Por: Alexis Pérez Torrico Historiador // 18 de agosto de 2019.
Las efemérides no solo son para recordar acontecimientos, a próceres o derrotas, sino, también sirven para reflexionar sobre nuestro presente y el devenir de nuestro país. El presente artículo tiene por objetivo exponer la conducta social de la oligarquía y la población en la República de Bolivia en sus primeros años en relación al gobierno del Mariscal José Antonio de Sucre, que gobernó entre fines de 1825 y los primeros meses de 1828, y el rol que jugaron sus colaboradores. También, se pretende hacer conocer las características económicas relevantes.
Sucre llegó a La Paz en los primeros días de febrero de 1825 y el 9 del mismo mes, emite un decreto convocando a una asamblea deliberante para decidir el destino del territorio de Charcas, a pesar de la oposición de Simón Bolívar, que tiempo atrás en Yanca, en el cantón de Yanahuanca, (Perú), había sugerido llamar a una asamblea.
Lo que sucedía es que existía un contexto en el Sud de América Latina nada definido. Perú sufría la presión de Colombia por cuentas pendientes y agravios a súbditos colombianos. Por su parte, la Audiencia de Charcas estuvo unida en el pasado colonial al Virreynato de Perú hasta 1786, cuando se establece el Virreinato de la Plata e incorporando a la Audiencia de Charcas a este nuevo centro político, dependencia que se extendió hasta 1810, cuando vuelve nuevamente a Perú, debido a la declaratoria de independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Por esta razón, Bolívar esperaba la posición de Argentina y la aquiescencia de la asamblea peruana sobre el destino de Charcas. El pasado histórico creaba incertidumbre, ya que ambos países podrían tener pretensiones territoriales. Pronto se disiparon los temores del Libertador ante el reconocimiento de Bolivia como país independiente por parte de ambos países.
Luego de aproximadamente cuatro meses de gobierno en la nueva República, Bolívar dejó el mando a Sucre bajo el respaldo de la Asamblea. Muchos se preguntan ¿porqué los líderes guerrilleros no asumieron la dirección política de la nueva República? No es difícil contestar, ya que en 1825 habían muerto todos a excepción de Juana Azurduy, José M.Lanza y algún otro. Por otra parte, las guerrillas se habían agotado entre 1816 y1817, ya que habían actuado con escasos recursos y solo entre siembra y cosecha, además eran montoneras locales sin mando común. Estas razones explican los motivos por los cuales no pudieron asumir el mando y la dirección política del nuevo país. Por otra parte, con la presencia del ejército colombiano se abrió un espacio político para que los asambleístas buscaran libremente el camino a seguir.
Cuando Sucre ingresó a Charcas conversó con comerciantes y propietarios de haciendas en La Paz y en Potosí y percibió que éstos no eran hombres de fiar ya que actuaban con doblez. No es extraño que expresara que eran “más godos que los godos”. No comprendía que eran “patriotas de último momento”, que venían del régimen colonial, habiendo obtenido privilegios, educación y posición social.
Cuando asumió el mando de la nueva república obtuvo el reconocimiento externo, pero no así el interno, ya que el nuevo estado carecía de estatidad, es decir aún no tenían los símbolos patrios en circulación y existían serias dificultades en la recaudación y en la administración. Se formó un Estado, pero no la nación.
A pesar de las manifestaciones de elogio, de admiración y aprecio, Sucre fue combatido y lo primero que hizo fue colocar a sus hombres su confianza en los cargos importantes, como lo haría cualquier gobierno, además comprobó que, con algunas excepciones, los nuevos ciudadanos carecían de capacidades administrativas.
La pequeña oligarquía se resintió ya que esperaban cargos públicos, demanda que más adelante será una constante en la historia del país. Precisamente una de las características que ayuda a entender la inestabilidad política y la mala administración fueron los “pegueros” o en el lenguaje de la época “la empleomanía”.
A insistencia de esta pequeña oligarquía colocó, por sus méritos, al guerrillero J. Miguel Lanza en la prefectura de La Paz; a los pocos meses Sucre recibió un primer informe, en el que se constaba que la prefectura había sufrido un desfalco de 70.000 pesos. No es de extrañar que Sucre afirmara que Lanza era: “un animal en dos patas”. Sin embargo, Lanza había señalado el camino que debían seguir los bolivianos del futuro para usufructuar los fondos públicos.
Sucre fue execrado, vilipendiado y sufrió una oposición tenaz debido ala Reforma Tributaria que aplicó y que, entre otras medidas, determinó la abolición del tributo indígena y estableció un impuesto personal sobre los ingresos y otro sobre el patrimonio.
Por otra parte, se preocupó por organizar la educación pública bajo la influencia de Simón Rodríguez, maestro de Bolívar. Introdujo la educación práctica con asignaturas como física, química, ciencias naturales y las artes mecánicas. Además, los estudiantes debían aprender a manejar la forja, la escofina, el serrucho, etcétyera. Pasando a segundo plano la abogacía y la teología. Esto escandalizó a los propietarios de haciendas, ya que pretendían que sus hijos, es decir los “pedigrees”, estudien las profesiones tradicionales y no aprendieran oficios tan propios de la plebe; no comprendían que Sucre buscaba mano de obra calificada para una futura industrialización.
Pero lo más grave fue que debían establecerse escuelas para que los indios aprendan a leer y escribir, con esta medida prácticamente firmó su sentencia de muerte. Sucre sí que fue un liberal declarado y confeso, mientras que la oligarquía simplemente eran republicanos con alma de gamonales.
Querían un país de propietarios para propietarios y una república a la medida de sus intereses. La propiedad, los ingresos, leer y escribir, les otorgaba el derecho a elegir y ser elegidos. Ellos eran el pueblo, los “bolivianos” y los otros eran “la chusma, la canalla, la indiada”.
Se organizó una república sobre tres siglos de coloniaje, nunca se la fundó –que la fundieron, ya es otra cosa–. Las reformas fiscales y educativas de sucre fueron un fracaso, por el sabotaje y la penuria fiscal.
El nuevo país, era muy pobre, con escasa población, enteramente agrícola, había sufrido sequías y hambrunas entre 1800 y 1806, factores que dislocaron la actividad minera, además se sufría de fuga de capitales, por valor de 500.000 pesos, el 45% del presupuesto, muchas minas se inundaron y la mano de obra escaseaba. En la agricultura prevalecían formas precapitalistas de producción: el latifundio y las comunidades. En el régimen del trabajo se mantenían las relaciones serviles, es decir, la servidumbre: yanaconas, mitanis, muleros, aljiris y otros.
La estrechez del mercado hacia inviable la industrialización. Ante esta realidad, el artesanado prolongó su existencia por muchos años. Los propietarios abrigaban la esperanza de reactivar la minería a fin de hacer viable la existencia de la nueva República. Se carecía de carreteras, todo el transporte se realizaba a lomo de bestia y las distancias eran enormes; por ejemplo, del puerto de Cobija a Potosí se tenía que recorrer 700 Km.
Se debía modernizar las minas y Sucre compartía este punto de vista, pero no quería entregar las minas a los oligarcas, porque para ellos la mano de obra india era el capital. Entregó las minas al capital inglés, ya que la mentalidad de estos era de inversión, riesgo-costo-beneficio. Esto no prosperó debido a los altos costos de producción.
En este contexto, la conspiración no se hizo esperar. Sucre, que deseaba regresar a su patria y no solo eso, sino que en reiteradas veces expresó que no tenía interés en gobernar y administrar la cosa pública, se consideraba un soldado que había cumplido su misión, Bolívar denegó su solicitud, considerándolo idóneo para la primera magistratura. Solamente le quedaba el apoyo de su tropa, esta se hallaba en la inacción, en la molicie, estaban impagos y añoraban regresar a su patria.
El desarraigo los mortificaba, en consecuencia introducirse en el cuartel no fue difícil. El motín del 18 de abril de 1828 puso en evidencia que los días para Sucre estaban contados. Las deserciones y las desafiliaciones se hicieron continuas. Casimiro Olañeta, la cabeza visible de este movimiento, entró en combinación con Andrés de Santa Cruz, que se hallaba en Chile. A esto se sumaba el avance del ejército peruano, al mando del general Agustín Gamarra, éste y Santa Cruz odiaban a Sucre por su inteligencia y su grandeza.
Estos militares, incluido el general Pedro Blanco, sirvieron en el ejército realista y cuando las armas les fueron adversas, defeccionaron y se pasaron al ejército patriota. Sufrían complejos frente al carisma y la talla moral de Bolívar y Sucre, esto se constató en los movimientos y acciones del ejército independentista. Algunos militares fueron “honestos”, como Blanco, quien pidió a Sucre y al Congreso, retirarse de las filas, permiso que fue denegado y seguidamente se pasó al bando de Gamarra, junto a una fracción del ejército boliviano.
Olañeta azuzaba a la plebe urbana contra los extranjeros. Luego de la sublevación en el cuartel en la que fue herido Sucre, corrió presuroso a visitar al presidente que se hallaba en reposo y le ofreció sus servicios. En respuesta, Sucre, con dureza, le respondió: “sus servicios podrían ser útiles a su patria, sí la consecuencia y la lealtad viven todavía en el ánimo de Ud”. En carta dirigida al libertador, de 27 de abril de 1828, le comunica que los facciosos pretendían ultrajarlo y le confiesa que: “Se admirará Ud. de saber que el doctor Olañeta era el consejero y director de los malvados”. Olañeta ya estaba en contacto con Santa Cruz para que sustituya a Sucre y comunicó a Gamarra la sublevación en el cuartel y el intento fallido de asesinar a Sucre cuando procuraba sofocar el motín.
El coronel Blanco entró en contacto con Gamarra y conjuntamente invadieron la Bolivia. Su papel fue muy importante, ya que con “un escuadrón con banderolas peruanas avanzó a la hacienda Ñucho e hizo prisionero al gran Mariscal, llevándolo al campamento de Gamarra en la población de Siropo”.
La capitulación de Piquiza, acordada por José María Pérez Urdidinea frente a Gamarra, significó el final del gobierno de Sucre, quien calificó a Urdidinea como “traidor”.
Olañeta y los oligarcas reclamaban a voces la presencia del ejército peruano en Charcas, preferían la invasión a su propio país con tropas peruanas, a que Sucre sea presidente.
Esto pone en evidencia que la oligarquía llevaba en su seno gente de doblez, de conducta sinuosa y que iniciaron el camino del golpismo y los cuartelazos.
Olañeta, en una ocasión dirigiéndose a un militar de cúpula, le expresó: “mi general cuando le daremos glorias la patria?”. Años más tarde el déspota Mariano Melgarejo dijo a sus correligionarios: “voy a gobernar este país, hasta cuando me de la gana y al primero que se oponga lo haré patalear en la plaza”.
Entonces, no debe extrañarnos esta conducta social, tan propia de un país poco desarrollado, donde las oportunidades son escasas, si el aparato productivo que es la base de la sociedad es estrecho y no cambia, el comportamiento social será el mismo. El arribismo, el oportunismo, el sentirse postergado, sin méritos los lleva a buscar los ingresos del Estado, dándole la espalda a su pueblo.
¿Y qué sucedió con Sucre? Como se conoce, estaba preso y posteriormente fue puesto en libertad con la finalidad de presentarse al Congreso y renunciar. Forzado, se vio obligado a salir del país en medio de aprietos económicos, pues lo que ganaba se lo repartía a sus parientes, para obras de caridad y tenía sueldos devengados, que nunca se los cancelaron.
Al dejar la República, en una nota de respuesta a Gamarra sobre su invasión a territorio nacional, Sucre afirma: “la mayor de las calamidades públicas es que tropas extranjeras se mezclen con las disensiones de una nación”. Más adelante lo desenmascara, diciéndole: “Ud. dice que vino a mediar entre los partidos. Puedo asegurar que con la sola excepción de un pequeño número de genios turbulentos o de gente hambrienta y traposa los bolivianos ¿aman sus instituciones?”. Se debe explicar que la plebe urbana también participó bajo el influjo del alcohol y pagados por los conspiradores.
En el viaje a Ecuador, al encuentro con su consorte, reflexionaba sobre los sucesos en Bolivia, comunicando su experiencia al Libertador a orillas del río Guayaquil en fecha 18 de septiembre de 1828. En esa misiva, muestra la atmósfera política que se vivía a su salida: “De otro lado Gamarra cuenta con que Santa Cruz será más amigo del Perú que de Ud. y para mejor arreglarse, le han dado el mando de las tropas a Blanco que está vendido a los actuales mandatarios del Perú y muy comprometido con su conducta”. Añade que la traición de Urdidinea le dio al “inepto y cobarde de Gamarra sus ventajas en Bolivia”.
Finalmente, dolido por lo vivido expresa a su camarada de armas: “Vuelvo a Colombia con el brazo derecho roto, por consecuencia de estos alborotos revolucionarios y por instigaciones del Perú, al que he hecho tantos servicios, y de algunos bolivianos que tienen patria por mí”. Agrega: “El servicio a pueblos ingratos me es tan molesto como la carrera pública”.
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