Por: Lupe Cajías / Publicado en el periódico El Deber, el 5
de julio de 2015.
“Te habrán matado el cuerpo pero jamás las palabras y menos
el pensamiento”. Con ese verso de Silvio Rodríguez despedimos hace 35 años los
restos de Luis Espinal Camps en uno de los entierros más multitudinarios que
recuerda la historia paceña.
Este 8 de julio, la caravana que descienda del Aeropuerto de
El Alto encabezada por el santo padre Francisco se detendrá en una de las
curvas de la autopista hacia la catedral, frente al ingreso a Achachicala, y
desde el papamóvil, bendecirá al barrio testigo del martirio de Espinal. Ahí lo
esperará la juventud católica.
¿Por qué ese gesto papal? ¿Quién fue Lucho? ¿Qué representa?
¿Cuánto saben las nuevas generaciones de su vida, de su obra de su ejemplo y de
su legado?
Luis Espinal no quiso homenajes mientras vivió; sin embargo,
su figura trasciende su modestia y lo coloca junto a otros héroes y mártires
que lucharon contra la Doctrina de Seguridad Nacional y sus expresiones
dictatoriales en el subcontinente latinoamericano.
Está en el mismo altar que monseñor Oscar Arnulfo Moreno,
asesinado 24 horas después; los seis jesuitas acribillados en San Salvador; las
monjas francesas sacrificadas en Buenos Aires y cientos de activistas católicos
que murieron por los pobres.
Sacerdote catalán
Espinal nació en Sant Fruitós de Bages, Barcelona, España,
en 1932, en una familia de tradición católica y reveló su vocación sacerdotal,
optando por la Compañía de Jesús. Unió a los estudios espirituales la formación
profesional. Se graduó en Literatura y en Filosofía, aunque sus primeros
trabajos se centraron en la revista “Selecciones de Teología”.
Pronto fue conquistado por una de las ramas de la
comunicación social: las imágenes en movimiento. Pasó cursos en Bérgamo,
Italia, casualmente un lugar largamente relacionado con la Iglesia boliviana.
La Televisión Española le encomendó reportajes sobre temas sociales. El
programa “Cuestión Urgente” alcanzó éxito popular, pero rechazo de la censura
franquista y llegó la hora de partir.
Dentro del orden jesuita, la sección catalana atiende a
Bolivia, de ahí que muchos sacerdotes en el país sean de esa combativa región.
Espinal llegó junto a Xavier Albó y Luis Alegre, con quienes después vivió
junto a Gloria Ardaya y otros laicos en un experimento de intercalar vivencias-
fuera de monasterios - entre curas y no curas.
Cineasta y maestro
Espinal se vinculó con la enseñanza en la Universidad
Católica Boliviana, particularmente en la primera carrera de Comunicación
Social. Formó muchas generaciones, quienes lo recuerdan permanentemente con
cursos y textos.
Alentó clubes juveniles para analizar películas en sesiones
matinales que congregaban decenas de adolescentes, cuando coincidían varias
voluntades como las de Renzo Cotta, el salesiano Cine 16 de Julio, Amalia
Gallardo, Norma Merlo.
Pablo Agazzi y otros cineastas contrataron los servicios de
Espinal, uno de los pocos profesionales que conocía los detalles complejos para
el seguimiento de las imágenes, los guiones técnicos.
Casi al mismo tiempo, Espinal publicaba en “Presencia”
críticas de cine. Un aporte estelar que coincidía con otros grandes críticos de
esa década, como Julio de la Vega o Pedro Susz. El público se acostumbró a
esperar los puntajes que daba Espinal para ver o no un filme.
Más tarde dirigió un programa similar sabatino en la jesuita
“Radio Fides”. Justamente su ausencia inexplicable alarmó a Eduardo Pérez
Iribarne, quien alertó la desaparición de Espinal.
Teología de la liberación
Desde el inicio de los 60, década revolucionaria por
excelencia, con el impulso del Concilio Vaticano II, las asambleas en Medellín
y en Puebla y las publicaciones de Gustavo Gutiérrez o los hermanos Boff, la
Iglesia latinoamericana se inclinó por la doctrina social, por recuperar el
mensaje de Cristo.
Desde México hasta la Patagonia, sacerdotes, religiosas y
muchos obispos se inclinaron por esa tendencia, que contradecía siglos de
convivencia de la jerarquía con el poder político y económico. Algunos se
alistaron con guerrilleros marxistas como el colombiano Camilo Torres o Gaspar
García en Nicaragua. Otros fundaron espacios singulares como Ernesto
Cardenal.
Las Comunidades Eclesiásticas de Base protegieron a
indígenas en Guatemala o El Salvador. En Brasil, las CEB fueron respaldadas por
los obispos, tan famosos como Hélder Cámara, como único espacio no intervenido
por los militares.
En Bolivia, creció la relación religiosos-izquierdistas
(incluso guerrilleros) e indigenistas (kataristas) que se expresó en Teoponte,
la toma del baile de quinceañeras en el Club de La Paz, el Manifiesto de
Tiahuanacu y la expulsión de jesuitas, doscientos años después de las reformas
borbónicas que los alejó de las misiones en tierras bajas.
Espinal, Albó, Alegre, Zalles, Ana María Ajuria, Martha
Orsini, Amparo Carvajal, Gregorio Iriarte, Eric Weissage, Roberto Durette, Tito
Solari, Julio Terrazas, son algunos que apoyaron a los sindicatos mineros y
obreros, a los campesinos.
Las parroquias fueron la logística para albergar a las
cuatro mujeres mineras y a los huelguistas que con su ayuno arrancaron la
Amnistía General el 18 de enero de 1978, como recuerda en su libro Filemón
Escóbar. La Conferencia Episcopal fue parte de la resistencia, destacando
Monseñor Jorge Manrique.
Periodismo combativo
Con esa experiencia Luis Espinal junto con activistas de
“Justicia y Paz” (antecesora de la Asamblea de Derechos Humanos) y periodistas
dirigió el semanario “Aquí”. La publicación tuvo la intención desde su inicio
de “dar voz a los sin voz” dentro de la teoría latinoamericana de la
comunicación que se conoció como prensa alternativa para enfrentar el
desequilibrio informativo de los grandes consorcios.
Su primera portada, en marzo de 1979, era una foto de Hugo
Banzer partida en dos por las luchas populares. Eran meses de efervescencia
política y sindical por la derrota de los militares, la reconstrucción de los
partidos, la reorganización de la Central Obrera Boliviana y sus afiliados y
las denuncias de Marcelo Quiroga Santa Cruz en el Congreso nacional. Se
iniciaba el camino a la democracia.
“Aquí” ejerció a plenitud y con responsabilidad el
periodismo de investigación y por ello ninguna nota fue desmentida, pero sí
molestó a los responsables de saqueos en la administración pública y de la
violación de derechos humanos.
Los aliados del Plan Cóndor no estaban dispuestos a que
cunda el ejemplo boliviano. En una conjura internacional neonazistas alemanes,
fascistas italianos, paramilitares argentinos y bolivianos organizaron “Los
Novios de la muerte” para liquidar a izquierdistas.
Circuló una lista de 116 futuras víctimas, entre ellas
varios periodistas. Se atentó contra candidatos de la Unidad Democrática,
salvándose milagrosamente Jaime Paz. Espinal no era el número uno pero fue el
primer elegido.
Lo siguieron al salir del Cine 6 de Agosto. Me tocó ser una
de las últimas personas que lo vio con vida al despedirlo en “Aquí” y me
comentó que iba a ver “Los desalmados”. Al llegar a su casa, cerca a las once
de la noche, fue secuestrado.
Fue torturado en el matadero municipal para no dejar huellas
de la sangre; con una plancha le quemaron el pecho y arrojaron su cadáver en un
sendero en Achachicala, donde lo encontró un campesino. La reacción popular
contra el crimen detuvo el plan siniestro pero no el golpe del 17 de julio de
1980. Ahí sobresale una sencilla cruz que será bendecida simbólicamente por
Francisco.
El Encuentro Mundial de movimientos sociales en Santa Cruz
llevará el nombre de Luis Espinal Camps, el sacerdote que dio su vida por los
desvalidos.
https://soundcloud.com/pioruro/no-nos-callaran-2003-compositor-raul-vacarreza
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