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SIMÓN BOLIVAR: “DE POTOSÍ TENGO TRES RECUERDOS: ALLÍ ME CORTÉ EL BIGOTE, USÉ TRAJE DE FIESTA Y TUVE UN HIJO”

Foto: Casa de la Moneda en Potosí.
Por: Mónica Luján / Publicado en el periódico Los Tiempos, 4 de Diciembre 2005.

Un libro escrito por uno de los ministros de la Corte Suprema de Justicia recuerda cuál fue el verdadero papel que Simón Bolívar cumplió en la liberación de la Real Audiencia de Charcas (hoy Bolivia) y rescata del olvido a un personaje que sería el verdadero Libertador de la Patria: Carlos Medinaceli Lizarazu.
El 12 de agosto de 1825, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Sojo ingresó al territorio hasta entonces conocido como Real Audiencia de Charcas. Apenas un día antes, la asamblea de representantes de dicha audiencia lo había nombrado Protector y Presidente perpetuo de un nuevo país: la República Bolívar.
¿Qué sentimientos invadían al Libertador al ingresar a un país que llevaba su nombre? En su libro “Simón: vida de Bolívar”, el periodista e historiador argentino José Ignacio García Hamilton se atreve a especular sobre ellos: 
“Se llenó de orgullo y, durante el almuerzo integrado por un sabroso picante de gallina acompañado de vinos de las Canarias, no pudo dejar de pensar en el honor que significaba que el flamante país hubiese sido bautizado con su apellido”.
Y la verdad es que Bolívar recibía el más grande homenaje que jamás había recibido un ser humano: se le daba su nombre a un país y, además, en su condición de presidente vitalicio, tenía la posibilidad de organizarlo a su antojo. Por tanto, todas las aprehensiones que tenía sobre la fundación de la nueva República habían desaparecido.
Días antes, el Libertador había sostenido una dura correspondencia con su más leal lugarteniente, el mariscal Antonio José de Sucre Alcalá. En sus cartas, Sucre le informó sobre la destrucción del último reducto realista —una fracción del ejército español que estaba comandada por el general Pedro Antonio de Olañeta— y su decisión de convocar a una asamblea para que los representantes de Charcas deliberen sobre su destino. Esto último provocó la ira de Bolívar quien sabía que si los charquenses tenían la posibilidad de deliberar sobre lo que debía pasar con su territorio, lo más probable era que decidan la fundación de un nuevo país, como en efecto sucedió.
Todos los historiadores coinciden al señalar que Bolívar y Sucre discutieron epistolarmente sobre la decisión de los charquenses. Tras haber conseguido la libertad de Colombia (en cuya jurisdicción estaban entonces Panamá, Venezuela y Ecuador) y Perú, el Libertador proyectaba constituir una gran nación, una confederación similar a la de Estados Unidos de América, en la que él sería la figura tutelar. No obstante, las acusaciones que se le hacía de querer convertirse en un emperador, como Iturbide hizo en México, se multiplicaban en los territorios libertados y cada vez eran más las voces que reclamaban la insurgencia de pequeños estados.
Charcas era un caso particularmente complicado. Dependía del Virreinato de Lima hasta el 8 de agosto de 1776, cuando se emitió una Real Cédula por la que se la puso bajo la jurisdicción del Virreinato de La Plata, así que, a la hora de tomar decisiones, era difícil saber si debía estar bajo la tuición de Perú o de Argentina. 
La solución de los charquenses, asumida en la Asamblea Deliberante, fue fundar una nueva República y eso, que parecía alimentar los síntomas divisionistas de los territorios libertados, provocó la furia de Bolívar.
Fue entonces que surgió la figura de otro Olañeta, sobrino del que había defendido a la corona española hasta el último instante de su vida, quien se encargó de convencer al Libertador de que acepte la creación del nuevo país. Una de las medidas más inteligentes fue bautizarlo con su nombre y, lógicamente, nombrarlo presidente vitalicia. Las adulaciones dieron resultado porque Bolívar llegó a confesar que “esta República Bolívar tiene un especial encanto”.

HOMENAJES Y OLVIDO

El 12 de agosto de 1825, Simón Bolívar Palacios y Sojo ingresó al territorio que ya llevaba su nombre.
Fue recibido apoteósicamente en todas las ciudades que visitó. Convertido en leyenda viviente, el Libertador era incluso asimilado a un dios y era muy fuerte el rumor de que muchos padres le habían entregado a sus hijas “para mejorar la raza” en los últimos meses de la Guerra de la Independencia.
Potosí fue la ciudad en la que permaneció más tiempo durante su mandato y donde, por consiguiente, recibió más homenajes. Él mismo recordó después, muy cerca de su ocaso, que “de Potosí tengo tres recuerdos: allí me corté el bigote, usé traje de fiesta y tuve un hijo”. Su supuesta descendencia pudo ser el resultado del romance que vivió con doña Joaquina Costas.
Bolívar estaba en la gloria. Amado y respetado como nunca antes, había cumplido el sueño de plantar el estandarte de la libertad en la cúspide del Cerro Rico y sólo esperaba cumplir el siguiente: los Estados Unidos de Sudamérica.
En medio de los homenajes y planes futuros, todos, incluso Sucre, se habían olvidado que esos festejos sólo eran posibles porque ya no había españoles en Charcas; es decir, en la República Bolívar. El último bastión del ejército realista había sido derrotado apenas unos meses antes, el 1 de abril de 1825, en una batalla que se libró en un desconocido lugar llamado Tumusla.
Allí, el coronel Carlos Medinaceli Lizarazu, que mantenía correspondencia con el mariscal Sucre, se enfrentó a las fuerzas españolas comandadas por Pedro Antonio de Olañeta que, seguro de su hegemonía en Charcas, se había autoproclamado virrey del Perú. Medinaceli venció en la batalla de Tumusla y mató a Olañeta. Al hacerlo, liberó a Charcas y, consciente de ello, informó de su campaña a su superior, Sucre. Sin embargo, el Mariscal de Ayacucho se encontraba en ese momento enfrascado en su disputa con Bolívar por la convocatoria a la Asamblea Deliberante, así que no le dio a la batalla de Tumusla el mérito que tenía.
Aunque nombró a Medinaceli gobernador de Chichas, Sucre nunca lo reconoció como el vencedor del ejército realista que aún quedaba en Charcas. Más aún, a sabiendas de que el mismísimo Bolívar quería ser quien enfrente a Olañeta, le escribió adjudicándose el mérito de esa batalla que, al final, casi fue borrada de nuestra historia.
Estos hechos, desconocidos para el común de la gente, son explicados en el libro “El libertador de Charcas” que fue recientemente presentado en Sucre y Potosí por su autor, Julio Ortiz Linares, quien también expuso su tesis en la Academia Militar de Historia.
En el libro, Ortiz sostiene que el verdadero libertador del país que hoy conocemos como Bolivia fue el coronel Carlos Medinaceli Lizarazu, quien derrotó a Olañeta en Tumusla, y recuerda que el ejército grancolombiano que ocupó Charcas en 1825 nunca libró un solo combate en nuestro territorio.
Ortiz, que es ministro de la Corte Suprema de Justicia, propone reparar esa injusticia histórica y, sin restar méritos a Bolívar y Sucre, pide que se reconozca el papel que tuvo Medinaceli en la liberación de Bolivia del yugo español. 
Más aún, el magistrado propone que representantes de los tres poderes del Estado se constituyan en Tumusla el 1 de abril de 2006 para que “se reconozca oficialmente esa fecha como el ‘Día de la Independencia Nacional’, admitiendo de una vez por todas y con total valentía que, si Bolívar fue Libertador de cuatro naciones, Medinaceli lo es de Bolivia”.
Los argumentos de Ortiz
El magistrado Julio Ortiz Linares escribió dos libros en los que sustenta que el libertador de Bolivia fue Carlos Medinaceli Lizarazu: “El perfecto equivalente del soldado cívico” y “El libertador de Charcas”.
Al presentar el segundo, expuso los siguientes argumentos:
La Independencia del Antiguo Alto Perú o Charcas fue obra única y exclusiva de las facciones guerrilleras y las fuerzas patriotas, sin la más mínima intervención material del Ejército Libertador, reduciéndose la presencia del Mariscal Sucre a un paseo triunfal desde el Desaguadero hasta Chuquisaca.
Antes y durante la Guerra de la Independencia, nunca tuvimos un ejército uniformado, bien armado y disciplinado como nos enseñaron desde la escuela. Nuestros guerrilleros apenas eran montoneras o agrupaciones improvisadas de hombres rudos cuyo uniforme era el poncho, el sombrero, las ojotas o los calzones arremangados y sus armas la lanza, el garrote, las hondas y warak’as. Los fusiles eran muy escasos.
Desde la resistencia indígena al conquistador, en los primeros años de la llegada de los españoles, hasta el primer grito libertario en Chuquisaca, fueron los hijos de Charcas los únicos que se desangraron en cientos de batallas contra un enemigo organizado, bien apertrechado y disciplinado en la guerra europea.
Mientras los españoles combatían entre sí en el Alto Perú, en el Bajo Perú se produce la victoria de Junín a la cabeza del Gral. Simón Bolívar el 6 de agosto de 1824 sobre un ejército español totalmente debilitado. Meses después, de esta derrota, el 9 de diciembre de 1824, el Gral. Antonio José de Sucre triunfa en Ayacucho derrotando a los ejércitos del Virrey La Serna, y se cree que esta batalla termina con la dominación española en los dos Perús. Esto no es verdad, por cuanto después de Ayacucho, queda libre el Bajo Perú y en estas tierras de Charcas nada había cambiado, pues la corona española mantenía su poderosa vigencia en nuestro territorio.
Enterado el Gral. Pedro Antonio de Olañeta del triunfo de Ayacucho producido el 9 de diciembre de 1824 en el Bajo Perú, más realista que nunca, se declara dueño y señor del Alto Perú y le escribe al Mariscal Sucre: “yo mando del Desaguadero para aquí, y Ud. manda del Desaguadero para allá”. Reúne a su Estado Mayor la Navidad de aquel año de 1824 en la cuidad de Cochabamba y decide continuar la guerra contra el Ejército Libertador.
El Gral. Pedro Antonio de Olañeta impone sus condiciones y a partir de este momento se inicia la última campaña por la libertad altoperuana.
El general Olañeta fue el último Virrey de Perú y mantuvo al territorio nacional cautivo de la corona hasta el último momento.
La última batalla por nuestra libertad se produce el 1º de abril de 1825 en las orillas del río de Tumusla, localidad del mismo nombre ubicada en la provincia Nor Chichas del departamento de Potosí, entre las fuerzas del general realista y las patriotas bajo el mando del Cnl. Carlos Medinaceli Lizarazu. Este encuentro militar que ha permanecido en el olvido 180 años se produjo desde las tres de la tarde de aquel Jueves Santo, hasta las siete de la noche, cuando se decide la Capitulación de Tumusla.
Producida la victoria de Tumusla, tres militares se disputaron la hazaña del 1º de abril de 1825. Primeramente Sucre, que se encontraba en Potosí, al recibir el parte de guerra al día siguiente 2 de abril, se hace del triunfo y manda a Tumusla y Cotagaita a su lugarteniente el general irlandés Francisco Burdett O’Connor para que se haga cargo de la situación y ponga todo bajo órdenes del Mariscal de Ayacucho. Otro que se arroga para sí esta victoria es el Cnl. José María Pérez de Urdininea que, si bien ingresa desde Argentina comandando un batallón de emigrados de Charcas y algunos hombres del ejército argentino, llega tarde al combate y se autonombra Comandante en Jefe del Ejército Libertador de Chichas. Finalmente, el Gral. Juan Antonio Álvarez de Arenales, gobernador de la ciudad de Salta que había ordenado la marcha de Urdininea, cuando se entera que éste desobedeció sus instrucciones cruzando la frontera antes de que llegue la orden de hacerlo, escribe a Sucre insinuando que Urdininea desertó del ejército argentino, por lo que debería ser expulsado del Alto Perú. La verdad es que Arenales tenía la intención de anexar el Alto Perú a Argentina, al ver frustrados sus planes, arremete contra Urdininea.
El único y verdadero Libertador de Charcas es el Cnl. Carlos Medinaceli Lizarazu, a quien Sucre nombró Gobernador de Chichas una vez producida la victoria de Tumusla, permaneciendo en su Cotagaita natal ajeno a las pasiones, intrigas e ingratitudes de los dos caras, mientras éstos se enfrascan en preparar la Asamblea Deliberante olvidándose por completo del Cnl. Medinaceli. 
Posteriormente, cuando la llegada del Gral. Simón Bolívar, se pasean al lado de éste y de Sucre concurriendo a fiestas y banquetes en honor de los libertadores, mientras que el verdadero libertador se encontraba lejos, organizando la administración de la provincia de Chichas.
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