Foto: La enfermera Ignacia Zeballos / Por: José E. Pradel B.
/ Publicado en el periodico El Diario el 2 de Diciembre de 2014.
Según el escritor Karl von Vereiter: “desde el principio de
la Historia, la agresión (es decir la guerra, J. P) ha sido ley general en las
relaciones de la especie humana” 2. En ese sentido, la historia de la humanidad
evolucionó junto a las armas desde la piedra al metal y por ende también estuvo
acompañada por millones de heridos, muertos y mutilados. Pero la asistencia
humanitaria desinteresada sin discriminación a las “víctimas, al hombre que,
herido, prisionero naufrago, sin defensa alguna, ya no es un enemigo sino un
ser que sufre” 3, también fue parte de esa historia.
Con el transcurso de los años, la humanidad se esforzó
porque en el Derecho de Gentes se otorgue a la persona humana una mejor defensa
contra las calamidades de la guerra. Para lograr tal objetivo fue desarrollado
por iniciativa del Comité Internacional de la Cruz Roja, cuando acababa de ser
fundado, la “Convención para mejorar la suerte de los militares heridos en
campaña, suscrito el 22 de agosto de 1864, en Ginebra, el cual Bolivia sancionó
su adhesión el 16 de octubre de 1879” 4, mientras se desarrollaba la denominada
Guerra del Pacífico. Pero la asistencia humanitaria estuvo presente
inicialmente, en la historia de Bolivia, con las ‘rabonas’ que durante las
campañas militares de la Confederación Peruano - Boliviana acompañaron a las
tropas bolivianas “compartiendo con los soldados penosas marchas y peligros, sin
promiscuidades y más bien con un instinto casi maternal que, por supuesto, no
excluía la pareja. Eran las encargadas de preparar los ‘ranchos’ (comida de las
tropas), lavar sus ropas y atenderlos si caían enfermos o heridos” 5.
Las circunstancias en que fue creado el ‘Cuerpo de
Ambulancias y Depósito de inválidos del Ejército’, son penosas tanto en lo
político como en lo humanitario. En lo político, el 27 de diciembre de 1879 “el
Ejército boliviano residente en Tacna, de-pone al general Daza y nombra al coronel
Eliodoro Camacho, Comandante en Jefe del Ejército” 6. Al día siguiente, en “La
Paz, se reúne en comicio el pueblo y destituye á Daza de la Presidencia de la
República, y sustituye con una Junta de Gobierno” 7. En lo humanitario, los
heridos bolivianos que combatieron en Pisagua, Germania, San Francisco y
Tarapacá, son abandonados en el campo de operaciones y los sobrevivientes
devueltos por el ene-migo son tratados sin ningún tratamiento específico. Esto
dio como resultado que fuera formulado el “Reglamento orgánico para el servicio
sanitario general del Ejército de operaciones en el Perú”, que fue aprobado y
promulgado el 21 de febrero de 1880, por el nuevo Comandante en Jefe del
Ejército Gral. Eliodoro Camacho.
Posteriormente, se designó el personal del Comité directivo
que se encontraba liderado por el célebre Dr. Zenón Dalence, nombrado como
Director General de Ambulancias y Presidente del Comité. Sobre este hecho
histórico José Vicente Ochoa refleja, en su obra ‘Diario de las Campañas del Ejército
boliviano en la Guerra del Pacífico’: “por Orden General de hoy día (22 de
febrero, J. P.), se ha organizado convenientemente el servicio sanitario del
Ejército, formándose una Junta de sanidad é inspección bajo la Presidencia del
doctor Zenón Dalence, cirujano Mayor del Ejército” 8.
Lamentablemente, todo esto ocurrió mientras las tropas
bolivianas se encon-traban combatiendo y no se contaba con fondos económicos
para adquirir material hospitalario. Sin embargo, ayudados por el Comandante en
Jefe y algunos ciudadanos, el Comité logró hacer seguro la distribución de
ambulancias militares identifi-cadas con una ‘Cruz Roja’.
En ese sentido, como primera tarea del Comité, fue el
alistamiento del personal de sanitarios, el cual es reclutado entre los artesanos
bolivianos residentes en Tacna. También adquirieron material quirúrgico y
medicamentos enviados por el E. E. y Ministro Plenipotenciario en Lima, Zoilo
Flores y por último establecieron el hospital de la denominada legión boliviana.
Para el 27 de marzo de 1880, mediante Orden General es establecido el cuadro
del personal. De este modo, la sanidad boliviana ya uniformada y equipada, el
1° de abril se dispuso su organización en tres Compañías, destinada la primera
al servicio de la población nombrada ‘ambulancia sedentaria’; el segundo y
tercero, consigna-dos al servicio a los heridos en el campo de batalla.
Consecutivamente, para difundir sus actividades es publicada
una hoja de prensa bautizada como ‘Cruz Roja’, que se alcanzó imprimir dos números.
Seguidamente, el Tte. Cnl. Segundo Váscones, se encargó de la instrucción
militar y sanitaria de los maestros mayores.
Por otro lado, el 16 de abril, el Comité estrenó su
estandarte de guerra, donado por las damas de la ciudad de La Paz.
Prosiguiendo la marcha, el 5 de mayo, el Ejército Unido fue
movilizado afueras de la ciudad, conjuntamente con al ‘Cuerpo de Ambulancias’.
Pero mediante las disposiciones emitidas entre los días 10 y 14 de mayo, es
movilizada la primera compañía Volante, al campo de Tonchaca y luego trasladada
a la meseta del ‘Campo de la Alianza’ y la segunda compañía quedó encargada de
asistir a la población. En este lugar la Cruz Roja Boliviana, es establecida a
la derecha detrás del Estado Mayor General. En consecuencia, el 10 de marzo
fueron distribuidos los cirujanos a las diferentes divisiones.
Más adelante, próximo a la batalla, Zenón Dalence, describe:
“era menester precisar el servicio que debíamos prestar á nuestros valientes
defensores. Se ordenó con este motivo, la incorporación de la compañía volante
que teníamos de comi-sión en Tacna. Se reiteró á los cirujanos que aun
permanecían en sus campamen-tos, la necesidad que había de que se agruparan á
nuestras ambulancias. Se verificó la revista del material y de las prendas del
personal de sanitarios, y se distribuyeron las patentes de identidad,
encareciendo la religiosidad con que debían desempeñarse los deberes que la
institución impone” 9.
También, relató sobre la organización “era una mañana
nebulosa y sombría. Las tiendas de la ambulancia armadas en dos hileras,
ostentando unas el pabellón na-cional y otras la bandera de neutralidad,
formaban los costados de aquel improvisado templo, cubierto por el firmamento.
Al centro de uno de los lados menores del cuadrilongo diseñado por las carpas,
se alzaba un altar portátil, arreglado sobre las piezas del material, que bien
pronto debían contener los objetos de curación para nuestros heridos. Detrás
del altar, cerraban el espacio los dos estandartes, símbolo de nuestra
Institución” 10.
Momentos previos a la batalla fueron alistadas las carpas ligeras,
camillas, dos mochilas de botiquines, algunos barriles de agua y dos puestos
avanzados sobre las dos alas de nuestro Ejército. Además se conformó un ‘Plan
de Servicios de asistencia’.
Sin embargo, la hora del combate llegó y en las primeras
horas del 26 de mayo, la sanidad boliviana recibió a su primer herido, un
soldado del batallón “Padilla”. Posteriormente, fueron divididos el perso-nal
en cinco secciones, de las cuales las primeras dos son enviadas a la línea de
combate, las otras dos se mantenían en reserva y la última es destinada al
servicio de la ambulancia central.
No obstante, aun comienzo de la ofensiva muchos oficiales
sanitarios llenos de entusiasmo y patriotismo tomaron las armas y entraron en
combate. Consecutivamente, el campamento es trasladado a retaguardia, luego se
envió camillas a ala izquierda del Ejército, a asistir heridos del “Grau”. Es
importante mencionar que la lluvia de proyectiles tanto de rifles como de
cañón, no fueron limitantes para que el personal de la Cruz Roja Boliviana realizara
su trabajo.
Otro aspecto significativo, en lo heroico, Dalence describe
que: “un morenito de menos de doce años, tambor de órdenes del Batallón
‘Alianza’ se había aproximado á nuestro campamento, y burlado por alguno de los
sanitarios, á causa de haber dejado su puesto en el combate, replicó cuasi
lloroso de despecho: ‘que no se le había dado arma alguna’, é instantáneamente
le vimos forcejeando con un paisa-no, para quitarle el rifle que este decía
hallarse descompuesto; y una vez que consiguió arrebatarle y obtener con
amenaza sus municiones, le vimos dirijirse al lugar en que evidentemente seguía
combatiendo su cuerpo” 11. En esta operación militar tuvo una destacada
participación la enfermera Ignacia Zeballos.
Una vez concluida la batalla, las tropas vencedoras
chilenas, requisaron las ambulancias bolivianas y recurriendo al pillaje
sustrajeron un cajón de coñac y algunos barriles de agua, que eran destinados
para asistir a los heridos bolivianos. Concesivamente la ‘Cruz Roja Boliviana’
es visitada por el personal del ejército enemigo, a quienes se les solicitó
tener guar-dias, ya que las tiendas del personal de la ‘Cruz Roja Peruana’,
fueron destruidas completamente y en las que estaban siendo asistidos dos
soldados bolivianos del ‘Regimiento Murillo’.
Luego una sección de ambulancias bolivianas salió a las 6 de
la tarde provistos de faroles y camillas a rescatar a los soldados heridos,
hasta pasada la media noche. Como resultado son rescatados dos soldados
peruanos. Al día siguiente, sepultaron a tres heridos fallecidos.
En aquellos momentos, el personal de asistencia humanitaria
boliviana “ofrecía un poco de té y caldo de Leibig” 12 a las dos primeras
partes del total de los heridos asistidos.
Preocupado por la situación el Dr. Dalence, se dirigió al
Comandante chileno solicitando trasladar a los lesionados hacia Tacna y
sepultar a los combatientes bolivianos. De esta manera, el Coman-dante aceptó
que fueran ejecutadas las peticiones.
Lamentablemente, la sanidad bolivia-na es testigo de un
hecho inhumano como fue el ‘repase’, que consistía en ultimar a los heridos
peruanos y bolivianos con bayoneta. Sobre ello detalló el Dr. Dalence: “a su
regreso tuvimos igual amargura que la que habíamos esperimentado al volver al
campamento al medio día. No existían mas heridos nuestros en el campo. Esto nos
esplicó la espresión que al partir en la mañana, habíamos escuchado en boca de
algunos del ejército enemigo: ‘es tarea vana’, decían unos: ‘los niños se han
sacado chiche por cheche’, decían otros. ¡Horrible alusión al repaso de la
visera!: ¡á algún otro acto de carnicería, quizá, que se atribuía al ejército
aliado!” 13.
Puede apreciarse que para el día 28 de mayo, la cantidad de
heridos asistidos por la sanidad boliviana alcanzaba á 143, distribuidos de la
siguiente manera: “20 bolivianos, 23 peruanos y 100 chilenos” 14. Sobre la alta
cantidad de chilenos asistidos, es necesario mencionar que fue determinado
mediante el uso de la fuerza, ya que los sanitarios bolivianos fueron amenazados
a punta de cañón. Al día siguiente el servicio general de ambulancias de
Bolivia, se retiró del lugar y descendió á sus ambulancias sedentarias,
localizadas cerca de la ciudad de Tacna. Por otro lado, en consecuencia del
trabajo realizado, son muertos durante el combate dos sanitarios.
Sobre el trabajo realizado por las am-bulancias conocidas
como sedentarias, es importante señalar que atendieron a lo largo del combate a
152 heridos. También asistieron ancianos, mujeres y niños, que expulsados de
sus viviendas por el incendio generado por las tropas chilenas, no encontraron
otro refugio más seguro. Pero fue tan grande la cantidad de asilados y
asistidos, que causó que la sanidad boliviana cubriera todo un barrio con
banderas de neu-tralidad, en total fueron socorridos 557 personas, distribuidos
de la siguiente manera: 492 bolivianos, 40 peruanos y 25 chilenos. Con el
transcurso del tiem-po, después del combate alcanzaron más de 800 auxiliados.
Desde entonces, la Sanidad boliviana, tuvo que proporcionar á cual-quier costó,
los artículos médicos, alimentos y también mejoró las condiciones higiénicas
del lugar.
Sin embargo, una de las gestiones más trascendentales
realizadas por el Dr. Dalence, fue la repatriación de heridos y asistentes de
sanidad que las autoridades chilenas las consideraban como prisioneros de
guerra y que varios de ellos fue-ron enviados a Santiago, en esa calidad.
En todo caso, el 1° de septiembre de 1880, la sanidad y los
heridos son trasfe-ridos en 22 vagones de ferrocarril desde Tacna a Arica.
Posteriormente, la comitiva se dirigió a Mollendo, en dicho puerto es
embarcado, el 9 de septiembre hacia Arequipa. Aproximadamente 300 personas entre
heridos, personal de las ambulancias y familias migrantes.
Consecutivamente, llegaron vía férrea a Puno, en el cual se
embarcaron en el vaporcito ‘Yavari’ y en la goleta ‘Aurora de Titicaca’, para
poder ser trasladados a Puerto Pérez, el cual llegaron el 16 de septiembre. En
la ciudad La Paz, fueron recibidos con honores y alojados en el edificio de la
Tercera Orden y en la Casa de la Moneda.
A modo de conclusión, en palabras del célebre Dr. Zenón
Dalence, podemos decir que: “el cuerpo de Sanitarios, sujeto á organización y
disciplina militar, ha prestado tan variados, oportunos é importantes que sin
exajerar nuestra apreciación, podríamos asegurar que á ellos se debe
principalmente lo mas penoso, lo mas abnegado y lo mas prolijo de los servicios
que se han prestado á nuestros heridos” 15.
1 Agradezco a Rolando Diez de Medina, por el apoyo
bibliográfico que me brindó al realizar este artículo.
2 VEREITER, Karl von: Traficantes de Armas, Producciones
Editoriales, Barcelona, 1975, p. 5.
3 COMITÉ INTERNACIONAL DE LA CRUZ ROJA: Los Convenios de
Ginebra del 12 de agosto de 1949, CICR Publicaciones, Ginebra, 1986, p. 8.
4 JORDÁN SANDOVAL, Santiago: Registro de Tratados y
Congresos Internacionales de la República de Bolivia. Convenios Multilaterales
y Bilaterales, Editorial Universo, La Paz, 1944, p. 2.
5 CRESPO RODAS, Alfonso: Lydia: Una mujer en la historia,
Plural Editores, La Paz, 1999, p. 24.
6 UGARTE, Ricardo: Efemérides de la Guerra del Pacífico,
Tipografía de “La Tribuna”, La Paz, 1882, p. 7.
7 UGARTE, Ricardo: op. cit., p. 7.
No hay comentarios:
Publicar un comentario