Los edificios de la esquina de calles Ayacucho y Quijarro.
En razón de que la Villa de Potosí, nació en un espacio libre de cualquier
asentamiento humano, donde no existía más que ciénagas, paja brava, quéñua y
alguna que otra planta silvestre, fue a partir del 1ro de abril de 1545 cuando
se dio paso al nacimiento de este poblado que, en principio no era más que un
simple asiento minero, como consecuencia de la explotación de las primeras
vetas de plata descubiertas en el Cerro Hermoso.
Entonces las primeras casas levantadas en esta altitud andina eran del todo
sencillas y arremolinadas en desorden. Casas levantadas sobre suelo húmedo,
apenas nivelado el suelo a golpe de piedras como si estas fueran aplanadoras.
En estos sitios de tierra dura junto a lodazales, quedaron asentados pedrones
de formas diferentes, sirviendo de cimientos para sostener las paredes de una y
otra vivienda. Paredes que fueron levantadas con piedra bolón, masa de tierra
húmeda mezclada con paja brava, sin recibir revoque alguno. Viviendas con
techos que eran cubiertos con ramas de quéñua trenzada, barro y paja sobre
troncos mal formados procedentes de lugares cercanos al Cerro Rico.
Aquellas primeras casas construidas en las faldas de la pirámide argentífera a
partir de 1545, casi eran similares a las viviendas de los aborígenes
kantumarkas; casas que apenas podían servir de una simple posada para descanso
de españoles, al margen de otras viviendas destinadas a los indígenas.
Habitaciones que carecían de toda comodidad, disponiendo únicamente de poyos de
adobe con cueros de llama y alpaca, junto a cubiertas tejidas con hilos de lana
de auquénidos por manos indígenas de Yura y Kantumarka, con destino a españoles
que posesionáronse del Cerro Hermoso en nombre del Emperador Dn. Carlos V de
Alemania y a la vez Rey Carlos I de España.
El trabajo de las cubiertas (phullus), se realizaba en atención a un acuerdo
mutuo por explotar la riqueza de la montaña de plata para beneficio de ambas
partes (españoles e indígenas), lo que no fue cumplido por los ibéricos,
motivando al primer levantamiento indígena en Kantumarka a la cabeza de Chaqui
Catari.
Pese a ello, los otros indígenas yanaconas venidos desde el Cusco y Porco como
acompañantes de los españoles, ayudaban a la construcción de otras viviendas
que en el curso del tiempo llegaron a multiplicarse, hasta que el rústico
asiento minero quedó convertido en un villorrio de proporciones con la
construcción de capillas y templos a cargo de religiosos de una y otra Orden
Cristiana, más el crecimiento de su población que en forma acelerada daba lugar
a la ampliación de la mancha urbana de esta Villa que al final alcanzó el rango
de ciudad, así sea desordenadamente o sin planificación alguna; de ahí sus
calles estrechas con esquinas encorvadas, plazoletas con trazos desiguales y
empedrados por doquier.
Sólo la llegada del virrey del Perú, don Francisco de Toledo, hizo que la Villa
Imperial tuviera mejor urbanización con la construcción de su plaza e iglesia
mayor, al igual que el edificio de las Cajas Reales y la primera Casa de
Amonedación, más la construcción de ingenios mineros y la fábrica de lagunas
artificiales en la serranía del Kari-Kari, así como el alinear las calles y
callejones, convirtiendo a Potosí en una ciudad netamente toledana, amén de que
esta Villa fue levantada sobre el metal argento de su Cerro Hermoso y entre los
fuertes resplandores de los hilos de plata.
POTOSÍ CON CARACTERÍSTICAS DE CIUDAD COSMOPOLITA
La Villa Imperial reconocida como ciudad de gran importancia en el Continente,
quedó arrullada entre las montañas del Ande y la altipampa sureña. Ciudad que
conoció de la audacia y suerte de los conquistadores españoles. Ciudad que fue
la meta o punto de llegada de caravanas de forasteros del viejo mundo, así como
de otros grupos humanos de regiones americanas, más el reclutamiento de
indígenas con destino al trabajo forzado en interiores de las minas del Cerro
Rico.
En Potosí se establecieron los más osados caballeros de la Orden de
“Calatrava”, “Santiago” y “Montes Claros”. Por separado fueron los frailes
franciscanos los primeros religiosos en llegar a Potosí con la heroica hazaña
de la Santa Cruz. Frailes encapuchados que dieron mayor importancia al
contenido de la Sagrada Escritura. Frailes que se dieron a la tarea de levantar
el primer convento y templo en advocación a San Antonio de Padua.
Casa conventual construida en 1547 a base de piedra labrada con arquería de
medio punto para cuadrar su patio solariego y utilizar madera cedro con tallado
artístico, otorgando hermosura a su artesonado claustral. Mientras tanto
llegaron otros frailes de distintas órdenes religiosas que, igualmente
construyeron sus conventos y templos en una y otra parte de la ciudad, así como
el establecerse parroquias de indios donde el nativo aprendió el “Padre
Nuestro” y la vida de uno y otro santo, recordando que la primera parroquia de
indios levantada en Potosí, fue la de Santa Bárbara, construida en 1548.
De esta forma la Villa Imperial de Carlos V, creció vertiginosamente como
ninguna otra ciudad americana. Y por la llegada a Potosí de cientos y cientos
de forasteros europeos y originarios del antiguo imperio del Tahuantinsuyo, la
construcción de casas era igualmente una fiebre, lo que motivó al trabajo de
miles de ladrillos de arcilla y tejas de barro cocido, con destino a las
arquerías, bóvedas, dinteles y techos.
Particularmente la fábrica de ladrillos tuvo mayor demanda en los alrededores
de la Villa Imperial, sobre todo en Chiracoro, Tarapaya, Chulchucani y Salinas
de Yocalla donde se contaba con materia prima de reconocida consistencia. Basta
observar la cantidad de ladrillos que utilizáronse en la construcción de la
primera y segunda Casa Real de Moneda, para darse cuenta de la tarea febril que
tenían las personas dedicadas a esa misión. Ladrillos fabricados con un sistema
al que fueron sometidos aquellos materiales como la arcilla que ingresaba a los
hornos de crisol con capacidad para siete mil unidades.
Dichos hornos encontrábanse en Chiracoro, con la administración directa de Juan
Antonio Morel, entre los años 1754 y 1770. Precisamente este contratista
proveía de una buena cantidad de ladrillos para la construcción de la segunda
Casa Real de Moneda, entregando 30.000 ladrillos cada mes, cuyo transporte se
lo hacía en mulas, todos los días y cada semana.
También existían hornos de crisol para la fábrica de ladrillos en Tarapaya,
Chulchucani, Samasa Alta y Salinas de Yocalla. De esos sectores trasladábanse
cantidades considerables de ladrillos y tejas con destino a las edificaciones
de iglesias, conventos y casas particulares.
Es igualmente cierto que en esas construcciones, cientos de ladrillos y tejas
quedaban inutilizados por el manipuleo de que eran objeto, aún de que dichos
materiales eran muy resistentes o bien trabajados en tamaños de 25 centímetros
de largo y 10 o 4 pulgadas de ancho; ladrillos que aún permanecen a la vista de
cuantos visitan la actual Casa de Moneda convertida en importante museo de
América.
OTROS MATERIALES
Otro de los materiales de construcción utilizados profusamente en el periodo de
la colonia en Potosí, fue la piedra volcánica, piedra metate, piedra pómez, así
como la piedra granito, alaymosca, piedra caliza y otras de dureza
recomendable. Piedras de distinto tamaño y formas. Material sólido regalo de la
naturaleza que se encontró al pie del Kari-Kari y en los alrededores del Sumaj
Orcko. Piedras que fueron utilizadas, primero, para los cimientos de templos,
conventos y viviendas privadas. Pedruscos que resisten el peso de aquellas
fortificaciones que pasan de 400 años de estar en pie.
Asimismo, Potosí descubrió y se dio a la explotación de las famosas canteras
donde mucha gente trabajó en ellas, con el cortado de piedra en tamaños y
figuras que exigía el arquitecto-constructor. Entonces nació la piedra labrada,
piedra de cantera donde el pedrero tuvo una labor del todo esforzada, siendo al
mismo tiempo un cantero artista, porque en sus manos depositábase el diseño
artístico de un friso, una cornisa, un arquitrabe o la armilla del estrágalo de
una columnata de piedra.
Para el trabajo de las portadas de templos y conventos de Potosí, igualmente se
apeló a la piedra labrada, material que sirvió para levantar maravillosas
columnas salomónicas con ábacos, volutas, estrías, bocel, plinto y toda una
serie de elementos de arte para la base, el fuste y el capitel de esas columnas
que hoy en día se pueden apreciar en exteriores e interiores del templo de San
Francisco, San Bernardo, Jerusalén, San Sebastián; en los otros templos y
conventos de Santa Teresa y Santa Mónica, así como en las otras casas de
oración y mansiones particulares de Potosí.
Ni qué decir de la portada de San Lorenzo donde la piedra se muestra en
filigrana, gracias a las manos artistas de canteros de la época colonial, los
que utilizaron únicamente el cincel y martillo, haciendo molduras en alto
relieve y obteniendo figuras expectables con significados particulares como las
indiátides de las columnas salomónicas de la inigualable portada del templo de
San Lorenzo.
Por tanto, la piedra de cantería se constituyó en un material necesario, siendo
elemento de primer orden dentro la arquitectura potosina, desde los estilos
renacentistas hasta los del barroco-mestizo, llegando al neoclásico. La piedra
fue realmente la principal materia para las construcciones suntuosas y otras no
menos importantes. Allí están las verjas de piedra arenisca que forman los
atrios religiosos; las arquerías de medio punto en uno y otro edificio
colonial; las fuentes de agua o tazas de piedra labrada, escalinatas, pisos,
zócalos, etc., etc., donde la piedra sale a primera vista.
Por: WALTER ZAVALA AYLLÓN - Presidente de la sociedad Geográfica y de Historia
“Potosí” / El Potosí, 1 de abril de 2017.
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