Por: Airton Laureano Chambi Ocaña / Estudiante de
la Carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés. Publicado
en: www.revistasbolivianas.org.bo en
Junio de 2015.
Me pregunto, ¿si alguien nos recordará? Desde la guerra han
paso varios años; 30,50, 80 o 100 años, han de pasar y pienso si los jóvenes de
nuestro país, acaso recordarán que bolivianos, de todos lados, de todas las
edades, clases sociales y de distintas culturas, lucharon codo a codo
defendiendo un pedazo de tierra llamado Chaco Boreal, ¿recordarán a los que
murieron?, ¿recordarán a los que fueron prisioneros? ¿Nos recordarán a
nosotros, los que aún vivimos? Nosotros lo haremos, pues el grito del herido,
el clamor del moribundo y la furia del soldado son ecos que siempre se
mantendrán en la memoria y en las pupilas de cada ex combatiente, pero cuando
el último de nosotros haya caído, cuando el último se haya unido a sus hermanos
en el eterno azul; ¿alguien nos recordará? ¿Alguien honrará nuestro sacrificio?
¿A alguien le interesará lo que sufrimos? ¿A alguien le importará?
Esas palabras me las dijo el ex combatiente de la Guerra del
Chaco y Benemérito de la patria, don Víctor Velásquez Oblitas; un día de
invierno de 2010. Ahora, rememorando aquellas palabras recapacito y pienso que
si hay quienes recordarán, hay personas a las que les importa y habrán a
quienes les interesará ese noble sacrificio que don Marcelino y todos aquellos
de su generación que concurrieron a la Guerra del Chaco. Esta es la historia
que ahora debemos rescatar. Pasaron 80 años desde aquella epopeya y aún hoy
hablar de la Guerra del Chaco es hablar de coraje, de honor, de estoicismo y de
valor patrio. Ocho décadas de alegrías y tristezas, de conflictos y abrazos son
los que nos separan de aquellos, ahora ya lejanos días donde, en un pedazo de
tierra llamado Chaco Bóreal bolivianos y paraguayos combatieron en una guerra
cruel así como heroica y llena de valor.
Allí donde estaba un boliviano, estaba un héroe. Desde ese
infausto 15 de junio de 1932, hasta ese añorado 14 de junio de 1935, se dieron
cientos de escaramuzas, combates y batallas; donde hubo muestras de valor
estoico en cada rincón, en cada fortín y en cada trinchera. Varios son los
héroes patrios, reconocidos y recordados; más aparte de Busch, de Marzana, de
Peñaranda, de Bilbao Rioja, de Rodríguez y varios otros, existieron cientos de
héroes, que el tiempo y el desinterés generalizado en nuestro medio los entregó
al olvido e indiferencia; pero sucede que de la voz de sus camaradas, de los
escritos de quienes les conocieron, renacen aquellos nombres, desde la lejanía
del tiempo, llegan las voces de aquellos que perecieron o sobrevivieron a la
hecatombe guerrera; con un solo pedido, un solo deseo para con sus sucesores
connacionales: "¡recuérdennos!"
Boquerón fue una muestra del valor boliviano, donde entre el
9 y el 29 de septiembre de 1932 nacieron los primeros de esa casta de héroes
bolivianos. Allí resalta la figura del capitán cochabambino Víctor
"Charata" Ustarez; astuto, valiente y temerario guerrero, quien regó
con su sangre la tierra de aquel fortín; en el intento y deseo de apoyar a sus
hermanos asediados. Con él estaba un quinceañero, Vicente Camargo, que logró
salir de Boquerón. Entre los defensores se hallaba el sargento orureño Antonio
Arzabe, denodado enfermero; junto a él estaba el subteniente paceño Alberto
Taborga quien dijo: "En Boquerón me sentí más boliviano que nunca",
ya que reconoce en cada uno de sus soldados a la patria amada. Es allí, en
medio de aquella dura batalla donde habita Bolivia, en el rostro de todo
boliviano.
Allí está Bolivia, entre sus hijos que combaten; está en la
voz de "Los cuatro juramentados": los subtenientes Tomás Manchego,
Melquiades Cossío, Rosendo Villa y Luis Reynolds, que juraron sobre la cruz de
sus espadas, volver victoriosos o morir en el Chaco. Los cuatro cayeron con
honor en Boquerón. Allí estaba Bolivia junto con ellos y con sus soldados:
Escobar, nacido en Totora (Cochabamba) y Ayaviri, hijo de Pacajes (La Paz). Se
halla entre los mensajes llevados por el estafeta Pablo Sullcamayta, natural de
Guaqui y entre las correrías del soldado chiquitano Chipanari, también se halla
en aquel joven migrante Pedro "el roto" Vargas quien llegó desde
Chuquicamata. Existe en la camaradería de los quillacolleños Joaquín Reinaga y
Samuel Rocha. La patria reside también en el grito del dragoneante corocoreño
Pedro Chura: "¡pelas cojoros!, a ver ¡avánzate si eres hombre!".
Bolivia vive en la agilidad del cabo Francisco Cuchallu, hijo de Huanuni. Está
en la bravura del andino Pedro Collorana, en el cantar del tarijeño Modesto
Soruco, en el coraje del beniano Ruperto Mandiopore, en el arrojo del acreano
Sabino Yacuara, y en el sufrimiento del apololeño Antolín Mazurco y del
sucrense Juan Melcon, quienes fallecerían en la defensa. Bolivia vivía con y
entre ellos, no había regionalismo, no habían rencores, no había diferencia
alguna, todos eran bolivianos.
Pero Bolivia no es sólo Boquerón, existieron varios momentos
en los que sus hijos demostraron ser grandes héroes. Es allí donde resaltan los
primeros y montaraces patrulladores que se ganarían a sangre y fuego el apodo
de "satinadores", entre ellos destacan el entonces joven teniente cruceño
Germán "El Centauro" Busch, a su lado se batía en igual bizarría el
subteniente paceño Arturo Montes, hijo del ex presidente Ismael Montes y el
capitán k'ochalo Agustín Jiménez, uno de los más grandes soldados bolivianos.
Así también está la agilidad mental de un músico "más o menos vivo",
el tarateño Jesús Arze Quinteros, quien cumplía la función de telefonista y en
un acto de astucia total, logró, con una sola llamada interceptada, confundir a
las tropas paraguayas y evitar una ofensiva que habría sido fatal para los
bolivianos. Un músico había salvado a todo el ejército boliviano.
Fue en Km. 7 donde destaca la figura del mayor Germán
Jordán, hombre valiente y estimado por sus soldados cuya muerte allí fue
honrada por todos ellos. El es uno de los 1.008 hombres, conocidos
históricamente como: "los 1.008 voluntarios de Alihuata". Quienes
evitando un desbande forjaron la línea defensiva donde se dio la batalla del 10
de noviembre de 1932, ese fue uno de los combates más fuertes que tuvo el
continente. Allí ganó lauros el coronel Bernardino Bilbao Rioja, quien comandó
toda la ofensiva, fue en ese ataque donde murió con honor el veterano de la
primera guerra mundial, Walter Kohn quien gritaba a viva voz ¡viva Bolivia!
levantando en alto la tricolor boliviana, igual fin tuvo el teniente Ramón
Alderete, comandante de la 3 ra compañía llamada "la compañía
Sacrificio" del 25 de infantería debido al sacrificio de muchos de sus
integrantes, uno de ellos el soldado, Saturnino Guerra que combatió con denuedo
y logró sobrevivir a la batalla y seguir luchando toda la guerra. Allí también
falleció el subteniente Eusebio Laguna; estimado oficial; junto con ellos cayó
el sargento Eudal Rivera cuyo coraje fue admirado por los paraguayos, que lo
enterraron con las honras de un héroe. El sacrificio de todos ellos consolidó
la fuerza boliviana en el Chaco. Con ello, sumando las victorias para Bolivia
en Platinillos, Loa y Bolívar, se demostraba que el soldado boliviano es uno de
los más aguerridos.
1933 nacía con la batalla de Toledo, donde pereció el cabo
Alejandro Toledo del 24 de infantería, hijo de Vallegrande, héroe en la batalla
del fortín que llevaba su apellido. Al poco tiempo se dio el ataque de enero a
Nanawa donde destaca la figura del Mayor Roberto Carrasco, del "Avaroa"
1 de caballería, él con un grupo de sus hombres fueron cercados en el sector de
Pirizal, cercano a Nanawa, allí sucumbieron dando pelea casi todos murieron. El
propio Carrasco fue acribillado e intimidado a rendirse, al no poder hablar
respondió con un disparo de su revólver, ante tal arrojo el coronel paraguayo
Irrazábal, le rindió homenaje. Carrasco fue bautizado como "el héroe de
Pirizal" o "el segundo Avaroa" haciendo honor al héroe del
Topáter con quien compartía su amor por Bolivia. En los siguientes meses se
dieron varias batallas. Un valiente, el soldado Ricardo Roque Condori, natural
de Charaña pierde el brazo en la batalla de Gondra. Logra salvar la vida y
regresa a su hogar. Asimismo se destacaron los oficiales Carmelo Cuellar,
Eulogio Rivero y Max España, quienes como Busch, Montes, y Jiménez antes que
ellos, avanzaban sobre las posiciones paraguayas atacando su intendencia,
realizando "cuatrereajes" y capturando prisioneros; esta tríade de
"satinadores" fueron el paradigma de las fuerzas armadas bolivianas.
La más dura batalla de ese año, fue el segundo ataque a
Nanawa el 4 de julio de 1933, donde dos mil bolivianos perecerían en un ataque
frontal a las defensas paraguayas, dando muestras de un coraje desmedido, de un
valor hasta entonces desconocido y de un amor patrio incalculable. Algo
similar, pero en otro contexto, se dio en septiembre, un hecho por demás
memorable. El general Hans Kundt visitó el Colegio Militar de La Paz donde aún
estudiaban 162 cadetes de los tres primeros cursos, los dos últimos habían sido
movilizados y como varios oficiales habían sido heridos y muertos en las
distintas batallas se pidió a los cadetes que: "sólo aquellos que quieran
ir a la guerra diesen tres pasos al frente". Todos desde los jóvenes de
tercero hasta los adolescentes de primero, los 162, dieron los tres pasos al
frente. Se les repitió una y otra vez, todos volvieron a dar los tres pasos al
frente, los 162 marcharon a combatir en la guerra. Es con todos ellos que se
consolidó el patriotismo del joven boliviano.
Al hablar de este hecho el historiador Julio Díaz Arguedas
dice: "Esos cadetes escribieron el año 1933 la tradición que faltaba y que
figurará como una página de gloria en los anales históricos del Colegio Militar
de Bolivia". Algunos de ellos perecerían en acción, otros caerían
cautivos, pero la mayoría lucharía hasta el final de la contienda. Todos esos
jóvenes marcaron una imborrable huella del patriotismo nacional.
Fue en esos días que se dio el cerco de Campo Grande y Pozo
Favorito; donde en un intento heroico de romperlo pereció el comandante del
regimiento "Chacaltaya" 27 de infantería, el coronel Pedro Tardío,
así como el teniente Julio Zambrana y varios de sus hombres del "Loa"
4 de infantería, tal sacrificio salvó a varios de sus camaradas. Al poco tiempo
fueron cercadas la cuarta y la novena divisiones bolivianas por las tropas
paraguayas. Se luchó con fuerza para romper el cerco; algunos oficiales y
soldados lo lograron la noche del 9 de diciembre, así lo hizo el mayor Celso
Camacho con sus bravos del "Pérez" 3 de infantería, seguido por el
capitán René Santa Cruz y sus valientes del 34 de infantería; igual hicieron
los comandantes Carvallo y Aguirre, jefes del 20 de infantería y del
"Murguía" 50 de infantería, respectivamente. El resto de los regimientos
en un último esfuerzo "dieron el todo por el todo" en la mañana del
11 de diciembre, los bizarros del "Lanza" 5 de caballería, rompieron
el cerco y salieron; otros como el teniente Luis Reyes y el cabo cinteño Lucio
Ojeda, desfallecientes al borde del escape son capturados. Por su parte el
hermano de Bernardino, el mayor Sinforiano Bilbao Rioja, comandante del
"Colorados" 41 de infantería fue herido y capturado al intentar
romper el cerco y el mayor Zoilo Sanjinés murió, pistola en mano, en igual intento.
Estos sacrificios no fueron estériles, varios de sus soldados lograron salir;
la captura de sus camaradas se debió a la falta de agua, comida e insolación,
suplicio que causaba mucho daño a los soldados. Los comandantes de ambas
divisiones firmaron la capitulación a media tarde de ese día.
1934 salía a la luz con una nueva casta de héroes, fogueados
por la guerra, brillarían por sus propias hazañas, en el fortín La China, el
regimiento "Ingavi" 4 de caballería se inmoló para evitar que la
octava división, fuese rodeada, allí es capturado Tiburcio Cruz, un valiente
Cotagaiteño, luego combatió rudamente en los fortines: Magariños, Campo Jurado,
Esteros y en Conchitas, allí es herido el ex tranviario Julio Calleja, quien no
quiere dejar a sus amigos pero su herida lo obliga a volver; es en ese tiempo
que se combate con fiereza en el sector del Condado, donde se defendía el
fortín Ballivián. Fue allí donde el hermano del juramentado de Boquerón
fallecería: el Cnl. Francisco Manchego; allí como simple soldado murió
enfrentando al enemigo. Allí también combaten dos valientes como son los
soldados Marcelino Salazar natural de Umala y el sucrense Víctor Velásquez,
quienes se batieron como leones defendiendo el fortín Ballivián. Por su parte
los paraguayos se movieron al norte y lograron vencer en Cañada Tarija en marzo
de 1934, donde el coronel Ángel Bavia comandante del "Montes" 18 de
infantería prefirió suicidarse antes que rendirse. A esa acción le siguió la
victoria boliviana de Cañada Strongest en mayo de ese año donde fulguraron los
nombres de Desiderio Rocha, valiente oficial que pereció en la acción así como
el teniente artillero Rosendo Bullían, ex jugador del club deportivo The
Strongest. Allí resalta un cabo tupiceño, su nombre es Carlos Rodríguez Cortez,
bravo y corajudo guerrero y con él, otro valiente el soldado paceño Rufino
Salcedo, quien también es un fiero guerrero.
El frente de lucha se iría al norte, en Isoporenda,
Algodonal y Capirenda, región más desértica aún, y que fue útil para los
paraguayos quienes en el sector del Carmen rodearon a dos divisiones recién
formadas, cuatro mil bolivianos lucharon a sangre y fuego para salir del cerco.
Allí perecería el mayor Víctor Eduardo, oficial muy querido por sus soldados.
Asimismo los paraguayos asaltaron los comandos y capturaron a sus jefes, entre
ellos el bravo Cnl. Maximiliano Ortiz, comandante del "Beni" 16 de
infantería, cuyas piernas fueron mutiladas por la metralla, el temerario Cnl.
Zacarías Murillo y el Cnl. Walter "El tigre Rubio" Méndez, admirado y
temido comandante, respetado por ambos bandos. Valientes que comandaban hombres
fuertes, varios de los cuales rompieron el cerco y lograron salir para luego
combatir con mayor ahínco. Otros por su parte en el sector de Picuiba, varios
soldados bolivianos con un sol abrasador tuvieron que marchar por una senda
reseca, varios murieron de sed o se suicidaron, pero fue en aquellos momentos
donde resaltó la hermandad de las trincheras: del amigo, del camarada, de aquel
que había vivido y compartido la vida de campaña, allí está el amigo Pedro
Condori que comparte sus orines con el sediento, el camarada Adrián Vaca que
carga sobre su espalda el rifle del moribundo, el compañero Reynaldo Alcoreza
que carga el peso del que desfallece cuando apenas puede con su humanidad y el
joven Renato Maras que vela por su hermano menor Isidro, y no soporta la idea
de verlo morir. Así estos valientes avanzan y los que sobreviven llegan a la
serranía del Aguaragüe, donde se atrincherarán esperando a los paraguayos.
Pero allí no acabó todo, a fines de diciembre de 1934,
hallábanse a orillas del Pilcomayo la octava y la novena división boliviana que
se vieron atacadas por los paraguayos que las separaron, encerrando a la novena
contra el rio, el coronel Ernesto Wende logró salvar algunos de sus hombres que
cruzaron a nado el Pilcomayo, otros a la cabeza del capitán tarijeño Ciprián
Vera se abrieron paso entre los regimientos paraguayos logrando la evasión, por
su parte el teniente Ernesto Lanza Quezada intentó romper el cerco a bayoneta
calada pero murió en su intento. Tal fue su arrojo que los paraguayos le
rindieron un póstumo homenaje. Su valor así como el de sus hombres merecía
mejor suerte. Por su parte en el fortín Yrindague esos mismos días de
diciembre, el regimiento "Junín" 19 de infantería perecía con gloria
a la cabeza del mayor Rafael Subieta Aramayo, quien murió en la batalla, entre
los pocos sobrevivientes capturados estaba el valiente italaqueño Daniel
Espinar.
1935, veía a una Bolivia con nuevo gobierno y nuevo ejército
ya que se realizó un llamado general donde todo varón apto de 17 a 60 años era
llamado bajo bandera para rescatar los territorios perdidos y consolidar la
presencia boliviana en el Chaco Boreal y todos ellos estaban dispuestos a
defender el suelo patrio bajo la premisa de Bernardino Bilbao Rioja
"Nopasarán". Allí en las trincheras de Villamontes, del rio Parapety
y Charagua se forjaron los últimos héroes guerreros, desde febrero hasta junio
se combatió porfiadamente. Fue en ello que perecieron con honor el teniente
Eduardo Cordero, el cadete Gilberto Zilvetti, así como se dio una muestra de
heroísmo cuando se hallaron los restos del subteniente Félix Méndez Arcos y de
sus 25 espartanos, todos prefirieron morir antes que ceder un centímetro de
suelo boliviano a los paraguayos, su sacrificio fue reconocido y se les conoció
como "La sección de Hierro", fueron los héroes de la defensa de
Villamontes y como ellos, varios más recuperarían los territorios perdidos.
A inicios de 1935 se logró una victoria boliviana; debido a
que combatieron codo a codo los veteranos y los recién llegados. Alberto
Yutronic; bravo fusilero; Abel Pantoja quien recuperó Machareti; Luis Bustillo,
hábil al manejar la ametralladora schemeisser que por su tipo de disparo se la
llama "piripipi". Víctor Román veterano de incontables batallas; su
tocayo, Víctor Mayta, quien trabó lucha cuerpo a cuerpo; Guillermo Llanos,
incansable estafeta; Manuel Monje el cuchillero, Absalón Rivera el jinete y
Lorenzo Rivero el incansable soldado Es en ese momento que llegó el cese al
fuego, merced de las gestiones diplomáticas de la Sociedad de las Naciones.
Aquel 14 de junio de 1935, acallaron las armas y los sobrevivientes de la
guerra salieron de sus trincheras y troneras para ver al enemigo con el cual
habían estado combatiendo por tres años. Se habló con tranquilidad, y ambas
partes reconocieron el valor del otro. Fue allí donde el soldado boliviano;
cualquiera que fuera su origen, cultura, posición social y lenguaje, había
defendido el territorio boliviano y todos eran héroes tanto para sí mismos,
como para sus familias así como para con su patria, algo digno de ser
recordado, honrando el sacrificio de aquella generación valiente que miró al
destino de frente en las trincheras del Chaco.
Pero hay que rescatar que junto al heroico soldado
boliviano; también estuvieron presentes varios bolivianos y bolivianas, quienes
lucharon en diferentes lugares y contextos, todo para defender a Bolivia y
apoyar a su ejército combatiente. Este es un retazo de su historia.
Hermanos indígenas
Tanto los de tierras altas como de tierras bajas, todos
ellos dieron el hombro a la lucha por la patria. Es cierto que muchos fueron
obligados a ir a la guerra, pero existieron aquellos que fueron por cuenta
propia. Comunidades enteras del altiplano boliviano ofrecieron alimentos, ropa
y hasta sus hijos para la defensa nacional, al punto que se pidió la formación
del regimiento indígena "Zárate" 35 de infantería. Decir que no
existía patriotismo en los indígenas andinos es una cruel mentira, debido a que
fueron bravos soldados; allí está Juan Mareño hijo de Arapampa valiente
satinador, Fermín Cari de la comunidad Lawa Lawa esforzado zapador. El cabo
Macario Tarqui de Comanche bizarro guerrero, Silverio Choque de la comunidad
Catacora, quien fallecería en la contienda. Valentín Condori, cuyo dominio del
quechua, aymara y español lo convirtió en el mejor telefonista de la guerra. Y,
Carmelo Flores de la comunidad de Frasquia, que fue a la guerra a sus 44 años,
uno de los soldados más resistentes que tuvo Bolivia. El patriotismo de los
hombres que nacieron y crecieron en las montañas andinas, no debe ponerse en
duda.
Asimismo existen valientes soldados entre los indígenas de
tierras bajas, habituados al calor, con buen sentido de orientación y
consientes de los peligros que esconde el monte chaqueño. Tal es el caso del
indígena mataco de la tribu lengua, Juan Galván "El cabo Juan" que
sirvió de guía a Ustarez, Busch y Cuellar, gracias a él se lograron grandes
avances y victorias. Otro indígena era el Cabo Chozo, guarayo que ayudó al
capitán Raúl Santa Cruz a crear "los montoneros", tropa que combatía
en guerrilla y cuya misión fue la cacería de los "macheteros de la
muerte" de Plácido Jara, tropa irregular paraguaya que se infiltraba entre
líneas y atacaba a los camiones y puestos bolivianos, Santa Cruz junto con
Chozo lograron vencerlos a finales de 1932. Destaca también la figura del
moxeño Paulino Zea, hijo de las riberas del rio Ibaré, este valiente fue uno de
los primeros que reconocía y hallaba la raíz llamada "sipoy" que
tenía en su interior agua en abundancia, así salvó a muchos soldados sedientos.
Otro valiente indígena fue el tacana Maximiliano Nava, natural de la región de
Caupolicán que logró la evasión de varios de sus camaradas del regimiento
"Montes" durante el cerco de Cañada Tarija en 1934. Es así cómo los
indígenas tanto de tierras altas como de tierras bajas dieron su apoyo,
conocimiento y patriotismo hasta el sacrificio máximo, durante toda la campaña
bélica
Bizarros adolescentes
Entre los 162 cadetes que dieron los tres pasos al frente
ese día de septiembre de 1933 estaba un adolescente de apenas 15 años, llamado
Alfredo Ovando Candia, quien después llegaría a ser presidente de la nación. En
su joven mente se tejió la idea del patriotismo, del sacrificio máximo por
Bolivia y es por ello que con todos sus camaradas se atrevió a dar los tres
pasos al frente. Su generación tuvo que tomar una de las decisiones más
cruciales, continuar con la vida cotidiana en el hogar paterno o marchar al
Chaco como combatiente. Y muchos, incluso aquellos más jóvenes que Ovando
dieron por cuenta propia, "sus propios tres pasos al frente" para
luchar y si era necesario morir por Bolivia. El más famoso es Agustín "El
Cabito" Miguez quien fue a la guerra a sus trece años y que debido a su
astucia, valor y coraje fue ascendido al grado de cabo, ya que había combatido
en Boquerón, Km. 7, Gondra y Alihuatá. También está Dionisio Huallpa que había
concurrido al Chaco siguiendo a sus hermanos, a sus trece años de edad, era
temerario y audaz, siendo respetado por su destreza guerrera; igualmente fue
reconocido también a sus trece años, Carlos Montaño Daza, quien combatió con el
"Castrillo" 6 de caballería en Boyuibe Camatindi y Hurapitinti.
Entre los más jóvenes están Julio Sanjinés Goitia, hijo del
Gral. Sanjinés comandante de etapas (Encargado de vestir, alimentar y
transportar a las tropas combatientes.) Julio tenía siete años cuando comenzó
la guerra y para aumentar la moral de las tropas que partían al Chaco fue
incluido en los entrenamientos, vestía uniforme, formaba y comía junto con los
soldados por ello era muy apreciado entre los combatientes. Como él, está
Fernando Inchauste Montalvo, hijo de un oficial de la Fuerza Aérea, Fernando
fue a la guerra del Chaco de la mano de su padre a la tierna edad de cinco
años, fue sometido a la vida de campaña y conoció el rigor de la guerra y
debido a eso, aún hoy es reconocido con el record mundial del soldado más joven
que fue a una guerra. Todos y cada uno como los valientes del Colegio Militar
fueron ejemplos de patriotismo y de valor en la campaña chaqueña.
Guerreros del aire
Valientes bolivianos que surcaron los cielos para realizar
observación, dar mensajes, así como ataques aéreos sobre las posiciones y
fortines paraguayos. Las alas bolivianas siempre fueron superiores a las
paraguayas durante la contienda y gran parte de ese mérito se debe a estos
valientes. A la cabeza de ellos estaba el primer piloto boliviano, el orureño
Juan Mendoza que fue jefe de maestranza y cuya misión era mantener en buen
funcionamiento todo avión o camión que hubiese, misión que cumplió a cabalidad
y con total entrega. Destacó el mejor de todos, Rafael Pabón Cuevas,
"As" de la aviación nacional que venció en repetidos duelos aéreos
hasta que cayó con gloria en 1934 y con él también se halla Jorge Jordán,
comandante de la aviación nacional durante la guerra, hermano del valiente de
Km.7, bravo piloto que defendió los cielos bolivianos.
También están los pilotos Alberto Montaño, quien murió en la
reconquista de Tarairi en 1935, igual fin tuvo Aurelio Roca. Ambos pilotos
lograron aterrizar sus biplanos antes de perecer, para que otros hábiles
pilotos nacionales puedan surcar los cielos así como ellos lo hicieron. Los
bombardeos a la retaguardia paraguaya eran largos y difíciles y sólo los más
veteranos y ágiles pilotos se atrevían a ello, entre ellos se hallaba Pabón y
también Carlos Lazo de la Vega, quien bombardeó los puertos de Bahía Negra,
Sastre y Puerto Casado, él fallecería en 1934 debido a un desperfecto en su
biplano, pero aún así su trabajo fue uno de los más estoicos que tuvieron las
alas bolivianas. Por su parte Jorge Wilsterman era el encargado de sacar con
rapidez y esmero a los heridos y enfermos graves para llevarlos a los hospitales
de retaguardia, gracias a su pericia, muchos heridos salvaron sus vidas. Otro
gran piloto fue Luis "Kuto" Ernst, el segundo "As" de la
aviación boliviana, bombardeaba los puertos con Pabón y Lazo, derramaba
propaganda entre las trincheras paraguayas, una de ellas decía: "Se me
acabaron las bombas, enemigos de mi alma, pero volveré" y alejaba a los
biplanos paraguayos con agiles maniobras, digno piloto nacional. Su hermano
Raúl Ernst conocedor de que los cautivos bolivianos habían sufrido ataques y
tormentos debido al bombardeo de los puertos paraguayos, hizo llover papeles
sobre la ciudad paraguaya de Concepción, éstos decían: "Si los paraguayos
no dejan de masacrar prisioneros bolivianos, los aviones bolivianos estaban
listos para bombardear las ciudades paraguayas en represalia". Sólo bastó
eso para que el caos y el pánico reinasen en aquella ciudad aquel 3 de marzo de
1933 y que posteriormente tratasen con menos dureza a los cautivos bolivianos.
Los hermanos Ernst cumplieron sus misiones con total entrega. Misma entrega que
realizaron todos los pilotos incluido Alberto Paz Soldán, quien venció en
repetidas ocasiones a los biplanos paraguayos sobre los cielos del Chaco
durante toda la guerra fue el último de todos lospilotos bolivianos que
surcaron y defendieron los cielos chaqueños en aquella cruenta guerra.
Artistas
Literatos, músicos y retratistas que grabaron en sus
melodías, letras o dibujos aquello que atestiguaron y que con sus manos
describieron. La misión principal de ellos fue la de dar fuerza y realce a la
nación boliviana tanto a la civil que veía y esperaba noticias de los suyos en
los puestos de periódicos, así como en los propios combatientes. Entre los
artistas más destacados están Arturo Reque Meruvia, quien convivió con el bravo
soldado boliviano, Gil Coímbra Ojopi, el beniano que dejó consolidado en el
oleo la guerra chaqueña. Cecilio Guzmán de Rojas y Arturo "El Loco"
Borda dieron un rostro mestizo a sus obras bélicas. Raúl G. Prada cuyos
retratos al grafito, son la esencia del soldado boliviano de las trincheras. Y
Ronald Khunle, artista alemán que creó postales basadas en hechos de la campaña
realzando el sacrificio y esfuerzo del ejército boliviano. En la post guerra se
destacan Miguel Alandia Pantoja y Emiliano Lujan, ambos caricaturistas que
sobrevivieron el cautiverio. Incluso en Paraguay, Alandia Pantoja logró
retratar en acuarela al subteniente Julio Cordero, hijo del famoso fotógrafo
paceño. Lujan se destacó como escultor y cuya obra "el soldado
desconocido" es un emblema del soldado boliviano que luchó y murió en el
Chaco.
La guerra forjó varios músicos, como fue Enrique
Portocarrero, quien compuso el tango "Illimani"; Misael Laguna del
destacamento 317, quien en complicidad con su amigo Félix Álvarez compuso la
famosa cueca "Despedida destacamento 317" canción que Música de
Maestros popularizó bajo el título de: "Despedida -Brigada fantasma".
Y el maestro músico Adrian Patiño cuyos boleros de caballería eran la última
canción que escuchaban varios soldados al momento de entrar al Chaco y aún hoy
se oyen cuando se da el ultimo adiós a una persona fallecida. Uno que hasta
ahora no ha sido reconocido como merece es el entonces soldado Daniel Espinar
Rada, quien fue capturado y en el cautiverio compuso y adaptó varias polkas
paraguayas como son "Noches del Paraguay" y "Escondidos",
denotando la crudeza de la vida de campaña, así como la del prisionero de
guerra.
Entre los literatos se hallan Augusto Céspedes, testigo de
varios hechos bélicos sobre los cuales basaría sus famosos cuentos. Augusto
Guzmán, cuya experiencia retrataría en su obra "prisionero de
guerra"; Jesús Lara, cuyo diario de campaña es un reclamo a la sociedad
boliviana. Y finalmente Guillermo "Jimmy" Céspedes, cuyas notas como
corresponsal del periódico "La Razón" fueron de constante humanismo,
así como una muestra de la realidad del Chaco Boreal. Tales fueron los artistas
y como ellos varios más, unos con estudios, otros autodidactas que trataban de
reflejar en otros aspectos, ya sea la pintura, las letras, la música entre
otros, aquello que para ellos era, según su óptica, la Guerra del Chaco.
Estoicos ante todo
Los soldados bolivianos que fueron capturados en las
distintas batallas que se dieron en la campaña chaqueña, tuvieron que vivir el
calvario y la zozobra que significa ser prisionero de guerra. A merced de sus
captores, fueron obligados a trabajar como semi esclavos en los fortines de
retaguardia y en las poblaciones a donde eran trasladados. Allí les esperaba
una vida dolorosa y desgarradora; así como lo expresa el ex cautivo Pablo Lima:
"Sólo los más fuertes sobrevivían"; visión que es compartida por
otros ex prisioneros, como Nery Espinoza, Víctor Varas, Nicanor Velarde, Pedro
Andeverez, Tiburcio Cruz y Daniel Espinar. Ello se debe a que eran exiliados en
distintas faenas, como empedrar los caminos que unían las poblaciones rurales,
escarbar las piedras de las canteras de Tacumbú, limpiar calles y avenidas en
Asunción, servir de peones a los hacendados, así como trabajadores gratuitos en
empresas privadas como sucedió en Puerto Casado. Algunos fueron entregados en
calidad de sirvientes a casas particulares, ellos fueron los más afortunados,
recibieron techo, comida y acogida es por ello que varios se quedaron allí.
Otros, la mayoría, eran desangrados en trabajos forzados, por ello muchos
morían, unos por las enfermedades, otros por maltratos y pocos en una decidida
pero arriesgada evasión.
Allí estaban cautivos cambas, collas, chapacos, vallunos, de
los llanos, indígenas y criollos, mestizos y afro descendientes; que habían
compartido la trinchera del guerrero, ahora compartían la cruz del cautiverio.
Es allí, donde la entereza, la fuerza y la decisión fue la resistencia física y
moral que hizo que muchos sobrevivieran, allí están los soldados Nery Espinoza,
Manuel Flores, Daniel Espinar, Lucio Ojeda, Demetrio Medina, Juan Nina, Pedro
Andaverez y como ellos cientos de bolivianos soportaron estoicamente ese
suplicio impuesto por la guerra. Otros más, se atrevieron a escapar. Entre los
primeros evadidos están tres defensores de Boquerón Aniceto Loayza, Francisco
Rocha y Simón Herrera, quienes con ese espíritu, escaparon del cautiverio,
logrando tal hazaña bajo la premisa de: "Kinsantichaj Huañusuchaj o
kinsantichaj salvakusinchaj" (los tres moriremos o los tres nos salvaremos
aquí) y por esa hermandad volvieron a pisar suelo boliviano. Igual objetivo que
tenía el primer oficial fugado, el teniente Adolfo Weisser, natural de Oruro y
el potosino Luis Viveros junto al cruceño Leonardo Camargo quienes
desfallecientes lograron ganar la frontera apoyándose mutuamente. Resalta la
figura del soldado chiquitano Espíritu Cossío, quien fue capturado por los
paraguayos en Toledo y logró escapar al día siguiente, obteniendo con ello dar
informes al comando boliviano de la situación de los paraguayos, por tal acción
fue ascendido a cabo. Otro fugado fue el soldado Raúl Ibargüen, quien pasó una
odisea para lograr su escape, asimismo los apoleños Flavio Medina y Daniel
Oliver que lograron su evasión pidiendo perdón a los ya fallecidos, debido a
que para cruzar las aguas del rio Paraguay tuvieron que fabricar una balsa con
ataúdes y cruces sacadas del cementerio del pueblo Villata, donde se hallaban
cautivos y así lograr evadirse. Y está la romántica evasión de Pio Sanjinés,
tipógrafo potosino que escapó del Paraguay, en compañía de una paraguaya, la
señorita Eusebia Velasco; juntos huyeron y llegarían a casarse, radicando en
Potosí. Tal es la historia de los prisioneros bolivianos; unos que resistieron
con estoica fuerza el trabajo impuesto por sus captores, otros que lograron la
evasión propia, conjunta o con apoyo de terceros, pero con la clara y firme
fuerza de recuperar esa libertad que les fue arrebatada durante la campaña del
Chaco.
"Guerreros sin guerrera"
Así bautiza el historiador Luis Fernando Sánchez Guzmán a
los espías bolivianos que forjados en el entonces naciente Servicio Secreto
Boliviano (S.S.B.) y cuya misión era por demás muy peligrosa. De su trabajo
dependían las vidas de cientos o miles de bolivianos que se hallaban en las
trincheras. Todo comenzó cuando cincuenta almas valientes se reunieron en una
fiesta en el carnaval de 1934, entre ellos estaban Rosa Aponte Montero, una
hermosa joven cruceña, el ex combatiente Gastón Velasco, el español Alberto
Fernández Sibauti, entre otros y también estaban varios alemanes a la cabeza de
Karl Hemming, Otto Berg, Otto Mass y Carlos Ackerman, entre todos formaron
misiones de sabotaje, robo de documentos, así como acciones de contra
espionaje. Hemming y Berg dirigían las operaciones desde La Paz y fueron los
artífices de la famosa "Operación Rosita" la cual fue un gran éxito
donde aprovechando una fiesta organizada por Rosa Aponte en La Quiaca
(Argentina), a la que asistían delegados del consulado del Paraguay en aquella
ciudad, fue aprovechada por Velascoy Ackerman para robar una caja fuerte del
consulado donde estaban los nombres, lugares y situaciones de la red de espías
paraguayos en territorio boliviano, gracias a esa operación esa red se
desmoronó en poco tiempo.
Alberto Fernández Sibauti, alias el "españolito"
quien con coraje y sus dotes como actor logró infiltrarse hasta el Estado Mayor
de Asunción, desde donde mandaba informes a Bolivia. Sibauti apoyó el sabotaje
de la cañonera "Humaitá", logrando así que varios cautivos bolivianos
logren escapar por las aguas del rio Paraguay, Sibauti junto con el alemán Otto
Mass descubrieron otras redes de espías chilenos y argentinos que apoyaban al
Paraguay desde sus naciones así como desde sus delegaciones en Bolivia. Fue
allí que recibieron apoyo de Gastón Velasco alias "X-13" quien como
fachada organizó un comercio en Buenos Aires desde donde se trabajó para
desarticular esas redes de espías, misión que fue consolidada con éxito. A
finales de 1934, el "Españolito" fue descubierto, capturado y muerto
por los paraguayos y al poco tiempo Otto Mass era fusilado. Su sacrificio así
como el esfuerzo de sus compañeros salvó la vida de varios soldados en el
Chaco. Es así que gracias al denodado trabajo y estoico sacrificio de estos
valientes, se logró evitar mayores tragedias, menos muertes y conseguir mayores
victorias bolivianas en la contienda del Chaco.
Valientes de sotana
Muchos son los religiosos que tomaron parte en la contienda,
animando al afligido, curando al herido y bendiciendo al caído. Destacando los
jóvenes seminaristas que dejando los estudios partieron al cuidado de las almas
de su generación, entre ellos esta el k'ochalo Walter Rosales que fue capturado
en 1935 y el beniano Marcelo Torres quien fallecería el último día de la
guerra. Ambos cumplieron con creces su labor pastoral en la campaña. Como
ellos, actuaron en gran medida los sacerdotes católicos que siguieron a los
soldados desde sus parroquias hacia las trincheras, para darles apoyo
espiritual en aquellos días de dura prueba para todo espíritu. Destaca el padre
Luis Alberto Tapia, quien atestiguó las batallas de Alihuatá y Km.7 y salvó al
"niño Jesús de Campo Jordán" que había sido hecho por los valientes
del "Chacaltaya" 27 de infantería la navidad de 1932. Este sacerdote
sería capturado en el cerco de Campo Vía, durante su cautiverio fue testigo de
los tormentos y maltratos que sufrieron los prisioneros bolivianos en el
Paraguay. Otro canónigo rescatable es el sacerdote cruceño Medardo Torrez,
quien conocía el uso de la brújula y ayudó a un grupo de enfermeros y soldados
heridos a salir del cerco de Campo Vía. Por su parte los franciscanos Luis
Fernández y Antonio Paredes cumplieron su misión levantando el ánimo de
aquellos bolivianos que estaban moral y espiritualmente destrozados por la
contienda. El padre Oliguieri, estuvo encargado de dar los santos oleos a los
soldados que morían ante él, tanto aquellos que habían muerto por heridas de
batalla como otros que perecían por los enemigos invisibles del Chaco, como
fueron la sed, el hambre, y las enfermedades; sacrificada misión que también
cumplió el sacerdote Carlos Gericke cuyo diario de campaña es un emblema de
sacrificio, servicio y entrega que realizó durante la contienda. Un prelado que
dio la vida en el Chaco fue el párroco de Copacabana, el padre Adrián Velasco,
conocido como "el mártir del Algodonal", herido y capturado en la
batalla del Algodonal en 1934, los propios paraguayos al notar su calidad de
religioso le pidieron perdón; las últimas palabras del padre Velasco fueron:
"les perdono pero muero por almas y por mi patria".
Un sacerdote de retaguardia fue el famoso "tata
pistolas" llamado así porque iba con sotana y con un revólver al cinto, se
llamaba Alfonso Ibar, sacerdote mexicano llegado a Bolivia y cuya experiencia
en la guerra cristera de su país fue esencial para la nación, fue nombrado jefe
de policía, como tal reclutaba a omisos y remisos así como cazaba a traidores y
espías. Fue la captura y muerte del espía argentino Zetaro, que ocasionó el
exilio del cura mexicano, pero su trabajo mantuvo la paz en la retaguardia
boliviana. Tanto él, como varios sacerdotes, estuvieron al lado del pueblo
boliviano que luchaba en el Chaco y rezaba en las iglesias.
Espíritu de madre
Las mujeres también tuvieron un rol importante en la campaña
siempre con un aire maternal, eran las valientes enfermeras de los puestos de
sangre, así como los hospitales de los fortines o de las poblaciones e incluso
formaron parte de los regimientos de combate, entre las más destacadas está la
enfermera Dorotea Cáceres "La madre del soldado del Chaco" ya que su
labor fue similar a la realizada por Ignacia Zeballos en la campaña del
Pacífico. Cáceres fallecería de paludismo en 1933 pero su esfuerzo salvó la
vida a muchos soldados. Igual trabajo realizó la corocoreña Alicia Cossío,
quien desde 1932 salvaba vidas en fortín Muñoz, luego en Ballivián y finalmente
en Villamontes, su trabajo en bien de los heridos nunca cesó. Similar misión
cumplió la camillera María Miranda, natural de Charagua y que fue incluida en
el regimiento "Azurduy" 7 de infantería cuando éste marchaba hacia el
Chaco, Miranda curaría a los soldados heridos en las batallas de Corrales
Toledo y Boquerón. Y cómo olvidar a las valientes monjas de los conventos
católicos. 60 monjas de la orden "hijas de Santa Ana" fueron
voluntarias para formar parte de la Cruz Roja Boliviana y atendieron a todos
los soldados heridos y enfermos que fueron evacuados de primera línea hacia los
hospitales y puestos sanitarios, como eran, Crevaux, Cucurenda, Machareti entre
otros. Estas monjas fueron quienes les asistieron para curarles, tan loable fue
su labor que el propio Enrique Peñaranda condecoró a cinco de ellas con la
Medalla de Guerra, siendo de entre todas la más destacada Sor Anna Bernardetta
Soria Galvarro, quien por su labor en bien de los soldados moribundos fue
postulante en 1935 a la medalla internacional "Florence Nightingale",
premio otorgado a la mejor enfermera a nivel mundial. Así como algo digno de
recordar es la misión que les fue encomendada a las "Misioneras
Pontificias", cuya fundadora la madre Nazaria Ignacia, guió a estas monjas
a trabajar por el bien de la sociedad que sufría las consecuencias de la
guerra; por ello sería esta religiosa la que fundaría el primer banco de sangre
en Potosí así como el primer asilo para huérfanos de guerra, donde llegaron
varios niños cuyos padres habían fallecido en la contienda del Chaco. Tal es su
esfuerzo y memorable su accionar de estas mujeres y como ellas varias más, a
las que muchos soldados bolivianos y por ende sus descendientes, les deben la
vida. Es así como todos, soldados, pilotos, enfermeras, sacerdotes, todos en
sí, deben ser honrados y recordados por su sacrificio. Sería injusto y
despreciable ignorarlos y entregarlos al vacío del olvido y la indiferencia. No
podemos ni debemos olvidarlos, ya que cada uno fue y es importante, lo fueron
porque con su presencia en aquellos momentos críticos lograron hechos
increíbles y ahora también lo son, si bien los restos mortales de varios de
ellos descansan en el sueño eterno su legado, su herencia espiritual y
testimonial siguen vivos con la esperanza de que nosotros, sus herederos,
sigamos adelante como ellos hicieron.
Los héroes bolivianos de la Guerra del Chaco, siempre nos
enseñarán muchas cosas; a ser valientes ante un terrible peligro, a ser
constantes ante una dura prueba, a ser caritativos ante el sufrimiento ajeno, a
ser patriotas al ver a la patria herida, todo ello y mucho más nos enseñan con
su ejemplo y accionar, es algo que todo aquel que se digne llamarse a sí mismo
boliviano debe tomar muy en cuenta su sacrificio, por gratitud, por honor, por
Bolivia.
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defendiendolo? no sera intentando conquistarlo? que los bolivianos fueron los que iniciaron la guerra :v
ResponderEliminarComo saber el nombre de los ex combatientes cruseño
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