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LA PESTE BUBÓNICA EN BOLIVIA QUE OLVIDÓ LA HISTORIA



En junio de 1928 llegaron repetidos telégrafos provenientes de la provincia de Vallegrande de Santa Cruz que, alarmados, indicaban la presencia de una epidemia. En dos meses, 88 personas murieron, entre 200 afectadas.

El miedo a la Covid-19 nos motiva a revisar la historia para conocer qué pandemias golpearon al país en el pasado. Los registros difundidos en la prensa digital, plataformas virtuales y textos de historia médica, indican que la peste bubónica, o peste negra, fue la peor pandemia que experimentó Europa en la Edad Media, llevándose la vida de 65 millones de personas.
El dramatismo vivido entre los años 1346 y 1347 hizo creer que se trataba del fin de la especie humana. Se sabe que fue producida por la bacteria Yersina pestis, un bacilo que se encuentra en las pulgas de las ratas que originaba pústulas negras y ganglios inflamados en los cuerpos de los infectados. Además, el nombre de bubónica viene de la inflamación de los bubones, es decir, los nódulos linfáticos en ojos y órganos sexuales.
Pasaron cerca de 90 años de la aparición de la peste bubónica en Vallegrande, en el departamento de Santa Cruz.  Sin embargo, es un episodio poco mencionado dentro de la historia de las pestes en Bolivia. El testimonio y la documentación que nos dejó el médico Félix Veintemillas es relevante para comprender un episodio de la historia del siglo XX en Bolivia,  entender el papel asumido por el Estado y el accionar de la comisión médica al momento de afrontar la epidemia.
Los testimonios de Veintemillas nos retratan a una sociedad inmersa en temores, prejuicios e incredulidad sobre la existencia de peste bubónica en Bolivia. En tal sentido, las lecciones de la peste de Vallegrande nos conducen a preguntarnos: ¿Será que ciertos comportamientos humanos son repetitivos en tiempos de crisis?  

¿Rumores, miedo, o epidemia?    
En el inicio del siglo XX en Bolivia y en el resto de los países del hemisferio se pensaba que la temible muerte de la Edad Media era un asunto superado por la historia médica, y sólo quedaba un nebuloso recuerdo de aquella trágica época. 
Pero en la segunda quincena del mes de junio de 1928, llegaron repetidos telégrafos provenientes de la provincia de Vallegrande de Santa Cruz que, alarmados, indicaban la presencia de una epidemia –hasta entonces extraña al lugar– que estaba causando numerosas víctimas en los dos últimos meses. Ante esta situación, las autoridades locales informaron al gobierno y pidieron ayuda para la región.
Un dato interesante es que antes de que algún médico constate científicamente la naturaleza del mal epidémico, los telégrafos provenientes de Vallegrande se referían escuetamente a una sintomatología semejante a la peste bubónica (inflamación de glándulas del cuello, axilas, fiebre, dolor de cabeza). Al enterarse de esta información, la prensa paceña empezó a difundir una serie de artículos y opiniones que carecían de valor científico. Por ejemplo, algunos afirmaban que la enfermedad se debía a los viajes de las vizcachas, siendo éstas las causantes; también se registra la opinión de un veterinario que aseveraba que el mal que padecía Vallegrande era sólo una carbuncosis (enfermedad virulenta y contagiosa producida por el Bacillus anthracis que sufre el ganado), entre otras.
Ante esta situación de incertidumbre, zozobra y especulación, el gobierno del presidente Hernando Siles Reyes, a través del Ministerio de Gobierno e Instrucción, decidió convocar al director del Instituto Nacional de Bacteriología, Félix Veintemillas (1889-1951), para que se hiciese cargo de una comisión médica cuya misión era desplazarse de forma inmediata a Vallegrande para estudiar el caso y ver los medios necesarios para combatir la epidemia. 
Todo el proceso sanitario fue registrado minuciosamente por Veintemillas; al cabo de dos años publicó el libro La Epidemia de Peste Bubónica en Vallegrande en 1928. Su demostración científica (La Paz: Escuela Tipográfica Salesiana, 1930). Posteriormente, presentó una edición ampliada sobre el tema bajo el título La peste bubónica en Bolivia (La Paz: Escuela Tipográfica Salesiana, 1936). 
La comisión médica fue organizada el 3 de julio de 1928 y estaba liderada por Veintemillas y sus colaboradores Aníbal Peña, Luis Sotelo, además, de los alumnos de séptimo año de la carrera de Medicina, José Torrico y Roberto Galindo. 
Al día siguiente de su nombramiento, la delegación partió rumbo a Vallegrande llevando un stock de medicamentos (antisépticos, tóxicos para roedores, vacunas y materiales para para un laboratorio ambulante de bacteriología). 

La primera medida asumida por la comisión sanitaria fue tomar de alojamiento una casa y convertirla en su cuartel general: “Y como medida inicial (…) dos de sus miembros se dirigen a la región de Guariconga que fue infectada. Éstos, de regreso en el mismo día, trajeron datos clínicos de enfermos, así como siembras culturales de punción ganglionar y frotis para exámenes microscópicos; con este material antes de las 24 horas comprobamos bacteriológicamente que la epidemia era la terrible peste bubónica”, asevera Veintemillas. 
Inmediatamente la comisión médica informó al gobierno y a la prensa nacional la constatación de la epidemia, y días después tuvo que “hacerse la sensible confesión a la Liga de Naciones, en virtud del acuerdo internacional codificado en las convenciones sanitarias concluidas en París en 1903 y en 1912, por la que debe denunciarse todo caso de peste”.

Cuarentena  
Otra de las medidas asumidas por la delegación médica fue poner en cuarentena a la población vallegrandina, “prohibiendo en absoluto el ingreso de personas en aquellas zonas, suspendiendo el tráfico aéreo y terrestre del resto del país, así como censurando todo movimiento postal por medio de la desinfección. La interrupción de comercio y movilidad que ya había sido dictada y puesta en práctica por las autoridades, se la hizo absoluta, ordenando se impongan severas multas a los infractores”. 
Una vez aislada la población, con ayuda del subprefecto se obligó a todos sus integrantes a vacunarse, “concurriendo al llamado, la gente obediente y aterrorizada por la epidemia, que en pocos días conseguimos vacunar 3.592 personas y 962 revacunaciones”, contó Félix Veintemillas.
Simultáneamente a esta medida preventiva, el jefe de la comisión médica –acompañado por dos de sus integrantes– entró en campamento por 21 días, “recorriendo personalmente  todos los focos de infección haciendo escalas en carpas, al aire libre (…), para así facilitar a los aldeanos a vacunarse en la inmediación de sus comarcas”. 
“Familias enteras en numerosos grupos concurrieron de día y de noche, a pie y montados a ‘envacunarse’, como ellos llamaban (…). Con el objeto de que la gente concurra a la vacuna nos constituimos nosotros mismos en policía, preguntando en la ciudad y deteniendo a cada individuo en el campo si tenían certificado médico. Era demasiado dura la labor de ser al mismo tiempo médico y gendarme”.
Según los datos proporcionados por Veintemillas, el total de vacunaciones alcanzó a 8.548 hasta el 15 de agosto de 1928.  

Origen y extensión de la epidemia 
El informe de la comisión médica no pudo establecer con exactitud el origen de la peste en Vallegrande. La única certeza que revelan es que un individuo de 30 años viajó a la población de Mosquera para trabajar en la cosecha de arroz; tres meses después volvió a la localidad de Guarinconga; a los pocos días empezó a sentir los síntomas de la peste bubónica, y de ahí se fue propagando a las comarcas vecinas, “de manera que el medio de propagación ha sido exclusivamente humano, por su modo de vivir y por ciertas costumbres del lugar”. 
Los cadáveres de las personas encontradas, antes de ser enterrados, serían objeto de un riguroso examen bacteriológico para precisar la causa de la muerte y poder así dictar las medidas urgentes de desinfección que extingan el foco pestoso que haya podido ocasionar la muerte de aquellas personas e impedir de ese modo el desarrollo epidémico de la mencionada enfermedad. Los datos que registra Félix Veintemillas –en dos meses de la epidemia– son los siguientes: 88 personas muertas y aproximadamente 200 afectados en una población estimada de 1.000 habitantes. 

Un invento? 
Una vez vacunada casi un 90% de la población vallegrandina, tuvo distintas reacciones. Veintemillas indica que no faltaron unos pocos individuos que “comenzaron declarándose enemigos de la comisión, difamándola porque la vacuna causaba accidentes y que era un simple pretexto de explotación, negado la existencia de la peste bubónica”.
 La razón de este ataque canallesco fue la circunstancia de no haber hecho a esa gente partícipe del presupuesto antipestoso que el gobierno encomendó a la Comisión (…). “Además, estos pocos individuos de Vallegrande tienen intereses políticos…”.
El informe de la comisión también menciona que en el transcurso de la vacunación sucedieron dos accidentes: “Estos dos accidentes los convirtieron en 100 y sirvieron de arma para dañar a la delegación en la concurrencia del número de vacunados, propalando sus voces aún a puntos distantes”. 
A eso se sumó la actitud del presidente del Concejo Municipal de Santa Cruz, que en una comunicación telegráfica al gobierno y a la prensa, denunció a la comisión de haber cometido asesinatos por sus procedimientos de vacunación preventiva. Además, anunció a la comunidad científica el descubrimiento de un nuevo método curativo “creado” por los curanderos de la región. 
Más tarde, el concejal se trasladó a Vallegrande para poner en duda la existencia de la enfermedad, infringiendo las determinaciones sanitarias de la comisión. Al respecto, Veintemillas denunció que “los motivos para esta lucha inculta no fueron los referentes a la epidemia, fueron motivos de interés, de enemistad personal con uno de los miembros de la comisión, y sentimos decirlo que parecen motivos políticos”.
Pero la controversia no finalizó ahí. El rector de la UMSA, Antonio Hartmann, increpó a la comisión médica y desacreditó a Félix Veintemillas al afirmar la no existencia de la peste bubónica en Vallegrande. Ante esta oleada de cuestionamientos, se llegó a conformar una directiva médica para que ambas partes presenten documentación que respalde su posición. 
Después de revisar cada punto de vista, uno de los miembros manifestó que los cultivos, la documentación y las placas fotográficas presentadas por el jefe de la comisión médica, eran pruebas fehacientes que respaldaban las investigaciones científicas de Veintemillas.

Por Freddy Zárate, Diario Página Siete.






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