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PERSECUCIÓN POLÍTICA Y ANTICOMUNISMO EN LOS GOBIERNOS DEL MNR (1952-1964)

Dirigentes históricos del MNR

 

POR JULIO PEÑALOZA BRETEL / Publicado en La Razón el 18 de octubre de 2020 

Ya dijimos que Bolivia cuenta con un archivo “oral” y documentación dispersa y desordenada acerca del autoritarismo y la represión política practicados por el MNR en sus 12 años de gobierno en la década del 50 y la primera mitad del 60. Es por ello que hasta aquí he privilegiado los ejemplos concretos vinculados al Control Político al mando de Claudio San Román, los campos de concentración y a las prácticas represivas que incluían métodos de tortura, especialmente practicados contra militantes del conservador partido Falange Socialista Boliviana (FSB), pero las razones de fondo estructurales para que especialmente Víctor Paz Estenssoro terminara prácticamente fagocitado por el gobierno y las políticas estadounidenses encabezadas por los presidentes John Fitzgerald Kennedy y Lyndon Johnson están relacionadas con la conversión del proceso revolucionario iniciado en 1952 hacia lo que se consolidó como un laboratorio en que combinarían esfuerzos “liberales desarrollistas norteamericanos” y “modernizadores autoritarios de América Latina”, como bien lo define el investigador Thomas C.Field Jr., quien afirma de manera rotunda, —producto de una exhaustiva investigación contenida en 16 archivos y 50 entrevistas personales que le permitieron construir una narrativa de historias orales y documentos personales — que “las ideologías tecnocráticas de desarrollo funcionaron como prismas a través de los cuales ambas administraciones libraron una guerra en contra el movimiento obrero boliviano”.

El intervencionismo, la injerencia, el control y la participación activa en aspectos tácticos en la “guerra contra el comunismo en Bolivia” tiene nombres y apellidos: “El embajador Douglas Henderson, el jefe local de la CIA, Larry Sternfield y un agregado aéreo de la embajada, Edward Fox,  dedicaron mucho tiempo a discutir los detalles de la política estadounidense con respecto a Bolivia durante esos tensos años. Sus historias se basaban en lo que el registro documental sugiere: que las administraciones Kennedy y Johnson estaban convencidas de que Paz Estenssoro era la única figura que podía guiar a Bolivia por el camino de la modernización anticomunista y que los funcionarios estadounidenses —a regañadientes en los casos de Sternfield y Fox— fueron forzados a mantenerse al margen, mientras el General Barrientos llevaba adelante la sublevación (noviembre, 1964), afirmación que queda corroborada por ex funcionarios de gobierno y familiares del mismísimo Paz Estenssoro que le achacan toda la responsabilidad para la caída del MNR al citado Cnl. Fox y a la CIA.

Quienes son afectos a la mitificación de personajes públicos en la vida de una sociedad, han omitido con premeditación o por ignorancia que el calificado por la historia oficial “personaje del siglo XX en Bolivia”, Víctor Paz Estenssoro, hipotecó la Revolución de 1952 a la estrategia planetaria estadounidense, enfrascada entonces en la confrontación que caracterizó la guerra fría y la lucha bipolar por el dominio del planeta frente a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). De esta manera, a título de “cooperación para el desarrollo” encomendada a la llamada Alianza para el Progreso y sus Cuerpos de Paz, y a sus distintas agencias de “cooperación”, vigilancia e inteligencia,  el líder movimientista terminó cediendo ante la presión y condicionamientos norteamericanos, dejando de lado una inicial postura de “tercera vía” entre capitalismo y socialismo que hacía a nuestro país un potencial reproductor del proceso revolucionario cubano triunfante en 1959.

En ese contexto, las historias de falangistas perseguidos, encarcelados, torturados o eliminados físicamente, terminan convirtiéndose en telón de fondo de una conflictividad que fundamentalmente estaba centrada en la resistencia popular al gobierno pazestenssorista con fuerte acento ideológico comunista, expresada a través de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) –Siglo XX, Irupata, Catavi, Llallagua, Uncía, Huanuni, Machacamarca, San José— liderada por Federico Escóbar e Irineo Pimentel, “obstáculos para la modernización de Bolivia” que fueron en su momento arrestados y como represalia grupos de mineros retuvieron a cuatro funcionarios de la “cooperación” estadounidense en una sede sindical en la que se encontraba almacenada una gran cantidad de dinamita.

He aquí el meollo de los móviles para la instauración de infraestructura, métodos y operadores paramilitares que hicieron del obsesionado desarrollista Paz Estenssoro, un obediente ejecutor de las directrices estadounidenses en las que el fin justificaba los medios violatorios de los derechos humanos, la pluralidad política, la autodeterminación y la soberanía nacionales. Los norteamericanos querían “una modernidad de clases medias, a fin de prevenir que la región adopte un socialismo obrero campesino”, y es en ese marco que puede comprenderse el postulado de la Alianza de Clases, política e ideológicamente distante de la visión marxista de la Lucha de Clases.

Convertido Bolivia en el segundo país receptor per cápita de ayuda estadounidense en el mundo con un 20% de su PIB, ese pragmatismo intervencionista, una vez que el crecimiento de la incidencia militar en la vida política se haría manifiesto, el gobierno norteamericano no dubitó en otorgarle solución de continuidad al golpismo militar inaugurado en noviembre de 1964, que se extendería hasta principios de la década de los 80 sustentado en las mismas bases de modernización desarrollista y lucha contra el comunismo esbozadas y puestas en práctica a partir de 1960, que hicieron de la República de Bolivia un país sometido a la dependencia y a las decisiones que se tomaban desde afuera sobre su destino con un fuerte costo político-social en  materia de libertades ciudadanas y derechos humanos.

Esta es la lógica de comprensión que debe ayudarnos a entender el porqué profundo y estructural del autoritarismo,  la represión y la violencia política practicadas por los gobiernos del MNR y que tuvo su cúspide en la puesta en vigencia del Plan Triangular con la participación de EEUU, Alemania Occidental y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), signatarios que compartían la visión de que “los sindicatos eran los inequívocos responsables de los problemas de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL), cuyo presidente, Guillermo Bedregal Gutiérrez, recibió presiones para una “considerable reducción en el número de trabajadores”, medida que —quienes creen en la mirada cíclica de la historia— se repetiría en 1985, dos décadas y media después, con la dictación del decreto 21060 y el despido masivo de trabajadores mineros eufemísticamente llamado “relocalización” a cargo del mismísimo Paz Estenssoro al inicio de su cuarta gestión presidencial.

El Plan Triangular arrancó con $us 13,5 millones en “asistencia técnica como el primero de tres pagos”. La FSTMB se opuso tenazmente a través del control obrero a este “programa de cooperación”, asunto que se tradujo en severas medidas represivas: El 6 de junio se llevaron a cabo 50 arrestos sin muertos; Bedregal llamó a reunión a su oficina de La Paz, a líderes sindicales y en lugar de recibirlos él, fueron agentes del Control Político que dejaron libres a los dirigentes movimientistas y apresaron a los comunistas y trotskistas, luego enviados a la localidad amazónica de Puerto Villarroel. El líder sindical comunista Simón Reyes no pudo llegar a la reunión, pero con otra emboscada, Bedregal, preocupado por la “terrible reacción en las minas”, aparentó simpatía con Reyes para invitarlo al Palacio de Gobierno, lo que significó que el dirigente minero fuera también arrestado y embarcado en un avión junto a estudiantes universitarios y profesores.     

“Complot comunista”, dijo Paz Estenssoro para justificar la puesta en vigencia de un Estado de Sitio que facilitó el aislamiento e incomunicación de “cincuenta comunistas bolivianos” con las milicias campesinas movimientistas que coreaban en las calles “abajo el comunismo”:  Ejemplos como estos campean en los casi cuatro años del tercer gobierno pazestenssorista finalmente derrocado por su vicepresidente, el Gral. Barrientos  y solamente la palabra de un economista de USAID, Melvin Burke, que trabajaba en el Plan Triangular, comparte el criterio de los mineros, afirmando en carta de renuncia elevada a sus superiores que “USAID no tiene nada que ver ni con la economía, ni con el desarrollo de Bolivia”, que según el funcionario “el Plan (Triangular) era un Caballo de Troya que no tenía ninguna base económica excepto destrozar al sindicato comunista”, reivindicando la validez de lo planteado por los mineros “por haber luchado contra la supuesta eliminación de los mineros superfluos”. El mismo Burke, en un estudio realizado en años posteriores, escribió que la COMIBOL usaba una contabilidad “creativa” que alteraba datos de ganancias y pérdidas reales a su antojo, pretexto para racionalizar o dicho de manera más cruda, despedir trabajadores de la empresa. Y aquí va la clave de todo el análisis que hace Burke: “El Plan Triangular era una fachada que escondía un encubierto objetivo político, consistente en destruir el sindicato de trabajadores y revertir la nacionalización de la industria minera boliviana”.

Una conquista revolucionaria era así perforada por uno de los autores principales que la había gestado, con el gravísimo añadido de una campante corrupción: “El gobierno corrompió a los líderes afiliados al MNR de San José, en las afueras de Oruro con 400 chamarras americanas y 500 mil pesos”, que había ofrecido la liberación de los comunistas detenidos con excepción de Federico Escóbar e Irineo Pimentel.

Hasta la orden religiosa católica de los Oblatos se convirtió en instrumento de persecución de mineros con filiación comunista y el Comité de Amas de Casa, alineado con el Partido Comunista de Bolivia (PCB), pidió a Paz Estenssoro la liberación de sus esposos, movilización en que perdió la vida la huelguista Manuela de Sejas, fallecida poco antes de que finalmente Paz Estenssoro aceptara liberar a los prisioneros. Un poema escrito en homenaje a esta luchadora resume la ira que provocó el Plan Triangular, especialmente en los mineros de Siglo XX: “Fuiste a las huelgas de hambre rumbo a La Paz/llegaste a las puertas de COMIBOL/ gases lacrimógenos llegaron a tus hijos de los agentes pagados con el dólar de los yanquis Manuela de Sejas/ mujer valiente sin igual/ ofrendaste tu vida por la clase trabajadora/ luchaste junto a tu marido contra el Plan Triangular, oponiéndote contra la masacre blanca…/ Adelante compañeras!/ hasta la liberación de un pueblo oprimido por los capitalistas norteamericanos/tiranos, masacradores, perros asesinos./Algún día caerán en el fango de un precipicio sin final.”

En el tensionante marco de la Guerra Fría, los funcionarios estadounidenses comparaban a nuestro país “con alguien desnutrido, mal vestido, sin vivienda apropiada y expuesto a la tuberculosis”  y creían que la única forma de inmunizar al paciente de la enfermedad (el comunismo) era hacer cuanto fuera posible para evitar la intervención soviética en los asuntos internos de Bolivia.”

“Parece que cuanto más de cerca estudian los historiadores la política exterior del presidente Kennedy en distintos países, más se revela su autoritarismo. Los objetivos políticos impulsaron a la Alianza para el Progreso desde sus inicios y el fuerte sesgo ideológico de la administración simplemente exageró y radicalizó el nivel de intervención de Washington. En Bolivia, el tan anunciado programa de Kennedy trajo consigo una profunda implicación de EE.UU. en casi todos los aspectos de la vida social, política y económica. Basándose en el viejo paradigma del desarrollo autoritario del Presidente Paz Estenssoro, los desarrollistas estadounidenses tomaron las minas nacionalizadas como lógico punto de partida y adoptaron un autoritario plan de rehabilitación de la minería, redactado en gran parte por los propios bolivianos. Sin embargo, la resistencia de los mineros que no comulgaban con el MNR fue firme e inmediata, lo que obligó a la Alianza para el Progreso a apoyarse directamente en la represión política. Alentados por la aparente determinación de Paz Estenssoro, los desarrollistas estadounidenses colmaron al gobierno boliviano de asistencia policial, militar y económica, secundando de buena gana la batalla estratégica de Washington contra el comunismo en el corazón de América del Sur.”: La cita precedente registra una perfecta síntesis de la relación causal entre injerencia y las violaciones a los derechos humanos a cargo de los Estados Unidos de América en Bolivia.

(Datos de investigación de archivo personal y en ‘Minas, balas y gringos – Bolivia y la Alianza para el Progreso en la era de Kennedy’, de Thomas C. Field Jr.)

 

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