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LOS ÚLTIMOS MINUTOS DE TANIA LA "GUERRILLERA"


Por: Tomas Molina Céspedes.

LA MUERTE DE TANIA EN EL RÍO GRANDE
El 31 de agosto de 1967, la columna guerrillera de Joaquín de la que era parte Tania, cayó en una emboscada tendida con la colaboración del campesino Honorato Rojas y fue aniquilada. El oficial boliviano que condujo aquella operación, Mario Vargas Salinas, por entonces con el grado de Capitán, años después escribió el libro “EL CHE, MITO Y REALIDAD”, del que transcribimos a continuación parte de su relato sobre la emboscada, cuando los soldados ya estaban posicionados  en ambas orillas del río: “La orden era perentoria. Aguardar mi señal para hacer fuego. Nadie debe disparar antes de la orden. Sí mi capitán, respondieron todos los soldados… Serían las ocho de la mañana, lucía el sol hermoso pero débil. Empezó el compás de espera… Un mundo de ideas daban vueltas por mi cabeza. Pero al final tenía confianza en lo que iba a ocurrir. Con los ojos recorrí el monde que teníamos alrededor. Gris por completo. Ni un ave cantando en sus ramas, ni una mariposa volando y matizando el color gris con la policromía de sus alas. Nada, sólo silencio apenas quebrado por algunas voces de los soldados que apenas hablaban quedamente… Hice otra recorrida completa. Traté de ubicar al sargento Barba que se encontraba al otro lado del rio Grande. Nada vi de sospechoso y pensé que nada verían los guerrilleros si llegaban…Pasaban las horas y la sed nos consumía…Me alcé un poco para mirar una vez más al rio. De nuevo el silencio era total. Seguí el vuelo de un ave que fue a posarse en la orilla, vi bajar su cabeza, beber agua dulce del rio y luego alzarse al cielo en raudo vuelo…Transcurrió un momento…fue entonces cuando escuché la voz nerviosa y tensa de un soldado que dijo: “Allí están los guerrilleros mi Capitán”…Me adelanté un poco hacia el talud para mirar a simple vista. A unos 500 metros de nosotros vi a un grupo de hombres, confuso por la distancia, imposible para establecer su número, pero al fin venían acercándose al vado…En ese momento fue que distinguimos a Tania, la guerrillera alemana Tamara Bunker. Se destacaba nítidamente en el grupo de guerrilleros, todos éstos con el rostro oscuro con barba. Ella era blanca, de pequeña estatura y fina de silueta, ¿cuántos soldados se habrían hecho el propósito de no disparar sobre esa mujer? Continuó la marcha. El grupo de guerrilleros se aproximaba al vado hasta que se detuvo por tercera vez y Honorato se desprendió del grupo, retrocedió lentamente y luego se perdió en la espesura del monte…Entraban al agua uno a uno, en fila india, calculé el tiempo, apunté al primero y dejé que se aproximara más, cuando tres de ellos iban a llegar a la orilla y los demás entraban al agua, apreté el disparador y luego oí los disparos de mi gente instantáneamente. Me incorporé para poder ver lo que iba ocurriendo en el río. Ya el agua se llevaba algunos cuerpos, los demás disparaban sobre nosotros, hasta que finalmente se zambulleron y se dejaron arrastrar por la corriente. Viendo que el rio se llevaba a los guerrilleros, ordene abandonar las posiciones y correr tras ellos. Corrimos disparando sin cesar y entramos al rio para recoger cadáveres o heridos. Esta carrera y lucha se produjo a lo largo de 600 metros… Entonces di orden de volver a las posiciones cargando a los guerrilleros muertos… Salí de esa posición y vi que detrás de una piedra grande una mano agitaba algo parecido a una gorra pidiendo rendición…Llegó el sargento Barba con un cautivo, un guerrillero de estatura mediana. Me adelanté hacia él y le pregunté su nombre y su rango. Soy José Carrillo, minero boliviano. ¿De cuántos guerrilleros se componía tu grupo? Diez, me respondió… Le fue nombrando y señalando… Pensaba en Tania y el médico peruano que faltaban. Si habían logrado escapar no irían muy lejos en aquel escenario hosco, así que decidí salir en su búsqueda en la mañana siguiente…

EL RESCATE DE TANIA

Consumada la emboscada en el Vado del Yeso, el capitán Mario Vargas Salinas que comandó la operación y sus soldados, emprendieron viaje a Vallegrande llevando los cadáveres de la columna de Joaquín más al prisionero José Castillo Chávez (Paco), único sobreviviente de la celada, quedando desaparecida Tania. El Comando del Ejército encargó la misión de encontrarla a ésta viva o muerta a la patrulla del Sbtte. Eduardo Galindo, que se hallaba en la zona, quién años después publicó el libro “CRÓMICAS DE UN SOLDADO”, donde dice: “A la una de la mañana del 4 de septiembre recibí la Orden de Operaciones, debiendo marchar a Yajopampa en busca del enemigo que se encontraba en el Río Grande y agotar esfuerzos hasta encontrar los cadáveres de la emboscada de Vado del Yeso que no fueron recuperados… Proseguimos la marcha rumbo al Río Grande llegando a Yajopampa a las tres de la mañana del 5 de septiembre. Descansamos hasta el amanecer, nos encontrábamos agotados. Me arrimé a un tronco y me dormí. Cuando desperté estaba lleno de grandes ronchas y con fiebre, me había quedado dormido encima de un hormiguero… A las seis de la maña di la orden de continuar la marcha en dirección al Río Grande… Llegamos a este lugar a las tres de la tarde, donde recibimos la información que el enemigo se encontraba en el Río Grande…El 6 de septiembre continuamos los patrullajes y preparamos emboscadas…Dispuse que el subteniente Molina fuera unos ocho kilómetros río abajo tomando todas las medidas de seguridad… Al promediar las 6 de la tarde regresó Molina dándome el parte de que su patrulla había encontrado el cadáver de Tania río abajo, atascado en una piedra y destrozado por los pescados. Pregunté dónde estaba el cuerpo, a lo cual respondió que fue rescatado del río y jalado hasta la orilla. Molina me explicó que los soldados le quitaron la mochila y la dejaron tendida allí sin saber qué hacer con ella porque presentaba un avanzado estado de descomposición. Me entregaron su mochila con sus pertenencias que incluía algunas cartas… Preparé de inmediato un cifrado enviándolo al Comando de la Octava División… El coronel Joaquín Zenteno me ordenó que de inmediato rescatara el cadáver y no me desprendiera de él. “Si es posible, Lalo, duerma amarrado a ella”, me dijo… Recién le dimos la verdadera importancia al hallazgo de Tania y nos preocupamos. Desgraciadamente seguía lloviendo. Ordené descansar a la patrulla de Molina porque a las cinco de la mañana debía salir a recuperar el cuerpo de la guerrillera. Esa noche Molina ni yo pudimos dormir pensando y comentando la posibilidad de que el río hubiera crecido y se hubiese llevado el cuerpo. Despertaba a cada hora y me preguntaba qué podría pasarnos si Tania ya no estaba en el lugar donde fue abandonada… A las 4 de la mañana, comenzó a clarear y ordené a los soldados equiparse para salir en su búsqueda…Esperé impacientemente el retorno de la patrulla que, felizmente, llegó con el cadáver al promediar las siete de la mañana. Molina me dio parte que cuando llegaron al lugar, vieron que el cuerpo comenzaba a ser lentamente arrastrado por la corriente. Si llegaban unos minutos más tarde, con seguridad ya no la encontraban porque el río estaba creciendo… Al promediar las 10 de la mañana llegó el capitán Mario Vargas en un helicóptero para recoger el cadáver. Le di parte y le entregué el cuerpo de Tania y todas sus pertenencias bajo inventario, luego fue trasladada a Vallegrande y enterrada  allí después de una sencilla ceremonia religiosa…

EL RESCATE DE TANIA SEGÚN HONORATO ROJAS

El 31 de agosto de 1967, la columna de Joaquín fue exterminada cuando cruzaba las caudalosas aguas del Río Grande por un lugar llamado “Vado del Yeso”, acción en la que fue muerta Tania, la única combatiente mujer en la guerrilla del Che. En realidad se trató de una emboscada tendida por los militares con la complicidad del campesino Honorato Rojas, “amigo” de los guerrilleros y colaborador del ejército. Rojas condujo a los guerrilleros hasta el lugar convenido donde fueron masacrados. Desde su escondite en la selva Rojas vio cómo el cuerpo de Tania fue arrastrado por las turbulentas aguas del inmenso río. Día antes Tania había atendido a su hijo enfermo y Rojas sintió gran remordimiento por lo hecho. Aquella noche no pudo dormir por la contrición que lo abrumaba y con la esperanza de encontrar a Tania simplemente herida y salvarla, muy temprano, con las penumbras del amanecer, salió en su busca. 
La historia fue publicada por la revista “CONFIRMADO INTERNACIONAL”, agosto de 1969, en un sensacional y largo reportaje hecho a Honorato Rojas días antes de su muerte. La parte relativa al hallazgo de Tania, mito o realidad, es como sigue.
 “… Corrí río abajo. Pensé que de estar viva se hallaría en la Poza del Tigre, dos kilómetros más abajo del Vado… Efectivamente Tania estaba allí tendida en la playa. Me acerqué ¡Vivía!, su corazón latía muy débilmente. Pálida, semidesnuda, desangrada… Abrió los ojos. En la lejanía me miró y sus ojos empañados y vidriosos posiblemente no me reconocieron. Habló: “Amigo…” Otra vez se cerraron sus ojos y su boca seca por la fiebre, sus labios rajados pretendieron articular palabras… Recogí agua del río y le mojé los labios. Reaccionó. La fiebre le hacía delirar: “Ya vienen…” Jadeaba y sus palabras eran incomprensibles… Comenzó a boquear. Esto era el fin. Por más que hubiera deseado salvarla, ya era tarde. Su cuerpo estaba completamente desangrado y fue la mucha fortaleza física que impidió que su muerte no se hubiera producido muchas horas antes… Cuando comprendí que para Tania ya había terminado la lucha, rápidamente me propuse arrastrarla hasta el monte y allí cavar una sepultura para que el cadáver no sea presa de los buitres… Comencé mi tarea. Necesitaba algunas herramientas. Saqué de la mochila de Tania un cuchillo y empecé a cavar…. Cuando de pronto, una voz autoritaria me detuvo. Volví la cabeza… era un oficial… El oficial y más de 20 soldados se acercaron a la muerta. La despojaron de su equipo. De su mochila extrajeron documentos…”
El relato es largo y aquí lo paramos, pero si a alguien le interesa el resto de la historia contada por el verdugo de Tania, lo reproduciremos pasado mañana.

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