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LAS ÚLTIMAS RÁFAGAS QUE SE DISPARARON EN LA GUERRA DEL CHACO


Por: Ricardo Aguilar / La Razón de La Paz, 14 de junio de 2015


“Al amanecer (del 14 de junio de 1935), una cinta de fuego festoneó la inmensa línea cubierta por el ejército del Paraguay. Ese fuego regular fue respondido en Villa Montes y en el frente de Santa Fe con la misma violencia”, relata el diario republicano La Razón.
Esas eran tal vez las últimas ráfagas que se dispararían en la Guerra del Chaco, de acuerdo con una crónica publicada casi un mes después del cese el fuego, el 6 de julio de 1935. Ese medio titulaba la nota: “Fueron impresionantes los últimos minutos antes de que se diese comienzo a la tregua concertada en Buenos Aires”. La Razón no cita el nombre del periódico argentino de donde recuperó este relato.
Un capitán paraguayo, jefe de batería, dice la nota, recibió una llamada de un coronel a las 23.50 del 13 de junio: “Capitán, ¿tiene usted su reloj bien arreglado?— Contesté que sí—. A las 12 ordené el alto el fuego y en su lugar descanso. Entraba la aguja pequeñita (del reloj) en la cifra y grité: ¡Alto!”
“La tropa (paraguaya) trepó sobre la tierra parapetada, alegre pero sin apresuramiento. De los reductos adversarios se hacía lo mismo. Los bolivianos alzaban los brazos, llamando. El campo de nadie se transformó entonces en el suelo de todos. Había allí cadáveres, rezagos de los combates, arena revuelta, proyectiles”.
Tras el saludo de los oficiales, se rompió el hielo entre los combatientes rasos. “Los soldados se observaron con esa curiosidad (ilegible) de seres que hace instantes no más se medían en la guerra asentándose las miras de sus elementos de destrucción”, describe.
El relato corresponde a lo que se vivió el 14 de junio en el frente de guerra de Villa Montes, después de tres años de hostilidades. Sin embargo, las negociaciones para esta tregua de la guerra —que no fue quebrantada hasta los tratados de 1938 que determinaron la paz definitiva— comenzaron oficialmente el 9 de mayo, más de un mes antes del cese el fuego, con una reunión en Buenos Aires entre diplomáticos inicialmente de Perú, Chile y Brasil.
Luego se invitaría a más Estados con la finalidad de conformar el grupo mediador. Días después de la constitución de este grupo de mediación las conferencias de paz invitarían a los países beligerantes. Los cancilleres de Bolivia y Paraguay, Tomás Manuel Elío y Luis Alberto Riart, correspondientemente, fueron a Buenos Aires —por separado— en medio de amenazas de ambas partes de abandonar la necesaria negociación.
Combates. El 29 de mayo se filtró a la prensa que Bolivia había aceptado una tregua de 30 días, según informó entonces El Diario, mientras que la respuesta paraguaya se hizo esperar. Solo hasta el 6 de junio fue que en Paraguay se esperaba “un arreglo de un momento a otro” (El Diario). Otra vez la información era extraoficial.
El 8 de junio todavía se combatía en Ingavi: “Formidable poder destructor del bombardeo”, tituló El Diario al día siguiente y publicó un informe del Comando Superior boliviano: “Continúa combatiéndose intensamente (...). En los sectores Quebrada Cuervo y Parapetí rechazamos fracciones enemigas capturando algunos prisioneros. Nuestras escuadrillas de aviación bombardearon eficazmente Capirenda, Carandaití e Irindague”.
Bolivia buscaba lo que el mando militar llamaba la “limpieza del Parapetí”, consistente —otra vez en términos castrenses— en aniquilar a los enemigos en esa zona.
Solo quedaba una duda sobre las conferencias de paz: su locación. La primera aceptación de las partes en conflicto de asistir a esa negociación determinó que la sede sería Río de Janeiro, no obstante al final se decidió por Buenos Aires.
El olor a pólvora quemada persistía cuando el 9 de junio Paraguay ratificaba el acuerdo logrado en Buenos Aires por los cancilleres de los países en beligerancia. Bolivia estudiaba aún las condiciones de la fórmula enmarcada en el documento titulado “Protocolo Preliminar”. Dicho texto establecía el cese el fuego, el mantenimiento de las posiciones militares actuales, un armisticio de 12 días, una prórroga de la tregua al cumplirse en el plazo inicial, que por medio de negociaciones directas se llegaría a una solución definitiva y que, en caso de no encontrarse una salida, se someta el caso a la Corte Permanente Internacional en La Haya (Holanda).
El 10 de junio continuó la batalla en Ingavi y Bolivia cedió terreno en Huirapindi; sin embargo, a las 12.00 del 12 de ese mes Riart y Elio firmarían, al fin, el Protocolo Preliminar de Paz. El 14 se iniciaría la tregua. “Hoy es el día más feliz de la América”, dijo el general Agustín Justo, presidente de la Argentina. El conflicto, como se ve en esta declaración, era una preocupación continental.
Sin embargo, Paraguay vaciló en el último momento, cosa que causó incertidumbre en la conferencia de paz. La firma debía realizarse el 11 a las 22.00, no obstante, se pospondría al día siguiente, puesto que Riat veía que al desear Bolivia un cese el fuego sin garantías requería consultar con su gobierno.
Festejo. Ya el 13, con la paz preliminar firmada, los titulares se enfocaron en el “júbilo” producido por la noticia, se transcribieron discursos de bienvenida a la paz.
La portada de El Diario del 14 de junio tiene el siguiente epígrafe: “La guerra, como maldición, invadió con su rojo resplandor los bosques chaqueños. Hoy vibra la santa canción de paz en todos los ámbitos”. Por el contenido de la misma portada se conoce que el Perú y Chile declararon feriado nacional en sus territorios. El decreto peruano señala que el acuerdo “debe ser festejado debidamente en el Perú”.
En Chile, por sugerencia de su Gobierno y su Cámara de Diputados, se declaró feriado nacional “al día en el que marchará la cesación de hostilidades”. En Argentina se determinó que se detenga su servicio nacional ferroviario.
Crónica. La Razón publicaba recién el 30 de julio de ese año cómo se vivió en el frente de Villa Montes el cese el fuego de hacía un mes, en una crónica titulada: “Fueron inolvidables los primeros momentos de paz en el vasto campo atrincherado del Chaco. El primer encuentro de los oficiales del regimiento Santa Cruz”.
En ese encuentro, la oficialidad del Regimiento Paraguayo Coronel Toledo fue “muy agasajada” por los bolivianos, dice el autor de la nota. El relato no escatima en adjetivos y está enfocado, al igual que la crónica del inicio de esta nota, en las tropas paraguayas.
“Pasa una hora de silencio. Son las 12.00; 45 hombres vestidos de azul avanzan por el camino Camatindí. Son oficiales del Regimiento de Caballería Coronel Toledo del Ejército paraguayo. El centinela boliviano manda: ¡Alto! Los oficiales del Regimiento de Infantería Santa Cruz de la Sierra del Ejército boliviano salen al encuentro. Ambos grupos avanzan con marcialidad. Se detienen frente a frente. Maquinalmente hacen un saludo militar”. Los oficiales de ambas tropas se dan la mano y presentan a sus mandos. “En armoniosa camaradería al principio, estrechan poco a poco su compañerismo profesional”, se describe en la crónica.
Un comandante de apellido Cárdenas fue el que dio pie a los intercambios de regalos. Este militar boliviano llevaba consigo el libro Velero Matinal, de Fernando Díez de Medina. Escribió una dedicatoria y obsequió el libro al comandante paraguayo con esta inscripción: “En el campo de batalla, frente a frente, con la espada envainada”.
Acto seguido, los oficiales bolivianos obsequiaron 1.000 cajetillas de cigarrillos Inca, más 100 periódicos, centenares de panes y algunos billetes firmados. “Los oficiales paraguayos, sorprendidos por este rasgo, no saben cómo corresponder y se despojan de todo lo que tienen consigo: billetes, cuchillos, escarapelas y periódicos”.
“He aquí una sorpresa: una niña surge del frente boliviano. Se llama Betty Esquit, tiene tres años. (...) unos ojazos azules y unos cabellos rubios son el encanto de la diminuta tarijeña. Llegada la niña, sonríe y alza sus bracitos y dice: pilas”.
De acuerdo con la crónica de ese medio, la soldadesca enloqueció despojándose de su aspereza guerrera y todos compitieron por la atención de la niña, quien, según la narración, “pudo más que un centenar de cañones y miles de diplomáticos”.

Encuentros. La crónica se detenía en la pequeña, hasta que retoma el relato del encuentro: “Son las 13 y 50. Un tronco añoso es plantado en ese Campo de Marte, con la leyenda: Los oficiales del Regimiento Toledo 2 de Caballería, en homenaje al primer abrazo fraternal, con los camaradas del Regimiento Santa Cruz 9 de infantería”.

“A las14.00 con un estrechar de manos y un saludo militar se retiran a sus respectivos sectores, acompañados por la última mirada de los centinelas, holgando en comentarios. Mientras tanto, la última sangre vertida, ya no podrá olvidarse más”. En los días siguientes tuvieron lugar visitas significativas como señales de paz, como por ejemplo la del general paraguayo José Félix Estigarribia al cuartel boliviano en Villa Montes.
En Bolivia había incertidumbre sobre el mando presidencial, pues José Luis Tejada Sorzano no había llegado a la silla de modo democrático. En efecto, semanas antes, el republicano Franz Tamayo desmentía a la prensa que esté con un plan para llegar a la jefatura de Estado.
En ese curso de los hechos, el 4 de agosto de 1935, el Parlamento aprobó la prórroga de la gestión de Tejada Sorzano.
Las negociaciones de paz seguían su desarrollo en Buenos Aires con momentos de tensión y desencuentros en la negociación para establecer la línea fronteriza. Por ejemplo, El Diario titulaba el 11 de agosto: “La pretensión de Bolivia de llegar al río Paraguay es simplemente absurda, dijo un alto Jefe de
Asunción”. De hecho, hay mapas anteriores a la guerra que probarían que el territorio boliviano llegaba a ese río. En la delimitación final, Bolivia perdió ese acceso.
Según Jorge Escobari Cusicanqui, en su libro Historia diplomática de Bolivia (tomo I), esta pérdida diplomática terminó de sellar el enclaustramiento del país, quedando inconexo con el Atlántico.
La negociación sobre este punto fue ardua. El 26 de agosto La Razón titulaba: “El paraguay quiere conceder un corredor a Bolivia en una de las zonas más inapropiadas”. Se trataba de un corredor que dé acceso a Bolivia al río Paraguay en un punto que se encontraba muy al norte de lo que los negociadores del país habrían deseado durante las conversaciones.
Prisioneros. El tema del canje de prisioneros fue otro tema ríspido en las discusiones, así como la definición de quién era el país agresor. Ante estas dificultades, abundaron las declaraciones de los miembros neutrales de las conferencias de paz en el sentido de que la guerra no podría solucionar nada. El objeto era evitar un detonante de la beligerancia.
En Bolivia, y seguramente también en Paraguay, el gobierno de Tejada Sorzano tenía un nuevo problema: la enorme cantidad de desmovilizados que iban llegando al país. ¿Cómo reinsertarlos a la sociedad? Existieron numerosas columnas de opinión que abordan el debate en una nación que nunca más sería la misma.


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