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EL SECRETO QUE POCOS BOLIVIANOS CONOCEN DEL PAPA JUAN PABLO II EN BOLIVIA

Este artículo fue publicado originalmente en www.oxigeno.bo

El domingo 27 de abril, los católicos bolivianos se abrazaron en muchas iglesias y rezaron oraciones por Juan Pablo II, el Sumo Pontífice que llegó al país hace 26 años a tierra boliviana. Como esos días, los instantes de esta mañana dominical, los católicos hicieron conocer expresiones de alegría por quien hoy es Santo, el misionero de Cristo.
Por ello, vale la pena recordar aquellos días llenos de fe, días de mayo en que no se hablaba de otra cosa que no sea la energía que regalaba a su paso, y los mensajes hechos para cada uno de los bolivianos. Esta es la crónica que el periódico Oxígenobo, escrita por la periodista Liliana Carrillo, recupera para sus lectores.

ALERTA MÁXIMA

Mayo, 1988. Faltaban apenas tres días para el arribo a Bolivia de Juan Pablo II, cuando se descubrió un cargamento de armas de alta precisión en una avioneta que aterrizó en el aeropuerto Viru Viru de Santa Cruz. El hecho movilizó a un contingente de seguridad, hubo detenidos y, sin embargo, el gobierno decidió guardar el dato en reserva. Ese fue apenas uno de los hechos que marcaron la llegada del Pontífice, un acontecimiento que hizo historia en un pueblo profundamente católico, que hoy ve al “Papa viajero” beatificado y más cerca de Dios.
El 6 de mayo de 1988, el abogado Luis Fernando Valle recibió una llamada alarmante. “Inteligencia había detectado en Santa Cruz una avioneta con un armamento tremendamente sofisticado, el cual fue decomisado después de tomar presos a los propietarios que eran extranjeros. En esos momentos, podíamos suponer que se trataba de un posible grupo que trataba de atentar contra el Papa”. Desde su cargo de delegado gubernamental en la comisión creada para la visita del Pontífice, Valle no podía correr riesgos. “La seguridad de Juan Pablo II era fundamental, ¿se imagina si le pasaba algo estando en Bolivia?”, se pregunta el ex ministro de Víctor Paz Estensoro.
Y no faltaban razones para extremar medidas. Juan Pablo II fue el pontífice más amenazado de la historia moderna de la Iglesia. Siete años antes de su llegada a Bolivia, el 13 de mayo de 1981, estuvo a punto de morir, cuando el turco Ali Agca le disparó dejándolo herido en la plaza de San Pedro del Vaticano.

EL SEMBRADOR...

En febrero de 1987 se confirmó la llegada de Juan Pablo II a Bolivia, en el marco de una gira latinoamericana del “Papa viajero”. Un mes después, comenzó el trabajo de una comisión integrada por representantes de la Iglesia Católica, el Gobierno y el Vaticano. “No podíamos dejar ningún detalle al azar… iba a venir el Santo Padre”, recuerda monseñor Gonzalo del Castillo, quien fuera Obispo Castrense de Bolivia. “Un equipo de 15 personas, entre laicos y religiosos, nos reuníamos cada semana, primero y cada día después, sin falta para ver como marchaban los preparativos. Empezamos con la parte material que abarcó el programa y locaciones. Primero debía verse por la salud del Papa, la altura y todas esas circunstancias; por lo que se conformó un comité de médicos. Por medio de la Cancillería se preparó la recepción en El Alto”. Veinticuatro años después, el sacerdote tiene aún frescos los recuerdos de aquella visita. Cómo no, “fue inolvidable”, dice.
La logística se complementaba con la labor pastoral. “Preparamos el corazón de laicos, religiosos, el pueblo en general y particularmente a los 1.000 ministros extraordinarios de comunión”, añade Monseñor del Castillo. A principios de 1988, el himno “Sembradores de justicia y esperanza”, compuesto por el conocido sacerdote Francisco López de Dicastillo sonaba en todo el país y 1.200 jóvenes se sumaron al operativo como voluntarios.
“Ellos, encantados ser parte de este comité porque sentían cerca la presencia de alguien muy importante en su vida”, rememora Cecilia del Corro, miembro del Opus Dei. Ella fue uno de los cientos de religiosos que nunca olvidarán ese mayo. “Nosotras orábamos y concientizábamos a la gente, sólo queríamos que todo salga bien y que los bolivianos puedan conocer al Papa”, añade.
En abril de 1988 llegó al país una comisión especial desde el Vaticano. “Verdaderos profesionales, que supervisaban cada detalle del itinerario”, recuerda el doctor Valle. A la cabeza de una cúpula de obispos, un experto cuerpo en seguridad coordinaba acciones con las FFAA y la Policía boliviana. “Se visitó todos los aeropuertos, se planeó todos los recorridos, las visitas, los actos”, recuerda el entonces delegado presidencial para la visita.
“Incluso vino una comisión de pilotos de Alitalia (Compañía Aérea Italiana) para verificar las pistas y los aviones que transportarían al Santo Padre. En el viaje de inspección a Oruro –donde todavía se transmitía y recibía mensajes con esas lámparas antiguas de las radios que tenían filamentos- los italianos la pasaron mal pues viajaron en un avión que había sido recién pintado, justamente para el acontecimiento. Llegaron descompuestos y aún los recuerdo sentados en unos sillones de cuero, enfermos, atendidos por monjitas”.
Ahora, Valle cuenta con una sonrisa la anécdota que hace 26 años fue causa de noches de insomnio. “Había muchas falencias. Las inspecciones determinaron, por ejemplo, que el aeropuerto de Potosí no reunía las condiciones de seguridad necesarias; por ello Sucre fue la sede también para fieles y autoridades potosinas”.

SALTEÑAS SOBRE LA CORDILLERA

El 8 de mayo de 1988, un día antes de su llegada al país, el Papa habló desde Uruguay a los bolivianos. “Deseo entrar en todos los hogares, al menos con el saludo o la bendición. Mi deseo es sentirme y que me sientan cercano todos los bolivianos, particularmente los más débiles y necesitados, para que el mensaje del Maestro prenda en sus corazones”.
Al día siguiente un avión del Lloyd Aéreo Boliviana aterrizó en Montevideo para traer a Juan Pablo II y los 13 obispos de la jerarquía eclesial que lo acompañaban. En él viajaba Luis Fernando Valle y el entonces presidente del LAB, Jaime Niño de Guzmán. “La expectación era tremenda, la tripulación…nosotros. Nunca olvidaré la dulzura del Papa, el cariño con el que habla de Bolivia, en perfecto castellano, y cuánto sabía de Bolivia”, cuenta el ex delegado gubernamental Una ambiente especial se acondicionó para el Papa y durante las cuatro horas él conversó con los bolivianos “y oró”. En un momento, amables, las azafatas repartieron salteñas. Juan Pablo II las recibió agradecido pero entonces, un agente de seguridad del Vaticano que nadie había visto apareció de algún lugar retiró el manjar. “El sumo Pontífice no podía comer nada que no estuviera aprobado”.

UN PUEBLO ENAMORADO

Ese 9 de mayo, Juan Pablo II fue recibido –como nunca, como nadie- por el pueblo boliviano a su llegada a El Alto. Miles de fieles dieron la bienvenida al Papa con cánticos y agitando pañuelos blancos. Una cadena humana escoltó el recorrido de 17 kilómetros de la comitiva desde el aeropuerto hasta el Episcopado, en la avenida Arce.
“Es impresionante la cantidad de gente, le comentó el mismo Juan Pablo II al arzobispo Luis Sainz Hinojosa que en ese entonces lo acompañó en el Papa móvil. El Santo Padre se quedó admirado al ver la hoyada”, relata monseñor Del Castillo. El Papa móvil, prestado de Argentina, encabezaba la caravana. En todo el trayecto había agentes de seguridad camuflados y todos se comunicaban minuto a minuto. Aunque, era inevitable, “algunos se distraían al paso de su Santidad”. Así de carismático era.
Esa noche, Juan Pablo II se reunió con la alta jerarquía eclesial y gubernamental. Y se retiró a descansar. Ya, sin medios de comunicación, ni cámaras fotográficas de por medio, se instaló en la habitación que prepararon para él las monjitas de la Nunciatura. Sin embargo, un dolor de cabeza ocasionado por la altura le impidió descansar. “Sin quejas ni exigencias, a paso lento y silencioso, salió de la habitación para dirigirse a la Capilla. Y el Santo Padre se pasó toda la madrugada rezando por cada uno de los bolivianos”, recuerda Mónica Hennings, testigo del hecho, y aún se emociona.
Con el canto “Tú eres mi hermano del alma, realmente mi amigo…”, interpretado por cientos de niños vestidos con ponchos blancos, amaneció el 10 de mayo de 1988. “A pesar de no haber dormido toda la noche, el Santo Padre, acogedor y cariñoso salió a la ventana para ver la sorpresa de los pequeños”, relata la religiosa Cecilia del Corro. El Papa dejó el protocolo y abrazó a todo el que pudo acercarse a él, para nerviosismo de su cuerpo de seguridad.
Ese día, antes de las reuniones oficiales, Juan Pablo II ofició la primera homilía en El Alto ante un millón de fieles que esperaron desde la madrugada. De esa mañana, preámbulo del invierno paceño, Monseñor del Castillo recuerda la nevada que estropeó el cuidado arreglo del altar y la mirada serena pero feliz del Papa admirando las montañas. “Pudimos solucionar el contratiempo que ocasionó la nevada; pero al Santo Padre ello no le preocupaba cuando hablaba ante miles de jóvenes, adultos, niños, enfermos que lo esperaban”. Todo el país escuchó su saludo en aymara. “Munata jilanakaj, Jumanakax. Chuymajantawa” (“queridos hermanos, están en mi corazón”).

MINERO, CHAPACO, CRUCEÑO

Los siguientes cuatro días, Bolivia se unió al llamado del Papa. Juan Pablo II se puso un casco de minero en Oruro, congregó a miles de jóvenes en Cochabamba, cantó con los niños en Tarija , recibió guirnaldas en Sucre y convocó a miles en Trinidad y Santa Cruz.
Y su discurso fue siempre de paz y unión. ““Quiero hacer un llamado urgente a todos y cada uno de ustedes, a comprometerles con valentía, cada uno en su campo, a hacer de Bolivia una patria común donde no haya ni opresores ni oprimidos, ni señores ni esclavos, sino hermanos que se reconocen como tales y como tales se aman”, dijo el Papa en su despedida, el 14 de mayo, antes de partir a Perú.
“El fervor de la gente por verlo era tan grande que ponía la seguridad en riesgo. En Sucre tuvimos que cerrar una puerta para evitar una muchedumbre. En santa Cruz, era tal la cantidad de gente que hubo que cerrar –recuerda el doctor Valle- Ahora que ha pasado 24 años puedo contar todas las peripecias y las medidas de seguridad. Había que cuidar al Papa. Él se alojó en conventos o en la Nunciatura pero nadie sabía exactamente en qué cuarto se quedaba. Él era natural y ajeno al protocolo, cada uno de sus pasos fue vigilado”.
Bolivia pasó la prueba y el Santo Padre se fue enamorado de este pueblo y éste lo amó. ¿Y la avioneta y las armas?... “Todo fue investigado, pero sigue siendo un secreto”.

“ EL OPERATIVO DE SEGURIDAD FUE PERFECTO”

Luis Fernando Valle, delegado del presidente Víctor Paz Estensoro para la visita de Juan Pablo II.
¿Cuál fue su rol durante la visita del Papa a Bolivia?
Fui representante personal del señor presidente Victor Paz Estensoro en ocasión de la visita del Santo Padre a Bolivia. Ese cargo significaba que yo era el nexo oficial dentro de la comisión oficial, presidida por el Nuncio apostólico, con el gobierno. En criterio del Dr. Paz había que dar todas las facilidades necesarias para que su visita sea un éxito. Me nombró fundamentalmente por dos razones: la primera es que había que tener un buen conocimiento del dispositivo de seguridad con que contaba el país, tanto FFAA como Policía, porque algo que nunca se menciónó y era fundamental era velar por la seguridad del Santo Padre después de los atentados que había sido objeto. Mi anterior cargo era de Ministro de Defensa entonces yo sabía de los métodos, los sistemas del país en materia de seguridad.
¿Cómo se desarrolló el dispositivo de seguridad de Juan Pablo II?
Se hizo un dispositivo muy grande meses antes de la llegada del Papa, que estuvo a cargo de los departamentos de Inteligencia, tanto de las FFAA como de la Polícia velando especialmente por la entrada o llegada de alguna persona sospechosa de tratar de atentar contra Juan Pablo II. El dispositivo de la Iglesia del Vaticano fue perfecto. Aquí, protección interna tenia su propio sistema secreto.
¿Hubo alguna amenaza seria contra el Papa en territorio boliviano?
En Santa Cruz detectamos un posible grupo que podía haber intentado un atentado, cuando encontramos una avioneta con un armamento tremendamente sofisticado, el cual se decomisó y se tomó preso los propietarios, que eran extranjeros. A la ida del Papa se habrá hecho la investigación correspondiente, de ello no puedo hablar.

EL “PAPA VIAJERO” AHORA ES UN SANTO

En el llamado "domingo de los cuatro papas", Juan Pablo II y Juan XXIII fueron proclamados santos en una ceremonia multitudinaria en la Plaza de San Pedro del Vaticano. La misa fue oficiada por el papa Francisco. En las primeras filas, el pontífice emérito, Benedicto XVI, asistió a la celebración.
Como cada santo, los dos papas tendrán una fecha en el calendario litúrgico. La de Juan XXIII será el 11 de octubre - en homenaje a aquella jornada de 1959 en que comenzó el Concilio Vaticano II - mientras que la festividad de Juan Pablo II será el 22 de octubre, fecha en que se inició su pontificado.
Inicialmente, Juan Pablo II fue beatificado el 1 de mayo de 2011 en Roma, después de que la Iglesia diera fe de un milagro del Papa: la curación de la monja francesa Marie Simon Pierre, de 51 años, que sufría Parkinson.
La parte más importante y esperada de la ceremonia del 27 de abril fue el rito de la canonización, cuando el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Ángelo Amato, presentó a Francisco "las tres peticiones" para santificar a ambos papas: primero con "gran fuerza", después con "mayor fuerza" y, por último, con "grandísima fuerza".
A continuación, el Papa pronunció la fórmula: "En honor de la Santísima Trinidad, por la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo y de los santos apóstoles Pedro y Pablo, después de haber reflexionado largamente e invocado la ayuda divina y escuchando el parecer de muchos de nuestros hermanos obispos, declaramos santos a Juan XXIII y a Juan Pablo II".
Finalmente, Francisco pidió que ambos papas fuesen inscritos en el libro de los Santos.
Para esta canonización histórica viajaron delegaciones de 92 países, con 24 jefes de Estado y Gobierno y 23 ministros, entre ellos los reyes de España y de Bélgica, además de los presidentes de Paraguay, Honduras, El Salvador, Ecuador, Albania, Croacia, y Polonia, entre otros.

LOS ATENTADOS CONTRA JUAN PABLO II

1979: Fernando Alvarez Tejada colocó una bomba en la Basílica de Guadalupe de México durante una visita del Papa.
2 octubre 1979: Mientras Juan Pablo II anuncia en Nueva York un próximo viaje a Brasil, una carta anónima es recibida en la oficina del FBI de Newark para avisar de un hipotético atentado al Papa por las Fuerzas Nacionales de Liberación puertorriqueñas.
16 febrero 1981: Momentos antes de llegar el Pontífice al estadio de Karachi (Pakistán) se registra una explosión a escasos metros de donde iba a oficiar la misa. El terrorista murió por la deflagración.
13 mayo 1981: Dos balas disparadas por el turco Ali Mehmet Agca hieren de gravedad al Papa mientras presidía la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro.
12 mayo 1982: El sacerdote integrista español Juan Fernández Krohn es detenido en el santuario mariano de Fátima (Portugal), tras abalanzarse sobre el Pontífice con una bayoneta.
2 marzo 1983: Juan Pablo II inicia un viaje a Centroamérica, gira marcada por las amenazas contra su integridad física, como las lanzadas por los grupos ultraderechistas paramilitares de Guatemala.
21 mayo 1983: Un artefacto explosivo destruye la tribuna levantada para su Santidad en un barrio periférico de Milán, donde Juan Pablo II daría una misa al día siguiente.
6 mayo 1984: Un surcoreano de 22 años dispara una pistola de juguete contra el vehículo que transportaba a su Santidad por las calles de Seúl.
25 noviembre 1986: Un joven irlandés es detenido en Brisbane, capital de Queensland (Australia), con cinco “cócteles molotov” para atentar contra el Pontífice, mientras realizaba un viaje pastoral a Australia.
10 septiembre 1990: La oposición al Gobierno de Costa de Marfil tenía preparado un plan para asesinar este día al Papa en Yamusukro, durante la inauguración de la basílica Nuestra Señora de la Paz.
11 enero 1995: El presidente de Filipinas informa de la detención de dos personas sospechosas de constituir un peligro para la seguridad de Juan Pablo II, que el 11 de enero de 1995 inició un viaje al archipiélago filipino, Papua-Nueva Guinea, Australia y Sri Lanka.

20 junio 1998: Se halla una falsa bomba debajo del escenario en la Plaza de los Héroes de Viena (Austria) donde el Papa tenía previsto celebrar una misa.

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