien aconsejaba que la mejor hora de visita eran las 7 de la tarde. Y eso, ¿por qué? Pregunté.

 -Obvio compañero: ¡después del té y antes de la cena, porque el jefe nunca invita!” 

 Otro pasaje: “La llegada de Paz Estenssoro a Roma causó conmoción en el reducido personal de las Embajadas. Llegó acompañado de Mario Montenegro, el hijo mayor de Carlos, que le servía de intérprete del inglés, de un viaje a la India, a donde había ido invitado por Naciones Unidas. Después de que descansara en el hotel, Augusto (Céspedes) y Emilio invitaron a una cena y luego fuimos a la Fontana de Trevi a echar unas moneditas de la suerte, que sin duda sirvieron al ex presidente, enamorado del poder, pues –caso increíble–, en nuestra historia, volvió al Palacio Quemado por voto popular tres veces más y enterró a sus pocos amigos y a TODOS sus enemigos, entre ellos los dos que le dieron el golpe de noviembre de 1964; los generales Barrientos y Ovando. A la noche siguiente Paz Estenssoro, que después viajaría a Inglaterra como Embajador, resolvió quedarse en el hotel con el argumento de que quería leer unas revistas. Augusto y Emilio quedaron frustrados y dolidos no solamente por no poder hablar de política que es el deporte nacional de los bolivianos, sino por no hacerlo con el jefe de su partido al que además le debían sus cargos. La explicación la dio Mario alegando que dada la frugalidad del jefe, legendaria ya en la época del exilio en Buenos Aires, éste prefirió quedarse en su habitación a la idea de tener que RETRIBUIR la cena  del día anterior…”

 He ahí “El Jefe”, visto por un personaje notable que lo conoció de cerca... (DEL LIBRO “TRIÁNGULO LETAL: PAZ, BANZER, LECHÍN”)


Foto: Paz Estenssoro (Historic Images)


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// Historias de Bolivia.

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