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LAS "CORRERÍAS" DEL "CHARATA" USTARIZ

Por: Oscar Córdova Ortega / Publicado en La Patria de Oruro el 29 de septiembre de 2016.

"Saludo cordialmente a los camaradas pilas del fortín Toledo…Queridos pata-pilas prepárense para correr…" Este tipo de mensajes eran tallados en los troncos de los árboles y encontrados por soldados paraguayos, cerca de sus fortines. El autor, el teniente boliviano Víctor Ustariz Arze. Este formidable satinador, se infiltraba en varias ocasiones en fortines paraguayos, logrando escabullirse constantemente de sus captores. Inclusive era capaz de retar a duelo de armas, a su ocasional rival. 
Destacaremos las curiosas actividades que realizaba el "Charata"…desde la óptica paraguaya. Para este cometido vamos a citar algunos párrafos escritos por el Cnl. paraguayo Heriberto Florentín en su libro "Lo que he visto en Boquerón". Asimismo, realizada las investigaciones y revisado el acta de bautismo, del oficial boliviano, el apellido es Ustariz y no Ustares. Sin embargo, por respeto a la fuente, haremos mención del apellido, como el autor del libro menciona a nuestro personaje. 

QUERIDOS PATA-PILAS PREPÁRENSE PARA CORRER... "Una mañana, (enero de 1931) un conscripto encontró una inscripción grabada en un árbol... La noticia llegó a oídos del teniente Velázquez (paraguayo) …Al verificar se encontró con una leyenda hecha a punta de cuchillo y cuyo texto decía más o menos lo siguiente: Queridos pata-pilas prepárense para correr, pronto vendremos a visitarles…
Una fecha y una firma que decía, teniente. Ustares. Velázquez recomendó guardar estricta reserva sobre el particular, diciendo que él mismo se encargaría de preparar una especie de celada para atrapar al audaz autor. Nada se consiguió, a pesar de habernos consumido durante tres noches haciendo guardias sobre ciertos senderos semiocultos, en tanto que el pombero boli como decían los nuestros, quién sabe por qué mundos andaría en ese momento…" Le devolvió la pistola que se le había retirado horas antes En otra oportunidad y manteniendo como fuente los relatos escritos por el coronel paraguayo Heriberto Florentín en su libro Lo que he Visto en Boquerón, destacamos la siguiente narración: "En una época aquel famoso pombero boli, (se refiere al teniente Ustariz) se había cebado por el fortín Toledo, hasta que un día cayó en la trampa del teniente Cristaldo (paraguayo), jefe de dicha guarnición. Él complaciente custodia se dejó impresionar por los clamoreos de su fingido prisionero, a tal punto que le devolvió la pistola que se le había retirado horas antes. Ustariz y sus cinco acompañantes alojados en una habitación insegura, se aprovecharon de la inepcia de un ingenuo guardián, para saltar sobre el cordón de vigilancia y escaparse hacia los montes vecinos hasta llegar a Cabo Castillo, su guarnición de origen…".

VAMOS A BATIRNOS A DUELO… Transcurre el mes de enero de 1931, y sucede un acontecimiento singular. Dos fracciones de soldados bolivianos y paraguayos, se encuentran en las cercanías del fortín paraguayo Toledo. Luego de un singular tiroteo se hallan frente a frente. Los militares paraguayos están al mando del Tte. Rafael Cristaldo y la fracción boliviana comandada por el Tte. Víctor Ustariz. Transcribimos el relato del teniente Cristaldo, y lo sucedido en ese encuentro. "En medio del callado desafío en que permanecimos ambos contrincantes, yo decidí tomar la iniciativa de invitar a mi rival a una conversación formal, señalándole mi puesto como punto de reunión. El que debe de adelantarse es usted, puesto que estamos en territorio boliviano respondió con gran soltura un pequeño oficial de cutis mateado y al parecer jefe del destacamento" "Ustedes son unos intrusos y si no me obedecen voy a abrir fuego contra su línea les advertí en un tono algo más severo… me propuso lo siguiente: Vamos a adelantarnos los dos hasta el centro del campo de nadie y allí trataremos todo lo que quiera. Aceptado le contesté… En esta situación, ambos (con pistola en mano) nos miramos fijamente sin pronunciar palabras... Las dos líneas permanecían en guardia, esperando únicamente la voz de mando de sus respectivos jefes". "Y cuando estaba más convencido de haber ganado cierta ascendencia sobre el diminuto teniente plantado delante de mí, éste con un cinismo pasmoso me endilga el siguiente interrogatorio: Y ustedes, ¿qué hacen aquí? Ante todo, ¿quién es usted? ¿Por qué vienen a jorobarnos en nuestra propia casa? Yo soy el jefe del fortín paraguayo Toledo, que ustedes atropellaron ayer, y ahora vengo a intimarles rendición, y le pido... Pero antes de terminar la frase, mi rival levantó un brazo como pidiendo el turno a sus palabras, y seguidamente me hizo esta inverosímil proposición: Vamos a batirnos a duelo me dice en tono enfático Si usted me mata se hace cargo de mi tropa, y si yo lo mato a usted, yo me apodero de la suya. Mientras nosotros dos conferenciábamos, el segundo jefe del grupo enemigo que resultó ser el subteniente Guzmán impartía instrucciones en su lengua nativa". "…Y levantando el brazo le grité enérgicamente: ¡Ríndase, teniente! ¡Arriba las manos! El efecto estaba logrado, el aludido subió lentamente ambos brazos, que yo aproveché para desarmarle… el fantasma boliviano, había caído en nuestras manos... Tanto él como sus compañeros fueron tratados con el debido respeto…". "Tan pronto que llegamos al fortín Toledo fueron alojados en la única pieza disponible, con un centinela a la vista y dejando la puerta abierta, en vista del gran calor reinante en ese momento". "Por la noche, como de costumbre, yo atendí el primer turno de la guardia, dejando el siguiente a cargo del sanitario Rolón, con la especial recomendación de vigilar estrictamente la actitud de los presos". "Pero, a altas horas de la madrugada, Ustariz se había dado cuenta que el oficial de guardia dejaba de aparecer en las cercanías, y notó también que el soldado de la fracción era un recluta sin mayor preparación; entonces empezó a desplegar una política de acercamiento y de conquista por simpatía, invitándole al incauto centinela con chocolates, galletitas y otras golosinas que éste no dejaba de aceptar; y al mismo tiempo le había interrogado sobre el sistema de seguridad adoptado en la guarnición, e inclusive le averiguó dónde estaba en ese momento el sargento Rolón, a lo que respondió -al parecer- el ingenuo guardián, que posiblemente estaba durmiendo… Y cuando llegó la hora H. Ustares y sus huestes saltaron en masa por la puerta, derribándolo de paso al desprevenido puesto, y ganando el monte vecino a una carrera vertiginosa". "El centinela quiso reaccionar, pero ya era tarde... Una vez más, el astuto explorador boliviano se había burlado de sus rivales pilas...".
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