Por: Luis S. Crespo / Este artículo fue publicado en el periódico El Diario, 14
de Abril de 2014.
En 1536, un refugiado francés, Jean Calvin, convirtió a la ciudad de Ginebra en
sede del protestantismo europeo, a la que acudieron los perseguidos por sus
ideas religiosas… A lo largo de los siglos habitaron en ella personajes
célebres como: Jean Jacques Rousseau, nativo de este burgo protestante;
Voltaire, señor del castillo de Ferney; Montesquieu imprimió en ella su
famoso Espíritu de las leyes, Madame de Stael patrocinó en las cercanías el
salón literario de Coppet, lugar de reunión de intelectuales europeos opuestos
a Napoleón…
Al concluir la I Guerra Mundial, fue elegida como sede de la Sociedad de las
Naciones, en mérito a su ejecutoria de tolerancia e independencia y a su
posición central en Europa.
No era nueva ni original la idea de crear un organismo internacional encargado
de arbitrar los conflictos entre Estados, alentar la seguridad colectiva y la
cooperación social, limitar el armamentismo y, en suma, evitar las guerras. Las
conferencias internacionales efectuadas en La Haya en 1899 y en 1907
sostuvieron prolongados debates sobre estos temas, sin llegar a decisiones
positivas hasta que el holocausto 1914 a 1918 persuadió a los gobernantes
europeos, inspirados por Woodrow Wilson, de la premura de encontrar nuevas
formas de convivencia internacional. Tan grande fue la presión de la opinión
pública que, a pocas semanas de la apertura de la conferencia de paz de
Versalles, fue aprobado el pacto de la Sociedad de las Naciones, el 28 de abril
de 1919.
El pacto contenía 26 artículos lacónicos que versaban sobre un variado espectro
de problemas internacionales. Algo así como las Tablas de la Ley del mundo
moderno.
Uno de esos artículos, el 19, adquiriría inmediata relevancia para Bolivia, que
había suscrito el Pacto. Dicho artículo prescribía que “de tiempo en tiempo, la
Asamblea podrá invitar a los Estados miembros de la Liga a proceder a un nuevo
examen de los tratados que hayan llegado a ser inaplicables, así como de las
situaciones internacionales cuyo mantenimiento pudiera poner en peligro la paz
del mundo”.
Se pensó en Bolivia que este artículo daba pie para presentar en Ginebra una
demanda de revisión del tratado de paz suscrito con Chile en 1904, por el cual
el país había perdido su acceso al mar. Fue designada una misión presidida por
Félix Avelino Aramayo e integrada por los delegados Franz Tamayo y Florián
Zambrana; el consejero Demetrio Canelas y los secretarios José Espada Aguirre y
Antenor Patino. La inclusión de Félix Avelino Aramayo era nominal, dado su
delicado estado de salud y avanzada edad.
Con mes y medio de retraso llegó a Ginebra la delegación boliviana, cuando ya
había fenecido el plazo para la sumisión de temas para el orden del día de la
Asamblea. Para empeorar la situación, los diplomáticos bolivianos estaban en
desacuerdo sobre la forma como debía encararse la gestión. Habían surgido
discrepancias entre Tamayo y Canelas, el primer hombre orgulloso y engreído; el
segundo, un empecinado de gran integridad moral. Ambos, escasamente adecuados
para una misión de este tipo en un ambiente sofisticado y sutil, que requería,
entre otras cosas, espíritu de equipo y mucho oficio.
La demanda fue presentada el 30 de noviembre de 1920: “Bolivia invoca el
artículo 19 del tratado de Versalles para obtener de la Liga de las Naciones la
revisión del tratado de paz firmado entre Bolivia y Chile el 20 de octubre de
1904. A fin de justificar esta demanda, Bolivia, reservándose el derecho de
presentar en el momento oportuno sus derechos y alegaciones, llama la atención
sobre los hechos siguientes: 1. La violencia bajo la cual fue impuesto el
tratado; 2. La inejecución por parte de Chile de algunos puntos fundamentales
del tratado que estaban destinados a asegurar la paz; 3. Este estado de cosas
constituye una amenaza permanente de guerra. Una prueba de ello es la actual
movilización de grandes cuerpos de ejército que hace Chile sobre la frontera
boliviana a pesar del estado de paz existente entre estos dos países; 4. Como
consecuencia del tratado, Bolivia se ha convertido en país absolutamente
continental y privado de todo acceso al mar”.
En esos momentos otros asuntos de importancia absorbían la atención de la Liga
de las Naciones. Las potencias aliadas acababan de imponer un “diktat” a
Alemania y era ilusorio esperar que estuvieran dispuestas a revisar tratados.
Por otra parte, el artículo 19 no podía ser invocado por Bolivia como
facultativo para que ella promoviera “motu proprio” la modificación del tratado
de 1904. De inmediato, el presidente de la delegación chilena Antonio Huneeus,
adujo que Bolivia lo había suscrito “libre y espontáneamente” un cuarto de
siglo después de la Guerra del Pacífico. Chile rechazaba cualquier injerencia
de la Liga en un conflicto que, a su juicio, era exclusivamente bilateral.
Advertidos de que la demanda no sería admitida en el orden del día de la
Asamblea de 1920, debido a la extemporaneidad de su presentación, los delegados
decidieron postergarla hasta el año siguiente.
Fuente: EL DIARIO, 30 de noviembre de 1929. gonzalocrespo30@gmail.com
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