Por: José Antonio Loayza Portocarrero
nota publicada en SIGLO Y CUARTO, Documentos Históricos el 6 de abril de 2018.
Los que leyeron el libro “¿Arde París?” de Lapierre y Collins, sin duda
lamentaron la triste amargura que sintieron los franceses por la invasión
alemana en la 2ª Guerra Mundial; y los que recuerdan la historia de Llallagua
que estuvo invadida por Chile durante 18 largos años, saben de qué hablamos.
Pese a décadas de investigación histórica, ninguna literatura ni de
ensayo, se detuvo a indagar sobre el abuso y sufrimiento que vivió Llallagua
cuando Chile la compró en 1906, y el roto les dijo a los obreros no como una
noticia o una orden, sino con la intención de maltratarles el alma: ¡Señores,
esto es Chile! Todos escucharon la voz codiciosa y ajena tras una sonrisa
despiadada y resistieron el dolor. De inmediato vieron como los chilenos izaron
su bandera en el mástil preparado para nuestra tricolor, y una enojosa inercia
empezó a detestar aquella asfixia por esa cargante infamia que fue una
humillación tan trágica y triste, que los mineros no resistieron y se pusieron
a llorar.
Un abuelo recordó: “Debía servirlos. No tenía un arma para hacer un alboroto,
sólo mi furia contra el malhechor chileno que me hizo su esclavo. Si hubiera
trabajado en el cieno, en la cloaca, en los lugares de degradación, lo hubiera
hecho y a la luz del día por mi patria, pero no por esos que gozaban del
despojo y buscaban y escudriñaban con deleite nuestros suelos y nos hundían a
los charcos o a las aguas pútridas llenas de inmundicias, mientras ellos se
echaban al regocijo…”
Aquel obrero fue alarife de un ingeniero chileno, contó con una serenidad sin
respiro, que todo se rigió a una total privación de libertad, a la presencia de
un plan de “domesticación” altamente selectivo, discriminatorio y represivo,
como las que se impone a una bestia de carga que solo vale por su tonicidad muscular,
y para mejorar ese desprecio injusto los chilenos hicieron una “limpieza
general”, ubicaron a su gente en los puestos de mando, de modo que ningún
boliviano podía acceder a un ascenso, o al derecho de pensar o expresar ningún
reclamo que no sea después de su repentino despido. El administrador chileno
Emilio Díaz, implantó desde un principio su ley: “¡Aniquilaré a todo aquel que
se oponga a mí!” Era un acto cruel que pocos resistieron, no por falta de
fuerzas sino por orgullo, y fueron suplidos por los que llegaron de aledaño
para acatar la “obediencia ciega”.
Todo sucedió el 14 de marzo de 1906, cuando llegaron con una fisonomía de
empresarios universales y una filosofía de superioridad cósmica, los chilenos
Eleazar Lazaeta y Daniel Felieú, con una carpeta de propuesta de varios
capitalistas chilenos para comprar la mina de Llallagua del sucrense don Juan
Pastor Demetrio Amadeo Sainz, por £ 350.000, así nació la Compañía Estañífera
Llallagua, con un capital de £ 425.000. La operación se celebró en Oruro, entre
viandas, licores y trucos de salón. Sainz regaló cientos de libras al personal
de la notaria, y esa noche hubo cena y vals en el Club Social para agasajar a
los financistas chilenos y a treinta personalidades orureñas.
Las Memorias Anuales de la Compañía Estañífera Llallagua (1912–1924), reportan
en sus anales los balances, utilidades, dividendos, inversiones, y su escondido
propósito de permanecer para siempre en Llallagua. El nuevo mando estaba
dirigido por un Consejo directivo en Chile, cuyos socios capitalistas eran
personajes de la oligarquía chilena, como Napoleón Peró, Máximo del Campo, J.
Ramón Balmaceda, Orlando Ghigliotto, Enrique Rettig, y el administrador Emilio
Díaz. Desde entonces Llallagua se rigió por la Constitución de Chile, el
directorio en Chile, administrador chileno, el mineral ensacado en bolsas de
Chile, y la bandera chilena flameando en todas las instituciones. Llama la
atención la presencia directiva de Napoleón Peró, fundador del Banco Nacional
de Bolivia con sede en Valparaíso, y la presencia en la gerencia de la Compañía
Minera Huanchaca, coincidentemente por Belisario Peró, hermano de Napoleón,
Rafael y Mariano.
También estuvo en el directorio Juan Manuel Sainz, hijo de don Pastor Sainz,
quien viajó a Chile en 1910 y se alojó en el hotel Oddo, pero un día que fue el
más aciago de sus días, se metió al juego de la bolsa para especular y perdió
todo su capital, eso ocurrió en 1914, cuando pese a su actitud triunfal, no
pudo hacer nada frente a los trucos mapochinos, y así pobre, con una cuantas
monedas en el bolsillo, tal vez las suficientes para cubrir sus carencias más
urgentes, salió de Santiago a Bolivia con la ropa que llevaba: un abrigo al
brazo, un bastón barato, y 65 bultos de equipaje. Para su desgracia, al desembarcar
en Antofagasta, los bultos que llevaba se fueron al fondo del mar junto al
lanchón que lo trasportaba al muelle, no pudo hacer nada por rescatar su
equipaje, y perdió todo.
Chile obtuvo en el tiempo que manejó la empresa, una utilidad promedio anual de
£ 586.753 Si la mina les costó £ 350.000, recuperó en 8 meses todo el valor de
la inversión. Los dividendos que repartía a los socios del producto obtenido
eran astronómicamente onerosos que por desgracia derivaba del estropeo al
obrero nativo a quien se le esquilmaba el pago. Entre 1907 y 1923, Chile pagó
por dividendos, sobre las 425.000 acciones suscritas £ 6.916.875, o sea 20
veces más de las £ 350.000 que costó la mina, o 23 veces más de las £ 300.000
que Bolivia recibió por el Litoral en virtud del vil Tratado de Amistad, Paz y
Comercio con Chile, celebrado sobre la violencia en 1904.
El rescate de Atahuallpa, despojado por Pizarro hace cinco siglos, a precios de
1994, fue alrededor de $us. 165.000.000. La utilidad de la Compañía Estañífera
Llallagua, fue de $us. 2.500.000.000 ¡15 veces más! Esta analogía nos deja ver
que además de los productos del mar, o de la mina de cobre (que hoy es el
sueldo de Chile), usurpados en connivencia con los ingleses, no era ajeno a la
traición pro-chilena. Bautista Saavedra publicó en “La República” en 1931, dos
notas enviadas en 1910 por el Ministro de Chile Alberto Gutiérrez al Canciller
Sánchez Bustamante, denunciando “una proposición que importaba la desaparición
de Bolivia como personalidad autónoma”. La propuesta fue hecha por Montes en
1909 a Jorge Prieto Echazú, con el encargo al Presidente de Chile, para que
consienta un plan de unificación. El señor Edwards Ministro de Relaciones
Exteriores de Chile, llamó al Ministro Boliviano Gutiérrez y le expuso la idea
de “formar una sola entidad política, como el caso de Austria y Hungría” Eso
ocurrió después que Bolivia cedió el litoral Boliviano a Chile por dos millones
de libras de indemnización, y el compromiso de construir el ferrocarril
Arica-La Paz. Con esos eximios intelectuales, con esos representantes de la
patria: ¿Cómo podíamos defender nuestro pedazo de litoral si ofrecíamos toda la
nación? ¿No es todo esto una grandísima ironía?
Fue en ese tiempo que Patiño consolidó su plan de comprar Llallagua, quizás
desde 1915, cuando adquirió acciones de la empresa chilena mediante la Duncan
Fox, el Anglo South American Bank, y la National Lead Co. Pero el costo de la
empresa ya no era de £ 425.000, durante la 1ª Guerra Mundial la cotización en
las bolsas de Chile, calculó la acción sobre £ 30., o sea que el valor de la
empresa subió a £ 3.461.882, es decir, ¡8 veces más! Patiño y su socio Edward
Cornish, tenían una participación accionaria del 61.37% sobre las £ 425.000, y
con el fin de garantizar la operación, además de las compras de acciones que su
banquero Duncan Fox hacía a nombre de una “sociedad inglesa”, se incluyó al
directorio como Vicepresidente del Consejo Directivo a Guillermo Morris,
parcial de Patiño. El mes de abril de 1924, Patiño ingresó al salón que nunca
visitó, y después de los saludos y discursos de circunstancia se dio lectura de
la Memoria, y cuando llegó el momento de elegir al nuevo directorio, sobrevino
el pavor y todos vieron estupefactos como Patiño no sólo salió elegido como
nuevo Presidente del Directorio, sino que a partir de aquél minuto histórico,
el vocero dio la alarmante noticia de que era el dueño casi absoluto de la
empresa de estaño más grande del mundo.
Pero la empresa no retornó a Bolivia, ese año murió La Salvadora y nació la
Patiño Mines & Enterprises Consolidated Inc., con domicilio en Estados
Unidos. Si bien se logró un efecto de carambola golpeando a Chile para
apartarla, fue en Estados Unidos donde embocó Llallagua Fue sin duda un
“Patriotismo de oportunidad”. Pero en fin, Patiño era el único que podía
patrocinar un ardid para que no pasemos a manos chilenas, y nuevamente
Llallagua lució la bandera tricolor, la mía, la tuya y la de todos los
bolivianos, la que jamás podrá ser sustituida por ninguna otra por más kilométrica
que sea.
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