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NAVIDAD BOLIVIANA DE ANTAÑO


Fotos: kinetoscopiomonstruo blogspot.com/2013/12/
/ Altagracia de Orituco - Venezuela, 25 de Diciembre de 2017.

La navidad es una época de amor y Paz, de momentos bonitos vividos en familia y en el mundo entero, todos desde el más pequeño hasta el más anciano disfruta a plenitud la celebración de la navidad, una fiesta que llego a Bolivia en la colonia con los españoles.
Pero a medida que transcurre el tiempo nuestras costumbres han ido cambiando y en algunos casos  evolucionando, por ello en esta oportunidad me propuse escribir estas líneas recordando nuestras costumbres navideñas de antaño, puntualizando todo aquello que hace diferente a la navidad boliviana.

LA NAVIDAD PACEÑA DE ANTAÑO

Ana Mejía, una anciana sentada en El Prado paceño, quien recuerda: “El 24 de diciembre me levantaba muy temprano. Junto con mi abuela preparábamos la masa para hacer buñuelos porque todo tenía que estar listo para la noche. Yo recuerdo que mi mamá sacaba sus ollas más grandes para preparar api blanco y morado porque decía que llegarían varios invitados”. Mejía también cuenta que su vivienda era una de las que se abría a los niños la noche de Navidad. “Cuando se ocultaba el sol, mi abuelo abría la puerta principal y en el patio había muchas velas, poco a poco llegaban los grupos de niños con ponchos y lluchus”. “Eran chiquillos traviesos, agitaban sus chullu chullus y cantaban villancicos. Otros tenían zampoñas y otros unos bombitos improvisados. Todos nos poníamos a cantar y bailar los villancicos, después mi abuela empezaba a repartir lo que habíamos preparado todo el día” relata, evocando su feliz infancia en La Paz.
Por su parte Napoleón Calle, vecino de Sopocachi señala: “La Navidad era una maravilla. Actualmente, no conocemos ni a los vecinos que tenemos al lado. Antes la celebración era conjunta, todos éramos invitados a la fiesta. Hoy no hay nada de eso. Antes solo había un nacimiento que era armado y adorado por todos, no había árbol, eso del árbol es algo de afuera”.
Buscando entre sus recuerdos acota: “Los chicos formábamos grupos y uno a uno cantaba y bailaba frente al nacimiento, que para la medianoche ya estaba lleno de vecinos que compartían no regalos, sino abrazos. A las doce en punto empezaban a explotar los cohetillos anunciando el nacimiento del niño Dios”

EN EL ÁREA RURAL PACEÑO

En el área rural del altiplano las costumbres son muy similares por ejemplo; la construcción del pesebre con elementos propios de las regiones: madera, paja y barro, este último para formar las figuras del nacimiento. Javier Mamani, un residente de la población del Tolar señala:” No teníamos juguetes comprados de plástico, sino que mi papá hacía carritos de madera, de latitas, y eso nos regalaba a mí y a mis hermanos”.
Don Braulio Mamani, un comerciante de una de las tantas ferias navideñas cuenta  que la navidad que vivió de niño fue en su pueblo natal Tiahuanaco; “En el campo las cosas eran diferentes, no habían árboles de navidad ni regalos. Yo recuerdo que mi abuelo me hacia algunos carritos con latas de sardina y con madera para mí y mis hermanos. Tampoco había cena especial. Mi mamá y mis hermanos hacían algunas figuras con la arcilla rojiza que tanto hay por Tiahuanaco o greda. Con esa arcilla hacia animalitos y un mini pesebre. Luego de ponerlos y adornarlos lo challábamos”.

LA NAVIDAD CHAPACA DE ANTAÑO

 En la hermosa Tarija la navidad se celebraba con la rueda chapaca navideña. Según información oficial, durante las últimas cuatro semanas antes de que llegue la Navidad. Entre las tradicionales formas de celebración navideña podemos nombrar es el Palo de Trenzar, donde niños, jóvenes y adultos se divierten de una forma sana y en familia.
De acuerdo a las remembranzas de don Manuel Oscar Rojas,  la Navidad era esencialmente “una fiesta del amor, paz y concordia” en la que se olvidaban la presiones políticas o religiosas. “Era una fiesta bellísima en la que los protagonistas eran los niños, la familia”. “Recuerdo que mis papás nos llevaban a Tablada, íbamos a las siete y volvíamos a las 12 de la noche caminando, cansados y felices”.
Los niños esperaban con ansias esta época del año porque llegaba plena de vivencias para ellos, de visitar diferentes hogares en donde se realizaba la fiesta de adoración y decenas de niños, trenzaban, adoraban y jugaban por todos los rincones de la casa mientras los padres se unían en una tertulia con los familiares y amigos.
“La trenzada y la adoración son dos actividades diferentes” dentro de lamisma celebración, según explica don Manuel, ya que por la cantidad de niños que asistían, debían alternarse para participar. “Hacíamos fila para poder trenzar o adorar”.
Don Manuel recuerda a don Ignacio Coronel, quien era santero y tenía los mejores “niños”. “En sus fiestas solíamos ir a hacer fila para tocar los instrumentos para la adoración como el pajarito, el cuadro, el bombo, el tambor y la quenilla. Esa era una de las opciones de participación que tenían los niños que gustaban de hacer música. El resto hacía fila para trenzar o adorar, recalca don Manuel recordando el gusto que hallaban los niños y los jóvenes en adorar al niño.
Generalmente había tres palos para trenzar, cada uno con doce trenzas alrededor del palo. Seis se llevaban para un lado y seis para el otro. “El que sabía más llevaba la cabeza y daba la muestra y los demás los seguían”. La trenzada tenía una coreografía, se iniciaba con una canastilla que consiste en ir uno arriba, otro abajo y en la segunda vuelta se hacía la entonación, que trata en que los participantes se acercan al palo con la trenza en la mano y luego comienza la canastilla de dos que consiste en ir dos por arriba y luego dos por abajo con su correspondiente entonación para dar paso a la canastilla de tres, canastilla de cuatro, de cinco y luego el remolino. Todo este proceso se denominaba “una parada” y duraba aproximadamente una hora porque entre canastilla y canastilla había que destrenzar.
La adoración implica danzar al son de los villancicos frente al nacimiento que generalmente se armaba en las casas de las personas que organizaban la misa y la celebración.
Se hace en parejas que se acercan al Niño, se inclinan y van a la parte de atrás de la fila para volver a acercarse sucesivamente, siempre levantando de manera alternada el pie izquierdo y el derecho.
Generalmente se iniciaba la adoración unos ocho días antes de Navidad, que eran seguidos, y después se prolongaba por varias semanas, sólo los domingos hasta el último domingo previo al carnaval.
Para ir a la misa que pagaba la familia se iba en una especie de procesión al son de las bandas criollas que recorrían las calles con los niños en permanente adoración. Posteriormente se fue implementando el uso de bandas profesionales.
Esta tradición se mantuvo muy fuerte hasta la década de los 80 y en los 90 comenzó a decaer.
Por otro lado María Luisa Vila señala: “Cuando era niña, mis padres nos llevaban a la casa de la abuela donde nos reuníamos con todos los primos y cantábamos villancicos para los adultos”.

EN EL ÁREA RURAL CHAPACO

Al son de la caja, la quena, quenitas, bombo, la pajarilla, violín, acordeón o sencillamente de la banda de música, los tarijeños – más que todo del área rural- bailan los villancicos formando coreografías en forma de trenzas como la Canastilla de ocho; Albricias (contradanza y malla); Arrurru (cadena); Canastilla de cuatro; Remolino de dos capas y Remolino final. Antes, estas danzas sólo se interpretaban acompañadas de bombo y el violín, y en algunos casos con un triángulo de acero.

LA NAVIDAD COCHABAMBINA DE ANTAÑO

Las navidades que se vivían en Cochabamba durante el siglo XX difieren en muchos sentidos con las actuales, ya que algunos platos típicos, cantos populares y las ofrendas realizadas al Niño Jesús son algunas de las costumbres que se han ido perdiendo con el transcurso del tiempo.
Esta festividad religiosa fue formando parte de las tradiciones nacionales desde el tiempo de la Colonia, pero siempre caracterizada por los matices propios de la cultura boliviana. 
Dentro de las costumbres culinarias más apetecidas en aquellos años se encuentran las lawas de choclo, papawayk’u y maicillos, vestían las mesas familiares. También el api rojo y blanco junto con los buñuelos y la variedad de pasteles que la familia preparaba noche anterior para el desayuno de la familia, eran las más apetecidas y que además continúan siendo una de las delicias navideñas.
El antropólogo y filósofo Wilfredo Camacho menciona que: “algunas familias acumulaban harina, trigo, levadura y maíz para hacer las tradicionales masitas de navidad”.
Por su parte, María Julia Ávila, afirma que “la rosca de navidad es una costumbre copiada de otros países; pero que desde hace un tiempo se ha adoptado en la ciudad como propia”. También menciona que desde siempre la comida navideña se ha caracterizado por la abundancia y la variedad.
Nancy Ferrufino, señala: “al tocar las doce de la noche la familia se reunía en la sala de la casa para dedicar un brindis para el homenajeado... es decir el Niño Dios”. Acota: “El brindis se realizaba con algún licor de preferencia de la familia”. “Aunque no faltaban aquellos hogares que preferían la chicha culli y chicha amarilla como bebidas espirituosas de media noche”.
Según cuenta Wilfredo Camacho, los pequeños de la casa eran despertados con campanas, pues se creía que éstas daban el inicio de la llegada del Salvador. “A las doce de la noche nos despertaban. Los mayores decían que había llegado el redentor, lo cual para nosotros era una emoción” dice Camacho.
Nancy Ferrufino menciona que “cuando eramos chicos esperábamos la llegada del niño Dios con alegría y nuestros padres nos despertaban para rezar y brindar”.
En aquella época los pequeños recibían ropas y juguetes, pero los pequeños le daban más importancia a los regalos que ellos mismos elaboraban y no tanto los que recibían; porque el regalo era para el niño Jesús.
Según Camacho, se preparaban ofrendas como pequeños sembradíos de maíz y trigo plantados con anticipación en latas de sardina u otros recipientes. Entre los mismos chicos, mencionaban que si una planta crecía más que otra, era porque le había puesto más voluntad y amor.
Los tradicionales villancicos eran cantados luego de la cena navideña junto con toda la familia. Algunos como “A la nanita nana” o “Niño Manuelito” eran interpretados, otros eran inventados creativamente por los mismos niños y no podía faltar los cánticos en quechua.
Los pesebres eran elaborados con variedad de ramas. Los sauces llorones o molles con sus pequeños frutos rosados caracterizaban la escenografía del pesebre. La albahaca era considerada una planta navideña por su peculiar aroma. “Cada que sentíamos el olor a albahaca recordábamos la Navidad” dice Camacho.
En algunas familias populares se vestía al Niño Jesús con indumentaria nativa, al igual que a María y a San José. Los nacimientos creados en otros tiempos eran más simples, recreando las características del pesebre de Belén, dejando de lado los adornos excesivos.
Por otro lado, la misa de gallo o misa navideña era celebrada a las doce de la noche y acudían familias enteras. Ahora se realiza a las diez en la Catedral y en todos los templos y parroquias de la ciudad. Además de festejar el nacimiento de Cristo, la Navidad propone un mensaje de reconciliación y reencuentro familiar y es que en esta época festiva, los valores de cada individuo trascienden. 

LA NAVIDAD DE ANTAÑO EN SANTA CRUZ

En Santa Cruz, la Navidad fue siempre el sinónimo del culto al pesebre, al lugar pobre y frío en el que el Niño Dios fue traído con todo el amor de sus padres, rodeado del calor de las vacas lecheras que le dieron su aliento y bajo la mirada cansada del burrito que había cumplido la importante misión de llevarlo a un lugar seguro para librarlo de la persecución del cruel Herodes.
En cuanto a la gastronomía tradicional comer lechón, pato y gallina al horno, acompañados del tradicional "arroz navideño", formaban parte de la mesa durante la Nochebuena del 24 y 31 de diciembre hasta hace 50 años.
Estos manjares se degustaban con guarniciones de ensaladas de palmito o choclo y se complementaban con chicha de maní, maíz y guarapo (caña de azúcar desleída en agua). Incluso, al término de cada ágape, los adultos solían tomar su culipi, que era la mezcla del alcohol con agua.
Aquiles Gómez Coca, médico e investigador, en su libro "Crónicas y relatos de Santa Cruz", señala que los regalos consistían en muñecas de trapo y jugueterías. A los varoncitos, le regalaban trompos de madera fina, enchoques, bolitas de cristal, soldaditos de plomo, vejigas de goma hechas de distintos colores y otras chucherías que aparecían la víspera de la Navidad.  Las familias con más posibilidades económicas solían regalar armónicas, cornetas, guitarras y charangos,  y como grandes sorpresas se podía ver hasta los maravillosos triciclos y bicicletas, que en realidad casi equivalían a obsequiar en la actualidad un automóvil cero kilómetro  y de buena marca. 
La compra del Almanaque Bristol era parte también de la tradición y lo consideraban como el libro favorito. Las personas consultaban el clima y era clave para decidir los nombres de sus hijos.
El pan dulce hoy conocido como pan navideño  formaba parte del deleite después de la cena, por otro lado el lechón al horno y el zapallo relleno son algunos de los platos que se consumen en la navidad cruceña.
Una tradición muy cruceña era que las madres costuraban maniquíes de tela para las niñas, las tradicionales muñecas de trapo. En cambio el juguete tradicional por excelencia era el enchoque, un juguete de madera cuyas partes separadas estaban unidas por una cuerda.
Grupos de niños durante la noche buena se reunían para cantar al niño Jesús de algún pesebre de las casas del vecindario, por ejemplo Juana Rivero a sus 75 años,  recuerda que en la Nochebuena los niños se reunían en la ciudad de Santa Cruz para ir a cantar villancicos.

EN EL ÁREA RURAL CRUCEÑO

En los municipios de la Chiquitanía, los párrocos de las iglesias promueven el armado de los pesebres. La plaza central o la puerta principal del templo son los lugares para levantar los nacimientos, que en algunos casos tienen dos metros de altura o son representaciones vivas de grupos juveniles.
En Montero es una tradición que los niños bailen alrededor del árbol de Navidad, en el que se coloca el pesebre. “Es un evento familiar”, dijo Ángel Ríos (70).Feliciano Roca (85) recordó que comer pan dulce y la picana, además de regalar juguetes, como el enchoque y trompo, forman parte de las costumbres en la Chiquitanía.

LA NAVIDAD DE ANTAÑO EN ORURO

La Navidad orureña se caracterizaba por la presencia en la Noche Buena de los exquisitos buñuelos en las sartenes de una improvisada cocina callejera, lugar por donde paseaban familias devotas, camino a la misa de Gallo en algún templo de la ciudad.
La revista Historias de Oruro en un artículo denominado “Una estrella de estaño anuncia el nacimiento del Mesías” señala: "Los niños hechos bostezo en el templo se intranquilizan molestos y dan explícitos tirones a las faldas de la madre y abren los ojos para ver el altar del buen Niño"
Por su parte el historiador Mauricio Cazorla resalta que existen tres familias en Oruro que mantienen sus pesebres ancestrales con juguetes antiguos, algunos traídos de Europa.
Según Juan Mejía: “En Oruro, la celebración de la Navidad mantiene algunas tradiciones de antaño como los niños adoradores que cantan villancicos y bailan chuntunquis a cambio de chocolate y buñuelos”.
El comerciante Benigno Grágeda (65) dice que la población aún mantiene la tradición con el armado de pesebres y la entrega de buñuelos a grupos de menores que van a las casas para adorar al Hijo de Dios.

LA NAVIDAD EN EL ÁREA RURAL ORUREÑO

El escritor Estanislao Aquino Aramayo describe a la perfección la navidad en el área rural altiplánica de Oruro, y empieza de la siguiente manera: “En el área rural del altiplano cercano a la ciudad de Oruro, antes de la revolución de 1952, este acontecimiento se celebraba sin la presencia de sacerdotes, sin chocolate pero sí con mucho amor familiar. Navidad con sus propias costumbres, tradicionales relatos, con sus buñuelos que, a falta de manteca, eran cocidos en grasa de llama, acompañado de un delicioso té, aunque en la mayoría de los hogares solo fuera sultana, janqañoqa, espinos, airampo, lamphaya, etc. Entonces, la noche sí era buena.
En la tarde, víspera de Navidad, había que preparar lo necesario para la llegada de la fiesta. Los niños y las niñas del campo sabían que esta fecha era un día especial para romper la monotonía. No había pesebre, tanto es que no sabían que en la ciudad, en las casas de algunas familias se esperaba la media noche armando el nacimiento.
La tarde se empleaba para traer greda a la casa, el barro de arcilla. Era un menester propio de los niños después de cumplir con los deberes cotidianos, como conducir el ganado a sus corrales. La hora del descanso era la reunión de la familia junto al fogón.
Mientras la madre cocinaba y amasaba la harina blanca extranjera, el padre amasaba la greda. Noche especial, harina para el buñuelo y arcilla para la habilidad manual. El tiempo transcurría y el momento de alimentarse se cumplía compartiendo el plato del día. No faltaba la chalona o el charque, las papas, los chuños, las habas con la harina de maíz o la quinua. Los buñuelos debían esperar.
Cuando llegaba el momento, sentados junto al calor del fogón y teniendo como mesa una lata que fue recipiente de alcohol, una tabla de madera gastada por los años, o simplemente una piedra laja, cada quien debía que demostrar su iniciativa. Las ásperas manos de los padres y las delicadas manitas de los niños se transformaban en las de un artista. La greda, único material, era distribuido por el padre para que cada quien pudiera modelar la Navidad. No era necesaria la imaginación, era reproducir en el barro a los animales de su diario vivir. 
Para unos qué fácil es hacer la llamita, para el otro el toro, la oveja no quiere tomar forma, parece un chivo, bueno que se quede en chivo, el perro tiene que tener parecido con el cachorro de la Negra, el burro es difícil por sus largas orejas. Más difícil son la gallina, el gallo, el conejo de la región y pare de contar. Los mayores reciben el consejo de la mamá y los menores la ayuda del papá. Pasa el tiempo y va concluyendo el trabajo. Aquel es muy parecido al animal que dice que es, de este otro algún detalle debe arreglarse... pero para el ojo del improvisado artista es un trabajo perfecto. Noche de la verdadera conciencia familiar. Si todavía viven los abuelos, son declarados árbitros del trabajo.
Todos los presentes tienen barro en las manos, pero eso no importa. Por fin llegó el esperado instante de comer los buñuelos. El paladar de los niños se deleita. El silencio y luego el abuelo cuenta sobre hechos que él no presenció. Les habla de un nacimiento entre pastores, de la huida del niño Jesús a Egipto, el niño Manuelito. ¿Las otras historias? Se contarán al año siguiente.
Después de dormir, o por lo menos haberlo intentado, escuchando el canto de los gallos se sabe que llega el amanecer. Como tarda en llegar el alba, es la señal de que va a ser un día soleado. Tercer canto de gallo y la madre deja el lecho para preparar el desayuno en el pequeño fogón. Se olvidan las papas, los chuños o el charque. ¿La delicia? El buñuelo frío, algo duro, pero sabroso.
Cada quien a cumplir con sus obligaciones. El responsable del ganado llega al lugar del pastoreo, los animales comienzan a buscar la yerba de su agrado. No muy lejos está una persona mayor, muy mayor, que ya no le interesa las fiestas, mucho menos si son de niños. Se deja el ganado al cuidado de los perros y el encargo a la persona mayor, en seguida una carrera a la capilla del rancho.
El pequeño templo católico está abierto, no es la fiesta principal pero está abierto. En su interior los santos vestidos de diversas formas tienen mirada triste. Los niños y las niñas no están para ver los santos, su mirada está en el arco. Son miradas de esperanza para satisfacer su apetito, de los ojos ávidos nace un deseo similar a la gula. 
Los arcos de Navidad en el campo eran preparados por los pasantes de la fiesta del año siguiente, el "fiscal" del templo o la autoridad tradicional. Para el primero es una invitación a su fiesta, para los otros dos la despedida del cargo anual. No importa de quién sea el arco pero sí se lo calificará por la cantidad de fruta empleada. Más fruta, mejor autoridad, poca fruta, no era tan bueno en el cargo.
El arco no es muy alto y se coloca a la salida del templo. Por ser inicio del verano, el arco es verde, con algunas yerbas de la región que cubren los tres maderos. Algunas flores para darle colorido. Nadie repara en las yerbas ni las flores, todas las miradas están en las peras. Peras, la fruta de la temporada. Algunas están verdes y otras tienen un tono amarillo, ésas son las más apetecibles.
Como nada en esta tierra es gratis, quien quisiera las peras debía pagar por ellas. Todos los niños, hombres y mujeres al templo a rezar al Niño Jesús. En esos tiempos el niño rural no tenía oportunidad de aprender los rezos. Todos de rodillas a escuchar cómo el "fiscal" cantaba algo que nadie entendía, en un supuesto latín. Una pésima imitación a los curas de la región. Terminado el canturreo debían salir en procesión alrededor de la plaza marcada por cuatro "altares". En cada esquina oraciones mal hilvanadas del responsable del templo.
Otra vez en la puerta de la capilla, todos esperan la señal para correr. El fiscal o el pasante levanta la mano y los niños son dueños del arco. Las manos de todos tras una pera. Una, dos, tres, no importa cuántas, todos deben tener la fruta que es un regalo al paladar. Día esperado, sueño cumplido. Cada quien a contar la ganancia de su esfuerzo. Los más pequeños son los que menos peras tienen pero los mayores comparten con una o dos de las frutas para consolarles.
Los papás no están con las manos vacías, les tienen preparado un regalo: un pan. Ésta sí que es una fiesta, van a poder comer peras con pan. Para algunos el pan está duro pero qué importa, el pan así duro es pan. El abuelo les había dicho que el Niño Jesús era pobre, que ni siquiera tenía dónde dormir.
Llegó el momento de guardar la fruta. Momento también de poder jugar con los otros niños del rancho. Los juguetes son, en el mejor de los casos, de arcilla cocida, los más comunes una piedra, un madero; lo importante es la imaginación. Como todo lo bueno acaba, llega el momento de que cada uno debe ir a cumplir con su trabajo cotidiano. No más fiesta ¿terminó la navidad?
Los niños responsables del ganado llevan junto con su merienda las peras y el pan. Si algunas están verdes mejor, ésas durarán más tiempo. Mientras haya peras seguirá la fiesta, ya tendrán un año para soñar con la próxima Navidad. 
Por su parte Lucía Diego natural de Sepulturas (Bullaín), señala: “el nacimiento llamado huarac’aso (chicote con una huaraca u honda) es armado al interior de la iglesia Santa Bárbara por los jilakata. Todos bailan para adorar al Niño con tarqueadas y agitando las huaracas”.
Ana Mamani Cortez, de la comunidad de Ukumasi del municipio de Salinas de Garci Mendoza, relató que en su pueblo la Navidad empieza en agosto con el nombramiento de los pasantes para que preparen la festividad. “No se arman pesebres ni hay arbolitos en Navidad, pero se regala juguetes, chocolates y buñuelos”, indicó.
Según Teodora Llave, de la comunidad de Machapi (oeste de Oruro), hay pasantes que llevan en sus sombreros “pillas” (roscas navideñas) para armar el nacimiento en el local. En las áreas rurales no aparece el árbol navideño ni la figura de Papá Noel, pero sí en la ciudad.

LA NAVIDAD DE ANTAÑO EN EL BENI

Desde el primer domingo de diciembre hasta el 23 del mismo mes, los indígenas del departamento del Beni realizan novenas en espera del Niño Jesús. Otro festejo son los banquetes que se ofrecen a los huérfanos de la comunidad.
Celso Ípamo, dirigente del Cabildo Indígena del Beni, explicó que el primer domingo de diciembre inician las novenas con cánticos en idiomas trinitario y mojeño, y  paralelamente se prepara el belén al interior de iglesias para que se encuentre listo en la víspera de Navidad.
“El 24 se espera la llegada del Niño con cánticos y una cena que la compartimos entre todos. Al día siguiente, al mediodía, empieza el banquete para los huérfanos. Se elige a seis niños sin padres (de dos a ocho años) para que sean atendidos por los mayordomos (autoridades o representantes de organizaciones), quienes les dan muchos alimentos”, dijo.
El banquete dura tres días. El 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, los menores van a las casas que tienen nacimientos para adorar y, en recompensa, reciben comida o ropa.
Ípamo relató que en la tarde se hace una representación de la degollación de Herodes y luego sigue el festejo navideño.
En la población Santos Reyes, de la provincia Ballivián del departamento de Beni, se mantiene la fiesta tradicional de fin de año con una fuerte influencia católica y jesuita. Allí son típicas las peleas de gallos, corrida de caballos y el juego del palo encebado. La fiesta se extiende desde la Navidad hasta el 6 de enero cuando se celebra el Día de Reyes.
Floridia Tobías también de Reyes señala: “se escogía a cinco personas adultas y a un bebé para que hicieran el papel de María, José y los tres Reyes Magos. Acudía la mayor parte del pueblo”.
En general en todo el departamento se acostumbraba salir a las calles a visitar los grandes pesebres elaborados con materiales rústicos que eran tradicionalmente armados en las plazas e iglesias. Otra de las tradiciones era participar de la misa de gallo.
Por su parte Julia Helena Fortín de Ponce en su obra “La Navidad en Bolivia” (Colección Etnografía y Folklore, Ministerio de Educación, Departamento de Folklore). La Paz, 1957 Señala: “Trinidad, capital del departamento de Beni, ha conservado intactas curiosas expresiones tradicionales de navidad.
El 24 por la noche la ciudad se llena de indígenas que bailan muy organizados hasta la hora de la misa. Luego recorren la ciudad hasta el amanecer. El 'torito', baile propio de todas las regiones, tiene en esta provincia características distintas por la adición de máscaras y por la duración de la danza. Este baile no sólo se ejecuta en navidad sino en otras festividades, especialmente en la de la Santísima Trinidad. Las comparsas de angelitos, interpretadas por niños y adolescentes que representan un coro celestial, tienen su rústico disfraz y van por todas las casas donde hay nacimientos y ante éstos ejecutan sus danzas, después de lo cual la dueña de casa les obsequia con bombones y confites, antes de proseguir su visita a otras residencias.
Las 'bárbaras': esta danza femenina también es autóctona. Las ejecutantes van armadas de flechas que simulan lanzar contra los espectadores. Los 'herodes' es el nombre de otra comparsa que tiene como primera finalidad la representación de la escena bíblica de la degollación de los inocentes y que se presenta el 28 de diciembre, protagonizando todo el pasaje bíblico.

LA NAVIDAD DE ANTAÑO EN CHUQUISACA

Si hablamos de la Navidad de Antaño en sucre tendríamos que hablar de tradiciones, de sus comidas, su música, y todo lo que se refiere a las costumbres Navideñas, para lo cual conversamos con don Jorge Saavedra quien ha vivido desde hace muchos años en Sucre y nos cuenta ininterrumpidamente sus experiencias vividas en estas fiestas de fin de año.
 “La Navidad de antes era totalmente diferente en relación a lo que nosotros de niños solíamos vestirnos precisamente en esta fiesta religiosa del nacimiento del niño Dios, yo creo que por la explosión demográfica que tenemos acá en Sucre y en el resto del país ya no permite que haya una sana diversión, antes solíamos salir a divertirnos como en carnaval no? bailando, adorando si se quiere decir, manifestando nuestra alegría por el nacimiento del niño Jesús y visitábamos las casas donde había un pesebre armado por los dueños, ellos nos invitaban buñuelos con miel la noche del 24,los buñuelos con miel eran tradicionales aquellos tiempos no como ahora que dan dulces a los niños, en cada visitas que sabíamos hacer nos llevábamos bolsitas y juntábamos cualquier cantidad de buñuelos de cada casa que visitábamos y en algunas casas nos solían invitar un platito de picana que también era tradicional, pero todo eso se ha perdido, la Navidad de antaño era más, religioso, de amor, de familia, nos reuníamos en familia para compartir, con lo poco que ganaban nuestros padres sabían darnos contento mínimamente en la Navidad sirviéndonos los buñuelos con miel y la rica picana y lo mejor de todo la alegría y el amor que nos brindaban”.
Citando nuevamente a Julia Helena Fortín de Ponce en su obra “La Navidad en Bolivia” señala: “La ciudad de Sucre, capital del departamento de Chuquisaca, es la más conservadora de Bolivia. En cuanto al folclor navideño, en ella se encuentra el más grande cancionero musical de todo el territorio. Esta riqueza tradicional se debe a su situación privilegiada tanto en la época colonial como en la República, y al hecho de albergar en su territorio muchas órdenes religiosas cultivadoras y propagadoras del culto católico con sus manifestaciones externas, entre las cuales la música ocupa un lugar prominente. Pasan de 680 las melodías navideñas que se han podido recoger en la ciudad de Sucre. En la ciudad de La Plata el nacimiento del Redentor se festejaba con mucho boato. Existe una colección de infinidad de villancicos desde 1621, cuyo valor es grande, ya que sólo en Brasil y Venezuela se han hecho descubrimientos semejantes”

LA NAVIDAD EN EL ÁREA RURAL DE CHUQUISACA

“En Mojocoya se arma un arco con rosquetes dulces y frutas de la temporada, y luego se come la picana. Antes no se criaba vacas ni patos, ahora sus carnes completan la picana”, dice la chuquisaqueña Patricia Padilla.
En el sur oeste del Departamento de Chuquisaca se vive también otra forma de celebración de la Navidad. Se trata de la tradición Serranense, donde la población baila por tres días consecutivos (25 26 y 27 de diciembre) en adoración al Niño Jesús.
La población sale a las calles para disfrutar de juegos de antaño como las “ruedas”, esto de acuerdo a la edad. La “rueda San Pablito” es para niños entre 3 a 6 años, la “rueda los caprichosos” para menores de edad de 10 a 15 años, la rueda “Vallunos”, “Medio usos”, los “Palas”, “Múnich”, entre otros, para los adultos.
Los bailes, música, gastronomía y alegría de su gente hicieron que la Navidad de Villa Serrano, de la provincia Belisario Boeto de Chuquisaca, sea declarada Patrimonio Cultural, Oral e Intangible del Estado Plurinacional de Bolivia, por parte de la Cámara de Diputados. La festividad tiene medio siglo de popularidad.
“La fiesta es de hace 50 años, cuando el maestro Mauro Núñez (músico) se puso a profundizar sobre los bailes y sirvió para que el charango sea conocido”, detalla el responsable de Cultura y Turismo de Villa Serrano, Edwin Cuéllar.
A diferencia de otros municipios, en Villa Serrano, del 25 al 27 de diciembre, los niños interpretan villancicos con sus violines por la mañana; por la tarde, los jóvenes bailan con zampoñas; por la noche, los adultos tocan el acordeón y el charango. También está la participación de mujeres de pollera, quienes interpretan el charango y la quena, dice Cuéllar.
Los grupos de músicos y bailarines son identificados por ruedas (comparsas). Durante tres días, la población continúa con los bailes navideños por las calles y visita cada vivienda que posee nacimiento. Se conoce que al menos hay 30 ruedas.
El responsable de Cultura y Turismo de Villa Serrano aclara que el villancico en este municipio es llamado k’ajchito y no chuntunqui, como en el occidente del país.
Uno de los rasgos que marcan la Navidad en Camargo es la música; en esta época niños y adultos toman la quena y el bombito para interpretar música dedicada a la llegada del Redentor.
El 25 de diciembre, en torno al pesebre armado en la plaza del pueblo, todos comparten buñuelos y chocolate, además se organizan concursos de baile y juegos de antaño. También se premia a los pesebres y casas mejor adornadas con motivos navideños.
Uno de los residentes de Zudáñez en Sucre, Fariseo Laguna, comenta  que en su municipio la Navidad mantiene muchos de sus rasgos originales, fundamentalmente en lo referido a la religiosidad y música navideña.
El 24, en la iglesia del pueblo, se celebra la Tuta Misa, que da paso a una fiesta grande donde se bailan chuntunquis prácticamente durante toda la noche.
En esta época nos trasladamos a nuestro pueblo, llegan paisanos de diferentes lugares para reunirse con sus familiares y compartir la tradición de la Navidad, relata.
La picana se comparte en la cena de Navidad; el 25 de diciembre la celebración continúa en las casas que reciben a los grupos de niños que pasan la jornada llevando música y baile a los diferentes nacimientos.
Laguna destaca además que el armado de los pesebres se realiza con las técnicas y elementos naturales cuyo uso tradicional se remonta a sus antepasados.

LA NAVIDAD EN PANDO

Silvia Estrada señala: “Recordamos que antes  los niños escribían cartitas a Papá Noel pidiéndole  regalos. El 24 por la noche, colocaban sus zapatitos en lugares estratégicos de la vivienda para que el viejo pascuero les dejara sus regalos. El 25 por la tarde, es costumbre ir a la plaza principal a compartirlos nuevos juguetes.
Hoy, varias tradiciones han desaparecido y otras   han cambiado como la misa del gallo que ya no es a las doce de la noche, sino, a las nueve. Pocos niños  escriben cartas a Papá Noel; los barrios no arreglan pesebres ni el municipio hace concursos. Solamente subsiste  la entrega de regalos por parte de varias instituciones y el  tradicional paseo de navidad ya no es en la plaza Germán Busch, sino, en el parque urbano de Cobija”.
En la actualidad la navidad pandina se la celebra así: en la víspera de la Navidad las familias de  la ciudad de Cobija se afanan para que cada pariente tenga una obligación en la preparación de la cena de la Nochebuena y la llegada del Niño.
“Para nosotros la Navidad es un espacio para compartir en familia. Por eso la tradición es que en cada hogar todos trabajan en la elaboración de la comida de la medianoche (chancho al horno o picana) y las golosinas tradicionales (arroz con pasas, tortas y dulces)”, relató la alcaldesa de Cobija, Ana Luisa Reis.
La autoridad detalló que 15 días antes de la festividad, las familias preparan sus pesebres con materiales de la región, como la jatata (planta de hojas largas para techar las casas), carretones elaborados de madera y figuras de yeso.
Reconoció que al ser Cobija una ciudad que acoge a pobladores de otras regiones, los inmigrantes llegan con sus tradiciones. “Lo interesante es que la costumbre de pasar la fiesta en familia, también es asumida por los que llegan”.
Esa tradición se combina, en algunos hogares,  con la adoración al Niño Jesús. Por ello, sostuvo Reis, ya no es raro ver a grupos de niños que buscan casas donde los dejen adorar a cambio de algunas golosinas.
En cuanto a la gastronomía pandina, uno de los platos tradicionales de la cena navideña pandina es el lechón rellenado con guarnición de ensalada de papaya verde, yuca y arroz. Varios, prefieren platos en base a gallina como el agradable “plato frío”; otros con carnes del monte como el exquisito guiso de paca, de tatú y hasta el delicioso asado en olla de mono acompañado de yuca recién cortada. Muchos optan degustar algo liviano y se sirven torta con  chocolate adherido con una buena crema de huevo batida a punto nieve, todo acompañado de buena música, muchos augurios de mejores días y el  resonar de petardos que cruzan la frontera sin barreras y retornan fundidos en estallidos de pueblos hermanos del confín patrio.

NAVIDAD POTOSINA DE ANTAÑO

Para recordar la navidad potosina de antaño recurrimos a un artículo escrito por Fray GIUSEPPE ROSSI y publicado por el matutino Presencia el 10 de Noviembre de 1985. “La Navidad, la fiesta de las familias. Todos procuran hacer nacer al Niño; pesebres, juguetes, árbol. El día 24 de diciembre las calles y plazas de Potosí se llenan de personas que compran flores. Se espera en la casa o se asiste en las Iglesias a la Misa de gallo. A la medianoche se echa incienso al Niño, se prenden las velltas, se bailan villancicos, se sirven bebidas, dulces, y ahora se ha europeizado con el champan, pero también singani, licores de anis y la picana de Navidad. Empieza el período de la misa al Niño y las calles se ven llenas de niños y adultos que llevan a las Iglesias los Nacimientos, niños con disfraces como en un carnaval en miniatura. Las veladas en las casas con conjuntos de bailarínes, tal como me lo relató la señora María Vargas, ya están por desaparecer. Bailaban el wachitorito con honda o pañuelo, llevando a uno de los presentes a colocarse de rodillas delante del Niño. Se ofrece chocolate y buñuelos y pocas bebidas. Las escenas que se realizan delante del Pesebre son las simbólicas con las costumbres de Bollvia, walupa, los tabas, los negros. Al concluir la fiesta se tapa al Niño con tule y el encargado ara la fiesta al año Si no hay voluntario se escoge por sorteo entre los que tienen la pajlta más larga y otro juego que muestre a quien el Niño ha escogido. gido. La familia va a la Iglesia para la Santa Misa y al retornar, a la casa empieza la fiesta, la jarana con lo que hemos ya dicho. Un capítulo interesante sería relatar la Navidad que se celebra en el Monasterio de Santa Mónica, donde ha quedado lo más genuino. Será motivo para artículo.”
Por su parte Omar Velasco señala -En los hogares de la Villa Imperial, la celebración del nacimiento del Niño está signada por usos y costumbres que, de ser españolas en su inicio, se volvieron potosinas. Por ello, las familias arman, cada 17 de diciembre, el nacimiento o pesebre.
De los depósitos, alacenas o entretechos se sacan los cajones que contienen las figuras del nacimiento para iniciar el armado del belén.
Cada miembro de la familia es partícipe del acto. Los mayores ubican un lugar especial en la casa y colocan las figuras (Reyes Magos, María, José y los pastores), mientras que los infantes colocan el pasto, animales y otras figuras.
El 25 de diciembre, concluida la misa de la tarde, se lleva al Niño del templo al hogar. En la procesión, sólo parientes y amigos trasladan la imagen.
También la caminata suele ser ostentosa, en este caso es caracterizada por una banda de músicos, vehículos con cargamento de platería y explosiones de petardos.
Una vez que el Niño es colocado en su pesebre, se da paso a la ceremonia del incienso, en el que los presentes,  de rodillas, piden favores en secreto al Hijo de Dios.
Al término de las ofrendas empieza la adoración. Los asistentes, sobre todo los niños, bailan una variedad de villancicos a cambio de buñuelos y chocolate con leche.
Cada año, la tradición de adorar al Niño y luego bailar se realiza desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero, lo   que es considerado como el momento más importante de la Navidad potosina.

Fuentes consultadas:
La Razón 21-12-2014 / http://www.la-razon.com/sociedad/Bolivia-Navidad-prestes-adoraciones-Nino_0_2183781700.html
El Día 19-12-2013 / https://www.eldia.com.bo/index.php?cat=1&pa=3&id_articulo=134522
El Duende Cultural / La Patria 22-12-2013 / http://www.lapatriaenlinea.com/?nota=167738
 Radio Univercitaria 4-01-2012 / http://r-uradio.blogspot.com/2012/01/navidad-una-fiesta-comercial-.html
JULIA HELENA FORTÚN DE PONCE, La Navidad en Bolivia. (Colección Etnografía y Folklore, Ministerio de Educación, Departamento de Folklore). La Paz, 1957.
Giuseppe Rossi - Fiestas religiosas y tradiciones populares en Potosí  / Presencia 10-11-1985.

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