Por: Jorge Abastoflor Frey / 26 de abril de 2019.
Es el 26 de abril de 1825 y Manuel José Araujo e Silva se
siente inmenso, mientras percibe la cálida brisa de las llanuras de Chiquitos
desde su caballo de batalla. Está lejos de su hogar, está lejos de su país,
pero no siente ningún tipo de desconfianza. Todo lo contrario, al mando de sus
tropas expedicionarias, piensa que finalmente le ha llegado la hora de cumplir
su destino: Ser el conquistador de las provincias de Moxos y de Chiquitos, para
la gloria del Imperio del Brasil.
La seguridad de Araujo e Silva se sustenta en la fuerza
militar que comanda, 200 tropas regulares del Ejército brasileño; pero, además,
cuenta con el apoyo del Gobernador de la Provincia de Chiquitos, el Coronel
Sebastián Ramos; un realista comprometido que no tiene la menor intención de
entregar el territorio bajo su mando a las autoridades patriotas que ahora
dominan en Charcas.
Araujo e Silva piensa en sus próximos pasos: Se valdrá del
Coronel Sebastián Ramos mientras le sea útil y después… se deshará de él. Pero,
por ahora, necesita de las tropas que todavía comanda Ramos y de su influencia
sobre la población y las autoridades locales.
El comandante brasileño no se equivoca acerca de la
influencia de Ramos. El pasado 24 de abril, el Gobernador de Chiquitos había
conseguido reunir en la localidad de Santa Ana un grupo de personas
representativas de la Provincia. Ramos persuadió a los asistentes de hacer una
proclamación y juramento de lealtad a Pedro I, Emperador del Brasil, y a
reconocer la unión de las Provincias de Chiquitos y Matto Grosso.
Esta maniobra debía crear la apariencia de que la ocupación
brasileña se hacía por la voluntad general de los habitantes de la Provincia de
Chiquitos.
El comandante brasileño, Manuel José Araujo e Silva, está
persuadido de que la debilidad de Charcas, después de 16 años de sangrienta
guerra de independencia y el prestigio del poderoso Imperio del Brasil son sus
mejores aliados en la empresa de conquista que está llevando a cabo. En sus
cavilaciones, Araujo e Silva, concluye que sería buena idea enviar un mensaje a
las autoridades patriotas que controlan Charcas dando cuenta de la anexión de
Chiquitos al Imperio del Brasil y de la irreversibilidad de esta nueva
condición. ¡Por supuesto! -Piensa Araujo e Silva- mientras más claros seamos
con nuestros propósitos, menos oposición debería esperarse de este debilitado
país.
Araujo e Silva se decide. En su carácter de Jefe militar de
la expedición y sobrepasando la autoridad del Gobernador Sebastián Ramos,
decide enviar una carta al Coronel Videla, Gobernador de Santa Cruz, y otra
carta a Antonio José de Sucre, Jefe militar en control de Charcas. Ambas cartas
estaban escritas con el mismo tenor y contenían una terrible amenaza:
“En virtud de una honrosa capitulación solemnemente
ratificada por excelentísimo gobierno de la provincia de Matto Grosso y el
ilustrísimo gobernador de esta provincia de Chiquitos, por ella, queda
entregada al dominio y mando de su majestad imperial, e incorporada, por
unánime aclamación de las provincias al grande imperio del Brasil…”
“Lo que transcribo a V.E. para su inteligencia, asegurándole
mi certeza de que, faltando al buen orden, pasaré a desolar toda esa tropa de
su comando, e igualmente esa ciudad de Santa Cruz, que apenas dejaré en ella
fragmentos de lo que fue, para memoria de la posteridad” (Lecuna)
Ambas cartas son enviadas el mismo 26 de abril, mientras la
fuerza expedicionaria brasileña avanza profundamente en el territorio de la
Provincia de Chiquitos.
“Manuel Araujo e Silva, conquistador de Chiquitos y Moxos
para el Imperio del Brasil”. ¡Excelente título para pasar a la historia! piensa
el envanecido comandante brasileño. “Conquistador de Chiquitos y Moxos”, se
repite a sí mismo el Jefe militar, mientras observa cómo la población de San
Javier de Chiquitos aparece en el horizonte, con su característica y hermosa
iglesia en el centro.
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(Imagen de la Iglesia de San Javier de Chiquitos, obtenida
de tripadvisor)
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