Patiño y el presidente Tejada |
Por: José Antonio Loayza Portocarrero / Publicado en
noviembre de 2018.
El Banco Mercantil, inició sus operaciones el 1 de diciembre de 1906, después
de haber solicitado al Congreso un año antes la autorización para su
establecimiento. Se fundó con un capital autorizado de £ 1.000.000, o Bs.
12.500.000, superior al Presupuesto Nacional de 1905, de Bs. 7.928.733, fue
recapitalizado un año después a £ 2.000.000, pero el capital pagado con el que
inició sus operaciones fue de £ 600.000. La primera inversión o fundacional
provino de La Salvadora, aunque sus apologistas se esfuercen en exponer que el
capital fue embarcado en soberanos oro desde Londres a Bolivia, las memorias y
Balances demuestran lo contrario, y lo confiesa el mismo Patiño en la carta
enviada a su gerente Alberto Nanetti en Uncía, el 5 de junio de 1906, decía:
“Habiendo obtenido concesión del ilustre Congreso Nacional, para fundar en esta
ciudad, un banco de emisión que se denominará "Banco Mercantil", cuyo
primordial objetivo, será el de proteger y sostener a la industria minera. Y
habiendo fijado para su instalación del día 1º de julio; es de indiscutible
necesidad, que los productos de La Salvadora, deben aumentarse”
Aun no se entiende cómo Patiño manipuló el capital o quienes lo colaboraron,
porque todo esto tiene sencillamente un aspecto de arrancamiento fraudulento.
Lo extraño es que si Patiño utilizó su propio dinero para abrir el banco, tuvo que
tener una utilidad anual de £ 200.000, y en los primeros cinco años haber
ahorrado £ 1.000.000. Pero según los datos de producción e ingresos por venta
de mineral, recibió de 1900 a 1905, £ 774.110, menos el capital pagado de £
600.000, le quedaba un saldo de £ 174.110, que seguramente invirtió en fuerza
motriz, transporte, construcción de un ingenio, el andarivel, y la compra de
motores Diésel fabricado por pedido propio. Sin contar sus numerosas
inversiones en industrias, tierras y comercio, cuyo monto no pudo determinarse
en su valor.
Lo cierto es que Patiño financió la fundación del Banco con la explotación de
La Salvadora, y con el 150% del derecho de emisión de billetes al portador. Eso
fue suficiente para ocupar una posición hegemónica en la banca y dar un salto a
la economía para acomodarse en el medio político e introducirse en el Estado.
Pero aquella brevedad no era suficiente, requería un fin más ruin: el poder,
pero no el ocasional ni el inmediato ni el factual, ni una revocación de las
lealtades para ensimismarse, sino un poder que legitime su posición en el mando
nacional, en la significación empresarial, en la explotación competente, pues
precozmente aprendió que el verdadero secreto del éxito en la explotación
minera, no consistía en extraer el estaño con el sudor de su frente ni con el
esfuerzo de sus propias manos, sino en venderlo a las industrias con el sudor y
el esfuerzo de aquellos a los que explotaba. Esa era la ecuación del concepto
de la formación económico-social para salir del silencio y pasar de la
mundanidad a la mundialidad.
En el tiempo se desnudó la verdad, en la segunda inversión o recapitalización,
el Banco Mercantil incrementó su capital a £ 2.000.000 cuyos recursos llegaron
desde Londres en soberanos oro a sus bóvedas, gracias a la intermediación del
conglomerado financiero chileno como el Anglo-South American Bank, que se
inició con el nombre de Banco Tarapacá y Argentina Ltda., de propiedad del
inglés, John Tomás North, el tristemente célebre “Rey del salitre” que obtuvo
sus ganancias en la Guerra del Pacífico al hacerse de la mayoría de las
salitreras bolivianas. Los herederos de este banco, abrieron una agencia en
Oruro el 20 de junio de 1906, seis meses después del Mercantil, a través del
grupo Patiño, que además era accionista de los bancos ingleses Anglo South
American Bank y Glynn Mills Co., que financió la conclusión del ferrocarril
Potosí-Sucre. Esto nos hace suponer, que Patiño con el apoyo de otras
financieras chilenas e inglesas, obtuvo capitales para ejercer la dominación
financiera del país, como hizo posteriormente con la Duncan Fox, en la compra
secreta de la Compañía Estañífera Llallagua.
No es extraño entonces que junto al Banco Mercantil, se hayan mimetizado otros
grupos financieros para controlar el comercio, industria, minería, petróleo,
comunicaciones, bancos, transporte y otros, como las poderosas entidades
norteamericanas: First National City Bank de New York; Morgan Guaranty Trust;
Chase Manhattan Bank; Mellon de Boston; Financiero Provincial de Boston;
Financiero Provincial de California; Sullivan and Cronwell; Lehman-Goldman
Sachs; Dillon Read; Harriman “Newmont Mining”; Engelhard Minerals and Chemical
Corp., y otras. Estas empresas llevaron al país a una condición de
endeudamiento severo a partir de 1906, con el contrato del empréstito Speyer y
Cia.
La invasión filibustera del capitalismo financiero, y la penetración
imperialista contó con el consentimiento de los gobiernos liberales y
republicanos para el endeudamiento, que resultó superior al límite de sus
facultades para dar paso a los empréstitos concedidos entre 1906 y 1927, en
condiciones fraudulentas: En 1906, La Speyer and Co., $us. 10.000.000. En 1908,
Morgan Guaranty Trust, £ 500.000. En 1910, Paris, £ 1.500.000. En 1911, Credit
Movilier, £ 1.000.000. En 1917, Chandler and Cia. $us. 2.400.000. En 1921, Ulen
Contracting Corp. $us. 10.000.000. En 1921, Stifel-Nicolaus Investment Co. $us.
1.000.000. En 1922, Equitable Trust Co. $us. 33.000.000. En 1925, Anglo South
American Bank, £ 600.000. En 1927, Dillon Read and Co., $us. 14.000.000 y $us.
22.690.000. Paradójicamente estos créditos obtenidos además de poner a Bolivia
en una posición sumisa frente a su acreedor, y al gobierno en una posición
sumisa frente a Patiño, poco o nada sirvió para disminuir la deuda, por el
irrisorio impuesto minero del 3%.
Patiño venció su destino increíble, instintivo y furibundo, gracias a la
sincronía de su oportuna astucia y a los contactos estratégicos con los que
planeó su porvenir. Con el banco, que tenía un futuro de envidia, colocó
capitales en empréstitos importantes y proveyó créditos a miles de aventureros
que llegaron a poblar las desmanteladas tierras de Uncía y Llallagua, movidos
por el prurito de la fortuna y la urgencia de encontrar la riqueza inconmensurable
sobre la línea azul de la montaña. Donde llegaron eslavos del imperio
Austro-Húngaro, árabes del Cercano Oriente, para abrir tiendas con telas y
bisuterías, y almacenes donde uno hallaba desde un clavo hasta pianos, hoteles
donde por dos pagaba uno y por tres pagaban dos y medio con el propósito de
gozar de lo divino en el paraíso de la oportunidad encarnada en la fuerza del
Banco Mercantil, pues ni el Banco de Argandoña, que posteriormente se fusionó
al Nacional, ni el Bolivia y Londres, ni el Industrial, ni el Agrícola, todas
sumadas, no llegaban a la mitad del capital bancario de Patiño. Esto explica
por qué injertó suficiente capital en esa entidad bancaria, sin duda fue para
que el dominio sea notable en los medios de circulación y afecte el dominio
económico del sistema, es decir, formó un ambiente capitalista en forma, no con
lemas señoriales o valores burgueses, sino con capital productivo, sonante y
contante, venga de quien venga.
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