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INTERESES DE ESTADO, PRENSA Y OPINIÓN PÚBLICA: EL APOYO ARGENTINO A LA CAUSA PARAGUAYA EN LA GUERRA DEL CHACO

Foto: Soldados argentinos con uniforme paraguayo en la Guerra del Chaco.
Por: Maximiliano Zuccarino Universidad Nacional del Centro de la Pcia. de Buenos Aires / CONICET / maximilianozuccarino@yahoo.com.

El apoyo argentino a la causa paraguaya, como se verá a lo largo del presente trabajo, estaba sustentado en una serie de intereses concretos, pero también fue promovido en gran medida desde la opinión pública, los círculos intelectuales y los medios de prensa de alcance nacional, derivando en un clima generalizado de hostilidad hacia Bolivia. Este tipo de manifestaciones llevarían al ministro paraguayo en Buenos Aires, Vicente Rivarola, a afirmar en carta a su presidente que “es efectivamente admirable la espontaneidad y entusiasmo con que este pueblo, al parecer frío e indiferente, se ha solidarizado y se solidariza con la causa paraguaya. (…) Jamás ningún país habráse visto más huérfano de opinión como Bolivia en la actual contienda”.
Periódicos como La Razón, La Nación, La Prensa, Crítica, Tribuna Libre y Noticias Gráficas fueron visitados por Rivarola, quien se aseguró su apoyo a la causa paraguaya, y hasta alguno de ellos –como Crítica– pusieron incondicionalmente a su disposición sus columnas para artículos por él escritos.18 Tan ostensible fue esta toma de partido que la Legación de Bolivia en Buenos Aires denunciaba que “la prensa argentina llegó al paroxismo en nuestra contra. Nuestros esclarecimientos y comunicaciones iban al canasto [mientras que] los comentarios y telegramas de Asunción tenían acogida como en su casa”.
Según el propio Rivarola –quien jugó un rol trascendental en la consecución y efectivización de la ayuda argentina a su país durante la guerra–, si fue posible para él llevar a cabo exitosamente esta tarea ello se debió en parte a que “desde mis primeros pasos en el desempeño de la representación diplomática en la Argentina (…) jamás hallé en el gobierno, y sus funcionarios, desde los más encumbrados hasta los más sencillos, en la prensa, en la sociedad, en los centros de cultura, en el pueblo, en fin, argentinos, sino pruebas inequívocas y renovadas de la buena disposición para el Paraguay”, lo cual lo llevaba a afirmar que la amistad entre las dos patrias y los dos pueblos era “una realidad espiritual y sentimental, y una necesidad moral y material de recíproca utilidad y conveniencia”.
En este punto resulta de interés dar cuenta del rol desempeñado por la élite dirigente argentina, tanto en cuanto a su vinculación con la élite paraguaya como en referencia a la influencia que fue capaz de ejercer sobre su propio pueblo, favoreciendo en éste su identificación con el Paraguay. En relación a esto último, una de sus manifestaciones fue la mencionada campaña pro-paraguaya emprendida por los medios de prensa nacionales, muchos de los cuales respondían a los intereses de importantes grupos políticos y dirigentes. Bajo este influjo es que se enmarca la constitución, el 30 de julio de 1932, del Comité Paraguayo de Buenos Aires, que significó el punto de partida de una gran movilización popular. Una prueba de ello la constituyó el concurrido mitin realizado dos días después en el teatro Marconi de Buenos Aires, en el cual hablaron los legisladores socialistas Alfredo Palacios y Enrique Dickmann, quienes condenaron la guerra, incluyendo severos juicios hacia Bolivia. El público presente los ovacionó, adhiriendo a sus discursos y vivando al Paraguay.
En cuanto a la vinculación de las élites dirigentes argentinas y paraguayas y su incidencia en la posición del país del Plata en la guerra, merece ser señalado el hecho de que en 1887 había sido fundado en Asunción un movimiento polí- tico denominado Centro Democrático (que en 1894 cambió su nombre por el de Partido Liberal), del cual formaban parte sectores vinculados a los intereses argentinos. Este grupo, que sería el encargado de comandar los destinos del Paraguay desde 1904 hasta la finalización de la Guerra del Chaco, estaba conformado, en su mayor parte, por dirigentes que durante la hegemonía política de los López habían emigrado a la Argentina, donde se habían formado profesional e intelectualmente. De hecho, futuros presidentes paraguayos como Benigno Ferreira, Pedro Peña, Emilio Aceval y Juan Bautista Egusquiza –entre otros– fueron alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires y del de Concepción del Uruguay (Entre Ríos), y se matricularon en facultades de la Universidad de Buenos Aires.
Tras el arribo de este sector al poder comenzó un periodo signado por una creciente influencia de los intereses argentinos en la política paraguaya, lo cual facilitó el entendimiento durante la Guerra del Chaco. Complementariamente, desde un punto de vista económico, la hegemonía argentina en Paraguay se cimentaba en la tenencia por parte de particulares de ese origen de extensas tierras en el Chaco e importantes inversiones en ganado, tabaco, yerba y, sobre todo, en la explotación de bosques para extraer madera de quebracho. De esta manera, según palabras de Alberto Moniz Bandeira, la Argentina adquirió condiciones para proyectar la voluntad social de sus clases dominantes en Paraguay. En este contexto, el historiador argentino Enrique de Gandía, fundador en 1937 del Instituto Paraguayo de Investigaciones Históricas y ferviente sostenedor de la soberanía paraguaya sobre el Chaco Boreal, publicaría en las postrimerías de la Guerra del Chaco un libro titulado Historia de Santa Cruz de la Sierra. Una nueva república en Sud América, que alentaba la formación de una nueva nación con parte del territorio de Bolivia. La obra fue distribuida por diplomá- ticos paraguayos y argentinos en todo el mundo y circuló asimismo en territorio cruceño. “Este libro –sostenía de Gandía en el prefacio de su obra– es la historia de una Nación cuya independencia será algún día realidad (…). La guerra entre Paraguay y Bolivia ha demostrado que los pobladores de Santa Cruz de la Sierra no desean seguir formando parte de la nación boliviana y que aspiran a erigirse en república independiente”. Los bolivianos consideraron que esta iniciativa era financiada por los intereses argentinos que estaban en juego en la guerra, ya que de Gandía afirmaba que “los recursos económicos de esta Nación (Santa Cruz) son inmensos y cuando ella cuente con ferrocarriles, buenos caminos y empresas que sepan administrar sus productos y sus minas, se convertirá pronto en un país floreciente y rico”.
A lo que apuntaba el autor, en definitiva, era a que ese potencial económico pudiese ser aprovechado por capitalistas argentinos o por el propio Estado, a través de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) o los ferrocarriles estatales. En este sentido, si bien finalmente la secesión de Santa Cruz de la Sierra nunca se concretó, la sola existencia de este proyecto, que contaba con el apoyo de un sector del gobierno argentino, pone de manifiesto el especial interés que éste poseía en la zona, así como su alianza con Paraguay, ya que implicaba debilitar a Bolivia.
Ahora bien, para comprender el porqué de la ayuda que la Argentina prestó al Paraguay durante la Guerra del Chaco, deben ser tomados en consideración numerosos factores, que van desde aspectos geoestratégicos y militares a intereses económicos, pasando por alineamientos políticos internacionales. Entre los primeros cabe mencionar que si Bolivia accedía al río Paraguay y lograba convertirlo en una vía para canalizar su producción, creando un área de influencia directa con ferrocarriles, puertos y buques que llevasen su bandera, empresas industriales y haciendas, podría tener consecuencias que modificarían el equilibrio de la política internacional en la cuenca del Plata al generar una puja por la libre navegación de los ríos interiores, lo que sensibilizaba a la dirigencia argentina, y especialmente a los militares.
Siguiendo esta lógica de pensamiento, en una entrevista mantenida con Justo a fines de 1933, el ministro Rivarola hacía notar al presidente argentino que “Bolivia, obteniendo una salida sobre el río Paraguay, lo primero que haría sería construir un puerto militar y hacerse de una marina de guerra (su sueño de todos los tiempos), por pequeña que sea, para luego llevarnos a una nueva agresión alentada por la posibilidad de quitarnos el río, que constituye una de las ventajas esenciales que tenemos sobre ella en la guerra actual (…). Tampoco le conviene a la Argentina para el caso de una guerra con el Brasil (…) desde que el Paraguay, aliado natural de la Argentina, hoy mucho más después de la ayuda de todo género que nos están prestando, (…) podría eliminar todo peligro por el lado del Estado de Mato Grosso, lo que no podría hacer teniendo Bolivia, aliada del Brasil, puerto y marina de guerra sobre el río Paraguay”. A estas consideraciones hay que agregar las intenciones por parte de la dirigencia argentina de canalizar por su territorio, vía ferrocarril, la producción petrolera del oriente boliviano, para lo cual era necesario evitar que el transporte del mismo pudiese efectuarse a través de los ríos internacionales que atravesaban el país. Según informes del diplomático brasileño Orlando Leite Ribeiro, de servicio en Buenos Aires, Argentina veía “con pavor” la salida de Bolivia por el río Paraguay, dado que inundaría el mercado con petróleo, “matando su reciente industria de Comodoro Rivadavia”. En su opinión, “la cuestión del petróleo es lo que más le interesa a la Argentina y de ahí el hecho de que ella nunca haya apoyado la pretensión justa de Bolivia de obtener una salida al río”. Además de lo señalado, un triunfo boliviano implicaría el arraigo de la Standard Oil en la región, amenazando el desarrollo de YPF en las provincias del norte argentino.

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