Pedro Ignacio Muiba, dibujo de Hans Hoffman Barrientos.
Entre el 9 y el 10 de noviembre de 1810, el cacique
moxeño-trinitario Pedro Ignacio Muiba lideró una rebelión indígena en el sur de
la región amazónica. Los insurrectos lograron deponer al régimen realista,
representado por el gobernador español Pedro Pablo de Urquijo, quien logró
reunir un ejército con el que, cuatro meses más tarde, logró recuperar el
control de la región y dispuso el ajusticiamiento del líder indígena, cuyo
cuerpo fue exhibido públicamente.
Los conquistadores intentaron, de esta manera, escarmentar a
la población, sobre la que ejercieron nuevos abusos y vejaciones.
Hay pruebas históricas de que Muiba tuvo contacto y relación
política con otros líderes indígenas de tierras altas como Túpac Amaru y Túpac
Katari. Muiba sabía leer y escribir, había sido instruido por los sacerdotes
que colonizaron Moxos. Era una ventaja sobre sus compañeros y le permitía
mantener correspondencia con dirigentes insurrectos de otras latitudes.
Sin embargo, durante largos años, la historia oficial se
encargó de que se borrara la memoria del cacique Muiba. El objetivo era
demostrar que se trataba de colectividades aisladas, que vivían en un ambiente
de idílica paz sin necesitar de la libertad y la autodeterminación.
Se han cumplido 202 años de aquel levantamiento heroico, que
formó parte de la Guerra de la Independencia. La represión ejercida por los
colonialistas sólo pudo prolongar la agonía del régimen imperante en esta parte
del mundo, aunque la lucha fue sangrienta y, en muchos casos, desesperada.
El mensaje y la herencia de Muiba están, hoy en día, tan
vigentes como hace dos siglos. La necesidad de libertad, de tener la capacidad
de dirigir el destino propio y la necesidad de que acabe la discriminación y la
segregación son banderas de lucha para todos los bolivianos, como lo fueron
para aquellos rebeldes altoperuanos, que aún no podían adivinar el futuro, pero
que sentían al suelo en el que habían nacido, vivían y trabajaban como la
patria, pues en el sentido último, patria es un sentimiento que une, convoca y
alienta a luchar por conquistar un mañana mejor.
Los levantamientos indígenas fueron una constante en esta
parte del mundo, desde que triunfó la conquista española e, inclusive, desde
antes contra el dominio de corte imperial, que sobre algunos pueblos
pretendieron desarrollar los incas.
Es la mejor demostración que los primitivos pobladores de
estas tierras siempre amaron su libertad y el derecho a organizar como mejor
convenía y conviene a sus intereses.
Pero, durante más de siglo y medio, esas huellas intentaron
ser borradas por una forma de leer e interpretar la historia para mantener
esquemas de dominación.
Por ello, héroes como Muiba fueron olvidados, aunque se dice
que la mentira tiene patas cortas. No llega muy lejos. La memoria colectiva ha
recuperado esas figuras humildes, que renegaron de un sistema criminal, que
nada bueno trajo para estas tierras y que, por el contrario, dejó una secuela
de destrucción y miseria.
(Editorial del 12 de septiembre de 2012, del periódico La
Prensa)
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