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AQUELLAS MUJERES MINERAS COMBATIVAS


Este artículo fue publicado originalmente en La Época en noviembre de 2017, disponible en: https://www.la-epoca.com.bo/2017/11/13/la-cara-femenina-de-la-resistencia-minera/ // Foto: Internet. 
La Alianza para el Progreso, un plan para destruir al movimiento minero
El plan desarrollista ideado por Estados Unidos, pretendía erradicar el comunismo de las minas de Bolivia, para cuyo fin usó varias estrategias. Primero lo hizo a través de la Alianza para el Progreso y luego con el Plan Triangular, que incluyó entre los requisitos para el financiamiento norteamericano (vital para sostener el gobierno de Víctor Paz Estenssoro), el retiro de los dos principales dirigentes del centro minero de Siglo XX: Federico Escobar Zapata e Irineo Pimentel, el despido de dirigentes y militantes de izquierda y la eliminación física de los dirigentes más radicales. Estados Unidos había instalado una especie de cabeza de playa en la Embajada en La Paz, con un control directo sobre Palacio de Gobierno. El Embajador Sthepansky estaba acompañado por el representante del Pentágono (Cnl. Fox), la NSA y la CIA. EE.UU. tenía tres brazos operativos: USIS (Servicio de Comunicación), USAID (Agencia para el Desarrollo) y los voluntarios del Peace Corps [1]. La respuesta directa de los trabajadores mineros fue la resistencia activa contra el Gobierno del presidente Víctor Paz Estenssoro, presionado a la vez por el Gobierno de EE.UU., para neutralizar a la dirigencia sindical. El 3 de agosto de 1963, se aprueba el decreto supremo de supresión del Control Obrero con derecho a veto en las minas nacionalizadas, instruyendo a continuación el despido selectivo de cien trabajadores, entre ellos los principales dirigentes. El 6 de diciembre, el Congreso Minero de Colquiri decreta la ruptura con el Gobierno del MNR, situación sui géneris al ser el líder máximo de la FSTMB, Juan Lechín Oquendo, vicepresidente constitucional de la República. Al retornar a sus distritos, se produjo una emboscada al camión de los dirigentes Federico Escobar e Irineo Pimentel, los cuales son apresados y enviados a prisión.
El Comité de Amas de Casa de Siglo XX, combativo y rebelde
Ciento cuatro mujeres organizaron el Comité de Amas de Casa Mineras de Siglo XX, entre 1961 y 1987, formando un frente de apoyo al movimiento minero revolucionario y de resistencia a las acciones de los gobiernos democráticos y dictatoriales que se sucedieron en 26 años de esfuerzos, sacrificios y combates. Un grupo de 400 mujeres formaron un comité para reclamar la detención de sus esposos y dirigentes. De aquellas, un total de 57 ocuparon la dirigencia del Comité, siendo su primera presidenta Vilma Garret, quien presidió el Comité (ad hoc) de Huelga femenino, organizado el 21 de junio de 1961. El 15 de agosto el Comité protagonizó su primera huelga de hambre, en el hemiciclo de Diputados, con un pliego petitorio de tres puntos: “pago de salarios por el mes de julio, abastecimiento de pulperías y libertad de dirigentes sindicales” [2]. Era una organización radical, “conformada por el cuadro de mujeres del partido comunista que encabezaron y dijeron que se conforme el comité ad hoc” [3]. Al igual que los sindicatos de trabajadores, el Comité de Amas de Casa de Siglo XX, fue objeto de persecución lo que obligó a trabajar en la clandestinidad en dos oportunidades, durante la dictadura de Banzer (1974-1977) y la de García Meza (1980-1982). Durante la dictadura de Banzer, el Comité clandestino integró la Huelga de Hambre de 1977-1978, que fue decisiva para derrocar al dictador. En 1986, el Comité adquiere otra dimensión con la fundación del Comité Nacional de Amas de Casa Mineras, con su primera presidenta Norma de Salguero, que aglutinó a los comités de los centros mineros.
Jeroma formó parte del núcleo de mujeres que dirigió el movimiento femenino minero. Afirma que al principio “era observadora más que todo. No componía de ningún partido político, es decir, legamente activa”. El Comité de Amas de Casa fue conformado por el Partido Comunista de Bolivia, “y entre ellas estaban esas dos señoras más activas, que eran Doña Flora de Quiroga, como también la señora Norberta de Aguilar”. Eran mujeres formadas políticamente, muchas veces con la ayuda de universitarios y dirigentes políticos lograron formarse como cuadros políticos. El control del Comité de Amas de Casa por mujeres de vestido, provocó el reclamo de María Fernández de Valeriano: “Mayormente en esa época tomaron los cargos las señoras de vestido, aunque las de pollera éramos muchas (…) por ser de pollera, a un principio fuimos discriminadas”. Pero ese no era el problema principal, sino la reacción de los esposos. Justina Rocabado de Guevara, era una joven que anhelaba ser dirigente, “pero los maridos siempre eran machistas, eran dueños de nosotras y no nos dejaban participar. Mi esposo era bien celoso, no me dejaba salir. Había veces cuando me pegaba, me daba un revés, o algo, diciendo: ‘¿Otra vez vas a salir? Te han visto gritando’. Ella se defendía: ‘¿Pero en qué estoy fallando en tu hogar? En todo cumplo, mi casa está como un espejo, ¿de qué me vas a pegar?’” Pero la aversión a que las mujeres se inmiscuyan en política venía también de las mujeres de las ciudades, como recuerda Norma Arancibia de Salguero: “cuando hemos ido al parlamento esas mujeres no nos dejaban hablar, decían ‘que se vayan a sus casas estas mineras chi’jllosas (sucias). Vayan a cocinar’” [4]. El Comité de Amas de Casa Mineras tenía un enemigo acérrimo: la Iglesia, que formó un grupo de choque, el Movimiento Cristiano Femenino, para acosar a las mujeres mineras. Y, para cerrar el círculo, el Gobierno las había identificado como “peligrosas” y “subversivas” y tomó represalias despidiendo a sus esposos y echando a sus familias a la calle. Nada detuvo a estas aguerridas amas de casa.
Estas sorprendentes mujeres eran también cuidadosas con los documentos. Entre las que destaca está Elena Vidal de Enríquez que guardó las actas del Comité formando un verdadero Archivo, que se complementó con los papeles que recogió Domitila de Chungara. Por su parte, Jeroma, escribió una “Historia de la participación de las mujeres en las minas”, texto que presentó en la celebración de las Bodas de Plata del Comité de Amas de Casa Mineras, en 1986 [5]. Paulatinamente el Comité fue reconocido por la dirigencia sindical que le asignó tareas de apoyo, tales como cuidar y vigilar las instalaciones y bienes sindicales en casos de emergencia, aprovisionar alimentos, coca y cigarros a los trabajadores cuando enfrentaban a los militares, con una visión patriarcal y paternalista que impedía al Comité actuar de manera protagónica en las luchas sindicales. Con la crisis de los rehenes, el sindicato rompió su viejo esquema al delegar a las mujeres el control y seguridad de los rehenes. El Comité consolidó su accionar y rebasó sus propias expectativas al asumir la huelga de hambre como el más poderoso instrumento para doblegar a las autoridades de la Comibol e incluso derrocar a los dictadores. Una de las acciones más dramáticas de las mujeres fue su participación en la Batalla de Sora Sora, que tenía el objeto de impedir el asalto del ejército a las minas de Huanuni y Siglo XX. Los mineros, formados en milicia, habían tomado los cerros de Sora Sora impidiendo el avance de las tropas. Éstas emboscaron a la vanguardia minera que viajaban al lugar de los hechos en un camión. Los mineros heridos no podían ser evacuados y los camilleros se resistían a ingresar al campo de batalla para precautelar sus vidas de los francotiradores militares. Dos mujeres, Domitila de Chungara del Comité de Amas de Casa de Siglo XX y la Secretaria General del Comité de Amas de Casa de Huanuni, tomaron los mandiles blancos de los camilleros, se armaron de banderas blancas y fueron a recoger y auxiliar a los heridos, ante la mirada atónita de los jefes militares que ordenaron disparar al aire para ahuyentarlas. Solo cuando terminaron de recoger al último herido, dejaron el campo de Sora Sora. Estas dos mujeres estaban embarazadas, la primera de cuatro meses y la segunda de ocho, lo que muestra su coraje y valentía singular.
La crisis de los rehenes: prueba de fuego del Comité de Amas de Casa
Daniel Plaza, dirigente del PCB, organiza de inmediato la milicia minera armada de viejos rifles del 32 y dinamitas, con las que asalta las oficinas administrativas de la empresa en Catavi y Siglo XX y toma 30 rehenes, entre ellos a Thomas Martin (USIS), Bernard Rifkin y Michael Kristula (Asesores laborales de USAID) y Robert Fergerstrom (voluntario del Cuerpo de Paz). “Eran 150 a 200 mineros exaltados”, dice uno de los rehenes. El 13 de diciembre de ese año, la dirigente el Comité de Amas de Casa de Siglo XX, Jeroma Jaldín de Romero, asume el control y el destino de los rehenes, “que fueron secuestrados por los mineros en un intento desesperado de canjearlos por dos dirigentes sindicales de izquierda”. No hay certeza en el número de rehenes. Se habló de 30 y 17, indistintamente[6].
El gobierno de René Barrientos impuso el “Sistema de Mayo” (1965), con el despido de dirigentes sindicales y militantes de partidos de izquierda, una “masacre blanca” para depurar las filas de los trabajadores. Valerio, junto a otros dirigentes fue retirado y figuró en las “listas negras” del régimen. Su familia fue echada del campamento minero en septiembre de 1965, con destino a Oruro y desde allí a Cochabamba, donde compraron un lote de terreno en las afueras de la ciudad, hoy un barrio acogedor.
Domitila Barrios de Chungara, una mujer de las minas
Una de las dirigentes más combativas del Comité era Domitila Barrios de Chungara. Nació en Siglo XX, Potosí, el 7 de mayo de 1937. Falleció en Cochabamba, el 13 de marzo de 2012. Mujer paradigmática en la historia del movimiento obrero. Su nombre de pila era Domitila Barrios Cuenca, pero pasó a la historia como Domitila Chungara. Esposa (concubina) de René Chungara Barrios, trabajador minero de interior mina de siglo XX. Sufrió los rigores de la vida minera, llena de carestía, pero sobre todo del rigor de la represión por sus ideas políticas. Fue perseguida, torturada, vejada, dio a luz en interior mina. Su octavo hijo nació muerto. Salió al exilio y conoció el primer mundo. Constató la desigualdad social imperante, renegó de la injusticia. Pero también conoció a gente que como ella luchaba por mejores días para los desposeídos. Disfrutó la música de Mercedes Sosa, la “Negra”, que se le adelantó por corto tiempo en su viaje a la eternidad. Leyó en vivo y directo a Gabriel García Márquez.
Fruto de su agitada vida sindical y política, atesoró documentos que testimonian esa trayectoria. La antropóloga María Lagos, usó parte de ese archivo en la obra testimonial sobre el Comité de Amas de Casa Mineras. Pero si cultivó la paciencia del archivista, fue también muy rigurosa con la memoria y sobretodo audaz con la palabra, que la retrata de cuerpo entero, cuando interpeló a la audiencia de la Conferencia Internacional de la Mujer, en México D.F., en 1975: “…si me permiten hablar…” Aquella actitud irreverente, ante un congreso internacional de mujeres, trastocó la historia de las organizaciones feministas internacionales, si bien fueron y son solidarias con países pobres y los movimientos obrero-populares, sin embargo se protocolizaron al extremo de impedir que tomaran la palabra las representantes de las bases sociales. “Si me permiten hablar” es una interpelación al feminismo de aquella época, sin duda. La antropóloga brasilera Noema Viezzer, recuperó y proyectó el testimonio de Domitila Chungara, rescató con ella la historia de las luchas sociales de las minas bolivianas, desde la perspectiva de las mujeres, invisibilizadas por los propios trabajadores y perseguidas por los dictadores que se turnaron en palacio de gobierno. No podía pensar en un mejor título que sus propias palabras: “Si me permiten hablar”, interpelando esta vez a la clase intelectual que suele ser muy cómoda creando historias y análisis en sus confortables centros de investigación.
Se puede afirmar que la historia oral tuvo una época de oro a partir del “testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia”, como subtituló aquella obra testimonial la antropóloga brasilera Noema Viezzer [7]. Un testimonio que tomó por asalto las librerías y desde allí logró sitial preferido en las bibliotecas de los centros universitarios y los gabinetes de los intelectuales comprometidos. Nunca mujer de pueblo tuvo la oportunidad de interpelar a la clase política aceptando la candidatura a la Vicepresidencia por el Frente Revolucionario de Izquierda, acompañando al dirigente campesino Casiano Amurrio. Cuando se le consultó las razones para aceptar una candidatura en el partido de aquel viejo político, controversial y sinuoso, Oscar “Motete” Zamora Medinacelli, afirmó que aceptó el cargo en memoria a Federico Escóbar Zapata, el intachable líder minero, fundador del Partido Comunista Marxista Leninista. En 2011 fue condecorada con el Cóndor de Los Andes, en homenaje a las cinco mujeres mineras que iniciaron la Huelga de Hambre del 28 de diciembre de 1977, que fue determinante para la caída de la dictadura militar.
Gracias al testimonio de Domitila Barrios de Chungara y a los que recogió María L. Lagos de las sobrevivientes del Comité de Amas de Casa de Siglo XX, se logró recuperar para la historia, las vidas de Vilma de Garret, Norberta Aguilar, Flora de Quiroga, María Careaga, Angélica de Osorio, Cinda de Santiesteban, Simona Rojas Ritt de Lagrava, Elena Vidal de Enríquez, Alicia Chavarría de Escobar, Justina Rocabado de Guevara, Eugenia Azcuy de Hurtado, Prima Prado de Osorio, Jerónima Jaldín de Romero, Norma Arancibia de Salguero, Julia Cruz de Siles, María Fernández de Valeriano y Brígida Fernández de Velarde.
Sus sufridas trayectorias y el legado documental y testimonial que nos han dejado, permitirán comprender mejor la historia, sobre todo por las nuevas generaciones que gozan de la democracia conquistada por los trabajadores mineros y las Amas de Casa, heroínas modernas de nuestra historia contemporánea.

1    Véase: Thomas Field: Minas, balas y gringos. Bolivia y la Alianza para el Progreso en la era de Kennedy. La Paz, Biblioteca Laboral, 2016, No. 27; p. 270.
2    Presencia, 15.8, 1961, p. 5.
3    Testimonio de Geroma Jaldín de Romero, en María Lagos (2006): Nos hemos forjado así: al rojo vivo y a puro golpe. Historias del Comité de Amas de Casa de Siglo XX. La Paz, Plural, p. 37.
4    Moema Viezzer: ‘Si me permiten hablar… Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia’. México, Siglo XXI, 1978.
5    El valioso manuscrito fue publicado por María Lagos (2006): Nos hemos forjado así: al rojo vivo y a puro golpe. Historias del Comité de Amas de Casa de Siglo XX. La Paz, Plural. P. 31-36.
6    Ibidem, p. 83.
7    Moema Viezzer: ‘Si me permiten hablar… Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia’. México, Siglo XXI, 1978.

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