Foto: Narciso Campero Leyes presidente del país después de la denominada Guerra del
Pacifico.
¿Hubo una fatalidad en la concatenación de los hechos que condujeron a la
Guerra del Pacífico? Estudiando su historia se tiene la impresión de que el
destino colocó en medio de dos naciones hermanas riquezas que su legítima dueña
no sabía explotar y despertaban la codicia de la vecina. Riquezas que fueron
apareciendo una después de la otra como destinadas a provocar el enfrentamiento
bélico.
Cuando el guano, luego de iniciar la malquerencia, no logró su siniestro
objetivo al ser dividido por mitades, fraternalmente; y cuando la plata, que
también suscitó agrias discusiones, acabó siendo objeto de un amistoso arreglo,
apareció el salitre. ¿Iba a ser el provocador del fratricidio?
Es creencia generalizada que los incas utilizaron el nitrato de sodio de
Tarapacá como fertilizante de sus cultivos, junto con el guano, aunque en menor
proporción. En el período colonial, los españoles sólo le dieron importancia
convertido en nitrato de potasa, con destino a la fabricación de pólvora.
Científicos europeos, como hicieron con el guano, descubrieron su gran' poder
fertilizante a partir de 1830 y su uso se generalizó en Inglaterra, Alemania,
Francia, Holanda y los Estados Unidos en cantidades cada vez mayores. En 1830,
su exportación de Tarapacá fue de 18.000 quintales. En 1854, pasó de 700.000.
El enriquecimiento de los dueños de "paradas" y "oficinas"
en la pampa de Tamarugal del Perú impulsó a muchos cateadores a buscarlo en el
desierto aledaño de Atacama, perteneciente a Bolivia.
Los franceses Domingo y Máximo Latrille lo encontraron, pero no pudieron
obtener una concesión del gobierno. Lo mismo les ocurrió a los argentinos Pavez
y Bello. La suerte les tocó a los chilenos José Santos Ossa y Francisco Puelma.
Aprovechando de la presencia en Santiago, en agosto de 1866, del Secretario
General del gobierno de Melgarejo, Mariano Donato Muñoz, obtuvieron de él la
"posesión y goce de los terrenos en que descubriesen depósitos de salitre
y bórax, en una extensión continua de no más de cinco legue cuadradas",
más cuatro leguas en la quebrada de San Mateo para cultivo de legumbres.
Una primera expedición encabezada por el propio José Santos Ossa en busca del
lugar más apropiado para asentar la concesión no encontró salitre. Al año
siguiente, otro grupo dirigido por el hijo de aquel, Alfredo Santos Ossa,
descubrió el Salar del Carmen.
Ossa y Puelma, asociados a Manuel Antonio de Lama, fundaron la "Sociedad
Exploradora del Desierto de Atacama" con miras a e traer nitrato de sodio
del mencionado lugar y seguir buscando otras riquezas en el litoral boliviano.
Por medio del abogado Manuel José Tovar, cuyo hermano era Oficial Mayor del
Ministerio de Gobierno y con una entrega de 10.000 pesos a la paupérrima
administración de Melgarejo, la sociedad consiguió la ampliación de lo obtenido
antes con un permiso para "explotación, elaboración y libre
exportación" de todo el salitre existente en el Departamento de Cobija
durante un lapso de 15 años.
La enormidad de esa concesión atrajo a otros interesados Chile, como a los
ingleses de la firma "Gibbs y Cía." y al banquero Agustín Edwards
Ossandón. Desapareció la "Sociedad Explorado del Desierto" al ser
reemplazada por la firma "Melbourne Clark Cía.". Melbourne Clark era
uno de los ejecutivos de la casa Gibbs y su nombre sirvió para encubrir a la
nueva empresa en la que k socios eran los originales Ossa y Puelma acompañados
de Edward Guillermo Gibbs, el propio Clark y algunos más.
La flamante compañía sentó sus reales en la caleta de la Chimba, el punto con
facilidades de embarque y desembarque más próximo al "Salar del
Carmen". Desde el año anterior (1868), la caleta tenía el nombre de
Antofagasta y la categoría de puerto, en virtud de disposiciones dictadas por
Melgarejo.
"Melbourne Clark y Cía.", como dueña de la concesión que autorizaba
explotar todo el salitre que existiese en el litoral boliviano, destacó
cateadores por todas partes y llegó al descubrimiento de los ricos terrenos
salitrosos de "Las Salinas", ubicados a unas decenas de kilómetros
más adentro del "Salar del Carmen", en dirección a Caracoles.
La caída de Melgarejo, en enero de 1871, y la incierta situación en que
quedaban los actos de su administración, obligaron a "Melbourne Clark y
Compañía" a enviar a La Paz al abogado chileno Domingo Arteaga Alemparte,
con la misión de obtener que el nuevo gobierno revalidase su concesión. La
administración del Presidente Agustín Morales, en fecha 13 de abril de 1872,
dictó una resolución suprema que dijo: "Habiendo Melbourne Clark y
Compañía implantado en el desierto de Atacama una nueva industria que ha dado
importancia a las riquezas ocultas, se le concede una superficie que teniendo
por base el paralelo 24, que es la línea divisoria entre Bolivia y Chile, forme
un paralelogramo con una altura de 15 leguas, a 5 kilómetros al norte y 25 de
latitud sur, partiendo desde la orilla del mar. Se les concede privilegio
exclusivo para explotar, elaborar y exportar salitre de esa superficie por 15
años. Pueden construir todos los ferrocarriles que quieran en ese
terreno".
Explotar los dos campos salitrosos del "Salar del Carmen" y "Las
Salinas" requería más capital del que disponía "Melbourne Clark y
Cía.". Esta entidad, que tenía carácter limitado, desapareció y mediante
la emisión de acciones, por un valor de 2.500.000 pesos, se organizó en su
reemplazo una sociedad anónima con el nombre de "Compañía de Salitres y
Ferrocarril de Antofagasta". Los subscriptores principales de los títulos
fueron Guillermo Gibbs, Agustín Edwards y Francisco Puelma, José Santos Ossa
sólo pudo adquirir un número más limitado, al igual que otros capitalistas
chilenos y algunos ingleses.
Al medirse en el terreno el paralelogramo conseguido por Arteaga se constató
que una parte de "Las Salinas" quedaba fuera. Para subsanar esta
situación, el directorio de la compañía destacó a La Paz al señor Belisario
Peró con el mandato de ofrecer al Gobierno de Bolivia una participación de un
diez por ciento de sus utilidades.
El nuevo Presidente de la República, señor Adolfo Ballivián, consideró que no
era digno para un gobierno hacerse socio de una empresa extranjera y prefirió
que se atendiese el pedido de ampliación de los terrenos concedidos a la
compañía contra pago de nada más que el impuesto legal establecido para esta
clase de concesiones: 40 bolivianos anuales por estaca, o sea, por cada milla
cuadrada.
El diario "El Comercio" de La Paz, comentó al respecto: "Ha sido
deplorable que no se hubiera apercibido bastante el gobierno de que el
ofrecimiento de la compañía era del todo espontáneo. Se llevó una exageración
extremada el sentimiento del decoro nacional, privando al país de un ingreso
saneado que hoy sería de unos 100.000 bolivianos al año... En las deliberaciones
pudo caber algo de des confianza, de reserva mental, frente a una proposición
que parecí tan halagadora. Sea lo que fuese, la oferta de participación fue
desechada y se dio preferencia a cobrar a la compañía la insignifican te
patente de 40 bolivianos por estaca, que en el mejor de los caso: no puede
producir más de 2.000 bolivianos anuales".
Don Belisario Peró, en su informe al señor Agustín Edwards presidente del
directorio de la compañía, le expresó: "Rechazada mi oferta al gobierno de
participación del 10 por ciento y también rechazada la otra combinación de
conformarme al decreto de 13 de abril con tal que se concedieran algunas
estacas adicionales fuera de dicha zona, me fue preciso presentar el negocio
bajo otra faz. El resultado obtenido me dejó completamente satisfecho y no dude
que igual sucederá con usted y los otros miembros del directorio Efectivamente,
lo único que tiene interés para la compañía de esa inmensa zona de 1.125 millas
cuadradas, que a todos espanta por su magnitud, son las salitreras del Salar
del Carmen y de Las Palmas... Pues bien, en el arreglo efectuado, no sólo
conserva la compañía la posesión de esas salitreras... sino que se adjudican a
continuación de Las Salinas, sin más gravamen que una patente módica, 50
estacas de salitre de 1.600 metros de longitud por otros tan tos de latitud, o
lo que es lo mismo, una superficie explotable de 50 millas cuadradas. Total:
muchas leguas, cuadradas capaces de da alimento a una activa explotación por
algunas decenas de años... "
Fuente: Aclaraciones históricas sobre la Guerra del Pacifico de Roberto
Querejazu Calvo.
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