Por: Néstor Taboada Terán / El Diario, 8 de Abril de 2014.
// http://www.eldiario.net/noticias/2014/2014_04/nt140408/nuevoshorizontes.php?n=3&-melgarejo-fundador-de-miraflores // Foto: Barrio paceño
de Miraflores, década del años 60s.
El sol despuntaba por detrás del Illimani. Bonetes blancos
adornaban las clásicas crestas andinas. Luciendo su capa roja y montado en
Holofernes el Capitán del Siglo daba instrucciones con su bronca voz de mando.
El paisaje de los tres mil soldados de tropa era desconcertante porque no
llevaban sus armas de guerra sino herramientas de cantero, cavadoras, picos,
barretas y azadas. Las bandas del Batallón Segundo y Colorados de Bolivia
interpretaban chuecas, pasacalles y bailecitos. Habían desaparecido los rostros
ceñudos de héroes profesionales. El Gran Capitán ordenó la salida y las bandas
con redoble de tambores y cornetas comenzaron a ejecutar la Marcha
Presidencial, coreado por los soldados:
Viva el héroe inmortal de la gloria
De civismo y valor ejemplar
Cuyo nombre jamás en la historia
Con ninguno se pudo igualar.
Banderas y estandartes ondeaban en mástiles como clavados en
el cuerpo de una enorme serpiente que reptaba. Ascendiendo por la calle de la
Catedral de Santo Domingo no se detuvieron hasta llegar al cerro Santa Bárbara,
desde cuya cumbre se divisaba la hoya paceña: ciudad tradicional con edificios
coloniales en el centro, residencias solariegas en los barrios aristocráticos
de San Jorge y Sopocachi y caseríos en San Pedro y Chocata, San Sebastián,
Recoleta y Garita de Lima. Y detrás del desnudo posterior de Potopoto, el valle
de las mieses. Sembrados apretados y espesos. . .
Simón Bolívar luego del terremoto que sufrió Caracas,
manifestó que si la naturaleza se oponía a los designios de libertad lucharía
contra aquella hasta doblegarla y el Capitán del Siglo, leal al pensamiento y
la acción del Libertador, derribaría la muralla que se oponía al
engrandecimiento y progreso de la ciudad de La Paz.
El Ejército ascendió a la cima. El numeroso público quería
vivir el acontecimiento. Holofernes conocedor del camino abrupto, había
escalado el promontorio que le permitiría a su amo dirigirse a las formaciones
de soldados que esperaban sus instrucciones. En efecto, sin bajar de la
cabalgadura, expresó:
–Soldados míos, hermanos al servicio de la Patria. Habéis
guardado vuestras armas defensivas, por-que la Patria en este instante no
necesita el sacrificio de vuestra sangre generosa, la que habéis ya vertido con
tanto heroísmo ha fecundado el terreno y la paz que en conse-cuencia
disfrutamos, abre una nueva etapa en las conquistas apacibles de la industria
y los progresos materiales del país.
Como el caso de Coroico que, siguiendo la planificación del
canónigo Fernández Guachalla, afrontaremos el desafío. Abriendo picadas y
bordeando precipicios construiremos un camino moderno que salga de la cumbre de
Unduavi y llegue a Coroico victorioso. Y hallaremos el paraíso. .
Anunció que la hermosa y querida ciudad de Nuestra Señora de
La Paz, para que extienda como la onda en una laguna ante la caída de una
piedra, se agrandará horizontalmente. Y para cumplir tal anhelo, el Ejército
invencible ha despertado como el gigante dormido de la leyenda. Un Ejér-cito
encerrado en las cuatro paredes del cuartel, como convento de clausura, es un
colosal desperdicio de fuerzas. La cuantio-sa mano de obra del Ejército
transformada en una vasta masa laboral, se pondrá al servicio de las
construcciones públicas. Derribada la muralla de Santa Bárbara, la región de
Potopoto podrá albergar hospitales, cuarteles, institutos de enseñanza, campos
deportivos, conventos, plazas, ca-lles, avenidas modernas, balnearios y, si se
quiere también y hay voluntad, un reloj inglés como el de la torre de Londres.
De lo imposible siempre emerge lo posible.
–Trabajemos con tesón en obsequio de esta amada tierra
nuestra. Mejoraremos la situación de esta ciudad imaginaria cuyo vecindario se
está amontonando sobre un estrecho radio, con perjuicio de la comodidad
doméstica, del aseo y limpieza, de la salubridad y ornato público. Soldados
míos, hermanos al servicio de la Patria: Echad abajo esa muralla que separa la
ciudad de la ancha meseta de Potopoto, hermoso y pintoresco valle, que en breve
será asiento de una nueva, alegre y progresiva zona urbana.
El público aplaudió las palabras del Capitán del Siglo. Se
apeó y las bandas dieron una atmósfera de fiesta al acontecimiento.
No hay un lecho en la historia del mundo
Cual tus hechos de heroico civismo
No hay hombre de más patriotismo
Como tu: ¡Melgarejo inmortal!
Tomó en sus manos una pesada barreta, golpeó con fuerza y
con una auspiciosa respuesta desprendió un trozo de roca. Y nuevamente los
vítores y los aplausos. ¡Melgarejo es un caballo!
Prestamente lo imitaron los ministros y altos funcionarios
de Estado. Pasada la ceremonia inaugural, se dejó escuchar la voz del
Comandante en Jefe del Ejército, orde-nando a los soldados romper filas y
atacar la muralla dirigidos por sus mandos natu-rales. Los nuevos trabajadores
al toque batiente de cornetas y tambores ocuparon sus puestos. Desde los cerros
vecinos y el mismo valle de las mieses, los vecinos observaban a los diligentes
obreros que se movían como hormigas. De cuando en cuando un trueno de rocas
desprendidas saludaba la hazaña. Día tras día, infatigables, colaborados por
voluntarios civiles en un ambiente de gesta, esparcida de polvo y sudor,
derribaban palmo a palmo la mon-taña. El protagonismo del nuevo y pode-roso
Ejército precursor. El Gran Capitán era el principio.
La inauguración del paso fue señal del cambio para los
estantes y habitantes de la ciudad fundada por el capitán Alonso de Mendoza. La
quebrada adornada como una novia con arcos de triunfo y saludada por dianas del
alba, conjuntos folclóricos nativos, juegos populares y verbenas.
Napoleón al tratar de hacer una perforación por los
Pirineos había expresado: ¡Si es posible, hágase! Y el Gran Capitán: ¡Si es más
que probable nivelar una montaña, pues la nivelo! Y se lanzó alma, vida y
corazón a la obra señera. La libertad y la situación aseguraban equivalente a
las Pirámides de Egipto. La Naumaquia Romana y el istmo de Suez. La mayor y
trascendental acción cívica del Ejército en La Paz.
Nacía la ciudad del futuro, hermosamen-te ensanchada con
flores, chacras con bastante riego. Las vacas con ubres a punto de reventar
andaban triscando los verdes pastos seguidos por sus terneros. Y los indígenas
estrechos y puros con sus mujeres al lado atendiendo las semente-ras. Y el
Capitán del Siglo acompañado de la Primera Dama de la Nación en medio de arcos
de triunfo, mixtura y serpentinas, expresó: Aquí se levantará la mejor zona
urbana de La Paz. El vecindario modernizará la ciudad, aumentará el número de
habitantes y realzará con una espléndida floración artística. Veía el farallón
de Santa Bárbara impertinente erguido frente al palacio y me sentía oprimido,
como si fuese la claustrofobia que no soporto. Hay que derribar este cerro
cuanto antes, me decía, y respirar el oxígeno que viene de Yungas.
Ideas venturosas. El trascendental paso de un proyecto
transformador. ¿Qué tal si nos pusiéramos a construir caminos, como el
proyectado a Coroico, esta vez al Oriente? ¿O el ferrocarril de Cobija a
Potosí, con diez mil soldados de primera línea? Por Dios, cómo temblaría el
mundo.
Los escolares y las maestras de los liceos ya no gozarían
de excursiones al ba-rrio periférico de San Pedro, sino a la nueva ciudadela.
El Capitán del Siglo, valluno de paisaje y sentimiento, contento de librar al
servicio público la quebrada que unía a otra realidad, cuando le solicitaron
bautizar a la nueva zona con un nombre, respondió se llamará Miraflores, en
honor a Juanita Sánchez que ha mostrado su consentimiento al divisar el valle
cubierto de las flores más hermosas del mundo.
De la Novela “la tempestad y la sombra”. PLURAL Editores. Primera
Edición, abril 2000 – La Paz, Bolivia. / El Literario de EL DIARIO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario