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EL PRESIDENTE ARGENTINO DECIDE DAR POR FINALIZADA LA CAMPAÑA MILITAR DE LA GUERRA DEL CHACO.

 


Por Diego Martínez Estévez.

En el libro de autor paraguayo titulado CARTAS DIPLOMÁTICAS, se lee en diversas páginas, que era decisión del presidente argentino evitar a toda costa que Bolivia tuviese acceso directo a las aguas del Río Paraguay; su finalidad pretendida era el de evitar que Bolivia fuese parte integrante de los países tributarios de la Cuenca del Plata y esto, también implicaba apoderarse no sólo del Departamento de Tarija, sino, del territorio chuquisaqueño aledaño a dicha cuenca. Fue esta tozudez personal por la que la paz no se acordaba en años pasados, pese a la presencia de delegados internacionales y hasta la mediación directa del Mandatario brasileño.

Su tozudez, finalmente fue vencida por la firme respuesta brindada mediante teléfono por el Canciller Tomas Elio, en la Sala de Conferencias de Buenos Aires, donde los diplomáticos paraguayos pretendían hacer imponer su criterio de firmar la paz definitiva (y no un simple alto al fuego) trazando el límite internacional, a la altura de las posiciones alcanzadas por los adversarios militares. Aclarar que en las filas paraguayas, revistaban indeterminado número de mercenarios argentinos distribuidos en las distintas unidades paraguayas, incluidos cuadros profesionales del servicio activo del ejército argentino.

Envalentonados los diplomáticos paraguayos, se valían para hacer prevalecer este criterio, en el resultado del último combate aislado de esta campaña, sucedido en Pozo del Tigre, localizado en la región noroeste de la zona de combate. En un artículo pasado, hicimos conocer los contenidos de dos radiogramas mentirosos que el general Estigarribia despachó a su gobierno sobre este combate, que la prensa argentina lo amplificó al mundo, aseverando que “la 6ta. División boliviana fue totalmente destrozada”. Esta noticia era completamente falsa; pues, como en anteriores anuncios sobre los resultados de las batallas y combates, Estigarribia, en este caso, volvió a inflar sus resultados, incrementándole un cero a las cifras reales y por supuesto, manteniendo en secreto, las bajas sufridas por su ejército.

Decíamos más arriba que el Canciller Tomas Elio se negó a suscribir la paz definitiva bajo ciertas condiciones que los diplomáticos pretendían hacer prevalecer.

Ante esta negativa, el Canciller Argentino, el mismo que en los años anteriores amenazaba a nuestro país con romper relaciones diplomáticas “haciendo más cruel la guerra”, en caso que los aviones bolivianos continuaran bombardeando instalaciones y barcos civiles argentinos al servicio del ejército paraguayo, creyó que si Tomas Elio hablara directamente con el presidente argentino, sería persuadido de firmar el Tratado de Paz en las condiciones impuestas por su adversario ( que implicaba – entre otras consecuencias – impedir que el territorio de Bolivia colindara con el Río Paraguay).

El efecto deseado por el Canciller argentino surtió efecto; pero, al revés. Tomas Elio le convenció al presidente Pedro Justo que no firmará ningún tratado de paz, sino, un simple alto al fuego, con la condición de incluir en uno de sus artículos, que el tratado definitivo de paz se lo suscribiera basándose en la DOCTRINA DEL 2 DE AGOSTO, que la misma Argentina, en acuerdo con Perú y Chile y convenciendo a otros 16 países americanos, firmaron precisamente el 2 de agosto de 1932, obligando con esto al Presidente Daniel Salamanca a detener la exitosa ofensiva que el mini Ejército de Bolivia venía emprendiendo desde cuatro días atrás, esto es, cuando se apoderó de los fortines Corrales, Toledo y Boquerón y se aprestaba a proseguir su ofensiva hasta alcanzar al Río Paraguay. Esta doctrina prescribía: “La conquista de territorios por la vía de las armas no será reconocida por la comunidad de naciones”. Además, ese 2 de agosto, Chile, Argentina y Perú le amenazaron militarmente a Bolivia, en caso que no diera cumplimiento a dicha resolución consensuada por los 19 países suscriptores.

Tomas Elio, en aquella conversación telefónica sostenida con el presidente argentino la noche del 11 de junio de 1935, le hizo recuerdo sobre esa Doctrina promovida precisamente por su gobierno. Nuestro Canciller, también le aclaró que el gobierno boliviano no cayó en la trampa urdida por Estigarribia con el que pretendía presionarlo psicológicamente para de este modo, inducirlo a suscribir un tratado de paz totalmente leonino para los intereses de Bolivia.

Sobre esto y por su gran importancia, vuelvo a transcribir parte de un artículo pasado (extraído del libro titulado LA PAZ DE L CHACO, UNA DECISIÓN POLÍTICA), referido la conversación telefónica sostenida entre Tomas Elio y el presidente argentino:

Dicha conversación fue en estos términos:

“Cerca de la media noche de este día, el Canciller argentino le dijo a Elio que el Presidente Justo deseaba hablar con él”.

“El general Pedro Justo le preguntó: ¿en qué dificultades está Ud. señor ministro?”

Respuesta de Tomas Elio:

“Por mi parte en ningún señor presidente. Esta noche acudí al salón de los Mediadores para anunciarles estar autorizado por mi gobierno para firmar el Convenio que Ud. conoce y me informaron que el Canciller del Paraguay ha pedido se reabran negociaciones para exponer nuevos puntos de vista como resultado de lo que él llama “la victoria de Ingavi”, que así se denominada un fortín boliviano que según informaciones de prensa ha sido capturado por el ejército paraguayo; por mi parte me he negado a esta reapertura lo que confirmo a Vuestra Excelencia de tal modo que si el Tratado no se firma hoy o mañana a más tardar, pediré a Vuestra Excelencia su venia para retirarme a mi país, dando por terminadas las negociaciones. Vuestra Excelencia, como militar profesional se da cuenta de que en la toma de un fortín es apenas un accidente de la guerra que dura hace tres años y en un territorio tan extenso como el que le sirve de escenario” …

Respuesta de Pedro Justo: “Veo que la razón está de su parte y me reforzaré que la negociación ya concluida, no fracase”.

Pasado este diálogo, Pedro Justo se comunicó con su colega y aliado paraguayo y éste fue persuadido de instruir a sus delegados la firma de la paz esa misma noche. Enseguida, los diplomáticos paraguayos – el Canciller Riart y Rivarola – recibieron las instrucciones del presidente Ayala. Al otro día - 12 de junio - el gobierno argentino decretó feriado nacional y se firmó el Protocolo de Cesación de Hostilidades.

No podía ser para menos festejar alborozados el alto a la matanza, incluso de ciudadanos argentinos convertidos en mercenarios.

Los términos convincentes del Canciller Tomas Elio, vertidos la noche del 11 de junio de 1932, surtieron el efecto deseado. El camino obstaculizado por la Argentina estaba llano. Se firmaría el protocolo de cesación de las hostilidades.

“Los cancilleres de ambos países firmaron el proyecto de protocolo con las siguientes estipulaciones:".

1.- Cesación de las hostilidades sobre la base de las posiciones alcanzadas por uno y otro ejército.

2.- Desmovilización en un plazo de 90 días.

3.- Una comisión militar neutral controlaría la ejecución de ambos puntos.

4.- La cuestión de fondo se discutiría en una conferencia que sería convocada por el presidente argentino y que duraría hasta que se llegase a un acuerdo directo o se suscribiese un compromiso de arbitraje para ser dilucidado por la Corte Permanente de Justicia Internacional de La Haya.

“La cuestión de fondo”, que refiere el artículo 4to, invoca la obligatoriedad de ambas partes, a establecer con documentos coloniales, su propiedad territorial del Chaco Boreal”. Esta “cuestión de fondo”, traduce en esos términos, la aplicación de “La Doctrina del 2 de agosto”.

Aquella respuesta firme del boliviano Tomas Elio, tres años más tarde devino en el retroceso del invasor de sus posiciones alcanzadas; en algunos tramos retrocedió hasta 170 kilómetros; no pudiendo con esto el Paraguay, logrado materializar ninguno de sus objetivos políticos, como lo constataremos en párrafos más abajo.

Así se resolvió detener la sangría que mayormente fluía del ejército paraguayo: POR TELÉFONO.

Y por decisión de un militar argentino convertido en presidente de su país que se aferraba a su propósito geopolítico de evitar que Bolivia tuviese acceso soberano al río Paraguay para navegar hasta alta mar. En otras palabras, el presidente que había empeñado los recursos de su Estado a lo largo de esta guerra, esperaba mantener a Bolivia enclaustrada.

No sin razón, afirmamos y sin lugar a dudas, que Bolivia en esta guerra alcanzó su objetivo político: “Contar con una salida totalmente soberana al Océano Atlántico, a través del Río Paraguay”.

En cuanto al Paraguay, su objetivo político inicial de marcar su límite internacional “ni más acá ni más allá del Parapeti, no lo alcanzo. Tampoco logró materializar su objetivo reformulado el año 1933: “Reconquistar su territorio situado en todo el Departamento de Santa Cruz”. Esta supuesta “reconquista” (graficada en un mapa que publicó el año 19339), suponía apoderase implícitamente, de los yacimientos petrolíferos. No pudo lograrlo y en ese afán sufrió alrededor de 90 mil bajas de diversa naturaleza - sin contar las bajas argentinas - en las 14 batallas libradas y combates aislados.

Sobre la tozudez del Presidente argentino de alcanzar en esta guerra su propio objetivo político, el mismo libro titulado CARTAS DIPLOMÁTICAS, incorpora un dato, donde refiere que el Presidente Ayala se vio obligado a desmentir a uno de sus diplomáticos acreditados en Buenos Aires, quien culpó al Presidente argentino de impedir suscribir un acuerdo de paz con Bolivia. El gobierno argentino, al informarse sobre esta supuesta calumnia, respondió con una severa conminación.

Con relación a lo expresado en el párrafo anterior:

Pocos meses después de haberse suscrito el Protocolo de Cesación de Hostilidades (el 12 de junio de 1935), el patricio boliviano Dionicio Foianini enviado esta vez por el Presidente Tejada Sorzano, viajó a Asunción para entrevistarse con el Presidente Ayala, a objeto de arribar a acuerdos comerciales y de desarrollo conjunto entre ambos países. En esta oportunidad, Ayala y dirigiéndose a Héctor Ormachea Zalles (Rector de la UMSA y en esta condición, actor principal del derrocamiento y asesinato del mayor Gualberto Villarroel, acaecido el año 1946), le dijo:

“Es una lástima que la misión que el Presidente Salamanca encomendó al señor Foianini durante la guerra, no hubiera tenido el éxito que todos deseábamos. Si hubiese prosperado, tanto el Paraguay como Bolivia, hubieran ahorrado muchas lágrimas, muchas vidas y muchos sufrimientos. En esa oportunidad, todos hicimos lo que mejor podíamos, lamentablemente la misión no llegó a feliz término”.

La reunión sostenida con los enviados de Tejada Sorzano, Ayala lo epilogó con esta sentencia:

“ESTA GUERRA SE LA TENEMOS QUE HACER PAGAR A QUIENES, PUDIENDO, NO LA EVITARON”.

Se refería a la dupla: Justo – Saavedra; es decir, al Presidente Pedro Justo y a su Canciller Carlos Saavedra Lamas.

Lo que Ayala y sus visitantes no podían avizorar, es que la paz, todavía estaba muy lejos de concretarse, precisamente por esa tozudez de Pedro Justo que nunca cambió hasta el final de su mandato en febrero de 1938. Tuvo que ser su relevo, el nuevo presidente, quien les diera amplia libertad de acción para que los países árbitros en este conflicto, encontraran una solución definitiva, pero siempre, bajo los términos impuestos por Bolivia.

 

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