Fuente: Narcotráfico y Política Militarismo y mafia en
Bolivia / Este libro fue publicado en el año 1982. // Tomado de: http://www.derechos.org
1. El Golpe de los «Cocadolares»
El golpe militar de García Meza-Arce Gómez, motejado por la
prensa internacional como «El Golpe de los Coca-dólares», comenzó en la mañana
del 17 de julio de 1980, con el levantamiento del Regimiento de Trinidad,
capital de Departamento del Beni. Cuando se conoció la noticia, a través de los
medios de comunicación social, el Consejo Nacional de Defensa de la Democracia
(CONADE) llamó a una reunión urgente con el fin de evitar por todos los medios
que se quebrase el proceso constitucional, en esos momentos representado por el
gobierno legítimo presidido por la señora Lidia Gueiler. La reunión se realizó
esa misma mañana en la sede de la Central Obrera Boliviana (COB), y en ella
participaban casi todos los partidos, así como representantes de la Iglesia, de
la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, de la Universidad y los propios
dirigentes de la COB.
Al principio de la reunión, Marcelo Quiroga Santa Cruz
propuso el que la COB decretase una huelga general, sugerencia que fue
aprobada. Cuando, poco después se leían las resoluciones adoptadas delante de
las cámaras de la televisión, comenzaron a oírse algunos disparos. Inicialmente
se pensó que se trataba de un tiroteo de intimidación, pero pronto todos
pudieron convencerse de que los vidrios del edificio saltaban con los disparos
y que el ataque iba dirigido, de un modo bien planificado, en contra de la
Central Obrera Boliviana.
Los paramilitares, dirigidos por el famosos asesino Fernando
«Mosca» Monroy, habían rodeado el edificio y unos 20 de ellos, manejando
armamento moderno, entraban a su interior. Todos habían llegado en ambulancias
que, por orden del Coronel Arce Gómez, habían sido requisadas de la Caja de
Seguridad Social. Cuatro jeep acompañaban a esas ambulancias.
Marcelo Quiroga fue identificado cuando bajaba por las
escaleras, junto con los demás detenidos y con las manos en la nuca. Le
quisieron separar del grupo, sin duda para asesinarle sin la presencia de
testigos. El resistió a separarse del grupo y en ese momento uno de los
paramilitares le disparó una ráfaga, quedando gravemente herido. Fue llevado al
Estado Mayor del Ejército, en la zona de Miraflores, donde, después de
torturarle, le asesinaron. En el edificio de la COB cayeron muertos el
dirigente Gualberto Vega y el dirigente político Carlos Flores. Algunos de los
que asistían a la reunión de CONADE lograron esconderse o escapar; los demás
fueron llevados presos al Cuartel del Estado Mayor del Ejército.
Los grupos paramilitares, en un operativo perfectamente
coordinado, tomaron las emisoras de La Paz, de tal modo que la opinión pública
quedase desinformada de lo que realmente estaba sucediendo en esos instantes. A
las 13,30 invadieron el Palacio de Gobierno, tomando presos a la Presidenta de
la República y a sus Ministros. Todo pudo hacerse con tal rapidez que ni el
Gobierno, ni los partidos pudieron presentar un esquema válido de resistencia.
Los comentarios y las denuncias en el sentido de que
numerosos «asesores» argentinos eran quienes planificaban los objetivos y
quienes hacían los interrogatorios y torturaban a los presos se fueron haciendo
cada vez más insistentes, hasta que se llegó a su verificación total (ver
apéndice 2).
De nada servía que el pueblo en general, y especialmente los
mineros, estuvieran dispuestos a no ceder de ningún modo ante los golpistas y a
presentarles batalla. Algunos centros mineros resistieron una semana; otros,
como Viloco y Caracoles, lucharon durante 18 días frente a un ejército regular
que los rodeaba con tanques y los bombardeaba desde sus aviones. Siles Suazo
declaraba que se había organizado un «gobierno clandestino». Lo cierto era que
el golpe había triunfado.
Pero en ese mismo instante comienza también a tenderse el
cerco político y económico en contra del nuevo régimen de Bolivia. La razón
principal de este hecho no está en que se haya roto el proceso democrático, ni
tampoco en la ideología fascista de los golpistas, ni aun siquiera en la falta
total de libertad o en la represión generalizada o en las crueles torturas a
que son sometidos todos los presos... La razón del cerco está en la cocaína.
El «Washington Post» afirmó que el principal motivo del
golpe fue el miedo de los generales a perder millones de dólares procedentes
del narcotráfico. La prensa de los Estados Unidos, informada, sin duda, por los
responsables de DEA y por el propio Departamento de Estado, comienza a
denunciar abiertamente, con nombres y datos precisos, la relación directa entre
el nuevo gobierno boliviano y el narcotráfico. Se dan fechas y lugares exactos
donde se realizaron las reuniones en las que los narcotraficantes, a través de
Abraham Baptista, de José «Pepe» Paz, de Edwin Gasser, de Pedro Bleyer o de
Sonia Atalá aportaban gran cantidad de dólares para «comprar» la conciencia de
los generales indecisos para participar en el golpe. También denuncian que las
armas usadas por los paramilitares habían sido compradas con el dinero de la
droga.
Desde el propio Senado de los Estados Unidos es desde donde
surgen las acusaciones más graves y más documentadas. El Senador De Concinni
llega a afirmar que los narcotraficantes se han hecho con el poder en Bolivia.
Van saliendo a luz pública los nombres de los principales militares implicados
en el narcotráfico o que reciben de él fuertes sumas de dinero: General García
Meza, Coronel Arce Gómez, General Waldo Bernal, General Hugo Echeverría, Coronel
Ariel Coca, Mayor Rudy Landivar, Coronel Rolando Canido, Coronel Faustino Rico
Toro, Coronel Norberto Salomón, Coronel Doria Medina, Coronel Jorge Lara...
También aparecen numerosos nombres de civiles, casi todos ellos pertenecientes
a la alta burguesía boliviana. Esas personas tienen también relaciones
extrechas con los militares y muchas de ellas han colaborado políticamente en
el gobierno del General Bánzer. Tanto el gobierno como la opinión pública de
los Estados Unidos tomaron posiciones contrarias al régimen militar boliviano,
ya que el 70 % de la cocaína que ingresa ilegalmente a ese país procede de
fuentes bolivianas.
Para probar, con la máxima objetividad, hasta qué punto
están implicados gran parte de los Jefes y Oficiales de la institución castrense
boliviana en el narcotráfico vamos a optar por reproducir sus propios
testimonios. Serán los mismos Jefes militares los que nos digan quiénes de
ellos son los implicados y hasta qué extremos llega la corrupción en su
institución. Añadiremos a ello sólo los testimonios de personas, que por su
alta investidura o por su especial autoridad en la materia, sus opiniones
merezcan total credibilidad.
Saliendo del hermetismo general que ha rodeado siempre a las
noticias referentes a Jefes militares implicados en el narcotráfico, el 15 de
enero de 1982, el Ministro de Defensa, General Armando Reyes Villa, declaraba:
«Los Oficiales que están implicados en el narcotráfico están siendo procesados»
(«Presencia», 15-I-82).
El 10 de noviembre de ese mismo año aparece una Circular del
Comando General del Ejército en la que se insta a los Oficiales que tengan
conocimiento de delitos de narcotráfico para que se presenten al Tribunal
Supremo de Justicia Militar a declarar.
El General Humberto Cayoja, al abandonar el cargo de
Comandante en Jefe del Ejército, denunció ante la opinión pública que había
dejado en el escritorio del que fue su despacho un archivo de 300 páginas que
contenía la nómina de los militares implicados en el narcotráfico. Esa
documentación, afirma el General Cayoja, desapareció misteriosamente sin que
nadie, hasta la fecha, sepa su paradero.
El Teniente Coronel Shiriqui, Comandante del Regimiento
Manchego, con asiento en Montero (Santa Cruz) decía en su discurso de
Aniversario de dicho Regimiento: «Luchando contra la mafia organizada hemos
desmontado verdaderos complejos industriales del delito, recogiendo
sobrecogedora información que fue elevada a los Mandos institucionales... Ante
las jugosas ganancias de los narcotraficantes surge una emulación social
negativa... Hasta los mismos cuarteles llegan panfletos anónimos que tratan de
sembrar la idea de que no hay un solo militar de prestigio que no se encuentre
comprometido... El narcotráfico ha crecido porque ha encontrado aliados que le
dan protección y ayuda.» («Presencia», 10-IX-81.)
Según versión oficial, el Inspector General de las Fuerzas
Armadas, General Rivera Palacios, sometió a proceso a 30 Jefes y oficiales. Sin
poder terminar estos procesos fue removido de su cargo siendo nombrado para
dichas funciones el Contraalmirante Alfredo de la Barra.
El ex Presidente de la República, General David Padilla, en
fecha 25 de abril de 1982, entregó a la prensa un documento en el que denuncia,
en términos muy duros, la inmoralidad del Gobierno y de los Mandos Militares.
Dice el General Padilla refiriéndose a los regímenes de los Generales García
Meza y Torrelio: «Corrompieron y dividieron a las Fuerzas Armadas, así como a
la Policía boliviana... En base a una interpretación errónea de la camaradería
quedan en la impunidad una serie de delitos y faltas cometidas por algunos
Jefes y Oficiales de mal comportamiento... Con sus actitudes de inmoralidad y
corrupción han puesto por los suelos la dignidad del país y de las Fuerzas
Armadas, tanto interna como internacionalmente... porque los escandalosos
negociados, a nivel gubernamental, quedan en silencio y la impunidad,
contribuyendo al total desprestigio del gobierno.» («Presencia», 25-V-82.)
El Coronel Ariel Coca Aguirre, ex Ministro de Educación del
Gobierno del General García Meza, en un alegato titulado «Yo acuso», publicado
por la prensa nacional el 24 de agosto de 1981, dice entre otras cosas: «Cuando
la campaña sobre mi supuesta participación en el sucio negociado de la cocaína
tomó envergadura mundial, comencé a informarme sobre la realidad de las cosas.
Supe entonces que los verdaderos responsables y culpables de esta criminal e
ilícita actividad, la protegían, la fomentaban y la encubrían, a cambio de
millones de dólares, nada menos que miembros del propio gobierno cuyos nombres
conoce todo el pueblo boliviano. Entonces comprendí que ciertos Generales
habían tejido el cargarme el lodo, el deshonor y la infamia de ser uno más en
la cúpula de narcotraficantes.
La Junta de Comandantes no puede seguir gobernando. La
conducta inmoral de dos de sus miembros al estar sindicados en el narcotráfico
se lo impide... Nos encontramos al borde de la bancarrota total y este
carnaval, en el seno de las Fuerzas Armadas, debe terminar... Los socios siguen
juntos, destruyendo a Bolivia cuya situación económica es deseperante; el
famoso SES sigue operando, a pesar de las declaraciones del Ministro del
Interior; los grupos paramilitares no han sido disueltos.» («El Mundo». Santa
Cruz. Agosto 198l.)
En los frustrados golpe del Coronel Lanza en Cochabamba y de
Natusch-Añez en Santa Cruz, el principal argumento que esgrimían los amotinados
para derrocar al gobierno del General García Meza, tanto en sus comunicados
como en sus arengas radiofónicas, era la inmoralidad imperante a nivel gubernamental
y en el seno de la institución armada. Esta inmoralidad la vinculaban
fundamentalmente al narcotráfico «oficializado e institucionalizado».
Oigamos ahora a un testigo excepcional: el Capitán Rudy
Landívar, ex Cónsul de Bolivia en Campo Grande (Brasil) y ex Coordinador del
Pacto Militar Campesino en Santa Cruz. He aquí sus «sorprendentes»
declaraciones (« sorprendentes » únicamente por la fuente de origen):
«Indudablemente han existido -dice el Capitán Landívar- militares comprometidos
con el narcotráfico, de los cuales yo conozco algunos nombres que los daré a
conocer oportunamente, en un documento dirigido a la opinión pública.» Se le
preguntó si podía adelantar algunos nombres. Respondió: «Prefiero hacerlo por
escrito. Yo acostumbro a sostener lo que afirmo. Tengan la seguridad de que, en
pocos días, voy a darles los nombres completos de Jefes y Oficiales
comprometidos con el narcotráfico y de aquellos que recibieron dinero del
narcotráfico.»
Uno de los periodistas le preguntó si se refería al «bono de
lealtad» que el gobierno del General García Meza dio a algunos militares en
dólares americanos, y respondió el Capitán Landívar- «Esta entrega de dinero se
refiere más específicamente a dinero entregado por el señor Abraham Baptista,
en el año 1980, a varios Jefes y Oficiales del Ejército.» (Abraham Baptista,
como sabemos, era elemento clave en el contacto entre los Jefes militares y los
principales narcotraficantes y fue acribillado a balazos en Santa Cruz, sin que
nada haya aclarado la Policía al respecto.) («El Mundo», 19-V-82.)
Pasaron los días y los meses, pero el Capitán no soltaba su
anunciada lista de militares. No dudamos de su información al respecto, lo que
dudamos es que él diga todo lo que sabe. Es peligroso tirar piedras al tejado
ajeno cuando el propio es de vidrio. Sin duda que Landívar obtuvo lo que
esperaba: una buena «tajada» para no decir lo que todo el mundo sabe.
Pero nada más chocante que la actitud del Alto Mando Militar
con relación al enjuiciamiento de los militares implicados en el narcotráfico y
en otras actividades ilícitas. Según la decisión tomada por el Tribunal de
Honor del Ejército sólo serían enjuiciados los militares de menor graduación,
es decir, ¡de Mayores para abajo!
El General Angel Mariscal, Comandante en Jefe del Ejército
declaró: «El Tribunal de Honor del Ejército no tiene potestad para juzgar al
General García Meza, ni a los demás generales de la Junta de Comandantes.
Nosotros no tenemos autoridad para juzgarlos. Es 'Caso de Corte'.»
(«Presencia», 25-V-82.)
En efecto, al conocerse el proceso en contra de 34 militares
implicados en el narcotráfico resultó que todos ellos eran de graduación menor.
El Comandante del Ejército declaraba a la prensa con el mayor desparpajo: «No
hay entre los procesados ningún caso de General, ni de Coronel; eso sí, casos
de Mayores y Capitanes, quizá más de Capitanes para abajo.»
Con esta original «ley del embudo» no es nada raro que el
Tribunal de Honor del Ejército condene a los que no han pasado de ser «meros
colaboradores» y absuelva de culpa y pena a los Altos Jefes Militares que se
enriquecieron vertiginosamente con el tráfico ilícito de la droga y con otros
«suculentos» negociados, como pueden ser, la explotación y comercialización de
las piedras semipreciosas de La Gaibam, la escandalosa compra de la fábrica
RIBSA, la venta ilegal de divisas del Banco Central, la alteración de los
términos financieros del contrato internacional para la construcción de la
carretera Chimoré-Yapacaní..., etc. («Presencia», 25-V-82 y Declaración del
Cuerpo Pasivo de Generales y Almirantes. «Los Tiempos», 27-V-82.)
El «New York Times», en su edición del 31 de agosto de 1981,
lanza en la primera página la siguiente andanada en contra de los altos Jefes
militares de Bolivia: «El General García Meza recibió millones de dólares de
traficantes de drogas que usó para comprar la 'lealtad' de Comandantes claves e
impedir la represión contra el narcotráfico... Los Jefes militares bolivianos
han estado involucrados en el tráfico de cocaína desde que las Fuerzas Armadas
tomaron el poder el 17 de julio de 1980.»
Sobre el Coronel Luis Arce Gómez dice el influyente rotativo
norteamericano: «Fue sacado del puesto de Ministro del Interior a raíz de la
presión internacional que lo señaló como el principal conctacto gubernamental
del narcotráfico.
El General Waldo Bernal, miembro de la Junta de Comandantes,
recibió regularmente pagos de hasta 10.000 dólares semanales para permitir la
salida de aviones cargados de coca durante un período indefinido de tiempo
después del golpe.» («New York Times», 31-VIII-81.)
Con razón ha podido afirmar el ex Presidente de Bolivia,
Walter Guevara, que «el narcotráfico, como factor delictivo y no político o
militar, contribuye a precipitar la fractura del sistema de dominación
castrense en el país. El Coronel Luis Arce es el representante más conspicuo de
esa participación en el narcotráfico. Sería absurdo decir que todos los
oficiales están comprometidos, pero ellos estuvieron siempre al tanto de lo que
ocurría; no obstante, prefirieron apoyar al régimen porque, de una u otra
manera, los beneficios alcanzaban para todos». («Los militares en Bolivia»,
Walter Guevara. Mimeografiado, p. 14-15.)
2. El «Padre» de la Mafia
El poder de la mafia del narcotráfico en Bolivia es colosal.
Ella no sólo tiene poder. Se ha instalado en el Poder. Es el poder mismo, con
mayúscula.
Y la historia se remonta hasta los tiempos del General
Bánzer, hacia mediados de la década del 70. Bánzer lleva gobernando varios
años. Ha conquistado el poder a través de un golpe militar, desplazando al
General Torres en agosto de 1971. Ha logrado, persiguiendo, apresando, exilando
y matando, borrar todo vestigio de oposición. Se siente seguro e inamovible. La
libertad de prensa es nula. El dictador se cree impune ante cualquier persona o
institución que pretenda juzgar sus actos. Presiente que la cocaína puede ser
una inagotable fuente de ingresos. Tiene a su lado verdaderos peritos en la
materia: Roberto Suárez, que llegará a ser el omnipotente «padrino» de la
mafia, se cuenta entre sus mejores amigos, lo mismo que José Paz de Montero o
Widen Razuk o su ministro secretario Edwin Tapia Frontanilla.
Fue justamente Tapia Frontanilla el primero en ser
descubierto. La hija de Bánzer acababa de contraer matrimonio con el joven
profesional Luis -Chito» Valle. El nuevo matrimonio se trasladó a Montreal
(Canadá) para continuar los estudios en la Universidad de Mc Gill. Bánzer, su
suegro, le nombró Cónsul en esa ciudad canadiense. La Policía Montada del
Canadá, conociendo los antecedentes familiares, trató de controlar
discretamente al nuevo Cónsul boliviano. A los pocos días llegaron desde
Bolivia unos visitantes sospechosos. Presentaron en el aeropuerto pasaportes
diplomáticos otorgados y firmados por el Ministro Secretario de Bánzer, Edwin
Tapia Frontanilla. La policía los detuvo y encontró en sus maletas un
importante contrabando de cocaína con destino a la familia Valle-Bánzer. El
gobierno canadiense echó tierra sobre el asunto para no verse envueltos en
problemas diplomáticos. El matrimonio Valle-Bánzer tuvo que abandonar el país.
Uno de los portadores de la cocaína era Alberto Sánchez Bello, secretario
privado de Edwin Tapia Frontanilla. Tuvo que cumplir una condena de 5 años en
las cárceles de Canadá.
A principios del año 1980, durante el breve mandato
presidencial de la señora Lidia Gueiler Tejada y siendo Ministro del Interior
Jorge Selum, la División de Narcóticos de Santa Cruz, realizó el denominado
«Operativo San Javier», al mando del Mayor de Policía Carlos Fernández Navarro.
San Javier es una población del Departamento de Santa Cruz, que dista unos 300
km de la capital oriental. La hacienda principal de la localidad es propiedad
del General Bánzer y se llama «El Potrero». En las inmediaciones también tiene
otra hacienda su amigo, y connotado hombre del narcotráfico, Wide Razuk. Las
haciendas de San Javier, por estar dedicadas a la ganadería y por su situación
geográfica alejada de las rutas tradicionales del tráfico de cocaína, nunca
habían levantado sospechas.
El Mayor Carlos Fernández y sus hombres llegaron hasta San
Javier con la misión específica de interceptar el «traspaso de cocaína a una
avioneta colombiana que, según denuncias, había aterrizado allí varias veces.
Cuando, llegados al lugar, trataron de penetrar en la hacienda encontraron una
sorpresiva y tenaz resistencia armada. El grupo policial se encontraba en
inferioridad de condiciones frente a los narcotraficantes. Tuvieron que volver
a Santa Cruz en busca de refuerzos. Cuando la policía retornó a San Javier no
se encontraron ya con la avioneta colombiana sino con un avión boliviano y
junto a él un Oficial del Colegio Militar de Aviación que le ordenó el
retirarse inmediatamente del lugar. El Oficial de Aviación les reiteró que él
estaba encargado de hacer el decomiso. Pero el Mayor Fernández no se dejó
intimidar y procedió a allanar la propiedad de Bánzer, donde se encontraron
varias maletas con droga. La cocaína fue decomisada, lo mismo que varios
uniformes militares que allí encontraron. Estos uniformes, según el testimonio
de una persona del lugar, eran usados por los choferes de los camiones que
trasladaban la hoja de coca hasta la hacienda de Bánzer. («Marka», 28-VIII-80.
«Excelsior», 7-IV-81. México. Prensa Boliviana.)
Días después la prensa boliviana registró que se habían
decomisado en la hacienda de Bánzer 300 kg. de pasta de cocaína. El General
Bánzer se apresuró a hacer una declaración pública en la que decía que su
hacienda había sido utilizada ilícitamente por los narcotraficantes.
En las postrimerías de su gobierno, Bánzer (julio 1978)
nombró a su primo hermano Guillermo Bánzer Ojopi Cónsul General de Bolivia en
la ciudad de Miami. Bánzer Ojopi ha sido acusado públicamente en los Estados
Unidos de usar su oficina consular como conexión con la mafia de ese país. La
prensa de Miami publicó que Bánzer Ojopi había invertido en el Estado de
Florida por valor de 10 millones de dólares en la adquisición de algunos
inmuebles de lujo. No dejaba de sorprender a los periodistas norteamericanos el
que un pobre cónsul se hiciera millonario de la noche a la mañana.
En Buenos Aires, en fecha 21 de septiembre de 1981, el
General Bánzer hizo pública una declaración rechazando las acusaciones que lo
vinculaban con el tráfico de cocaína. Estas acusaciones aparecieron esos días
en la prensa de Estados Unidos y de Brasil y estaban relacionadas, sobre todo,
con las actividades sospechosas de su primo. Bánzer se presentó en un programa
de la televisión argentina y, entre otras cosas, afirmó: «Se me acusa de tener
un medio hermano a quien designé cónsul de Bolivia en Miami como nexo del
narcotráfico... Declaro que un primo mío ejerció funciones de cónsul en Miami
por tres meses, pero él fue designado por el gobierno que, mediante un
cuartelazo a espaldas del pueblo, me sustituyó y no por el gobierno que yo
presidí.»
Pero al día siguiente, el General Juan Pereda Asbún rechazó
totalmente esas declaraciones de Bánzer. Pereda demuestra que Guillermo Bánzer
Ojopi fue nombrado cónsul en Miami por el General Bánzer. La declaración
textual de Pereda es como sigue:
«Con respecto a declaraciones del General Hugo Bánzer en la
ciudad de Buenos Aires, publicadas en el diario 'Los Tiempos' el pasado día 22,
en sentido de que 'su primo hermano, Guillermo Bánzer Ojopi, hubiese sido
designado cónsul de Bolivia en Miami durante el tiempo que ejercí la
Presidencia de la República, debo manifestar lo siguiente: Ante versiones
periodísticas que lo sindican como participante en el tráfico de drogas en
Bolivia, aparecidas en el diario 'Nueva York Times' y en la revista brasileña
'Istoe', el general Hugo Bánzer Suárez trata de salir al paso, queriendo
demostrar que el señor Guillermo Bánzer Ojopi, sindicado de enlace con los
narcotraficantes en la ciudad de Miami, hubiese sido designado cónsul durante
mi administración.
Para conocimiento de la opinión pública, deseo desmentir tal
afirmación, pues como consta en los documentos que cursa el Ministerio de
Relaciones Exteriores del país, el mencionado primo del general Bánzer fue
nombrado cónsul general en Miami el 16 de mayo de 1978; nombramiento que se
hizo siendo presidente el General Hugo Bánzer Suárez, Ministro de Relaciones
Exteriores el General Oscar Adriázola y como subsecretario de ese despacho,
Marcelo Terceros Bánzer. Tomó posesión de su cargo en fecha 3 de julio de 1978.
Hago constar que asumí el gobierno después del 21 de julio
de ese año. Posteriormente, el señor Guillermo Bánzer Ojopi fue sustituido en
su cargo de cónsul general en Miami por el señor Jorge Eguino Parada, durante
mi administración Presidencial.» («Los Tiempos», 23-IX-1981)
Otro familiar muy cercano de Bánzer y que ha desempeñado
cargos clavel en relación con el contrabando y el tráfico de cocaína es
Guillermo Bánzer Abastoflor (a. «Nato»). También él aparece en varias
publicaciones como muy relacionado con los narcotraficantes.
El Coronel Norberto «Buby» Salomón fue Edecán del General
Bánzer y Jefe de la Casa Militar, cargos de máxima confianza. Fue también
subsecretario de Aeronáutica. Norberto Salomón ha sido acusado por DEA como uno
de los principales narcotraficantes. Norberto Salomón ha vivido varios arios
protegido por el cargo de Agregado Militar de la embajada boliviana en Caracas,
desde donde ha manejado impúnemente su negocio ilícito transportando cocaína en
los aviones que tienen en propiedad junto con Arce Gómez.
Arce Gómez, Norberto Salomón, Widen Razuk, Rudy Landívar...
fueron promovidos a cargos políticos importantes por el General Bánzer. José
«Pepe» Paz, Alfredo Pinto Landívar, Roberto Suárez, Edwin Gasser, Alfredo
«Cutuchi» Gutiérrez, Pedro Bleyer, Abraham Baptista, Roberto Gásser Terrazas...
vinculados todos ellos al tráfico de drogas, han sido y son amigos y
colaboradores del General Bánzer. Y hasta la propia señora Yolanda Prada de
Bánzer tuvo inconvenientes con la Policía Montada de Canadá y con los agentes
de aduanas de aeropuerto de Madrid (Barajas) por sus implicaciones en el
tráfico de cocaína.
3. El «Ministro de la Cocaina»
El personaje más siniestro y más controvertido de la primera
fase del régimen del 17 de julio es, sin duda, el ministro del Interior de
García Meza, Coronel Luis Arce Gómez. El 1 de marzo de 1981, el programa
«Sesenta minutos» de la cadena CBS de la televisión norteamericana lo hizo la
figura central de un reportaje documental titulado «El Ministro de la Cocaína».
Las pruebas que en él se aportan sobre la implicación de Arce en el tráfico de
la cocaína son tan contundentes que, en la víspera de la emisión, precipitaron
la caída de Arce como ministro.
Aunque el ex ministro se apresuró a declarar que «no hubo
una sola nota de los Estados Unidos que condicione a mi salida del gabinete el
reconocimiento del gobierno»la verdad es otra.
Según la agencia de prensa IPS, la súbita destitución de
Arce, el 26 de febrero, habría sido inspirada por el senador Jesse Helms, uno
de los cabecillas más ultraconservadores de la «Nueva Derecha» norteamericana.
Helms encabeza también el «lobby» de partidarios de la Junta militar boliviana
dentro del Congreso norteamericano. Estos, según IPS, «se habrían enterado
anticipadamente de la preparación del programa y urgieron a la Junta a
destituir a Arce antes de su emisión. Será mucho más difícil que la
Administración de Ronald Reagan normalice sus relaciones con Bolivia, habrían
dicho los congresistas a la Junta boliviana, si Arce se encuentra en el
gobierno al momento de irradiarse el programa de televisión» (IPS, 28 de
febrero de 1981).
¿Quién es Luis Arce Gómez? Nació en Sucre hace 45 años, hijo
de militar. Por parte de madre es primo hermano de Roberto Suárez Gómez,
conocido como el «Padrino» de la mafia narcotraficante boliviana.
Fue expulsado del Ejército en 1960, cinco años después de
haberse recibido de teniente, al parecer por haber violado a la hija de uno de
sus superiores. Se vio, pues, obligado a ganarse la vida como pudiese. Terminó
haciéndose fotógrafo de «actos sociales». Por un tiempo trabajó por cuenta del
diario católico «Presencia», de La Paz, donde le conocían bajo el apodo de
«Malavida», debido al desorden y la disipación en que vivía.
En 1964 se implicó en el golpe militar que instaló a la
dictadura del general Barrientos, gracias a lo cual fue reincorporado a las
filas del Ejército y premiado con el grado de capitán. Se especializa en
explosivos. En 1969, tras el golpe del general Ovando, aparece a su lado como Jefe
de Seguridad del Palacio de Gobierno. Durante el año que permanece en este
puesto se producen varios asesinatos políticos detrás de los cuales se ve la
mano de Arce. Uno de ellos, el que destrozó al director del diario «Hoy»,
Alfredo Alexander, y a su esposa, en su dormitorio, requería, precisamente,
conocimientos de explosivos: era una bomba de relojería enviada como un paquete
de regalo.
A su caída, en 1970, Ovando se lo llevó apresuradamente
consigo a su exilio en España. Ahí le consiguió una beca y lo inscribió en la
Escuela de Estado Mayor. Por detrás de esta solicitud casi paternal tal vez se
escondía el afán de Ovando de retenerlo a su lado por temor de que al bravucón
capitán se le fuera alguna vez la lengua. En todo caso, Arce permaneció en España
hasta 1974, año en que la dictadura del General Bánzer empieza a afianzarse.
De regreso a Bolivia retoma su carrera militar, pero, al
mismo tiempo, empieza a incursionar en una nueva actividad: el tráfico de
cocaína. Debuta como enlace de altos jefes militares. A fines de 1975 se asocia
con el Coronel Norberto «Bubby» Salomón (ex Jefe de la Casa Militar de Bánzer
y, a la sazón, subsecretario de Aeronáutica) para instalar una empresa privada
de transporte aéreo, con la que se dedican a la exportación directa de la
droga. El negocio es tan redondo que, en cinco años, ya son dueños de ocho
aviones, de los cuales cuatro a turbohélice.
Entretanto, el flamante coronel sigue escalando posiciones,
siempre entre bastidores: en 1978 se desempeña como Ayudante del Comandante
General del Ejército, se pliega al golpe del General Pereda y éste se lo lleva
al Palacio de Gobierno como Jefe de la Casa Militar. De ahí pasa al Servicio de
Inteligencia del Ejército (Departamento II del Estado Mayor), desde donde se
pliega al golpe del Coronel Natusch, en noviembre de 1979. A la caída de éste,
se atrinchera en la Jefatura del Departamento II y se dedica febrilmente a
conspirar, en alianza con el General García Meza y bajo la dirección de la
Misión Militar Argentina, para instaurar de una vez en Bolivia un verdadero
régimen de terror. Tras el triunfo del golpe del 17 de julio de 1980, asume el
Ministerio del Interior y se convierte, de hecho, en el «hombre fuerte» del
nuevo gobierno.
A todas luces, el periodista norteamericano Mike Wallace,
director del programa televisivo «Sesenta minutos», propinó, si no el tiro de
gracia, al menos un golpe mortal al irresistible ascenso del coronel sin
escrúpulos. ¿Qué pruebas aporta el documental «El Ministro de la Cocaína»? Su
argumentación central se basa en los testimonios del senador Dennis De Concini,
encargado de investigar las conexiones del régimen de García Meza-Arce Gómez
con el narcotráfico internacional en el seno del Subcomité de Operaciones en el
Exterior del Senado de los Estados Unidos.
Ya el 12 de agosto de 1980, es decir, cuando el régimen aún
no había cumplido su primer mes, De Concini planteaba la nueva situación en
estos términos: el régimen aparece públicamente caracterizado como «poco más
que un apéndice de las organizaciones criminales que dominan el floreciente
tráfico internacional de cocaína»; el ministro del Interior, «bajo cuya
jurisdicción se halla la policía nacional, está conectado desde hace tiempo con
los grandes narcotraficantes y ha sido acusado de utilizar su cargo para
sabotear las esfuerzos por controlar el tráfico de drogas; aún más, según
algunos informes, Arce Gómez encabeza su propia red de contrabando de cocaína»,
por tanto, se impone mantener la suspensión de la ayuda económica y militar de
los Estados Unidos «hasta que ésta y otras cuestiones sean aclaradas».
El 9 de septiembre, De Concini informaba que, a pesar de que
no podía revelar detalles por tratarse de material mayormente clasificado como
«Top Secret», la información procesada hasta ese momento en el Subcomité ya
permitía «confirmar la existencia de múltiples y amplios nexos entre la Junta y
las organizaciones internacionales que trafican con narcóticos». Y, «si bien la
información concerniente a muchas de mis preguntas específicas sobre individuos
específicos es, por ahora, confidencial, es posible afirmar que la conexión con
el narcotráfico alcanza hasta los más altos niveles del régimen boliviano».
En el reportaje «El Ministro de la Cocaína», De Concini ya
no abriga dudas: «Considero que Arce Gómez tiene grandes problemas. El está
dentro de la principal cadena de traficantes de cocaína del mundo y de Estados
Unidos. Tenemos información de que él ha recibido dinero de otros
narcotraficantes por transacciones en numerosas ocasiones y eso para mí está
fehacientemente comprobado.»
¿Hay pruebas? Se sabe, por ejemplo, que la cocaína llega a
Estados Unidos en taxis aéreos. El Coronel Arce Gómez es socio de una compañía
de taxis aéreos con el Coronel Norberto Salomón, actual Agregado Militar de
Bolivia en Caracas, Venezuela. «Uno de estos aviones cayó en un viaje a
Trinidad con un exceso de 300 kilos. Se confirmó que este avión pertenecía a la
flotilla de los Coroneles Arce Gómez y Salomón. Recientemente otro de sus
aviones cayó en Venezuela con 800 kilos de cocaína.»
El 3 de julio de 1980, o sea, dos semanas antes del golpe,
ocurrió otro accidente significativo. Según relata el semanario brasileño
«Veja» en su edición del 8 de octubre del mismo año, un avión bimotor
Piper-Azteca explotó sobre el Altiplano, cerca de Laja, a sólo 20 kilómetros de
La Paz. Cuando la policía llegó al lugar (muchos campesinos hablan llegado
antes), se encontró con los cadáveres de los tres pasajeros de la avioneta y,
entre los restos de ésta, con maletas llenas de billetes de 50 y 100 dólares
hasta la suma de dos millones. Todavía no habían salido de su estupefacción los
humildes policías bolivianos, cuando apareció un helicóptero que se posó al
lado de la avioneta. De él salió el mismo Coronel Arce Gómez, entonces Jefe de
Inteligencia del Ejército, que con prepotencia arrancó de las manos de los
policías el informe que estaban levantando y lo rompió ante sus ojos,
metiéndose en su bolsillo los pedazos de papel. Acto seguido ordenó a los
policías que regresen por donde habían venido y que mantengan el más absoluto
silencio sobre el asunto. Por cierto, el bimotor siniestrado pertenecía a la
empresa aérea del Coronel Arce.
El rasgo que más caracteriza a Arce Gómez es, sin duda, su
comportamiento de matón, sus gestos de megalomanía, sus actitudes prepotentes.
El ex Presidente David Padilla cuenta, en sus «Recuerdos» cómo el entonces
Ayudante del Comandante del Ejército le contestó al interrogarle Padilla
(entonces Comandante del 11 Cuerpo de Ejército) sobre qué había sucedido en una
reunión del Alto Mando Militar donde se decidió anular los resultados
fraudulentos de las elecciones de 1978: «Lo que aquí faltan son huevos, mi
General», dijo Arce Gómez señalando las oficinas de su jefe («Decisiones y
recuerdos de un General, página 109).
Arce Gómez se define a sí mismo como «hombre duro, que «en
el peligro está en primera fila («Presencia», 27 de febrero de 1981). En
realidad, Arce Gómez es un criminal, capaz de torturar y de asesinar a quien
considere enemigo por el simple placer de hacerlo. Lo único que podría atenuar
la definición anterior es el hecho de que, muy probablemente, se trate de un
psicópata. La periodista británica Mary Hellen Spooner, del «Financial Times»,
que tuvo que humillarse ante él para salvar su vida, en agosto de 1980, revela
que Arce Gómez «goza sexualmente cuando contempla cómo torturan a la gente».
Su odio criminal contra el pueblo, aunque enraizado en su
mentalidad de militar y en su condición personal de casi un resentido social,
se encendió con fuerza, posiblemente, al día siguiente del estrepitoso fracaso
de la sangrienta aventura golpista del 1 al 15 de noviembre de 1979. Ese día,
mientras el nuevo ministro del Interior, Jorge Selum, anunciaba a la prensa el
desmantelamiento de los organismos de represión política, Arce Gómez tomó al
asalto el edificio del Ministerio del Interior y se llevó todos los archivos a
sus oficinas del Departamento II en el Cuartel General del Ejército. Días
después repitió su «hazaña» en el Ministerio de Defensa. Acto seguido reclutó
bajo su mando al Coronel Loayza, al inspector Benavides y a los demás
torturadores de la policía política de la época del General Bánzer, se rodeó de
«asesores» en represión del Ejército argentino y con ellos armó una banda
terrorista de carácter paramilitar.
Esta máquina de destrucción se puso en marcha en marzo de
1980 con el secuestro y asesinato del sacerdote Luis Espinal, director del
semanario «Aquí», tribuna de denuncia de la amenaza golpista. Sirviéndose de
sus enormes ganancias por el tráfico de cocaína, Arce Gómez incorporó a las
filas de su « ejército de paramilitares» a una vasta amalgama de delincuentes
comunes, mercenarios extranjeros reclutados por su «maestro» BarbieAltmann,
narcotraficantes, elementos antisociales y anticomunistas de convicción.
Uno de los casos más típicos es el de Fernando Monroy
Munguía, alias «Mosca Monroy». Antiguo integrante de los grupos de choque de la
ultraderechista Falange Socialista Boliviana (FSB), servía como agente
provocador a sueldo del Ministerio del Interior hasta que, en 1979, fue
inculpado públicamente por un asesinato político y encerrado en la cárcel de
San Pedro. En vísperas del 17 de julio de 1980, Arce Gómez lo hizo sacar de la
cárcel y lo puso a la cabeza de las bandas armadas que ese día asolaron la
ciudad de La Paz, logrando capturar al enemigo que más odiaba el acomplejado
coronel: Marcelo Quiroga Santa Cruz, brillante acusador de la barbarie militar.
Quiroga fue asesinado ese mismo día en el Cuartel General del Ejército.
El 15 de enero de 1981, sabedor de que sus días como
ministro todopoderoso ya estaban contados, el vengativo coronel se lanzó aún a
otras fechorías: hizo rodear y tomar al asalto la casa donde se reunía la
dirección del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), organización clandestina
que se había destacado por sus constantes campañas de denuncia de la
vinculación del régimen con el narcotráfico, y asesinar sin contemplaciones a
cuantas personas se encontraban en ella. Una de las «paramilitares» que dirigió
la matanza fue, precisamente, la más estrecha colaboradora de Arce Gómez,
Rosario Poggi de Quesada.
En la personalidad de este nefasto personaje se combinan
también, junto a lo macabro y su criminalidad rayana en lo paranoico, lo
fantoche y lo cómico rayano en el cinismo. Entre el 23 de noviembre y el 2 de
diciembre de 1980, el aún ministro del Interior protagonizó un espectáculo que
le hizo el hazmerreír en todo el mundo. Se fue a los Estados Unidos dispuesto a
lavar su «honor», puesto en entredicho por las cada vez más contundentes
revelaciones de la gran prensa norteamericana acerca de sus vinculaciones con
la mafia internacional del narcotráfico. Cual «nuevo Quijote» se fue dispuesto
a todo, con tal de «enderezar entuertos». Creía que la opinión pública
norteamericana le estaba esperando ansiosamente y que él se la podría
embolsillar fácilmente.
Por supuesto, el «nuevo Quijote» se llevó a su «escudero»,
en este caso, al doctor Mario Rolón Anaya, amanuense de los sucesivos gobiernos
militares, candidato a la Vicepresidencia de la República acompañando al ex
dictador Bánzer y, poco después, efímero ministro de Relaciones Exteriores de
García Meza. También se llevó una cohorte de «paramilitares», encabezados por
el Fiscal del Distrito de Santa Cruz, Juan Carlos Camacho. La intención
publicitada de Arce Gómez era la de entablar un juicio contra el diario
«Washington Post», el semanario «Newsweek» y el senador De Concini «por
difamación».
Pero el temperamental coronel se dio de bruces con la
realidad. La prensa norteamericana apenas si le prestó atención; el único que
lo hizo a fondo fue el periodista especializado Mike Wallace, quien le grabó
una larga entrevista para su programa en la televisión y tres meses después lo
denunció ante unos 60 millones de norteamericanos como «El Ministro de la
Cocaína,>. Para encubrir su fracaso, Arce Gómez recurrió a los argumentos de
un charlatán: «No vale la pena emprender ninguna acción judicial», ya que las
acusaciones en su contra «se basaron en argumentos del castro-comunismo y del
comunismo criollo». Asunto zanjado.
Pero antes de irse, el caprichoso coronel quiso visitar al
ultraderechista senador Jesse Helms (el único defensor de García Meza en los
Estados Unidos), a la neofascista «Legión Americana» y la tumba del Soldado
Desconocido en el Cementerio Militar de Arlington. El Departamento de Estado le
negó autorización. A pesar de lo cual, Luis Arce Gómez no tuvo reparos en
romper las normas protocolares y militares de los Estados Unidos: invadió casi
al asalto el recinto del cementerio, desobedeció la orden de «alto» dada por la
guardia militar y tuvo que ser sacado a la fuerza mientras avanzaba escudado
con su ofrenda floral. Más tarde se jactaría: «Ese es el espíritu del
boliviano, que cumple lo que dice.»
Desde los Estados Unidos, Arce y su séquito se fueron a
Brasil para «ajustar cuentas» con la revista «Veja». Pero los periodistas
brasileños cerraron filas en torno a su ética profesional, declararon la visita
de Arce «indeseable» y le negaron «autoridad moral para procesar a ningún periódico».
La situación que creó Arce obligó al gobierno brasileño a tomar cartas en el
asunto: sutilmente, el incómodo coronel fue invitado a abandonar el país. Para
no volver antes de lo previsto a La Paz, Arce Gómez tuvo que refugiarse unos
días en Paraguay, el único país de su vergonzoso periplo donde es recibido por
funcionarios del gobierno. «Me siento como en mi propia casa», diría, con
razón, el trasquilado coronel.
En mayo de 1982, Arce Gómez volvió a ser objeto de titulares
de prensa sensacionalista: acusó al primer Embajador de los Estados Unidos en
Bolivia tras casi dos años de suspensión de relaciones, Edwin Corr, de haberlo
difamado y presentó querella penal contra él. En concreto, Arce Gómez emplazaba
al Embajador a que demuestre con pruebas la afirmación que cuatro meses antes
habría hecho de que varios jefes militares bolivianos deberían ser juzgados por
estar sindicados de involucración en el narcotráfico, «como es el caso del
Coronel Luis Arce Gómez». Sin embargo, ésta demostró ser una bravuconada más
del coronel. A renglón seguido declaró a la prensa que «mi honor no se lava en
los tribunales, se lava con sangre» («El Mundo», 19 de mayo de 1982).
Como siempre, todo quedaba en aguas de borrajas. Arce Gómez,
al igual que Norberto Salomón, Ariel Coca o Rudy Landívar se limitarán a
amenazar con acciones para demostrar su inocencia, pero no llevarán nunca sus
denuncias hasta los estrados judiciales. ¡Es una forma hábil de ganar cierta
cuota de credibilidad al menos por unos días!
Pero más allá de sus bravuconadas e incluso de su
implicación en la mafia traficante de cocaína, lo que mantiene a Luis Arce
Gómez como una figura peligrosa, siniestra y temible es el inmenso poder
intimidatorio y criminal que ha acumulado a la cabeza de sus «paramilitares». Está
claro que estas bandas terroristas no podrían conservar su poder incluso cuando
Arce ya no es ministro, si éste no mantuviese el control de esa inagotable
cantera de dólares que es el narcotráfico.
Arce no niega su liderazgo sobre las bandas «paramilitares»
Al contrarió, se siente orgulloso de ello. Es su timbre de honor. Ellos son sus
«camaradas», sus «muchachos», sus «fíeles colaboradores», sus «jóvenes
idealistas». Cuando el ministro del Interior del General Torrelio aseguraba a
la prensa que no existía ningún «cuerpo paramilitar» en el país, Arce Gómez le
salió al paso para enrrostrarle que estaba mal informado: «¡Que salgan los
anarquistas a comprobar si existen o no!»
Cuando, a raíz de la muerte del padre de Luis Arce, los
«paramilitares» publicaron notas necrológicas en la prensa boliviana, en marzo
de 1982, identificando al Coronel Luis Arce Gómez como el «indiscutible
conductor y líder» de «el Grupo Armado de Lucha Bolivia Primero» y de la «Liga
Mundial Anticomunista-Sección Bolivia», el interesado no sólo no trató de echar
tierra sobre el asunto, sino que los justificó: «Son idealistas, nacionalistas
(...). A los idealistas nadie puede destruirlos (...). Es gente que dice ser
paramilitar y punto.» («Presencia», 14 de mayo de 1982.)
Desgraciadamente, el poder de Arce Gómez parece realmente
difícil de destruir. Cuando, en febrero de 1981, tuvo que ser apresuradamente
apartado del puesto de ministro del Interior con la vana esperanza de
neutralizar el impacto del reportaje «El Ministro de la Cocaína» y de obtener
por fin el tan esperado reconocimiento norteamericano del régimen de García
Meza, éste tuvo que satisfacer la vanidad de su ambicioso socio compensándole
con un cargo que «salvase su -dignidad». Así, Arce Gómez, que no había perdido
su poder real como cabecilla de las bandas «paramilitares», resultó nombrado
Director del Colegio Militar.
Sin embargo, este puesto difícilmente podía ser compatible
con su trayectoria delictiva. A los pocos días, los alumnos se amotinaron
contra él. Y es que Arce había querido convertir al Colegio Militar en escuela
para la formación de sus «paramilitares». Arce Gómez llamó a sus huestes para
aplastar el motín. Los cadetes que lo habían organizado tuvieron que buscar
refugio diplomático para escapar a la venganza del ofendido coronel, pero
consiguieron su objetivo: la destitución de Luis Arce Gómez. Para librarse por
un tiempo de su conflictivo amigo, García Meza lo envió entonces de vacaciones
a Taiwán.
En julio de 1982, Arce Gómez, sin cargo público alguno,
volvió a hacer gala de su poder. Cuando su amigo y también Coronel Faustino
Rico Toro (y su sucesor en la dirección del Colegio Militar) creyó venido el
momento de volver a «salvar al país del caos y la anarquía» y se propuso
públicamente como sucesor del General Celso Torrelio, Arce Gómez tomó partido
abiertamente por Rico Toro: Torrelio ha fracasado en el manejo de los problemas
económicos y «quien fracasa en ese orden, debe irse a su casa» y dejar el
puesto a «otro hombre más ágil e inteligente que maneje bien el país,,
(«Presencia», 17 de julio de 1982).
Pero los cálculos de Rico Toro fallaron. Su ambición
desmedida encontró la oposición de sus colegas y el eterno conspirador y
pretendiente a «salvador de la Patria» tuvo que dejar paso a otro «duro»: el
oscuro General Guido Vildoso Calderón. Pero no importaba quien hubiera
desplazado a Torrelio: los amigos de Arce Gómez seguían controlando el poder.
Al día siguiente de su nombramiento, el Presidente Vildoso recibió en el mismo
Palacio de Gobierno la descarada visita de otro amigo suyo: el criminal de
guerra nazi, prófugo de la justicia francesa y alemana, Klaus Barbie (a)
Altmann. Días después, el amigo común de ambos, Luis Arce Gómez, era
rehabilitado con su nombramiento como Director de la Escuela de Inteligencia
del Ejército.
4. Los «Narcócratas»
Uno de los casos que, como mayor dramatismo, revela la
relación íntima que existe en Bolivia entre narcotráfico y poder es el de José
Abraham Baptista.
Baptista había sido durante los gobiernos de Barrientos y de
Bánzer Jefe del DIN (Dirección de Investigación Nacional) en Oruro y en
Cochabamba. Era el hombre de confianza entre los mandos militares. Desde 1978
parte su relación con la mafia en la ciudad de Santa Cruz. Baptista se
convierte en el testaferro del General Echeverría, a la sazón Comandante de la
VIII División de Ejército, con asiento en esa ciudad. A la vez estrecha también
sus lazos de amistad y de colaboración con el entonces, Jefe del Servicio de
Inteligencia del Ejército, Coronel Luis Arce Gómez,
Abraham Baptista se sentía la persona mejor respaldada entre
la gente de la mafia: él era el contacto con los dos hombres de ejército que en
ese momento aparecían como los más poderosos.
Luis Arce pidió a Baptista que colaborase con Willy Sandóval
Motón, ex diputado de la UDP. Sandóval Motón había logrado misteriosas y
estrechas relaciones con Arce Gómez, y éste le asignó un puesto clave:
encargado de cobrar los impuestos que arbitrariamente se cargaban a los
comerciantes y transportistas legales de la hoja de coca.
Esta Oficina, dirigida por Willy Sandóval, cobraba impuestos
muy onerosos en la forma siguiente:
Por el traslado legal de la hoja de coca desde la Paz hasta
Santa Cruz, cada transportista debía pagar 1.000 pesos bolivianos por cada
tambor de coca. El tambor de coca pesa unos 30 kg. Quiere decir que un camión
que transportase 10.000 kg. debería pagar en esa oficina 300.000 pesos. El
dinero que ingresaba por este concepto se repartía de la siguiente manera:
El 40 % para el Coronel Luis Arce Gómez.
El 15 % para gastos reservados del Ministro del Interior
(posiblemente para los grupos paramilitares).
El 10 % para el Director Administrativo del palacio de
Gobierno (posiblemente para el General Luis García Meza).
El 10 % para Daniel Salamanca, Subsecretario del Ministerio
del Interior.
El 10 % para Ernesto León, Subsecretario de Inmigración.>
El 5 % para Alberto Alvarez, Director Administrativo del
Ministerio del Interior.
El 5 % para Carlos Castedo, Jefe de Recaudaciones del
Ministerio del Interior.
El 5 % para la Oficina de Control de Substancias Peligrosas
(posiblemente para Willy Sandóval Motón).
Según esto, quiere decir que por cada camión con 10.000
kilos de hoja de coca, Arce cobraba 5.000 dólares. García Meza 2.375 y los
demás funcionarios sumas de 1.250 y de 625. Claro que la ganancia de los
transportistas daba para eso y mucho más ya que la carga de coca que compraban
en La Paz a unos 2.000 pesos la podían vender en Montero a los elaboradores de
sulfato de cocaína hasta en 20.000 pesos y más.
Abraham Baptista estaba encargado de recoger el dinero de
los narcotraficantes y entregarlo a los Jefes militares implicados en el golpe
de García Meza, así como a los paramilitares a través del Coronel Luis Arce
Gómez. Esta delicada misión la cumplió Baptista a la perfección.
Después del golpe del 17 de julio por el que tomó la
Presidencia de Bolivia el General García Meza, Abraham Baptista, al frente de
un grupo de paramilitares, confiscó 6 millones de dólares en efectivo de un
avión colombiano que estaba camuflado en una pista clandestina en el
Departamento de Santa Cruz. La enorme cantidad de dinero la trasladó
inmediatamente a La Paz. Se reunió privadamente con García Meza. García Meza
ordenó a Baptista que depositara 4 millones de dólares en la cuenta bancaria de
su esposa Olma. Nada de extrañar sería que esos 4 millones de dólares fueron
los que llevó a Suiza la señora Olma Cabrera de García Meza, según la denuncia
formulada por la revista alemana «Der Spiegel» en fecha 5 de febrero de 1981.
Claro que la prestigiosa revista alemana no habla de 4 millones de dólares,
sino de 40 millones que habrían sido depositados por dicha señora en los bancos
suizos.
El incidente produjo un grave distanciamiento entre Arce y
Baptista ya que el grupo de narcotraficantes colombianos se quejaron de que su
dinero había desaparecido y que Baptista era el único responsable. Los
colombianos ofrecieron a Arce un millón de dólares para asegurarse de su
protección. Arce hizo saber a Baptista que debía salir de la ciudad de La Paz y
volver inmediatamente a Santa Cruz. Baptista tenía miedo a la venganza de los
colombianos y, para defenderse, amenazó a Arce con hacer público el asunto.
Baptista volvió a Santa Cruz muy a su pesar y trató de protegerse. El 6 de
octubre, cuando salía de una pizzería céntrica de la ciudad de Santa Cruz fue
tiroteado por dos individuos que portaban armas automáticas. Uno de los
asesinos era José «Palanca» Cuellar y el vehículo que usaron había sido
proporcionado por Roberto Suárez. Según los periodistas. Monique Lecerf y
Francois Fallareau están directamente implicados en el crimen, además del
Coronel Arce Gómez, Roberto Suárez y el General Hugo Echeverría, quien pagó la
recompensa a los asesinos materiales.
Pocos días antes del golpe de 17 de Julio de 1980, José «Pepe»
Paz, importante narcotraficante de la zona de Montero entregó al General Hugo
Echeverría 800.000 dólares como constribución «espontánea» para comprar la
conciencia de los Jefes militares indecisos. En efecto, en la propia casa del
General Hugo Echeverría fueron «gratificados» con 50.000 dólares por cabeza los
Comandantes de las Divisiones de Cochabamba y Oruro, así como el Comandante del
Tarapacá. A la sazón estaba al frente de esta importante unidad motorizada el
Coronel Arturo Doria Medina, que en febrero de 1981 será promovido ¡nada menos!
que a Director General del Consejo de la Lucha contra el Narcotráfico. ¡Quizá
la único que pueda avalar a Doria Medina para este delicado e importante cargo
sea su enemistad personal con Luis Arce Gómez!
La relación que existe en Bolivia entre mafia y poder
político-militar queda, de algún modo, patentizada en el acto de inauguración
del aeropuerto particular que tiene en las afueras de Santa Cruz el prohombre
(«patricio», dicen los cruceños) Alfredo Pinto Landívar. Está situado dicho
aeropuerto en el kilómetro 9 de la carretera Santa Cruz-Cochabamba. En realidad
quien construyó ese moderno aeropuerto fue el amigo y socio de Roberto Suárez,
Alfredo «Cutuchí» Gutiérrez. Le costó 2 millones de dólares, pero él se lo vendió
por 3 millones a Pinto. Alfredo Pinto es el representantes de ventas de la
Compañía norteamericana de aviación Beecheraft en Bolivia y dueño de varios
aviones, así como del único helicóptero privado que existe en Santa Cruz. No es
ningún secreto para los organismos internacionales especializados en la lucha
contra el narcotráfico que el aeropuerto de Pinto Landívar tiene, ante todo,
finalidades delictivas relacionadas con el contrabando y muy particularmente
con el narcotráfico.
Un avión de Pinto Landívar, cuyo número de serie
proporcionado por la policía colombiana es CP 1639, fue decomisado por las
autoridades de ese país cuando transportaba una millonaria carga de cocaína.
¡Pinto, al comprar el aeropuerto de Gutiérrez, quiso
reinaugurarlo con una gran fiesta. Entre los invitados de honor estaban el
Presidente de la República, General García Meza, el Comandante de la Fuerza
Aérea, General Waldo Bernal y toda la plana mayor del gobierno y de los mandos
militares!
El nombre de Waldo Bernal, amigo y gran protector y
encubridor de Alfredo Pinto Landívar, saltó a los titulares de la prensa
italiana a raíz de la misteriosa «compra de los Mirages franceses».
El General de Aviación Waldo Bernal Pereira en poco tiempo
fue muchas cosas: Comandante en Jefe de las Fuerzas Aéreas Bolivianas, Ministro
de Aeronáutica, miembro de la Junta de Comandantes que durante un mes asumieron
la Presidencia de la Nación. Desempeñó los tres cargos a la vez.
Aunque el país afronta una verdadera bancarrota, Bernal
negociaba con franceses y soviéticos la adquisición para Bolivia de aviones
supersónicos. Nadie podía adivinar cuál sería la fuente de financiamiento,
aunque todos la sospechaban. La alternativa de elección se presentó como
impostergable: había que elegir entre los Mirage SU-19 y los MIG-23. Los Mirage
tenían las de ganar. ¡Los aviones rusos podrían traer graves problemas
ideológicos entre sus alas! La casa Dassault de Francia presentó una oferta
concreta. En el prospecto impreso por dicha firma ¡sin duda, por galantería hacia
los militares bolivianos! aparecía el desierto de Atacama y la costa marítima
arrebatada por Chile a Bolivia, como parte de Bolivia. La carta de intenciones
de Bolivia presentaba propuestas concretas para comprar 11 Mirage SU-19, con
sus respectivos repuestos y un completo programa de entrenamiento. El costo
total alcanzaba a la friolera de 250 millones de dólares... ¡O sea, todo el
presupuesto de defensa de Bolivia multiplicado por cinco! Las ilusiones
militaristas del General Bernal se vinieron abajo cuando la prensa
internacional asoció esta compra millonaria con la única fuente de
financiamiento con que podía contar el general boliviano: la cocaína.
Según la revista norteamericana «Newsweek», en su edición
del 9 de febrero de 198 1, uno de los hombres que tiene más poder dentro de los
negocios de la cocaína es el Coronel Faustino Rico Toro, Ministro del Interior
en la Presidencia del General Pereda y Jefe del Servicio de Inteligencia hasta
febrero de 1981 bajo la Presidencia del General García Meza. También la revista
«Marka», de Lima, sindica a Rico Toro como miembro de la dirección de un
importante grupo de narcotraficantes (5-III-81).
En Carcaje, población rural cercana a la ciudad de
Cochabamba, la policía encontró una fábrica procesadora de cocaína. En ella
operaban tres norteamericanos y cinco bolivianos. Los cocaineros trataron de
ofrecer resistencia armada. La policía abrió fuego contra ellos y cayó muerto
uno de los norteamericanos que era ex paracaidista de la guerra del Vietnam.
Los demás fueron tomados presos. El gobierno trató de ocultar la identidad de
los detenidos, pero sí pudo saberse que el grupo contaba con la protección del
Coronel Faustino Rico Toro.
La conexión de Rico Toro con Arce Gómez es de todos conocida
en Bolivia. Cuando Arce tuvo que dejar el puesto clave de Jefe de Servicio de
Inteligencia del Ejército no encontró mejor reemplazante que el Coronel Rico
Toro. Arce desde el Ministerio del Interior y Rico Toro desde el Servicio de
Inteligencia coordinaron perfectamente las acciones para la represión política,
por un lado, y para la protección del narcotráfico, por otro.
Cuando el General García Meza tenga que distribuir «bonos de
lealtad» (dinero aportado por los narcotraficantes) el hombre que recibe una
cuota más alta es el Coronel Rico Toro.
Al frente de su grupo militar denominado «Aguilas Negras» ha
constituido una amenaza permanente de un nuevo golpe de Estado.
En cuanto a la participación del General Luis García Meza en
el narcotráfico los testimonios son numerosos. Sin embargo, su relación con el
narcotráfico ha sido distinta a la de Arce Gómez, Ariel Coca o Hugo Echeverría.
García Meza se ha limitado a tolerar, a dejar el problema «en las manos de los
especialistas» y a recibir pingües dividendos.
Según el rotativo «El Día», de Montevideo, García Meza
recibió del Rev. Moon, a través del segundo hombre en su movimiento
«Unificacionista», el Coronel surcoreano Bo Hi Pak, la cantidad de 5 millones
de dólares. El periódico de Montevideo publica la foto de la entrevista («El
Día» 3-IX-1981).
El día 10 de junio de 1981, el Presidente García Meza
firmaba una carta gravemente comprometedora para él y para todos los altos
Jefes militares a los cuales se hace referencia en dicho documento. Poseemos
una fotocopia de dicha carta, avalada por el sello de la Presidencia de la
República y por la firma del propio Presidente. Ella demuestra hasta qué grado
de corrupción y de obsecuencia ha llegado la alta oficialidad de las Fuerzas
Armadas de Bolivia.
Transcribimos literalmente el documento.
Presidencia de la República
La Paz, 10 de junio de 1981
Sr. General de Brigada,
D. Celso Torrelio Villa
Ministro del Interior, Justicia e Inmigración
Presente
Señor Ministro:
De los fondos destinados para la seguridad política de la
nación, se servirá entregar a los señores Generales, Jefes y oficiales de la
relación adjunta y en las cantidades indicadas, como premio a la lealtad
demostrada al Gobierno de la Reconstrucción Nacional y a las Fuerzas Armadas,
una copia de los recibos firmados agradeceré entregar al señor Capitán Gonzalo
Ovando Méndez.General de Brigada Carlos Turdera Villa, Coronel Tito Justiniano,
Teniente Coronel Alberto Gribosky, Teniente Coronel Arturo Doria Medina,
Teniente Coronel Jorge Moreira Rojas, Teniente Coronel Luis Cordero M.,
Coronel Rómulo Mercado G., Coronel Luis Kuramoto, Coronel José Quiraz
Antequera, Teniente Coronel Rolando Arzabe Claver, Teniente Coronel Miguel
Padilla Candia, Teniente Coronel Oscar Angulo Tornee, Coronel Guido Vildoso C.,
Capitán Luis Cossío Viruez, a cada uno la suma de 100.000 dólares
americanos. Coronel Faustino Rico Toro Herbás y Coronel Carlos Rodrigo Lea
Plaza a 200.000 dólares americanos cada uno.
Coronel Tito Justiniano, Coronel Aroldo Pinto, Teniente
Coronel Raúl González Ferry, Coronel Yamir Taja Kruber, Teniente Coronel Walter
Salame e., Teniente Coronel, Moisés Shirique Bejerano y Teniente Coronel Javier
Rodríguez Rivero, a cada uno con 50.000 dólares americanos.
Al capitán Roberto Nielsen Reyes con la suma de 30.000
dólares americanos.
Con este motivo saludo al señor Ministro con mis atentas
consideraciones.
Firma
GRAL. DIV. LUIS GRACIA MEZA TEJADA
Presidente de la República de Bolivia
Impacta, hasta la indignación, el que en un país tan pobre
como Bolivia, donde el analfabetismo alcanza cotas de casi un 60 % de la
población, que entre unos señores generales y coroneles se puedan repartir un
dinero que, según el documento, pertenece al pueblo de Bolivia, y que en su
totalidad alcanza a la nada despreciable suma de 2.180.000 dólares, con los que
se hubieran podido construir 40 escuelas.
Pero, evidentemente, esos «bonos de lealtad» no tienen
ninguna relación con el cumplimiento del deber, ni son parte del presupuesto
estatal. Su origen no es otro que el narcotráfico.
Es sintomático el que no se pague «la lealtad» de los más
«leales» como la del Coronel Luis Arce Gómez, del Coronel Ariel Coca, del
General Echeverría, del General Waldo Bernal, del Coronel Fredy Quiroga... En
realidad, de lo que se trata, más que de premiar «la lealtad», es de comprar esa
«lealtad». Y, evidentemente, la más cara es la de los dos eternos golpistas:
Faustino Rico Toro y Rodrigo Lea Plaza.
La incorrección en la redacción, las faltas de ortografía y
la repetición de un nombre (Coronel Tito Justiniano), prueban que la carta no pasó
por el sistema administrativo regular.
Otra novedad de esta carta es que ella mancha la
honorabilidad (si es que de «honorabilidad» se puede hablar en este caso) de
tres Presidentes de la República y vincula directamente con la corrupción del
narcotráfico a Doria Medina, Cossío Viruez y a González Ferry, quienes serán,
meses después, los directores responsables de la institución oficial para el
control del narcotráfico.
5. Los «Padrinos»
Roberto Suárez es en la actualidad un millonario intocable.
El es el principal narcotraficante de sulfato de cocaína en Bolivia y en el
mundo. Es «El Padrino» por antonomasia.
Roberto Suárez, natural de Santa Ana de Yacuma, una pequeña
población ganadera del Departamento del Beni, es descendiente de una familia
con aires de aristocracia provinciana. Entre sus antecesores se encuentran
ministros, magistrados y gente influyente. Uno de ellos fue el primer embajador
de Bolivia en Gran Bretaña.
Roberto Suárez es distinguido. No tiene las características
de un matón, ni las actitudes de un «gangster», o de un «capo de la mafia».
Cuenta 49 años y pudo llegar a afirmar, en cierta ocasión,
que el dinero que él habla entregado a los militares alcanzaría para pagar la
deuda externa del país. «Pero ellos -añade Suárez-, en vez de invertirlo en el
país han preferido depositarlo en los Bancos del extranjero.» («International
Herald Tribune», 18-VIII-82.) ¡Sin embargo, es voz común que la propia fortuna
de Suárez está bien guardada en los Bancos de Suiza!
Santa Ana de Yacuma tiene sus razones para estar agradecida
a Roberto Suárez. Esa perdida población de las llanuras benianas se ha visto
favorecida con las migajas que caen de la mesa del omnipotente padrino. Y esas
migajas, a veces, suponen miles de dólares. Por ejemplo, los pilotos de las
pequeñas avionetas que transportan la pasta básica de cocaína hasta los
aeropuertos clandestino de Colombia reciben, por cada viaje, la suma de 100.000
dólares. Suárez es el «papito» para los humildes moradores de Santa Ana: él da
comida a los pobres, restaura las iglesias, dona máquinas de coser a las
mujeres del pueblo, pavimenta las calles... Pero para los agentes de los
principales organismos internacionales que luchan contra el narcotráfico
Roberto Suárez es un hombre peligroso, posiblemente el traficante de cocaína
más rico y más poderoso del mundo. La justicia de los Estados Unidos ha
demandado su captura, junto con la de su hijo Roberto, Alfredo Gutiérrez,
Marcelo Ibáñez y Renato Roca. En realidad, los cinco no son más que una misma
cosa, son «la familia», el «clan» de Roberto Suárez Gómez.
La Oficina de la Contraloría General de Estados Unidos, con
sede en Miami, le ha acusado de «conspiración para importar cocaína» e
«implicación en la actual importación». Estos cargos le podrían costar 30 años de
cárcel. Dos de sus «socios», Alfredo Gutiérrez y Marcelo Ibáñez, ya están
pagando la pena en Estados Unidos al ser entregados, sin trámite de
extradicción, por el gobierno boliviano. Su hijo Roberto cayó en manos de la
policía suiza que le acusa, entre otras cosas, de haber entrado a ese país con
un pasaporte falso. Pero «el Capo» sigue moviéndose libremente en Bolivia. En
ese país no hay ninguna orden de captura contra él, ni la puede haber, a no ser
que cambien muchos las cosas.
Sus «socios», presos en Miami, habrían declarado que el
Ministerio de Asuntos Exteriores de Bolivia fotocopiaban y le pasaban a él
todos los informes sobre la investigación en el narcotráfico elaborado por los
agentes de DEA en La Paz.
Es evidente que las implicaciones directas de los últimos
gobiernos militares en el narcotráfico ha sido la razón más importante para que
los Estados Unidos demorasen el reconocimiento y para que les suspendiera toda
la ayuda económica y el trámite de los créditos financieros.
Los índices de producción de pasta no han cambiado
últimamente. Donde ha habido cambio ha sido en las áreas geográficas de la
elaboración. Desde el Departamento de Santa Cruz, las fábricas de elaboración
se han ido desplazando hasta el Beni, donde, tanto Roberto Suárez como Arce
Gómez tienen haciendas, denominadas «Rancho Alegre», «Montes Claros» y
«Camiare» (esta última propiedad de «Chamaco» Chávez). Los aviones que se usan
en la actualidad Llegan a tener de 5 a 6 horas de autonomía de vuelo. Los
vuelos parten, generalmente, al amanecer directamente hasta las pistas
clandestinas en las proximidades de Leticia (Colombia) o Mahaus (Brasil). Al
mediodía pueden llegar hasta el lugar de destino, donde, una vez realizada la
transacción, se reabastecen de combustible y reemprenden el vuelo de retorno
hasta el Beni para llegar poco antes de anochecer. Este tráfico tiene un
elevado grado de organización y eficiencia, ya que está coordinado entre
norteamericanos, colombianos y bolivianos.
Según el «International Herald Tribune» y otras diversas
fuentes, el día 26 de febrero de 1981 (un día después de haber sido removido de
su cargo de ministro del Interior), el Coronel Luis Arce Gómez se trasladó a
Santa Cruz y en la mansión de la señora Sonia Atalá (esposa de «Pachi» conocido
automovilista) se llevó a cabo una importante reunión con los principales
narcotraficantes. El Coronel Arce Gómez, que acababa de perder su condición de
«hombre fuerte» del régimen de García Meza, traía para ellos un mensaje del
Presidente de la República. El gobierno habla decidido actuar contra algunos
narcotraficantes en el Departamento de Santa Cruz para mostrar una nueva
política frente al gobierno de Estados Unidos. García Meza urgía a los
principales narcotraficantes para que trasladasen sus centros de operaciones
hasta el Departamento del Beni, a Tarija y al Altiplano. Arce pidió medio
millón de dólares para recabar la protección del gobierno, garantizándoles sus
operaciones en Bolivia y los vuelos hacia Colombia y Brasil. Roberto Suárez
comenzó a trasladar sus fábricas, sus aviones y su gente hasta el Beni.
A pesar de que los operativos en contra de los pequeños
narcotraficantes de Santa Cruz no tocaron los grandes intereses relacionados
con la cocaína, sí se produjo un corte en el abastecimiento de la hoja de coca
y esto afectó a todos. Tan es así que Roberto Suárez se vio obligado a hacer
una tentadora oferta al General García Meza: le prometió 50 millones de dólares
si ponía fin al «operativo Santa Cruz», y, en efecto, el 19 de mayo de 1981
terminaba bruscamente la acción represiva en contra del pequeño narcotráfico
cruceño.
Según el testimonio de Hugo Suárez Gómez, de 56 años y
hermano de Roberto, recogido por el periodista Warren Hoge del «New York
Times», éste había malgastado la herencia en malos negocios y en la campaña
electoral a favor del General Pereda Asbún en 1978. «A mi hermano -dice Hugo-
también le gusta 'la dolce vita'. Las tendencias filantrópicas que tiene son
una tradición en nuestra familia... Hemos discutido con él y le hemos
presionado para que se aleje de las actividades del narcotráfico y nos prometió
que lo iba a dejar.» Hugo añade: «El día en que haya respeto a la ley en
Bolivia él mismo se presentará ante la Corte. La familia tiene fe en él porque
pensamos que no está implicado en actos de violencia. Si así fuera le daríamos
la espalda.»
Sin embargo (y aunque su hermano Hugo no lo sepa), Roberto
es quien mantiene a todo un ejército de civiles armados llamados paramilitares
que han asesinado a muchas personas y que tienen como instructores a verdaderos
criminales de guerra.
Según el periodista Mike Wallace, Roberto Suárez ya había
sido apresado en los Estados Unidos el año 1976, cuando iniciaba «su carrera»
de narcotraficante. (Programa «60 Minutos».)
DEA calcula que «el grupo Suárez» produce 1.000 kilos de
pasta básica por mes (o sea, el valor de 5 a 9 millones de dólares por mes). Un
kilo de pasta básica oscila entre 5.000 y 9.000 dólares. Un pequeño avión
transporta alrededor de 500 kilos. Quiere decir que traslada, por viaje, hasta
cuatro millones y medio de dólares.
El golpe más grave que sufrió Roberto Suárez fue cuando, el
23 de enero de 1982, cayeron presos en Locarno (Suiza) su esposa y sus hijos
Roberto y Gary. La señora Suárez y Gary fueron puestos en libertad después de
los interrogatorios de rigor, pero Roberto quedó arrestado. El escuadrón
antidroga de Locarno dijo que Roberto manejaba un pasaporte falso y que se
creía que estaba preparando una transferencia de grandes sumas de dinero de
origen sospechoso. También declararon que Roberto (hijo) estaba buscado por la
Interpol a raíz de investigaciones iniciadas en Estados Unidos en torno al
tráfico de cocaína entre Bolivia y ese país. Suárez (padre) ha iniciado la
contraofensiva pagando a los mejores abogados para que logren que su hijo no
sea entregado a la justicia de los Estados Unidos ( (1)).
A raíz de este hecho se preguntó a las autoridades
bolivianas si iban a iniciar alguna acción judicial en contra de Roberto
Suárez. Contestaron textualmente: «No existiendo contra él acusación formal, ni
el gobierno ni la justicia intentarán acción alguna» («International Herald
Tribune», Warren Hoge, 18-VIII-82; «Presencia», 23-I-82).
Sin embargo, las pruebas en contra de Roberto Suárez Gómez
son categóricas y el modo como se llegó a obtenerlas es digno de una película
de ciencia-ficción.
El novelesco episodio comenzó a desarrollarse el 23 de mayo
de 1980. El «The Miami Herald» del 14 de octubre de 1981 ofrece la versión más
detallada, recogida de los labios de los propios protagonistas.
La Oficina para el Control de la Droga en los Estados
Unidos, más conocida con la sigla de DEA, trató con habilidad de introducir a
sus agentes como si fueran miembros de la mafia y para ello creó una verdadera
«estructura». Para que sus agentes pudieran aparecer como «mafiosos de verdad»
dispusieron de un plan en el que se incluía un avión, tres pilotos, un
laboratorio para el procesamiento de pasta de coca, un lote de grabaciones,
¡además de 9 millones de dólares en efectivo!
El plan comenzó a desarrollarse en la ciudad de Buenos
Aires, en la primavera de 1980. El agente de DEA, Mike Levine, ocultando su
real personalidad de agente federal, fue presentado a Marcelo Ibáñez, que era
el contacto de Roberto Suárez Gómez.
Levine comunicó a Ibáñez que él era miembro de una
organización norteamericana de la mafia que quería ingresar a los negocios de
la cocaína.
Cuando Ibáñez se comunicó con Roberto Suárez, éste recibió
la noticia con agrado, pues ya estaba cansado de tener problemas con los
compradores colombianos.
Levine inquirió sobre el volumen de pasta capaz de
suministrar, obteniendo la respuesta: «mil kilos al mes.
Las relaciones se fueron haciendo más estrechas y Levine invitó
a Suárez y a Ibáñez para que hicieran un viaje a Florida del Sur y así conocer
las instalaciones «de la mafia» y ver su «laboratorio» donde sería procesada la
cocaína. Quería también Levine presentarles a otros miembros «de la familia» y
mostrarles sus reales posibilidades económicas. ¡Allí estaban los 9 millones de
dólares en efectivo, casi ya a su disposición!
Suárez contestó que aceptaba la invitación, pero que, por el
momento, sólo viajaría Ibáñez.
Richard Fiano, «uno de los principales miembros de la
familia», alquiló una cómoda mansión en la avenida East Lake número 1.410,
cerca del hotel Fort Landerdale y se encargó además de proporcionarle un
automóvil nuevo Lincoln Continental.
Fiano y otros agentes recorrieron las tiendas buscando la
música más agradable y las mejores bebidas para el boliviano. Hasta le
asignaron dos guardaespaldas por si podía surgir algún inconveniente.
Los agentes habían construido un supuesto laboratorio para
el proceso de la cocaína en una barraca de Weast Broward. Una muestra de fino
producto, con 97% de pureza, fue colocada a la vista en el caso de que el
boliviano quisiera hacer los ensayos respectivos.
Seguidamente el agente Fiano fue al Banco Federal de Reserva
de Miami con un cheque del Tesoro de Estados Unidos por valor de 9 millones de
dólares, el montón más elevado girado en la historia de la represión de la
droga. El dinero fue empacado en tres maletines y transportado por un convoy
armado hasta el Banco Kandall.
Ibáñez llegó a Miami el 15 de mayo de 1980. El agente Levine
le presentó a Fiano como si fuera «su hijo». Una agente de DEA desempeñó el
papel de mujer de Levine. Otros agentes actuaban como miembros de la «familia».
Ibáñez quedó tan bien impresionado que llamó apresuradamente
a Santa Cruz para darle la buena noticia a Roberto Suárez: «Los 'mafiosos'
aceptaban comprar 500 kilos pagando por cada uno 16.000 dólares.»
Al día siguiente, 16 de mayo, Fiano y tres pilotos,
juntamente con Ibáñez, despegaban de una «pista clandestina» de Florida rumbo a
Bolivia. Su aparato era un Convair 440.
Hicieron las escalas necesarias sin ningún inconveniente.
Cuando el Convair aterrizó en las cercanías del lago Roguaguado (Departamento
de Santa Cruz) allí estaba esperándoles el hijo de Suárez, Roberto Suárez Levy.
A Miami había viajado dos días antes Alfredo «Cutuchi»
Gutiérrez a quien Ibáñez había puesto en contacto con Levine. El sería el
encargado de cobrar los 9 millones de dólares. Levine condujo a Gutiérrez hasta
el Banco Kendall para que comprobase que allí estaba el dinero de la operación.
Gutiérrez, una vez comprobado, llamó por teléfono a Suárez, para informarle que
todo estaba listo y que se podía proceder a cargar la pasta en el avión. Cuando
casi todas las bolsas estaban cargadas en el avión, los agentes disfrazados
simularon que había que despegar urgentemente. En realidad juzgaban que los 500
kilos era una carga excesiva para el Covair. Despegó con dificultad llevando
exactamente 854 libras contenidas en 34 bolsas.
Una vez en el aire, Fiano llamó por radio a Miami y dijo a
su «padre» que ya podía entregar el dinero al boliviano. Para cobrarlo no se
presentó sólo Alfredo Gutiérrez. Lo acompañaba otro «pez gordo» del
narcotráfico, Roberto Gasser Terrazas. Llevaban sendas maletas cuando se
presentaron en la puerta del Banco Kendall. Les recibió «un empleado del Banco»
a quien ya conocían. Su nombre era John Lawier. No sospechaban, sin embargo,
que también él era un agente de DEA. Les condujo a los dos hasta los sótanos
del Banco donde él y Levine los arrestaron y maniataron en un abrir y cerrar de
ojos.
El Convair llegó a Miami con el tren de aterrizaje averiado,
pero traía la mayor carga de pasta básica de cocaína jamás confiscada.
En marzo de 1982 dos agentes de DEA fueron enviados a
Bolivia para colaborar en la campaña antidroga. Más tarde DEA envió un equipo
especial de adiestramiento compuesto por 45 agentes, 30 de los cuales
desertaron porque consideraron que el trabajo en Bolivia era sumamente
riesgoso.
Fiano y otros agentes que tomaron parte en el gran operativo
son muy escépticos. Estados Unidos no tiene convenio de extradicción con
Bolivia, de ahí que los cargos contra Gasser quedaron sin efecto. Pudo obtener
su libertad pagando una fianza de un millón de dólares. Alfredo «Cutuchi»
Gutiérrez logró que el Juez Alcee Hasting le disminuyera su fianza de 3
millones de dólares hasta un millón. El millón de dólares lo pudo hacer
efectivo firmando en el acto dos cheque de medio millón cada uno. El juez le
dio la libertad provisional, pero Gutiérrez se fugó de los Estados Unidos hasta
Bolivia. El es un experto aviador. Fue justamente él quien trajo
clandestinamente a Bánzer desde Paraguay para que encabezara el golpe de 1971
contra Torres.
Después de trece meses, Gutiérrez tuvo que volver de nuevo a
Miami. Pero esta vez no era para hacer negociados. Venía acompañado de dos
oficiales bolivianos que lo entregaron a las autoridades judiciales
norteamericanas. El pagaba en su persona, no sólo sus propios delitos, sino
también la obsecuencia del gobierno militar boliviano ante las exigencias de
Washington. («The Herald Miami», 16-V-1981.)
Aunque alejados todavía del poder económico y político de
Roberto Suárez, el segundo puesto en el «ranking» del narcotráfico les
corresponde, sin duda, a los hermanos Widen y Miguel Razuk, de ascendencia
siriolibanesa, muy amigos del General Bánzer y protegidos del Coronel Faustino
Rico Toro.
Miguel fue arrestado en Miami en el mes de junio de 1980 al
intentar cambiar un cheque por valor de 3 millones de dólares que había sido
girado desde Santa Cruz como pago por entrega de cocaína.
Widen fue Prefecto del Departamento de Santa Cruz bajo la
Presidencia del General Bánzer y es conocido por sus exabruptos
temperamentales, así como por su vinculación directa con grupos paramilitares.
Su fábrica principal de sulfato de cocaína la tiene en la hacienda «La
Persevarancia» (Norte de Santa Cruz). Otra de sus fábricas está en las
cercanías de San Javier y se denomina «Verdún». Razuk ha construido una pista
de aterrizaje en Sorotocó. Esta pista está celosamente custodiada por
paramilitares armados entre los cuales se encuentran algunos alemanes
mercenarios y quince bolivianos «La Perseverancia» produce 30 kilos diarios de
pasta.
Tiene perfectamente montada la red clandestina. Su estrecha
amistad con el Presidente Stroessner le ha abierto las puertas del Paraguay
para exportar la droga desde ese país hasta Europa y el Medio Oriente, donde
tiene muy buenos contactos. Sirviéndose de camiones cisternas que aparentemente
transportan gasolina, ha logrado internar al Paraguay, no sólo pasta básica,
sino también grandes cantidades de hoja de coca.
Conviene también hacer resaltar la importancia del
matrimonio Pachi y Sonia Atalá. Sus relaciones con el Coronel Arce Gómez, con
el General Hugo Echeverría y con el General García Meza han sido siempre muy
estrechas. En su casa se han realizado las más importantes reuniones para
coordinar las acciones ilícitas del narcotráfico.
Sonia fue tomada presa en La Paz en la presidencia de la
señora Lidia Gueiler. Se la encarceló en la prisión de mujeres, en Obrajes.
Pero muy poco duró su encierro. Sus importantes amigos lograron inmediatamente
un certificado médico por medio del cual el juez accedió, sin mayores
problemas, a que fuera trasladada a una clínica desde donde la hicieron fugarse
con la mayor facilidad. Sigue existiendo una orden de captura en contra de
ella, pero, por el momento, no sólo se siente totalmente libre, sino que ha
incentivado aún más sus actividades delictivas.
Sonia y Pachi Atalá no quieren trabajar en la venta de pasta
básica a los colombianos. Prefieren obtener directamente clorhidrato
cristalizado, o sea cocaína pura y exportarla ellos directamente hasta Panamá y
a Estados Unidos.
Los treinta principales narcotraficantes de Bolivia
|
|
1 . Roberto Suárez Gómez
|
Catalogado por DEA como el número 1 de los
narcotraficantes de cocaína.
|
2. Roberto Suárez Levy
|
Hijo y principal colaborador del anterior. Preso en Suiza.
|
3. Alfredo «Cutuchi» Gutiérrez
|
Socio de Suárez. Preso en Estados Unidos.
|
4. Marcelo Ibáñez
|
Enlace de Suárez con los narcotraficantes colombianos.
Preso en Estados Unidos.
|
5. Renato Suárez
|
Sobrino y socio de Suárez.
|
6. Coronel Luis Arce Gómez
|
Primo de Suárez. Propietario de una compañía aérea
compuesta por 12 aviones, dedicados principalmente al narcotráfico.
Propietario de las principales fábricas de cristalización de la cocaína en
San Ramón y en San Borra.
|
7. Coronel Norberto «Buby» Salomón
|
Socio de Arce en la compañía aérea.
|
8. Widen Razuk
|
Fábricas de sulfato de cocaína en sus haciendas «
Perseverancia» (S. C.) y«Verdún» (San Javier). Exporta directamente desde su
pista de «Sorotocó» a los mercados de Europa y Oriente Medio a través de la
conexión paraguaya.
|
9. Miguel Razuk
|
Hermano y socio del anterior. Fue apresado en Miami.
|
10. José «Pepe» Paz Hurtado
|
Gran productor de sulfato de cocaína en la zona de
Montero. Conexión con el Coronel Arce Gómez y con el General Echeverría.
|
11. Alex Pacheco
|
Exporta sulfato de cocaína directamente a Colombia desde
la pista de Madidi (Norte del Dep. de La Paz).
|
12. José Roberto Gasser
|
Hijo de Edwin Gasser, dueño del ingenio azucarero «La
Bélgica». Tanto el padre como el hijo son socios de Roberto Suárez.
|
13. Sonia y Pachi Atalá
|
Productores directos de clorhidrato de cocaína (cocaína
pura). Exportan a Estados Unidos a través de Arce Gómez.
|
14. Roger Aponte
|
Antiguo contable de Suárez. En la actualidad exporta
directamente desde su aeropuerto a la altura del km 13de la carretera Santa
Cruz-Cocha bamba.
|
15. Hugo Chávez López.
|
Posee sus fábricas en la zona de San Ramón.
|
16. Lina Badani de Malki
|
Del grupo de Arce Gómez. Contacto con los grupos
colombianos.
|
17. Alfredo Pinto Landívar
|
Posee el mejor aeropuerto privado además de ser dueño del
hangar 7 en el aeropuerto El Trompillo de la ciudad de Santa Cruz. Protegido
del General Waldo Bernal.
|
18. Pedro Sorocho
|
Yerno y protegido del Coronel Ariel Coca.
|
19. Osman Yáñez
|
Es Mayor de Carabineros. Tiene producción propia y exporta
a Leticia (Colombia) desde el aeropuerto de Bella Unión.
|
20. Oscar Roca
|
Primo y socio del anterior.
|
21. Guillermo Bánzer Ojopi
|
Contacto con los narcotraficantes de Miami. Preso.
|
22. Coronel Juan Fernández Vizcarra
|
Opera en Apolo (Dep. de La Paz). Protegido del Coronel
David Fernández, primo de él.
|
23. Jorge Nallar.
|
Productor de sulfato de cocaína en el Norte de Santa Cruz.
Protegido del General Juan Pereda Asbún.
|
24. Amado Nallar
|
Hermano y socio del anterior.
|
25. Pedro Bleyer
|
Presidente de la Cámara de Industria y Comercio de Santa
Cruz.
|
26. Francisco «Paco» González
|
Socio de Suárez.
|
27. Coronel José Camacho
|
Contacto con los grupos colombianos.
|
28. Oscar Aldunate
|
Vendedor de droga decomisada.
|
29. Lorgia Roca
|
Productora de sulfato de cocaína.
|
30. Erland Echevarria Barrancos
|
Fue socio de Abraham Baptista. Contacto directo con la
mafia de Miami.
|
Nota: 1. A principios de
septiembre de 1982, Roberto Suárez Gómez salió a la luz pública con una carta
abierta al Presidente de los Estados Unidos para denunciar que su hijo Roberto
Suárez Levi, de 22 años, había sido «secuestrado» de la prisión de Lugano
(Suiza) por agentes del gobierno norteamericano y trasladado a una prisión de
Miami (Estados Unidos) «sin haber esperado la finalización de los trámites
internacionales de extradición». Suárez atribuye la persecución de que es
objeto por parte de la DEA norteamericana a «la necesidad de justificar ciertos
hechos que desembocan en hegemonías internacionales» y, tras amenazar con
revelaciones públicas acerca de la corrupción de la DEA, ofrece entregarse a la
justicia norteamericana a cambio de la libertad incondicional de su hijo y...
¡de la cancelación, por parte del gobierno norteamericano, de la deuda externa
de Bolivia!
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