Es 11 de mayo de 1825. Antonio José de Sucre no podía dejar
de temblar mientras leía la carta que le había enviado Manuel José Araujo e
Silva, Comandante de la fuerza expedicionaria del Primer Ejército del Imperio
del Brasil, que daba cuenta de la invasión de la Provincia de Chiquitos y de la
atroz amenaza de “desolación” sobre Santa Cruz de la Sierra.
Pero Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, no temblaba por temor
ni preocupación. Sucre temblaba de ira.
El pasado 07 de mayo Sucre había enviado una carta al
Coronel Videla, Gobernador de Santa Cruz, en la que se daba por informado de la
agresión brasileña perpetrada sobre Chiquitos y respondía a la solicitud
refuerzos y recursos que le hiciera Videla. Sucre le decía a Videla que había
enviado 200 hombres al mando del Coronel López para atender la amenaza. Además,
Sucre autorizó al Gobernador de Santa Cruz a levantar compañías veteranas de
infantería, conformadas por sobrevivientes de la Guerra de Independencia.
Por último, Sucre pidió que se reunieran datos fidedignos
acerca de las fuerzas brasileñas, el espíritu del país y la actitud de las
gentes. Sucre necesitaba esta información para un propósito más agresivo que
simplemente liberar Chiquitos.
Sin embargo, la situación en Chiquitos parecía favorecer a
los invasores por lo pronto. Ayer 10 de mayo, Videla escribió a Sucre
reportándole que la temporada de lluvias había comenzado y que era imposible
ingresar a Chiquitos. Videla informaba también que, debido a las lluvias, había
dispuesto el repliegue de los 40 “dragones” que previamente había enviado hacia
San Javier, ordenándoles tomar posición en el Río Guapay, a 14 leguas de la
ciudad de Santa Cruz.
En la parte más grave de su carta, Videla manifestaba que
las poblaciones de Santa Ana, Capital de la Provincia de Chiquitos, y San
Javier de Chiquitos han sido tomadas por los invasores brasileños. Entre Santa
Cruz de la Sierra y San Javier, que distan sólo 30 leguas entre sí, no existía
otra defensa aparte de los 40 "dragones" acantonados en el Río
Guapay. Las fuerzas brasileñas están demasiado cerca de la ciudad de Santa Cruz
de la Sierra.
Al final de la carta, Videla se muestra impaciente porque no
ha podido establecer contacto con el Coronel López, enviado por Sucre como
refuerzo para contener la invasión brasileña. Videla necesita que López llegue
a Santa Cruz de la Sierra, para enviar con urgencia por lo menos 100 hombres
hacia el norte. Pero ¿Qué le preocupa a Videla? Sucre lo sabría bien: No existe
ninguna fuerza que se interponga entre los invasores brasileños y las sabanas
de Moxos.
Toda la situación daba vueltas en la cabeza de Antonio José
de Sucre, mientras terminaba de leer la carta de Araujo e Silva. Con la rabia a
flor de piel, Sucre tomó papel y pluma y redactó su respuesta, que habría de
ser legendaria:
“La nota que V.S. se sirve dirigirme el 26 de abril, acaba
de llegar a mis manos.”
“No puedo persuadirme que V.S. tenga órdenes del Gobierno del Brasil para la
invasión que nos ha hecho…”
“NUESTRO GOBIERNO DESEA EL MANTENIMIENTO DE LA PAZ…PERO NO TEME DE NADIE LA
GUERRA…”
“Prevengo, pues, al señor comandante general de Santa Cruz, que si V.S. no
desocupa en el acto la provincia de Chiquitos, marche contra V.S. y no se
contente con libertar nuestras fronteras, sino que penetre al territorio que se
nos declara enemigo, llevando la desolación, la muerte y el espanto para vengar
nuestra patria y corresponder a la insolente nota y a la atroz guerra con que V.S.
lo ha amenazado.” (Lecuna)
La carta dirigida al Comandante brasileño sale con premura.
Pero Sucre no se queda de brazos cruzados. Inmediatamente escribe a Videla
diciéndole que el Coronel López llegará a Santa Cruz de la Sierra con 300
hombres. Sucre le revela a Videla que el retraso de López se debe a que sus
tropas avanzan por el camino de Valle Grande, requisando armamento y municiones
en el trayecto.
Acto seguido, Sucre reúne a su Estado Mayor y recibe el
parte de sus Comandantes. Sabe que no puede movilizar las tropas peruanas que
están bajo su mando porque dependen del congreso peruano. Tampoco puede
movilizar las tropas colombianas porque necesita autorización de Simón Bolívar
para hacerlo. ¡Sólo existe una opción! Piensa Sucre: las tropas de Charcas.
El Ejército de Charcas se había estado organizando en
previsión de que la Asamblea de las Provincias decretase, como era casi seguro
que lo hiciera, la independencia del país. Pero este Ejército en formación,
¿estaría listo para cumplir con su misión? ¿Estarían los sobrevivientes de la
Gran Guerra de Independencia listos para defender su país?
Al terminar la reunión del Estado Mayor, Sucre da la orden.
El "Primero de Línea" debe partir mañana 12 de mayo, con rumbo a
Santa Cruz de la Sierra. Marcharán con ellos los escuadrones de caballería
Tercero y Cuarto de “Lanceros”.
La orden llega rápidamente a los cuarteles y comienzan los
preparativos. Los soldados del “Primero de Línea” se alistan meticulosamente.
No son reclutas novatos. Estos hombres son los que quedan de la División
“Aguerridos” del General José Miguel Lanza; son los guerreros de la
Republiqueta Invulnerable; son los valientes de Ayopaya.
Los veteranos preparan sus armas con eficiencia y luego
visten sus nuevos uniformes.
Esos particulares uniformes son de un color rojo intenso
como la sangre, tan intenso que parecen… "Colorados”.
Los felicito
ResponderEliminarMe gusta su trabajo
Sigan adelante. Gracias.