El afiche que publicó el gobierno de facto de René
Barrientos Ortuño para atrapar a la guerrilla del Che, con recompensa de por
medio.
Este artículo apareció publicado en el periódico La Razón el 17 de junio de 2013.
Casildo Condori Choque tenía el cabello oscuro, la tez
blanca y la mirada penetrante. Era pequeño, pero decidido. Debía ser panadero,
como el resto de su familia. Sin embargo, lo atormentaban sus sueños de revolucionario.
Un día se decidió, dejó atrás la habitación con afiches y libros de Fidel
Castro y se enlistó a la guerrilla de Ernesto Che Guevara. Nunca más volvió a
casa.
No dijo a su familia hacia dónde lo llevarían sus pasos. Con
el transcurrir de los días sus seres queridos no tuvieron noticias de él, quien
para entonces cambió su nombre por el de Víctor. Una vez en la selva de
Ñancahuazú y días antes de su muerte, el guerrillero escribió una carta a su
compañera: Nancy. Le habló de su parentela, de sus anhelos y le mandó saludos
para los suyos. Pero el mensaje no llegó nunca a su destinataria. El Ejército
lo descubrió y lo confiscó.
Aquello pasó hace 46 años y la misiva sigue en poder
castrense. El coronel retirado Diego Martínez Estévez halló éste y otros
documentos similares en el Archivo Histórico Militar del Estado Mayor, en La
Paz. Sacó copias y las comparte con los interesados en el perfil humano de los
rebeldes que fueron parte de la milicia del líder argentino-cubano. Son correos
íntimos a los que accedió Informe La Razón.
‘Negro’. El 25 de marzo de 1967, uno de los insurgentes,
presuntamente Restituto Cabrera —más conocido como Negro o Médico— habría
escrito un mensaje a su esposa, su “querida Bocha”, en plena faena guerrillera:
“Aun no sé si ya estás en Buenos Aires. Te escribí hace un mes más o menos, en
donde te anunciaba que pronto te llegaría el poder, no sé si estará correcto,
creo que tiene deficiencias, pero si hay algún problema creo que lo puedes
arreglar allí o consulta con el amigo del Chino...
Te escribo un poco apurado, estoy bien de salud y de ánimo.
El estudio es bueno y estoy aprendiendo mucho, me acuerdo mucho de ti y del
Bichito. Cuando puedas mándame una foto de ti y Roxana y la ‘Casa Verde’ (sic),
novela de (Mario) Vargas Llosa... Pronto te irá a ver a tu casa un amigo y
compañero de estudio, también cardiólogo, conocido también del Chino, él se
llama Carlos, te hablará de mí y de los estudios. Dale muchos saludos a tu mamá
y hermanos y al igual que mis hermanos...”.
El cineasta argentino Norberto Forgione, quien investiga
durante una década sobre el Che y los escritos de sus acompañantes en su última
travesía, afirma que el manuscrito puede ser del Negro porque él igual era
cardiólogo de profesión y porque a pesar de que nació en Callao (Perú), se
graduó en la Universidad de Buenos Aires. Se presume que el ocasional cartero
era el argentino Ciro Bustos (Pelao) o el francés Regis Debray (Danton),
contactos de los rebeldes. Ambos llegaron hasta el campamento de Ñancahuazú y
después salieron de la zona. Posteriormente fueron capturados y sometidos a
juicio. Incluso los militares obligaron a Bustos a elaborar dibujos de los
guerrilleros (algunas figuras ilustran este reportaje), a los cuales accedió el
militar retirado Gary Prado Salmón, quien fue la cabeza visible de la lucha
antiinsurgente.
El Negro, según datos recopilados por el periodista Carlos
Soria Galvarro, era soldado del Ejército de Liberación Nacional del Perú e
ingresó a la milicia del Che a mediados de marzo de 1967. Por su supuesta
misiva, se supone que tenía una hija. “En cuanto puedas comprale una bicicleta
a la nena que yo se lo prometí tanto. Cuidado con los autos de la calle y el
tren”, señaló en la carta que habría hilvanado diez días después de su
incorporación. Pero no obtuvo respuesta porque ésta quedó en manos ajenas. Así,
su “querida Bocha” no pudo enterarse de la falta que le hacía cuando le
escribió “sobre todo acuérdate de mí”. Tampoco leyó la despedida del Negro en
el documento: “(...) Te repito muchas cosas que podría decirte, que te quiero y
extraño... pero tú sabes todo lo mío y conoces todos mis pensamientos y
deseos... Imagíname a tu lado repitiendo todo lo que ya sabes... fuerte
abrazo... Un beso, esperando con ansiedad tu primera carta”.
El 31 de agosto del mismo año, el Negro formaba parte de la
columna del camarada cubano Joaquín, alias de Juan Vitalio Acuña Núñez, cuando
este grupo fue emboscado por los efectivos castrenses en el Vado del Yeso. El
combatiente logró huir. Sin embargo, cuatro jornadas más tarde fue atrapado.
Antes dio un duro combate a los soldados. Cuando no pudo más, cayó arrodillado
y levantó las manos. Uno de los militares se acobardó ante él y apenas le
disparó en la muñeca. Después, el Negro recibió una ráfaga de tiros durante
media hora, según el diario de campaña del sargento Francisco Villarroel, citado
en el libro La Campaña Militar Contra el Che Guevara, de Diego Martínez, quien
es uno de los privilegiados que revisó los “tesoros” de los rebeldes de
Ñancahuazú que están en el Archivo Histórico Militar.
‘Alejandro’. El nombre de batalla de Ricardo Gustavo Machín
Hoed de Beche era Alejandro. Fue uno de los hombres de confianza del Che y
estuvo a su lado en el derrocamiento del dictador cubano Fulgencio Batista, en
1959. Por ello, el Comandante Guevara lo nombró jefe de Operaciones en
Ñancahuazú y tenía 29 años cuando llegó a Bolivia. En la isla, dejó a su esposa
y a dos hijos. Ella le escribió una epístola que, por alguna razón, fue
interceptada por el Ejército boliviano y hoy permanece bajo siete llaves. Una
fotocopia de este correo fue presentada por Martínez a Informe La Razón.
En éste, su pareja se presentó así: “Querido esposo, estoy
muy contenta al poderte hacer estas líneas. Por aquí todos muy bien pero
extrañándote mucho”. La misiva no tiene fecha, pero fue escrita días después
del onomástico del hijo menor de Alejandro. “La fiesta de cumpleaños de tu hijo
se la hicimos exactamente como tú querías. Vinieron muchos amiguitos y ya te
puedes imaginar lo contento que él estaba atendiéndolos a todos. El patio se lo
adornamos con globos y la piñata y les pusimos unas mesitas con sus sillas.
Mami consiguió que vinieran el mago y un hombre que trabaja con unos látigos
que hacían una bulla tremenda, pero para ellos todo eso era una cosa
maravillosa”.
Le relató que el pequeño y su abuela se pusieron a su lado para
dictarle lo que tenía que redactar. “Tu hijo mayor sigue tan aplicado como
siempre ahora antes de las vacaciones, tuvo sus primeros exámenes y saca en
todo excelente, él dice que es más que excelente porque le dieron una ‘E’ con
una estrella. Tiene delirio con la lectura, todos los anuncios los lee y el
periódico las letras en grande y con el dictado es lo mismo. Escribe todo lo
que le dicto yo me quedo asombrada cómo ha aprendido en tan poco tiempo. El
otro sigue con su carácter igual muy intranquilo pero muy inteligente y sobre
todo muy cariñoso, a él todo el mundo lo quiere”.
La mujer le dio a entender que ella, sus retoños y su suegra
cenaron juntos la noche del 24 de diciembre de 1966 y aquello alegró a los
niños. Aunque aquella Navidad hubo una brizna de alegría, todos extrañaron a
Alejandro: “Los de aquí te mandan muchos besos y recuerdos”. En la parte final,
comentó: “Bueno lo único que deseo es que te encuentres... bien y que siempre
pienses mucho en tus hijos y en mí que al igual nosotros lo hacemos”. Se
despidió con una frase: “No te olvida y te quiere, tu esposa”. Al pie hay un
texto que, se supone, fue hecho por un infante, por los trazos irregulares:
“Papa: te prometo que vengas pronto. Estoy estudiando mucho. Todo lo que me
dices en tu carta lo voy a hacer”.
Alejandro fue uno de los pocos combatientes que anunció a
sus allegados que persiguió sus ideales revolucionarios. No tuvo que esconder
esto, como sí lo hicieron otros de sus compañeros de destino; por lo tanto, su
esposa sabía que su vida corría riesgo. Más aún, él era una personalidad
importante en Cuba antes de llegar al país e instalarse en Ñancahuazú, allí fue
viceministro de Hacienda y viceministro de Industria. Igualmente ocupó el más
alto rango militar en la provincia cubana de Matanzas e inclusive fue designado
comandante del Directorio Estudiantil Revolucionario.
Sin embargo, no pudo volver a reunirse con su familia. Fue
abatido en la emboscada que los militares planificaron en el Vado del Yeso, el
31 de agosto de 1967. Antes de cruzar por el Río Grande, Alejandro iba junto a
Tania (alias de la argentina Haydée Tamara Bunke Bíder), única mujer de la
milicia. Se encontraba muy mal de salud cuando se toparon con los soldados que
dispararon a matar.
‘Inti’. “Tres meses. Muy bueno. Sus funciones de comisario
dedicado especialmente a los bolivianos las cumple eficientemente y es ejemplo
en todo tipo de labor”, comentó Ernesto Guevara respecto a Guido Peredo Leigue,
quien era conocido desde niño con el pseudónimo Inti (Sol, en quechua). Cada
evaluación del Comandante era un espaldarazo a la imagen del revolucionario que
tenía 29 años cuando ingresó al ruedo guerrillero. Por aquel entonces, tenía
dos hijos y estaba casado. Era un hombre delgado, con el cabello ensortijado y
que a punta de llevar las tareas más difíciles se fue ganando el aprecio de sus
compañeros de causa.
Según un documento fotocopiado por Diego Martínez, su esposa
era Matica —Matilde Lara, hija del conocido escritor cochabambino Jesús Lara— e
Inti le escribió desde la selva de Ñancahuazú. “Querida Matica: Seguramente
debes estar preocupada por las noticias que escuchas, pues bien, para tu
tranquilidad y la de toda la familia es que te dirijo estas líneas para
comunicarte que estoy muy bien y sin ninguna novedad... Te escribo cuatro
comunicados de los que debes pasar, copiar y hacer llegar a la prensa y radio
de esa (Cochabamba) y de La Paz...”.
Se trataba de un desesperado intento de la guerrilla para
entablar contacto con las ciudades y de enviar los documentos del Ejército de
Liberación Nacional desde su cuartel general. El mensajero fue capturado por el
Ejército, era el campesino Paulino Baigorria. En la correspondencia, Inti le
pidió a Matica que hable con algunos doctores de confianza para que le
entreguen medicamentos urgentes para atender al Comandante. “Además va un
mensaje que debes entregar al capitán Garfio (con este apodo era conocido Jorge
Kolle Cueto, dirigente del Partido Comunista de Bolivia) para que lo haga
llegar donde yo estuve últimamente (Cuba), si no encuentras al capitán busca a
uno de sus parientes más cercanos, pero trata de que llegue a él lo más
directamente posible para que él lo remita”.
Esta frase demuestra que los rebeldes buscaban urgentemente
contacto con Cuba a través del Partido Comunista. Inti fue uno de los pocos que
logró sobrevivir a la aventura de Ñancahuazú porque escapó del fatídico cerco
de los militares del 8 de octubre de 1967, quienes detuvieron y, al día
siguiente, ajusticiaron al Comandante. Salió por Santa Cruz y se movilizó
clandestinamente por algunas ciudades del país. Después se encargó de reclutar
nuevos milicianos para luchar en otra incursión armada.
En julio de 1968 elaboró uno de los más importantes
documentos posteriores a la caída del Che. El texto se titula ¡La guerrilla
boliviana no ha muerto! Acaba apenas de comenzar, en el cual hizo un balance de
los fallecidos en combate, de la “traición” del Partido Comunista y anunció que
el único camino revolucionario era el levantamiento armado. Fue así que cuando
organizaba su escuadra, fue asesinado. Los reportes de la época indican que
parapetado en una casona de la calle paceña Santa Cruz, tuvo que resistir el
ataque de unos 150 efectivos con armamento. Luchó cuanto pudo, pero fue
capturado vivo. Murió el 9 septiembre de 1969.
“Beso a mis llocallas en mi nombre, saludos a tu padre y
hermanos y tú recibe todo mi cariño”, redactó Inti en la epístola a su esposa;
posteriormente, la firmó y en su posdata adicionó: “Cuando veas a la Toyota
Frías (en referencia a la guerrillera Loyola Guzmán) salúdala en mi nombre”.
Peter Inti Peredo Harvey es uno de los hijos de este
combatiente; al menos hasta 2005 vivía en la capital de Suecia, Estocolmo,
donde era un neurocirujano de prestigio. En una entrevista concedida al
periodista Jaime Padilla, contó que tenía cinco años cuando asesinaron a su
padre y que su familia escuchaba las noticias mediante las ondas radiales. Y
aquella luctuosa jornada de septiembre de 1969 sintió que le estallaba un dolor
en su interior cuando adivinó el final de la existencia de su padre.
Desconocido. Martínez también reveló a Informe La Razón las fotocopias
de un manuscrito de seis hojas y permitió sacarle fotografías. La misiva tiene
un sello en el que resalta la palabra “Secreto”. El nombre del destinatario es
prácticamente ilegible y el tenor empieza así: “Tengo que suspirar estas letras
pudiendo disculparme por varios motivos. El primero debe ser escribir en
español, pero tú sabes querida que yo puedo maltratar el francés por vía oral;
epistolarmente, lo asesino!”
Continúa: “Además, debería pedirte disculpas por mi largo
silencio, sólo que no me animo hacerlo pues tú podrías preguntarte: ¿y a mí que
me importa su silencio?, y temo que sea verdad. En el marzo de esa maravillosa
París podías aceptar a éste sudamericano un poco pobriso y de pelo hirsuto y
hasta prodigarle la caricia de una mirada amable (¡eso no cuesta nada y es tan
reconfortante para quien lo recibe!), pero ahora nos separan millares de
kilómetros, un océano y mi insignificancia...”.
Se colige que el escritor se encontraba en Ñancahuazú y que
la correspondencia debía llegar hasta Francia. De acuerdo con las pesquisas de
Martínez, esta carta pertenece al guerrillero cubano Joaquín; empero, esto
entra en el terreno de la duda porque el remitente dice ser “sudamericano”.
Joaquín, cuyo nombre original era Juan Vitalio Acuña Núñez,
estaba casado y en una misiva escribió: “Para Cuca, mi querida esposa: Me
alegro que cuando reciban estas líneas estén bien todos, yo estoy bien. Recibí
tu carta donde me dices que estás acompañada de las niñas, te pido que te
intereses por todos por igual... mis deseos son que estudien mucho, que no
dejen los estudios por nada... Ahora tienes tiempo de superarte más... te diré
que mi trabajo va bien, estoy muy contento y cuando termine iré. Le dices a mi
familia que estoy bien y que no escribo porque no dispongo de mucho tiempo...
también quería decirte que les compres las cosas a las niñas, las que hagan
falta”.
Y mandó un adiós cariñoso: “Recuerdos para tu familia toda,
beso para las niñas y tu recibes un fuerte abrazo y beso, de tu esposo,
Joaquín”. Él fue una de las piezas más importantes en la guerrilla. Cuando su
grupo se separó de la columna principal guiada por el Che, Joaquín se hizo
cargo del equipo y deambuló para restablecer el contacto con el movimiento
insurgente. Sin embargo, falleció en Vado del Yeso, el 31 de agosto de 1967.
Era de cuna humilde, nació en Sierra Maestra y fue reclutado por el ejército
rebelde en 1957. Según la información recabada por Soria Galvarro, logró el
grado de comandante y era miembro del comité central del Partido Comunista de
Cuba.
‘Urbano’. El 27 de noviembre de 1966 arribaron buenas
noticias desde Cuba para el Che: Joaquín y Leonardo Tamayo Núñez llegaron para
sumarse a su plan revolucionario continental. Tamayo fue rebautizado como
Urbano y su currículum señalaba que fue un baluarte del ejército comandado por
Fidel Castro y Ernesto Guevara en Cuba; allí llegó al grado de capitán. Ya en
Bolivia, en medio de la selva cruceña, en marzo de 1967 hilvanó una carta
dirigida a su padre, a la que rotuló: “Sr. Generoso Tamayo”. Y siguió: “Querido
y estimado papá, cuando tomo la pluma en mis manos para hacerte estas líneas
recuerdo los momentos en que tu y yo nos encontramos juntos, pero como tú sabes
que si no estamos juntos es por mi bien, pues ya que se me ha brindado la
oportunidad de estudiar no puedo dejarlo”.
Fue uno de los combatientes que mintió a su parentela
respecto a su paradero. Ante la falta de historias reales, le comentó a su
progenitor: “Bueno viejo te contaré de mi vida por ésta, pues apenas tengo
tiempo de estar de descanso pues hay que estudiar mucho... a Estebitan y
Jorgito (se supone que sus hijos) les das un beso a cada uno y les dices que
tienen que estudiar”.
Después mandó saludos para otros compañeros en Cuba y se
despidió: “Bueno viejo se despide de ti tu hijo que te quiere y no te olvida y
te abraza con todo cariño de hijo, Leonardo Tamayo”. Urbano también sobrevivió
a lo sucedido en Ñancahuazú y pudo abrazar al hombre que le dio la vida. Escapó
del asedio militar en la Quebrada del Yuro y acompañado de Pombo y Benigno
salió de Bolivia hacia Chile en febrero de 1968. Soria Galvarro añade que
retornó a Cuba el 6 de marzo de ese año. Eso sí, su manuscrito se quedó en
manos del Ejército.
‘Víctor’. Sus padres lo bautizaron con el nombre de Casildo
Condori Vargas. Nació en el poblado paceño de Corocoro, el 9 de abril de 1941.
Fue minero y después se dedicó a la panadería. Sus sueños de justicia social lo
movieron a formar parte de la causa del Che. Fue entonces que cambió su nombre
por el de Víctor.
Mientras hacía realidad su ilusión, se sacó tiempo para
escribir unas líneas para su esposa. “Querida Nancy, por la presente te saludo
muy cariñosamente como también a tu papá, mamá y a todas tus hermanas y
familiares, yo me encuentro bien sin novedades, siempre trabajando”. El
muchacho no informó en su casa la razón de su ausencia; por ello, sus allegados
esperaban noticias suyas, especialmente en fechas importantes.
Él era consciente de aquello: “Te escribo esta carta con el
fin de saludarte y felicitarte por tu cumpleaños y te recomiendo que me lo
cuides bien a mi Lenita que es ella todo mi ser. Es a ella y tanto a ti a
quienes quiero en la vida con toda el alma. Son Uds mis seres más queridos.
Siempre me encuentro pensando en Uds. Cuando termine mi contrato vendré inmediatamente
para reunirme con Uds para vivir felices y ya no separarnos más y sin
preocuparnos”. La misiva fue interceptada, más el dinero que Víctor envió a su
familia para paliar deudas. “No encuentro palabras para expresarles y decirles
el cariño que les tengo. No te olvides siempre de ponerles flores a mis hijos.
Me despido con abrazos y besos a ti y a mi Lenita. Chau”. Abajo de la firma
puso: “Avísenme si ya habla mi hija, si se acuerda de mi, y cómo se ha
encontrado todo este tiempo. Si puedes ir...”.
Era parte de la retaguardia de la guerrilla. El 2 de junio
Víctor cayó en combate en la emboscada del Peñón Colorado, cerca de Bella
Vista. Su muerte fue un duro golpe para los combatientes del Che. Pero quienes
más lo sintieron fueron los suyos. Sus padres, su esposa Nancy y su hija
recibieron la mala noticia por los medios de comunicación, y recién se
enteraron de su travesía.
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