Por Eduardo Febbro desde Santa Cruz de la Sierra – Este
artículo fue extraído de: http://www.elortiba.org.
El general ha visto pasar muchas cosas. Hoy que el tiempo ha
transcurrido a borbotones el general recibe en su cómoda casa de Santa Cruz de
la Sierra y habla con fluidez de la Bolivia contemporánea y de ese hecho que se
ha quedado atrapado en el tiempo, siempre presente, enigmático, como el
personaje de La Invención de Morel que mira una escena cuyo misterio está en el
asombro de la repetición. El general Gary Prado es uno de los pocos hombres que
tiene del Che Guevara una imagen distinta a la que guarda la historia
universal. El lo arrestó el 9 de octubre de 1967 en el poblado boliviano de La
Higuera. Gary Prado era capitán cuando estaba al mando de la compañía de los
rangers que capturó al Che en las inhóspitas regiones del sudeste boliviano. El
ya general retirado estuvo con el Che unas 15 horas hasta que lo entregó al
comandante de la división. De esas horas Gary Prado no conserva el recuerdo de
un héroe, sino el de un hombre muy ajeno al mito que persiste. “Era un hombre
derrotado que se preguntaba cuál sería su futuro.” El general retirado es un
héroe para algunos y una pesadilla para otros. Hace unos años, cuando era
embajador de Bolivia en México, el crítico de cine y escritor mexicano Alberto
Hijar le tiró una copa de vino a la cara diciéndole “a la salud del Che,
asesino”.
Gary Prado siempre ha negado cualquier vinculación con la
muerte del Che. Prado ha dicho una y mil veces: “Lo he entregado vivo”. El
general tampoco acepta la llamada maldición que ha perseguido a quienes
estuvieron metidos en el arresto del Che. Hace 25 años que está paralítico por
un disparo en la espalda. Según dice él mismo: “Fue una bala amiga”. A
diferencia de los otros protagonistas de la captura, Prado conserva sus
influencias y su papel político. Así recibe en su casa, a poco tiempo de
presentar su candidatura –y perderla– a la Asamblea Constituyente por la región
autonomista de Santa Cruz de la Sierra. El antaño capitán que puso fin a la
enrancia boliviana de Ernesto “Che” Guevara reside en el país cuyo presidente,
Evo Morales, profesa las ideas del Che y fue electo por un poderoso movimiento
social con sólidas bases en esa sensibilidad política. De Vallegrande a la
Bolivia más grande e igualitaria propuesta por Morales, Prado ha visto desfilar
infinitos cambios. Hoy habla sobre la transformación que marca una frontera en
la historia de su país, y también del otro episodio, de aquel momento casi
eterno, siempre abierto a los interrogantes, a las dudas, a las proyecciones, a
los sueños de lo que pudo ser y a la realidad de lo que fueron los
inexplicables días del Che en el corazón de las tinieblas.
–Usted es uno de los personajes de la historia
latinoamericana. Ha estado en el centro de episodios muy distintos de la
historia de su país, desde la captura del Che hasta el momento actual, en donde
usted se ha candidateado a la Asamblea Constituyente. De militar a demócrata,
¿qué ha cambiado en la historia?
–En el caso de América latina en general y de Bolivia en
particular siempre ha habido factores internos y externos. En la década de los
’60 había corrientes dominantes: había surgido Cuba y el modelo estaba en
efervescencia. Al mismo tiempo, existía una presión de los Estados Unidos para
la instauración de gobiernos militares. Estados Unidos se estaba enloqueciendo
entre Europa y Vietnam, no tenía posibilidades de atender América y les dijo a
los militares: “A ver, muchachos, háganse cargo ustedes de este problema del
comunismo, hagan que no prospere”. Y ahí vino el castigo: se cayeron todos los
gobiernos, hasta gobiernos tan probadamente constitucionales como los de
Uruguay o Chile. Ambos cayeron en la corriente. Está entonces esa tendencia
externa que se apoya en las ambiciones militares internas. Ambos objetivos
coinciden y por eso tenemos 20 años de un ciclo de gobiernos militares en
América latina. Ese ciclo termina cuando el presidente Jimmy Carter llega a la
Casa Blanca y dice “basta de dictadores”. Ahí nos vino la fiebre electoral y en
pocos años nos democratizamos todos. Pero la bomba de tiempo que tenemos ahora
es que no le hemos resuelto los problemas a la gente.
–Pero estamos en el país del Evo y en el país del Che. Usted
combatió al segundo y participa a su manera en el proceso que encarna el
primero. Usted estuvo en un momento de la historia y ahora es protagonista del
otro. ¿En qué se equivocó el Che y en qué no tiene que equivocarse Evo Morales?
–El Che se equivocó al contradecir lo que él mismo había
escrito. En su libro de la guerra de guerrillas dice “en un país donde se
mantengan las formas democráticas, al menos con apariencia, es imposible hacer
la revolución”. Aquí teníamos un gobierno democrático, elegido, con un
gobernante popular como era Barrientos, el Congreso funcionaba y había libertad
de prensa. Y el Che vino a hacer la revolución. ¿Cómo lo explica usted? Se
equivocó en elegir a Bolivia, ése fue su primer gran error. El segundo gran error
que cometió fue dividir sus fuerzas. La falta de previsión lo llevó a eso. Hay
un momento en que la guerrilla se divide en dos grupos, cuando van y lo dejan a
Regis Debray y nunca más vuelven a encontrarse los dos grupos. Eso es un error
infantil. Nunca más se encontraron. Deambularon en el bosque de un lado a otro
hasta que fueron derrotados por separado. El tercer error que cometió es que
cuando se ve que la cosa ya no va, ¿para qué persistir? Si usted lee el Diario
del Che y habla con Benigno (compañero del Che en la campaña de Bolivia), esos
últimos días son totalmente surrealistas. Sabían que el ejército se les estaba
viniendo encima. En vez de dispersarse y decir bueno, hasta otro día camaradas,
dejamos los fusiles, nos compramos un pantalón y una camisa, nos sacamos la
barba y sálvese quien pueda. No, siguieron marchando.
–¿Y Evo Morales? ¿Qué error no debería cometer?
–El error que no tiene que cometer es salirse del marco
democrático. Tiene que respetar las reglas del juego. Hasta ahora ha respetado
algunas y con mucha habilidad ha soslayado otras. Pero eso en algún rato se lo
van a cobrar. No se puede gobernar por decreto cuando hay leyes, no se puede
decir cambiamos la Constitución para cambiar todo así porque sí. Está bien,
iremos a la Constituyente, pero ¿si no sale como él quiere? ¿Qué va a pasar?
¿Se va a enojar? Lo otro tiene que ver son sus amiguitos, porque eso no le
gusta a mucha gente. En América latina somos exageradamente nacionalistas.
Entonces, a Evo, que se jacta de ser nacionalista, le van a cobrar si aparece
recibiendo consignas de afuera.
–A usted le parece positiva la llegada al poder de Evo
Morales o, al contrario, es algo negativo.
–No, yo creo que es un hecho positivo, desde luego que sí.
Es positivo porque representa un cambio en la mentalidad de la gente y se
presenta también como la consolidación de un proceso democrático iniciado hace
más de 50 años. Es un paso muy positivo para el país, para que nos integremos
todos de una buena vez. Es obvio que ha habido discriminación y abusos de
algunas clases.
–Sacando el camino de la lucha armada, Evo Morales, que
llegó al poder mediante las urnas, está nutrido por muchas de las ideas del Che
que usted mismo combatió.
–Pero no son ideas del Che, son ideas del ciudadano común.
–Ahora es así, antes no tanto.
–No, ¿por qué? No me va a decir que el ciudadano común no
tenía sus aspiraciones de trabajo, de educación y de salud antes de que
aparezca el Che Guevara. Hace dos mil años Jesucristo andaba proclamando lo
mismo. No son ideas del Che. Acá ha habido una gran operación mediática de
muchos años para crear el mito, pero ¡hágame el favor! Las ideas no son del
Che. Son las aspiraciones naturales del ser humano.
Fuente: Página/12, 18 de agosto 2006.
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