Por: Juan Alberto
Quiroz Maida para Historias
de Bolivia - Extraído del libro: "LA HISTORIA DEL SIGLO XX
EN BOLIVIA"
Sábado 17 de septiembre de 1932:
llegaron entonces al teatro de aquel drama nuevos
contingentes paraguayos. 1.600 efectivos nada menos que de la escuela militar,
además de jóvenes de la sociedad asunceña integrando el regimiento boquerón,
llamado así de exprofeso. En boquerón se jugaba el honor paraguayo.
La orden del Tcnl. Estigarribia era concreta. Los 7.500
efectivos que habían tendido un anillo de fuego alrededor de boquerón, debían
tomar el fortín a cualquier costo.
A primera hora comenzaron a tronar los cañones paraguayos.
Obuses y granadas cayeron sobre el fortín durante dos horas. Pero nuestros
compatriotas no se inmutaron, acostumbrados como estaban a la rutina de la
muerte su comandante les había dicho "camaradas en nombre de la patria les
ruego mantenerse en sus puestos no permitamos que Bolivia sufra la humillación
de la derrota".
Cuando término el hostigamiento de la artillería, comenzó la
movilización de la infantería. Los paraguayos avanzaron hacia las trincheras
bolivianas sin resistencia aparente por la dura experiencia de los anteriores,
sabían que a los 100 metros empezaba el fuego, que ahora no se manifestaba.
¿Qué sucedía? Es que los defensores tenían la instrucción precisa de disparar
sólo cuando tuvieran seguridad absoluta de no fallar. Una bala, un pila muerto.
Abrirían fuego sólo a cuarenta metros del enemigo.
Pero los paraguayos tenían la orden de arrasar boquerón sin
importar el costo en vidas humanas. Si caían los de vanguardia, los siguientes
caerían sobre las trincheras sin dar tiempo a que los bolivianos recarguen los
fusiles.
Pero en el momento mismo en que los atacantes se disponían a
dar el zarpazo final, sucedió algo imprevisto. Parte del destacamento del Cnl.
Peñaranda en yujra, aprovechando del ataque masivo paraguayo, había logrado
abrirse paso en dos columnas al mando del Cnl. Rodolfo Montalvo y el My.
Enrique Eduardo, sorprendiendo al regimiento paraguayo boquerón, al que se le
había dado la gloria de tomar primero el fortín.
En el choque cayeron decenas de cadetes guaraníes, uno fue
tomado preso y el resto tuvo que dispersarse en completo desorden, arrastrando
consigo a otros regimientos prontos al asalto final. La fuerza aparecida de la
nada, donde figuraban nada menos que el ya legendario Tte. German Busch y el
Tte. Arturo Montes, hijo del ex-presidente Ismael Montes, combatió todo el día
y en la noche ingreso a boquerón en medio de la euforia de sus camaradas que
recibieron alborozados las cajas con balas y algo de comida, mientras el hueco
en el cerco volvía a cerrarse. Quedaban en la tierra de nadie centenares de
cadáveres que los paraguayos no pueden recoger.
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