Por: Evelyn Campos López / Artículo publicado en el suplemento
Ecos del matutino chuquisaqueño Correo del Sur, el 27 de septiembre de 2015.
El pueblo afroboliviano está presente en Bolivia desde la
colonia y sufrió la misma opresión que los indígenas originarios, con la
añadidura del racismo y la discriminación por el color de su piel. Ha sido y es
parte de la sociedad, con un valioso aporte al país en diferentes ámbitos y una
participación protagónica en distintos episodios de la historia. Es parte de la
diversidad y merece las mismas oportunidades que el resto de los bolivianos…
Muchos desconocen que en Bolivia hay descendientes de africanos que llegaron a
estas tierras hace 500 años. “Muchos hablan de ‘los negritos’ y de la saya
pero, no están conscientes del verdadero aporte que este pueblo brindó al país
con el transcurso del tiempo”, hace notar Verónica Arciénega, quien fue parte
de una investigación para montar la I Feria Exposición sobre la “Historia y
cultura del pueblo afroboliviano”, que se expone en estos días en la Casa de la
Libertad.
Arciénega es actualmente guía de la Casa de la Libertad y realizó ese trabajo
investigativo en coordinación con la institución donde trabaja y el Consejo
Nacional Afroboliviano (CONAFRO), como parte de las celebraciones por el mes
aniversario de este valeroso pueblo.
De libres a esclavos
Los antepasados de los afrobolivianos vivieron libres en África, donde había
una gran diversidad de naciones (actualmente tiene 62 países, con más de 80
etnias). Hasta que millones de ellos fueron arrancados de sus tierras y
desintegrados de sus núcleos familiares por conquistadores, para ser llevados a
otros continentes. No existen registros precisos de la cantidad de gente que
fue secuestrada de sus lugares de origen.
Como el reino hispano autorizó el comercio y la introducción de esclavos a
todos los territorios conquistados, gran parte de América se fue poblando de
africanos. Su presencia, masiva e importante, se constituyó en la tercera raíz
del continente, después de los europeos y de los pueblos indígenas originarios.
Los que llegaron a Bolivia fueron traídos por los conquistadores españoles en
calidad de libertos y de esclavizados (así los llamaban). “Durante la colonia
temprana, en el siglo XVI, no todas las personas de raza negra eran esclavos y
no todos los esclavos eran de color…”, explica a ECOS Arciénega.
De esa forma, acontece una conjunción de saberes, costumbres y tradiciones que
ahora son parte de la identidad del país.
En la colonia, en las ciudades más importantes: La Plata (hoy Sucre) y Potosí,
hubo una importante presencia de africanos y sus descendientes también
estuvieron en La Paz, Santa Cruz y Cochabamba; muchos de ellos se dedicaban a la
servidumbre.
Los afrodescendientes —esa vez esclavos— no eran considerados como personas.
Fueron tratados como objetos y cosificados: se los podía vender, comprar,
alquilar o heredar; algo deplorable, pero muy típico en la época de la colonia.
Tener un esclavo era un símbolo de distinción y opulencia entre las élites,
pero no cualquiera podía darse el “lujo” porque les resultaba caro. Como en La
Plata se encontraban las principales autoridades, ellos los tenían como
servidumbre en sus casas. También estuvieron presentes en las haciendas de
Cochabamba y en los Cintis chuquisaqueños, en la producción vitivinícola.
El debate de las temperaturas
Otros trabajaron como fundidores de metales, acuñadores y cortadores de monedas
en la Casa Nacional de Moneda, ya que llevaban consigo conocimientos avanzados
sobre minería y fundición de metales. Los demás fueron llevados a las minas de
plata de Potosí, para trabajar en condiciones infrahumanas, soportando
temperaturas frías extremas y una altura de 4.200 metros sobre el nivel del
mar, situación a la que no estaban acostumbrados y que provocó muertes masivas,
según varios autores.
Empero, Arciénega dice que los historiadores prefieren no referirse a las
condiciones climáticas como impedimento para que los africanos y sus
descendientes vivan en Potosí, pues no se comprobó científicamente que no
toleraran temperaturas bajas. “Es cierto que los pueblos africanos se ubican en
tierras bajas y con climas muy cálidos, pero no se puede afirmar a priori que
el hecho de estar en tierras altas les haya afectado”, dice ella.
Según explica la guía de la Casa de la Libertad, para los mineros, los
africanos se convirtieron en un negocio poco rentable, porque les resultaban
costoso y había el riesgo de que murieran por la inseguridad en los socavones.
Esa situación influyó para que dejaran de trabajar en las minas:
fueron cambiados por mano de obra indígena.
“Los africanos y sus descendientes fueron vendidos y llevados hacia los Yungas
de La Paz para trabajar en las haciendas en el área de agricultura, pues las
tribus étnicas conocían muy bien el cultivo de arroz, frutas y otros alimentos,
así como la ganadería y la pesca; técnicas y conocimientos ancestrales que
aplicaron muy bien en el país. Sin embargo, su condición de esclavos no
desapareció, solo cambiaron de opresor”, declara a ECOS el presidente de
CONAFRO, Juan Carlos Ballivián.
500 años de historia
La historia demuestra que el pueblo afroboliviano sufrió la misma opresión que
la población indígena, pero con el añadido del racismo y la discriminación
debido a sus rasgos fenotípicos. Esta realidad continúa hasta nuestros días,
aunque no en la magnitud del pasado.
Una masiva presencia de afrobolivianos en los Yungas de La Paz, donde
compartieron el territorio ancestral con los indígenas aymaras. De esa forma se
dio una gran conjunción que derivó en matrimonios interétnicos. Y así también
surgió el mestizaje entre ambas culturas.
“El mestizaje como tal fue una estrategia de sobrevivencia que adoptó el pueblo
afroboliviano para combatir el racismo y la fuerte discriminación que
sufrieron, especialmente hasta antes de 1952, en el periodo de las haciendas
donde eran víctimas de los capataces, que les obligaban a trabajar tres días a
la semana, no recibían un salario y además eran víctimas de violencia extrema”,
asegura Arciénega.
Migrantes
A mediados del siglo XX, los afrobolivianos comenzaron a migrar a los centros
urbanos y semiurbanos de Bolivia en busca de mejores condiciones de vida, de
trabajo y educación.
Hoy, hay una fuerte presencia de ellos en Santa Cruz, donde viven 7.845
personas, según la secretaria de Educación del CONAFRO, Fortunata Medina. La
migración a ese departamento es mayoritaria debido al clima y porque tiene
buenas tierras y oportunidades de salir adelante. Pero muchos continúan
asentados en Nor y Sud Yungas de La Paz, en las comunidades de Chicaloma,
Mururrata, Tocaña, Coripata, Dorado, Chico Chijchipa, Negrillani de los
municipios de Chulumani, Coroico y Coripata, donde su principal actividad
económica es la producción de coca, plátano, yuca, arroz y cítricos.
La saya
El mayor símbolo de la identidad afroboliviana en el país, la saya es una
expresión cultural musical en la que plasman sus inquietudes sociales,
alegrías, penas y críticas. La acompañan con coplas al ritmo de tambores.
Hasta 1980 solo danzaban al interior de sus comunidades; después salieron a La
Paz, participaron en entradas folclóricas y, de a poco, se hicieron conocer en
otros departamentos e incluso en países vecinos. Por ejemplo, en el norte
argentino, esta demostración artístico-cultural es admirada por propios y
extraños.
En Sud Yungas, Chicaloma, los hombres que danzan la saya visten camisa y
pantalón blanco; las mujeres, por su parte, blusa roja y pollera blanca, ambos
con sombrero de paja.
En cambio en Nor Yungas toda la vestimenta es blanca, los varones no llevan
sombrero y las mujeres portan el borsalino de las aymaras.
“Las mujeres antes se hacían dos trenzas, peinado que con el tiempo se
modificó, ahora incorporaron largas trenzas menudas que se anudan con cintas
sobre la cabeza”, explica Arciénega.
La saya afroboliviana fue declarada “Patrimonio Histórico Cultural e Intangible
de La Paz”. Representa la imagen e identidad cultural no solo de esa región,
sino de Bolivia entera ante los países del mundo.
No pierden la alegría
“El pueblo afroboliviano no quiere ser visibilizado con el estigma de un pasado
de esclavitud.
A pesar del doloroso proceso que vivió es alegre, lleno de vida y muy unido;
sin embargo, es necesario buscar espacios de visibilización y sensibilización
para que la población comprenda que la cultura africana aportó mucho al país,
que tiene identidad y es parte de la diversidad, por tanto merece el mismo
respeto y oportunidades que el resto de los bolivianos”, reflexiona Juan Carlos
Ballivián.
Una participación protagónica
Los africanos y sus descendientes tuvieron una participación protagónica en
diferentes episodios de la historia de Bolivia. Participaron en:
Los movimientos indígenas organizados por Tupac Amaru, Tupac Katari y Tomás
Katari. Tupac Amaru tuvo la intención de proclamar la abolición de la
esclavitud para el pueblo afroboliviano.
Durante la Guerra de la Independencia una figura muy conocida en Sucre,
Francisco Ríos, el “Quitacapas”, natural del Brasil, tuvo una activa
participación la noche del 25 de Mayo.
Durante la revolución organizada en 1809 se planeó que todos los esclavizados y
libertos capturasen a los españoles. El plan fracasó porque alguien alertó a
los vascos. Este es un episodio poco conocido de la historia.
La guerrilla organizada por los hermanos Lanza, en La Paz, tuvo una fuerte
participación de afrodescendientes que lucharon junto con ellos por la
independencia.
Cuando el ejército de Simón Bolívar fue avanzando desde el norte del continente
hacia el sur, hasta llegar a lo que hoy es Bolivia, se sumaron en el trayecto
cientos de afros.
Lo mismo ocurrió con el general independentista José de San Martín, que llegó a
proclamar la libertad de vientre para todos los nacidos de madres esclavizadas
a partir de 1816. Durante la colonia, la condición de esclavo se heredaba por
la línea materna.
FUENTE: Verónica Arciénega,
guía de la Casa de la Libertad.
“La gente me decía: Mira negrita... Suerte negrita”
Isidora Pinedo, de 50 años, madre de la exseñorita Chuquisaca 2007 Melina
Avendaño
“Soy hija de Felipe Pinedo y Rosa Barra, nací en Tocaña, me casé con Mario
Avendaño a mis 19 años. Como mi marido es de Sucre llegué aquí a los 22 años.
Tuvimos cinco hijos de los cuales viven tres: Melina, Gabriel y Micaela
Avendaño Pinedo. También tengo un bello nieto, Isaí Ezequiel.
Yo me dedico al comercio, me siento muy orgullosa de mis raíces y de la cultura
del pueblo afroboliviano, al cual pertenezco. Mis padres todavía vivieron lo
que fue la esclavitud en una hacienda en los Yungas; trabajaban para el patrón,
sufrieron demasiado mis papás.
Ellos no tenían tierras propias pero todo el tiempo trabajaban para el patrón,
solo los sábados trabajaban para ellos. De niños hemos sufrido mucho, teníamos
que levantarnos a las cinco de la mañana para cocinar la merienda, plátano con
charque, para cosechar o sembrar. Nunca me olvido de mi pueblo, siempre viajo
cada año.
Cuando llegué a Sucre he sido muy discriminada; como habían pocos afros, la
gente me miraba y me decía: 'mira negrita…. Suerte negrita…'. Incluso las
mamás, en vez de enseñar a sus hijos a no hacer eso, me señalaban con el dedo;
¡qué se va hacer, así es la vida! Había que aguantar nomás.
Ahora las cosas han cambiado, y a mí me encanta mi color. También hay otra
gente que nos valora”.
Aportes de la cultura afroboliviana
Los antepasados del pueblo afroboliviano y sus descendientes aportaron al país
con conocimientos ancestrales en la minería, en las técnicas de la agricultura,
caza y pesca.
Uno de los historiadores afrobolivianos más conocidos, Juan Angola Maconde,
sostiene que las raíces de gran parte de la gastronomía boliviana, como el
mondongo, la fritanga y otros platos, está en África. Pudo verificar esta
situación durante los viajes que realizó a ese continente.
Dejaron también grandes aportes en el mundo del arte y la cultura, con su
música, danzas, trajes, costumbres y tradiciones.
En el deporte se les reconoce como un semillero de destacados futbolistas: el
recordado Ramiro “Chocolatín” Castillo, su hermano Iván y, ahora último,
Augusto Andaveris, Gustavo Pinedo, Víctor Hugo Angola, Ramiro Ballivián, Leonel
Morales, Jaime Ascarraita, entre otros. Los más memoriosos citan a Celedonio
Flores, el “Garrincha yungueño”, nacido en Chicaloma. Y no solo en el fútbol,
por mencionar a una gran deportista, está también la pesista campeona Silvia
Andrade.
Sus bellas mujeres sobresalen en el mundo del modelaje. Un claro ejemplo es
Melina Avendaño, elegida en 2007 Señorita Chuquisaca, representante de este
departamento en el concurso Miss Bolivia.
También hay sobresalientes fotógrafos y artistas plásticos, como Sharon Pérez.
De igual forma, tienen una presencia cada vez más importante en el ámbito
político, con senadoras, parlamentarios, asambleístas y concejales.
El pueblo afro y las leyes
Con el nacimiento de la república (6 de agosto de 1825), Simón Bolívar decretó la libertad de los esclavos, pero los gobiernos posteriores eludieron esa disposición.
En 1851, Manuel Isidoro Belzu les concedió la libertad de manera clara y
categórica; sin embargo, de esclavos pasaron a ser pongos de las haciendas.
En 1945, el presidente Gualberto Villarroel promulgó el Decreto Supremo 319,
que declara abolidos los servicios de pongueaje y mitanaje.
En 1952, se eliminó el trabajo gratuito y la servidumbre.
El 2 de agosto de 1953, mediante el Decreto Ley 3464, se abolió el pongueaje y
el mitanaje, librando a los afrobolivianos de la esclavitud. También se les
otorgaron las tierras en las que ahora viven y trabajan.
El 7 de febrero de 2009 el presidente Evo Morales promulgó la nueva
Constitución Política del Estado, que en el artículo 32 reconoce: “El pueblo
afroboliviano goza, en todo lo que corresponda, de los derechos económicos,
sociales, políticos y culturales reconocidos en la Constitución para las
naciones y pueblos indígena originario campesinos”.
Este año, los pueblos afrobolivianos fueron excluidos de los proyectos de
estatutos autonómicos de La Paz y Santa Cruz.
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