En el tiempo pre-colonial el grupo étnico Baure estaba asentado en muchos
pueblos entre el Río Blanco y el Río Guaporé. Estos pueblos eran bien
organizados alrededor de una plaza grande y rodeados de palizadas para la
defensa. Los Baure vivían de la agricultura, la caza, la pesca y la
recolección. Ellos creían en una variedad de espíritus, llamados Achane, a
los que temían porque según su creencia causaban enfermedades y muerte.
En cada pueblo hubo una casa comunal donde los Baure guardaban las máscaras de los espíritus y donde celebraban las fiestas en las
que se emborrachaban con chicha. Como otros grupos étnicos de la familia
Arawak, la sociedad de los Baure no era igualitaria, tenía una jerarquía. La
cabeza de esa jerarquía eran los jefes locales que en el idioma Baure fueron
llamados Arama.
Es bien conocido que el primer Español que estableció contacto con los Baure fue el jesuita Cipriano Barace. Después de la fundación de la
misión de la Santísima Trinidad él salió en busca de nuevos pueblos para la
evangelización. A partir del año 1692 Barace visitó 65 pueblos de los Baure
pero antes de poder fundar una misión entre ellos, indios hostiles mataron al
padre el año 1702.
Recién seis años después el superior de las misiones de Mojos, el padre
Orellana, encargó a Lorenzo Legarda a buscar un nuevo camino para la evangelización de los Baure. Antes de su salida de
San Pedro, este misionero decidió que la Purísima Virgen María sea la patrona
del primer pueblo cristiano que se fundase entre los Baure.
Es gracias a él que este pueblo recibió el nombre de Concepción y celebra su fiesta patronal cada 8 de diciembre.
A pesar de muchas dificultades el padre Legarda logró llegar a un pueblo de los
Baure donde fue recibido con alegría y hospitalidad. Después de este éxito el
padre Orellana encargó a los padres Miguel Sánchez, Pedro Rada y Pedro Blanco,
la fundación de tres pueblos cristianos entre los Baure. El 10 de octubre de
1708 los tres misioneros llegaron al recién fundado pueblo de Concepción con
herramientas, semillas y ganado. Después la población de Concepción creció rápido y en el año 1717 ya llegó a 2152 habitantes.
El asentamiento de los indígenas en la misión cambió su vida religiosa,
económica y social profundamente. Tras su llegada los padres comenzaron a
bautizar y predicar a los indígenas. Los siguientes años se construyó una
iglesia de adobe y madera en la plaza y los rituales católicos caracterizaron
la vida diaria en el pueblo.
Para forzar la evangelización, los misioneros tomaron medidas contra las
creencias religiosas precoloniales, destruyendo las máscaras y las casas
comunales.
Antes de la llegada de los Jesuitas los Baure cultivaban yuca y maíz que
sirvieron para la alimentación y para la preparación de la chicha. Para
enriquecer la alimentación y para la exportación, los Jesuitas introdujeron
otros cultivos, como: arroz, caña de azúcar y algodón. Esas plantas fueron
sembradas en chacos comunales de la misión. Una revolución fue la introducción
del ganado vacuno y caballar que se multiplicó rápidamente en los campos de
Baures.
Un elemento importante de la evangelización fue la enseñanza de artesanías y
artes a los neófitos. Para esto, los misioneros tenían innumerables
conocimientos, ya que fueron ellos quienes formaron a los indígenas como
zapateros, costureros, tejedores o músicos.
En la misión los padres establecieron, entre otros, talleres de pintura, talla
en madera, arte de esculpir y para construcción de instrumentos musicales.
La institución del Cabildo que existe hasta el presente en Baures, también fue
introducida por los Jesuitas. El cabildo trabajaba junto con los misioneros en
la organización del pueblo y en la distribución de mercancía europea a los
otros habitantes. La mayoría de sus integrantes fueron los Arama que de esa
manera pudieron aumentar su poder del tiempo pre-colonial. Sobre todo en el
tiempo post-jesuítico los caciques alcanzaron mucho poder económico y político.
El más famoso entre ellos, seguramente, fue Gabriel Ojeari quién dirigió el
traslado del pueblo de San Joaquín y defendió la región de Baures contra los
Portugueses.
En el año 1767 la Compañía de Jesús fue prohibida y los padres expulsados de
las misiones. Les siguieron curas y administradores civiles de Santa Cruz, que
veían en las misiones una fuente de riqueza. Muchos de ellos aprovecharon su
cargo vendiendo reses y caballos, cuya cantidad bajó bastante en ese tiempo. La
economía de Baures fue reorientada hacía la exportación para generar ganancias
destinadas a la Real Hacienda.
Los cultivos de algodón, chocolate y caña en los chacos comunales aumentaron
mientras que las de yuca y maíz para la alimentación de los pobladores se redujeron.
Los talleres de tejidos, pintura y carpintería, seguían funcionando, con la
única diferencia que los Baure ahora fabricaban hamacas, lienzos, sábanas y
sobremesas, entre otros, para la ganancia de la Real Hacienda y a partir del
año 1825 para el Estado Boliviano.
Con el fin de empujar el desarrollo en los pueblos del
Beni, el Estado en 1856, subastó las últimas tierras comunales del tiempo
jesuítico. De esa manera abrieron la región de Baures para inmigrantes
extranjeros y de otras partes de Bolivia. Pero el número de los inmigrantes
aumentó recién de manera significante en el tiempo de la goma a partir de fines del siglo 19. La mayoría
de ellos fueron atraídos por la esperanza de una ganancia rápida aprovechando la mano de obra barata y los precios altos de la goma. Los habitantes indígenas
de Baures, al igual que de los otros pueblos del Beni, fueron llevados a los
siringales en el sistema del enganche. Ellos trabajaron como remeros en los
batelones o como siringueros en las barracas al norte del departamento del
Beni.
Hasta ahora en Baures se recuerda el éxodo de los hombres en algunas canciones que cuentan la tristeza de las mujeres que se
quedaron solas.
En los primeros años del siglo 20, Baures se desarrolló como uno de los centros
industriales más importantes para la producción de víveres y de textiles. Esos
productos se llevaban por río a Guayaramerín o en carretón a Trinidad.
Muchos de los comerciantes de la goma se asentaron en Baures y se casaron con
mujeres del pueblo. Es por eso que hasta ahora existen apellidos de origen
francés, inglés, alemán o griego.
Las familias de la clase alta hicieron construir grandes casas que se ven hasta
el presente en la plaza de Baures y las manzanas cercanas.
El personaje más importante de ese tiempo fue Carmelo López, quién fue prefecto
del departamento del Beni 1907- 1910.
Como él se negaba a mudarse a Trinidad la prefectura funcionó esos años en
Baures. López, quien se había enriquecido con el transporte de productos por
río y la explotación de oro en el cerro San Simón, supo gozar bien de la vida.
Él hizo traer una orquesta sinfónica desde Europa que tocaba en sus fiestas y
cuando viajaba siempre le acompañaba su banda de música. Asimismo, hizo
instalar una imprenta moderna en Baures de la cual salieron los periódicos El
Porvenir y El Marconi.
También el pueblo de Baures debe agradecerle la construcción del monumento al libertador Simón Bolívar, que fue el primero en todo el
departamento del Beni.
Al finalizar el auge de la goma, en la segunda década del siglo 20, también
comenzó el descenso económico de Baures. Es cierto que el pueblo seguía siendo
un centro de producción agrícola de la cual se exportaba chivé, azúcar, manteca
y/o tabaco a Guayaramerín y Trinidad, pero las ganancias de los primeros años
del siglo 20 ya no fueron alcanzadas.
En los años 50 y 60 la ganadería comenzó a jugar un papel más importante en la economía del pueblo, cuando el transporte aéreo de
carne hacia La Paz y Cochabamba hizo posible la exportación al mercado
nacional. Después los ganaderos comenzaron a vender las reses ‘en pie’ hacía
Trinidad y Santa Cruz.
El transporte aéreo y la construcción de caminos y carreteras ayudaron al
pueblo de Baures para salir del aislamiento que le caracterizó gran parte de
su historia.
En las últimas décadas del siglo 20 nuevas obras como el hospital o la
inauguración del servicio de luz eléctrica fueron símbolos del progreso.
Hasta el presente el pueblo sigue avanzando, cada año mejorando la
infraestructura y la calidad de vida de sus habitantes.
A pesar de los procesos históricos demostrados y del progreso, el pueblo de
Concepción de Baures, hasta el presente, mantiene viva su herencia del tiempo jesuítico. Esta se muestra en
especial en estos días de la fiesta patronal.
La mayoría de los bailes típicos que se presentan fueron introducidos por los
Jesuitas y son una mezcla de elementos europeos e indígenas. Hasta la segunda
mitad del siglo 20 fue el Cabildo Indigenal el que organizaba la fiesta y se
encargaba de los bailes típicos.
Los jueces llevaban cántaros de chicha a casa del Cacique, lugar donde se
invitaba a todos los habitantes del pueblo a comer y tomar. Ahí también se
guardaban las máscaras y plumajes de los bailes.
En los tres días de la fiesta salían los diferentes grupos de bailadores:
Toritos, Negritos, las Marías y los Macheteros entre otros, acompañados de
músicos que tocaban violín, flauta o pífano, ellos acompañaban la procesión de
la Purísima Virgen María y después iban visitando casa por casa donde les
invitaban chicha, hasta que daban la vuelta al pueblo. En la tarde volvían
donde el Cacique para entregar las máscaras. Hoy, la fiesta patronal es
celebrada de manera diferente pero igual con mucha devoción a la Purísima
Virgen María cuya procesión como en los tiempos pasados es acompañada por
muchos bailadores, músicos y el pueblo en general. (Fueron consultadas las
obras de varios autores, nacionales y extranjeros.)
Por: Franziska Riedel / Publicado en La Palabra del Beni, 8 de Diciembre de
2012.
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