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1811, POTOSĺ REACCIONA A LOS ABUSOS Y MASACRA A PARTE DEL PRIMER EJERCITO AUXILIAR ARGENTINO (parte 2)




Después de la derrota del primer ejército auxiliar argentino el 20 de junio de 1811 en Guaqui. El ejecito derrotado y Castelli huyeron presas del pánico a Oruro. Tuvieron que pasar de largo Oruro porque sus habitantes estaban preparados para terminar con los odiados auxiliares, porque Castelli había repetido en esta ciudad minera su actuación de Potosí y Chuquisaca. 

El ejército auxiliar dispersos en completo desorden hacia Cochabamba, Chuquisaca y Potosí. Em muchos casos las unidades en retirada saquearon ciudades y aldeas por donde pasaban, muchas de esas unidades tomaron la ruta hacia Potosi, la más fuerte fortaleza de Charcas. Castelli fue a Chuquisaca. Nuevamente la Villa Imperial tuvo de huésped al ejército argentino, que utilizo la cuidad para reorganizar sus diezmadas filas. Los habitantes de Potosí se mostraron esta vez violentamente opuestos a los argentinos; los recuerdos del año anterior estaban aún vívidos, y mientras el ejército había estado en el norte había ocurrido un desagradable incidente entre el pueblo de Potosí y la pequeña guarnición argentina dejada en retaguardia. 

El 4 de febrero de 1811, Potosí estaba celebrando la fiesta de la purificación de María, como era costumbre. Entre los actos principales de la fiesta había una corrida de toros en la tarde. Los oficiales argentinos estaban sentados en un palco de honor, y los soldados auxiliares estaban dispersos entre el pueblo, algunos tomando parte en la corrida. En momento en que el principal toro del ruedo pasaba bajo el palco de honor, un subteniente argentino salto sobre él, saco su espada, y probó a golpear con ella al toro desde arriba, debido a un segundo movimiento brusco del animal, erró, y la espada salto al vacío. El oficial perdió el equilibrio y en una ridícula voltereta cayo desde el balcón a la arena. Una carcajada general se escuchó en el recinto, El subteniente levantándose de un salto, saco su sable, y blandiéndolo furioso hirió a varios indios que fueron tomados por sorpresa. Algunas personas que trataron de detener al oficial fueron también golpeadas con el arma. Una súbita y unánime protesta levantòse entre los espectadores, quienes espontáneamente cayeron sobre los auxiliares. Armados con garrotes, piedras y cuchillos, persiguieron a los oficiales y soldados presas del pánico, quienes corrieron apresuradamente a sus cuarteles a sacar sus armas. Los ánimos se exacerbaron. El comando ordeno a su unidad abrir fuego si el pueblo atacaba, los cuarteles. Los potosinos entre tanto fueron avanzando furiosos hacia los cuarteles de los soldados. Todo estaba propenso a una terrorífica masacre. Solo en el último momento la intervención de un ciudadano llamado José Guzmán hizo bajar sus armas a ambos bandos. Fue evitado el derramamiento de sangre, pero los ánimos quedaron más enconados que nunca y cualquier ligera provocación de parte de los auxiliares habría producido un segundo incidente.   

Luego en junio de 1811, el resto del ejército auxiliar, completamente derrotado y desmoralizado, retorno a Potosí. La situación era explosiva, y todos sintieron que un segundo cuatro de febrero era enteramente posible. El lunes 5 de agosto de 1811, un soldado auxiliar negro, ebrio, interrumpió una pacífica conversación de algunos ciudadanos en una de las plazas, Cuando estos no le atendieron, el negro tomo un cuchillo y los ataco furioso, y sobrevino la lucha. La noticia se esparció rápidamente, y el soldado ebrio recibió ayuda de algunos de sus camaradas. El otro bando fue reforzado por más y más potosinos. El soldado auxiliar fue muerto. Los argentinos corrieron a sus cuarteles por sus armas. Ya armados, avanzaron sobre el pueblo y abrieron fuego, pero los civiles aumentaron sus filas a tal número, que los auxiliares nuevamente iniciaron una retirada. El pueblo tajo toda clase armas y las bajas de los auxiliares fueron numerosas. De todos lados el pueblo de la ciudad los acoso. Muchos cayeron heridos pero la furia de los potosinos había alcanzado alturas irrazonables. Cayeron sobre los soldados golpeándolos de muerte. El frenesí del pueblo no conoció límites, y dirigieron luego sus ataques contra aquellos civiles que se habían mostrado en pro de los auxiliares. Los argentinos no pudieron continuar combatiendo más tiempo en su unidad, y así tuvo que luchar para salvar su propia vida.

La batalla de Huaqui (o Guaqui) había sido benigna comparada con esta masacre. Un párroco de nombre Arechabala quiso intervenir y detener la carnicería pero fue herido de muerte. La batalla continuo durante toda la noche. A través de su historia, Potosí había visto muchas escenas e sangre , pero nunca fue testigo de otra igual. Aun con la llegada del día, no concluyo la lucha. Muchos ciudadanos fueron vistos buscando frenéticamente a los auxiliares, en tanto que otros soldados combatían valientemente por alejar a las masas. Caer en sus manos significaba muerte segura. El pueblo de Potosí estaba resulto a terminar con el ejército auxiliar. Hacia el mediodía algunos pocos potosinos que habían permanecido serenos, usaron el último recurso para terminar la masacre .llevaron las imágenes de la virgen del Rosario y de Vera Cruz desde las iglesias de Santo Domingo y de San Francisco, organizaron una procesión a través de la calles donde aún se continuaba luchando fuertemente. Esto tuvo un efecto sorprendente. La lucha cesó y una ominosa quietud se extendió sobre la Villa Imperial. Ciento cuarenta y cinco soldados habían sido muertos, aunque solo nueve civiles habían perdido sus vidas. El resentimiento contra los abusos del ejército argentino, que se había acumulado durante cerca de un año, había causado había causado una explosión mucho peor de lo que el pueblo había esperado. 

En ausencia de Castelli el Comandante auxiliar era Juan Martin de Pueyrredón, quien antes de la derrota de Castelli había sido nombrado presidente de la Audiencia, Pueyrredón actuó con precaución y aparentemente con buena intención, aun a pesar de que los potosinos habían masacrado su unidad. Intento conciliar los explosivos ánimos opuestos. Al día siguiente ordeno a su ejército a vestirse de gala y marchar a la plaza principal. Al mismo tiempo invito a todos los ciudadanos a reunirse en la plaza. Entonces el comandante auxiliar urgió tanto a los soldados como al pueblo a hacer las paces, olvidar el pasado y unirse contra el común enemigo. Se realizó una verdadera comedia; allí donde solo un día antes rugió una furiosa batalla en las estrechas calles de la imperial ciudad reinaba un aire de festividad. Auxiliares y potosinos cayeron unos en brazos de otros, abrazándose mutuamente, y juraron olvidar sus pasados resentimientos. Desde ese momento debían ser amigos y aliados. Más de ciento cincuenta hombres habían perecido aparentemente por nada. Pero tal escena teatral no fue nada más una expresión de hipocresía.  

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En la siguiente entrega seguiremos con el relato.


Fuente: La Dramática Insurgencia de Bolivia - Charles W. Arnade / Librería Editorial G.U.M. 

/Imagenes: tropas expedicionarias argentinas. 


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