Agosto, 15.
Tras de una corta
permanencia de cinco días en Riberalta, continúa el Batallón 3° su largo y
penoso viaje desde La Paz, En cincuenta y seis días de marcha casi forzada, ha
efectuado una travesía de más de doscientas leguas, hasta Riberalta, cruzando
por entre las más altas y frígidas cumbres de los Andes, y descendiendo por los
desfiladeros los abismos, para tocar en el puerto de Altamarani (Provincia de
Caupolicán) sobre el río Beni, de donde ha proseguido su marcha á bordo de las
lanchas á vapor Esperanza y Luis Ernesto, que subieron antes, llevando el
glorioso batallón Independencia, vencedor en Riosinho.
Para continuar la
marcha de Riberalta á Palestina, la Delegación y el primer jefe del cuerpo, han
contratado las Lanchas Esperanza ya dicha é Illimani.
A horas 3 p. m.
empieza el desfile del cuerpo en dos mitades al Puerto, para ocupar ambas
lanchas.
La ribera está
cubierta de inmenso gentío que de temprano ha concurrido allí á estacionarse
para. contemplar y despedir a los amigos y defensores de la Patria que van á
defender sus fronteras- Se dan los últimos abrazos, se renuevan los encargos y
todos, los que quedan se sienten conmovidos; ¡oh -cuantos no volverán a verse!
Oyense los pitos.
anunciando la partida; se recogen las anclas: las lanchas se balancean y
estremecen y arrojan bocanadas de humo; y describiendo un círculo se ponen en
marcha río abajo-Los soldados se despiden con hurras a Bolivia y el pueblo
contesta con vivas al Batallón. -Los cornetas tocan diana.
La Esperanza toma
la delantera, siguiéndole a corta distancia la Illimani(*) en la que van el
teniente coronel Canseco, el 2° jefe del Cuerpo, el Auditor de Guerra y
distinguidos oficiales, con más dos compañías del Batallón.
La muchedumbre que
inmóvil expectaba de lo alto del ribazo, al perderse las Lanchas en el primer
recudo del rio, agita nuevamente sus pañuelos como postrer adiós y se dispersa
lentamente.
En los primeros
momentos, reina a bordo una especie de sobrecogimiento la idea de un viaje tan
lejano, a regiones desconocidas y malsanas, infunde un secreto pavor. -¡Al
Acre! repiten algunos maquinalmente como si aún dudasen.
A las dos horas de
navegación, avistamos el barracón y caserío de la Compañia The Orton; y poco
después , saltamos à tierra, para posesionarnos por aquella noche de esa
magnífica mansión, recorrer las silenciosas calles del poblado, examinarlo é
inquirirlo todo con la curiosidad de los touristas.
El edificio
principal se compone de la planta baja y un piso. Parece aquello la morada de
un magnate; pero todo está solitario y sombrío. Espaciosos salones, amplios
corredores; paredes pintada sal mosaico; alguno que otro mueble viejo perdido
en los rincones; todo parece haber sido aquello así como Castillo feudal de la
Edad Media, cuyos señores han muerto y se ha extinguido la raza. Los mochuelos
han fabricado sus nidos. en los alares del techo; y por donde quiera que
divague el viajero, siente una opresión de invencible tristeza, una enorme
pesadumbre al contemplar esas hermosas ruinas; allí donde un día no lejano fue
incesante el ruido de un establecimiento floreciente; donde se trataban y
concertaban grandes negocios que refluían a los ríos Beni, Madre de Dios y
Orton; donde los banquetes se sucedían casi a diario y se prolongaban las
orgías; donde las risas triunfales resonaban en las bóvedas de los extensos
comedores y lujosos salones; reflejando la dicha en los semblantes y anunciando
la creciente prosperidad de aquella casa.
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Involuntariamente,
viene a la memoria el recuerdo del malogrado doctor Antonio Vaca Diez, motor de
ese complicado mecanismo y pensamiento de aquella empresa Vaca Diez era, con
certeza, todo un carácter; y su muerte acaecida en 1896 en las aguas del Ucayali,
soñando con nuevas y colosales exploraciones y empresas industriales, fue como
el presagio de la ruina general en todo el Beni.
Riberalta que
tantos años fue el emporio del comercio en aquellas regiones y el centro
obligado de grandes transacciones, empezó a decaer rápidamente Hoy todo yace
inmóvil Los grandes empresarios y explotadores de la goma elástica y del
caucho, han sucumbido en su tarea uno a uno, ya por el abuso del crédito, ya
por los malos negocios ó finalmente por los consecutivos naufragios en las
Cachuelas del Madera; naufragios que, ¡quien lo creyera! llegaron a constituir
negocio aparte y lucrativo, haciendo naufragar los batelones con la carga, en
sitios escogidos de antemano, para enseguida salvar la misma carga ó al menos
las bolachas de goma y quedarse con ella, como cosa propia, adquirida
legítimamente en los naufragios, como botín de guerra -Y después, todo se
allanaba judicialmente, con declaraciones de los tripulantes, para justificar
que el naufragio fue un caso fortuito.
En resumen, el
único que salía perdiendo era el cargador, que con dos ó tres naufragios al
año, quedaba totalmente arruinado. -Los fleteros salían triunfantes y quedaban
siendo dueños de la carga recogida del rio. No había sanción legal contra este
nuevo modo de quedarse con lo ajeno.
Estas y otras
múltiples causas, han determinado la ruina de casi todos los industriales del
Beni.
* La Esperanza y la
Illimani pequeñas embarcaciones.
Foto-Postal: Casa de la compañía The Orton Rubber Co.
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