Es el 07 de febrero de 1836 y el Ejército peruano del
General Felipe Santiago Salaverry está frente a frente con el Ejército Unido de
Andrés de Santa Cruz. Salaverry ocupa las alturas de Socabaya, aunque hubiese
preferido una mejor posición para llevar adelante esta batalla. ¡No pudimos
llegar a Paucarpata! Se lamenta Salaverry, quien ahora debe confiar en la
disciplina de su Ejército y en su propia capacidad de comando.
El General Andrés de Santa Cruz es consciente de todos los sacrificios
que se le ha pedido al pueblo boliviano y a su Ejército para encontrarse con
este momento: el definitivo. Y por fin había llegado. Al frente tenía al joven
y talentoso General peruano Salaverry, quien había demostrado ampliamente su
capacidad de conducción y su habilidad como estratega, colocándose siempre un
paso delante de Santa Cruz. Siempre sucedió así hasta hace solo algunas horas,
cuando Salaverry cometió su primer gran error estratégico; un error que Santa
Cruz fue capaz de anticipar.
Salaverry, como sucede frecuentemente a los individuos que
provienen de una cultura marítima, no podía concebir una línea de repliegue que
no fuese el mar. Esa atracción fatal le llevó a movilizar su Ejército desde
Uchumayo hacia la costa, en procura de embarcarse junto a su Ejército en el
Puerto de Islay. Pero Santa Cruz ya había previsto esa maniobra. Oportunamente,
el Comandante en Jefe boliviano había desplazado un fuerte Destacamento al
mando del General Miller. Miller sometió a las tropas peruanas que había en el
lugar y obligó a la flota peruana a mantener distancia respecto de la costa.
La caída de Islay fue reportada a Salaverry en plena marcha.
¡Estamos aislados! Piensa Salaverry e inmediatamente ordena la contramarcha.
Santa Cruz recibió la información de que Salaverry había
cambiado de dirección. ¡Se dio cuenta de la trampa! Reflexiona Santa Cruz.
Luego pregunta al portador del informe: ¿hacia dónde se dirige Salaverry? Y su
interlocutor contesta: Todo parece indicar que el Ejército peruano se dirige hacia
Paucarpata.
El General Santa Cruz reúne a su Estado Mayor y les plantea
la situación. Los oficiales peruanos que le acompañan, advierten a Santa Cruz
que Paucarpata es una fortaleza natural y que escalar esa posición iba a costar
gran parte del Ejército; y aun si se consiguiese ascender con éxito, las
probabilidades de victoria eran escasas. ¡Era imperativo alcanzar a Salaverry
antes de que pudiese posicionarse en Paucarpata! Santa Cruz, sin pérdida de
tiempo, ordena una marcha forzada para interceptar a Salaverry.
Santa Cruz, en secreto, no puede dejar de admirar la
inteligencia de Salaverry. Sólo en esta campaña, el Comandante en Jefe peruano
le había enseñado dos lecciones invaluables: Primero, que la ciudad de Arequipa
es una trampa mortal, que podía ser aislada con pocos recursos; y Segundo, que
Paucarpata es una fortaleza natural, casi inexpugnable en situación defensiva.
¡Tal vez esta información pueda serle útil en el futuro! Cavila Santa Cruz.
A las 10 de la mañana del día 07 de febrero, Salaverry fue
alcanzado por el Ejército de Santa Cruz, antes de llegar a su destino en
Paucarpata. Salaverry, apresuradamente, ordena formación de combate en la loma
de Socabaya.
Santa Cruz toma la iniciativa ofensiva enviando a un
milagrosamente restablecido José Ballivián, al mando del Batallón “Primero de
la Guardia” y del Batallón “Zepita” contra el ala izquierda de Salaverry. Esta
primera carga tuvo un éxito inicial, que se disipó debido a una rápida
contención realizada por los “Húsares de Junín”, que consiguió desbaratar los
batallones al mando de Ballivián. Santa Cruz envió con celeridad al Coronel
Otto Felipe Braun, al mando de los “Lanceros” para evitar el desastre. El
empuje de los “Lanceros” de Braun consiguió estabilizar momentáneamente el
combate, pero las lanzas de sus hombres no hacían mella en las corazas de la
caballería peruana.
Los “Lanceros” fueron obligados a retroceder hasta las
reservas y la Caballería peruana fue enviada para explotar el éxito. En ese
instante, sólo la personalidad de Braun fue capaz de detener el desbande y
reorganizar a sus “Lanceros”, quienes se lanzaron en feroz contraataque,
sorprendiendo y dispersando al Escuadrón peruano de “Granaderos”.
La recuperación de Braun requirió que el propio Salaverry,
al mando de sus Coraceros, intervenga empujando nuevamente a los “Lanceros” de
Braun hasta la retaguardia. Este nuevo retroceso se dio de forma tan
desafortunada que atravesó las propias líneas del Ejército de Santa Cruz,
siendo las tropas más afectadas las de las Compañías del Coronel Anglada.
Los "Coraceros" peruanos estaban definiendo el
resultado de la batalla a favor de Salaverry; pero en el clímax de la batalla,
inexplicablemente renunciaron a la explotación del éxito alcanzado, retornando
a sus posiciones de origen. Si fue por exceso de disciplina o por falta de
iniciativa de los comandantes, siempre sería una incógnita para Santa Cruz. Lo
cierto es que esa actitud de la caballería peruana le brindaba a Santa Cruz una
oportunidad, quizá la última, para retomar la iniciativa en la Batalla.
¡A mí el Sexto de Línea! Desesperadamente ordena Santa Cruz,
tomando así el mando de la última reserva boliviana. Santa Cruz, a la carrera,
llevó al Sexto de Línea contra los “Coraceros” que retornaban a su posición
inicial. Estando a distancia de tiro, ordenó Santa Cruz abrir fuego. La
sorpresiva descarga causó terrible confusión en la Caballería peruana, que se
desbandó arrastrando a otras unidades de infantería consigo.
El Coronel Braun, observó la desorganización peruana y,
realizando lo imposible, reunió por segunda vez los dispersos de sus
“Lanceros”, consiguiendo llevar un nuevo ataque sobre las vacilantes tropas
peruanas, que causó su desintegración definitiva y aseguró la victoria sobre el
Ejército peruano.
¡VICTORIA! ¡VIVA BOLIVIA! Gritan a voz en cuello los
soldados bolivianos, dueños ya del campo de batalla.
Sólo habían transcurrido un poco más de 10 años desde que
Bolivia había proclamado al mundo su libertad, cuando muchos -casi todos-
pensaban que desaparecería en pocos meses. Esa República, había superado los
horrores de una guerra de independencia que duró 16 largos años, siendo la más
larga y sangrienta que haya visto el continente sudamericano. Esa República
había perdido más de la mitad de su población en ese proceso de independencia,
además de haber visto destruidas sus vías de comunicación y arruinados todos
sus medios de producción.
Esa República, Bolivia, se había levantado de la postración
más absoluta…y estaba a punto de fundar un imperio.
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(Fotografía al pié: Loma de Socabaya vía Wikipedia.org)
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