Este artículo fue publicado en el periódico Los Tiempos de Cochabamba el 23 de
marzo de 2017 (http://www.lostiempos.com/actualidad/nacional/20170323/batallones-partieron-cochabamba)
Entre los héroes del Pacífico, hay cientos de cochabambinos que partieron a
defender el Litoral boliviano, pese a las adversidades que azotaban esta
región. Todo había empezado en 1788 con una sequía que derivó en hambre y
enfermedades como el paludismo en los Yungas, que penetró las provincias de
Cochabamba y siguió hasta alcanzar a Tarija. Uno de los departamentos más
sufridos fue Cochabamba, que incluso tuvieron que socorrerlo desde Oruro. En
1879, no cambiaría mucho la situación.
El anuncio de la ocupación chilena a Antofagasta el 14 de febrero de 1879 llegó
a Cochabamba. La región apenas se reponía de una desastrosa combinación de
paludismo y hambruna que la azotó desde el año precedente. La sequía redujo las
cosechas y elevó los precios de los alimentos. La gente, la más pobre
debilitada por el hambre, moría por cientos en las calles. Se multiplicaron las
protestas callejeras y los saqueos de trojes de cereales, al grito de “¡Pan
barato!”.
En ese clima, el 28 de febrero se reunió un comicio ciudadano en el colegio
Sucre de la ciudad, al que concurrió la “clase decente” y algunos artesanos.
Rechazó “la actitud amenazante del Gobierno chileno”. Los indígenas, situación
propia del carácter excluyente de la sociedad oligárquica, no fueron convocados
al acto de repudio; simplemente se consideró que no pertenecían a la patria en
peligro, describe Manuel Claros García, abogado graduado de la Universidad de
Chuquisaca y hacendado de Aiquile, en “El Diario de Guerra”.
El Diario de Guerra de Claros García, es una fuente descriptiva de primera mano
para auscultar la presencia cochabambina en la conflagración. Permite
establecer que en las provincias, a inicios de aquel abril, se conformaron
también grupos de Guardia Civil para marchar en “defensa de la patria”. No
pasaban de un grupo de inexpertos voluntarios, cada uno de los cuales debía
contar con su propio caballo y arma. Una estructura clánica y en nada diferente
a la milicia colonial y muy distante al fogueado y profesional Ejército del que
disponía Chile, destaca el historiador Gustavo Rodríguez en el texto “Diario de
Guerra”.
Claros, oficial del Escuadrón Junín, partió de Aiquile a Cochabamba el 10 de
abril. De allí se enrumbó el 23 de abril con la tropa junto a los batallones
“Aroma”, de vecinos de la capital, el “Viedma” de cliceños y punateños y el
“Padilla” de tarateños, además del Escuadrón Junín, integrado por tarateños,
aiquileños y mizqueños. Más adelante se sumarían los oriundos de valle bajo y
Tapacarí, para agruparse en la IV División. La conformación por distritos y
provincias da cuenta de la frágil unidad y la permanencia de clivajes y
fragmentaciones localistas que cruzaban las armas cochabambinas (y bolivianas) que
impidieron la alineación de la tropa bajo un mando único.
Sufriendo hambre y sed, la columna cochabambina arribó a Oruro el 28 de abril;
y el 3 de mayo, nuevamente desprovistos de víveres y vestimenta adecuada,
partieron hacia la costa peruana. Veintisiete días más tarde (lo que da una
idea de las dificultades logísticas prevalecientes) ingresaron a Tacna. Allí
recién accedieron al agua, vital para la supervivencia. Pero su distribución
permite al historiador constatar las diferencias sociales entre el cuerpo
militar; mientras los soldados mestizos y los pocos indígenas concurrentes
abrevaban de una inmunda acequia que multiplicaba la disentería, de modo que
las infecciones gastrointestinales eran frecuentes, los jóvenes de la
oligarquía bebían agua destilada o un brebaje importado en botella de barro que
parecía una agradable limonada.
Claros describe otra faceta escondida de la guerra: las “rabonas”, mujeres
indígenas y mestizas de soldados que los acompañaban, procurándoles cama y
rancho. Una de ellas, conocida como La Fiera, descrita por Claros como alta y
gorda, picada de viruela y un sobrero de paja de cochabambina, trepaba en los
vagones del tren para dar vivas a Bolivia.
Estos relatos de Claros García están reflejados en los periódicos en ese
entonces, como se puede leer en los artículos recuperados por Gastón Cornejo,
miembro de la Sociedad de Geografía, Historia y Estudios Geopolíticos de
Cochabamba.
“NOTA DE RODOLFO SORIA GALVARRO AL PRESIDENTE.
El día 14 de febrero, día de
eterna recordación, cuando más tranquilos nos hallábamos, fuimos sorprendidos
por la llegada de la escuadra chilena que venía a engrosar las fuerzas del
blindado Blanco Encalada. El Prefecto del Departamento recibió la nota de
intimidación que la firma el coronel Emilio Sotomayor. La contestación no puede
dejarse esperar, todos los nacionales quieren hacer resistencia aceptando antes
el sacrificio y la corona del martirio, que el grillete del esclavo. Pero se
hace necesario fijarse de que solo son 35 los soldados bolivianos que tienen
armas con apariencia de tales, y que deben combatir contra 400 chilenos
provistos de rifles magníficos, que además se hallan apoyados por dos
ametralladoras, varios cañones y mil rifles Comflay. Á la disposición de cinco
mil rotos del bajo pueblo que aguzan sus puñales para segar nuestras cabezas.
En semejante situación, ¿qué se puede hacer? El sacrificio es estéril, el
martirio infructuoso y en la desesperada y desigual lucha que puede empeñarse
se comprometen inútilmente tantas vidas que más tarde pueden ser útiles a la
defensa de nuestra cara patria. Se decide pues abandonar el campo a nuestros
enemigos, protestando previamente contra el vandálico atentado de que nos hacemos
víctimas”, Tacna, 19 de febrero “La Revista del Sur”.
Extracto de la PROCLAMA DEL PREFECTO DE COCHABAMBA. 4 de marzo de 1879.
“COMPATRIOTAS- JOVENES COCHABAMBINOS.- La gloria os llama, volad à su
encuentro. Soldados fueron nuestros padres, que, durante quince años lucharon
por nuestra independencia. Soldados hemos sido para defender nuestras
libertades. Seamos soldados para conservar el honor y la gloria de nuestra
Patria.- ¡A las armas, bizarros jóvenes, à las armas!
ARTESANOS.- Os habéis mostrado siempre dignos del nombre boliviano, no excuséis
vuestra sangre, ni vuestros sacrificios para defender la honra nacional –
Guerra, nos ha dicho la desleal República Chilena en las playas de nuestro
Litoral; guerra debemos contestar con toda la energía de nuestro patriotismo.-
¡A la guerra, artesanos, à la guerra!… En la hora del sacrificio estará junto a
nosotros, vuestro compatriota y amigo. MANUEL A. GOMEZ”
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