Por: Miguel Pinto Parabá. Extractado de: https://www.alainet.org/es/articulo/195801
A fines de los años 60, el Estado de la revolución nacional de 1952 entró en crisis. En medio de la Guerra Fría (1945-1991), la pugna entre militares liberales y nacionalistas por el poder estuvo rodeada de cerca por los obreros y las clases medias que viraban hacia corrientes comunistas. El 6 de octubre de […]
A fines de los años 60, el Estado de la revolución nacional de 1952 entró en crisis. En medio de la Guerra Fría (1945-1991), la pugna entre militares liberales y nacionalistas por el poder estuvo rodeada de cerca por los obreros y las clases medias que viraban hacia corrientes comunistas. El 6 de octubre de 1970, en ese marco, concentró la pelea entre corrientes que encarnaban lo viejo y lo nuevo.
El 6 de octubre de 1970, Bolivia tocó fondo. Ese día, cuando el fantasma de la guerra civil rondaba por sus calles, el país vivió el cenit de una pugna entre militares nacionalistas y liberales y, en menos de 24 horas, tuvo seis gobernantes. Nadie quiso ceder. A la Central Obrera Boliviana (COB), tras declarar una «huelga general», le tocó definir el conflicto. Así, Juan José Torres asumió un gobierno colmado de tensiones, hasta agosto de 1971.
Respaldado en el «Mandato Revolucionario de las Fuerzas Armadas», el general Alfredo Ovando Candía, el 26 de septiembre de 1969, ocupó la presidencia; el 17 de octubre, nacionalizó el petróleo. Esa medida, junto a otras de tinte progresista, polarizó la patria. Los obreros se reorganizaron. En ese marco, un año después, los jubilados del Ejército, mediante una «carta pública», le exigieron a Ovando «devolver» el cargo a una «Junta Militar».
La misiva fue secundada por el comandante del Ejército Rogelio Miranda, quien el 3 de octubre de 1970 se «levantó en armas». Al día siguiente, varios jefes militares se parapetaron en el Gran Cuartel de Miraflores y apoyaron el motín con una proclama que fue leída por la Radio Batallón Colorados, cada cinco minutos.
El golpe de Estado marchaba a todo vapor.
DOS PRESIDENTES
En un ambiente político lóbrego, desde las 0:45 del 5 de octubre, los responsables de la Nunciatura Apostólica mediaron para «evitar un choque armado». En las negociaciones, los militares acordaron realizar un plebiscito interno.
A las 19:30, de 364 oficiales, 317 ordenaron la renuncia de Ovando y Miranda a sus cargos. El coronel Hugo Banzer fue «propugnado» como Presidente. Empero, ninguno de los bandos se resignó. Ovando destituyó a Miranda del Alto Mando militar. Eso ahondo la crisis estatal. Ante la presión, a las 06:15 del martes 6 de octubre, Ovando dimitió y se asiló en la Embajada Argentina.
La renuncia entusiasmó al sector de Miranda que lo proclamó «Presidente». En la crónica «Tras la renuncia de Ovando visitas a Miranda», el periódico Hoy confirmó que, a las «08:35, el portavoz oficial del movimiento encabezado por Miranda, mayor Víctor Aguilar Dorado, hizo conocer un comunicado indicando que el comandante del Ejército encabezaba la Junta Militar de Gobierno».
CUATRO PRESIDENTES MÁS
La acción «derechista» generó críticas. En seguida, Radio Altiplano informó que el general Torres se había «atrincherado» en el Grupo Aéreo de Caza de El Alto, donde, luego de una reunión con oficiales y civiles armados, fue también declarado «Presidente del gobierno revolucionario». La nación se estremeció.
Las decisiones del grupo liberal, no obstante, se tomaban en otro lado. En el libro «De Torres a Banzer», Jorge Gallardo -quien logró ser ministro del Interior de Torres- reveló que la resistencia congregada en El Alto obligó a los sediciosos locales y foráneos a «marginar» a Miranda y optar por un Triunvirato. «(…) El coronel de la fuerza aérea Oscar Adriázola realizó una breve consulta telefónica con la embajada americana sobre la composición del futuro gobierno», precisó.
De ese modo, Miranda renunció a su cargo y dejó el poder en manos del Triunvirato conformado por el general Efraín Guachalla, el contralmirante Alberto Albarracín y el general de brigada aérea Fernando Sattori, que en 10 días debía nominar a un «jefe de la Junta Militar». Sin embargo, el gobierno de tres cabezas nació débil y fue forzado a desarticularse.
Fernando Kieffer, en su libro «La revolución del 21 de agosto de 1971», detalló lo que ocurrió a las 16:50 de ese día: cuando miles de manifestantes aclamaban al nuevo régimen, «dos aviones sobrevolaron la Plaza Murillo, comenzando a ametrallar el área (con municiones de fogueo), sembrando pánico, confusión y temor entre el público que huyó en desbandada. Los propios mirandistas se sintieron atemorizados y perdieron el control de la situación».
LA VICTORIA DE TORRES
Ese suceso lo definió todo. El general Sattori, a nombre del régimen tricéfalo, se trasladó a El Alto para negociar. Pero la relación de fuerzas había cambiado. Cerca de las 11 de la noche, Sattori hizo conocer a la prensa su renuncia y se unió al bloque nacionalista. El acto consolidó la victoria del «gobierno revolucionario» de Torres.
Al amanecer del 7 de octubre, Torres analizó con los militares liberales algunas condiciones para su ingreso a Palacio Quemado. A las 9 de la mañana, marchó victorioso, en medio de emotivas reacciones colectivas, a la Plaza Murillo para ratificar su juramento a la presidencia ante el pueblo.
El triunfo de los nacionalistas, según el texto «El Poder Dual» de René Zavaleta, no hubiera sido posible sin la declaración de huelga general de la COB, que desniveló el conflicto. Desde entonces, los obreros edificaron la Asamblea Popular que buscó destruir el mundo del capital.
EL MANDATO DE LOS OBREROS
En contraposición a los cuatro «Mandatos Revolucionarios» emitidos por las Fuerzas Armadas, el Comando Político de la Clase Obrera y el Pueblo, el 7 de octubre, hizo llegar al nuevo Presidente un «Mandato de las Fuerzas Populares», que tendió a generar un quiebre con el orden establecido.
Los trabajadores exigieron al gobierno lo siguiente:
1. Reconocimiento del Comando Político de la Clase Trabajadora, la Universidad, los Partidos Populares y el Pueblo, en la condición de Parlamento Obrero-Popular.2. Expulsión del país de los grupos militares y civiles fascistas, así como de las misiones y agencias imperialistas.3. Amnistía General e irrestricta para todos los dirigentes sindicales, universitarios y políticos antiimperialistas, al igual que para los religiosos de avanzada (…)4. Inmediata reposición salarial a los mineros y mejoramiento del nivel de vida de todos los sectores laborales.5. Reversión al Estado de la mina Matilde y de las colas y desmontes.6. Derogatoria del decreto de indemnización a la Gulf.7. Reposición del control obrero con derecho a veto (…)8. Vigencia de las milicias obreras y populares (…)9. Devolución de las radioemisoras obreras y otorgamiento de garantías reales para la edición normal del órgano de prensa de los periodistas.10. Profundización de la reforma agraria (…)11. Control fiscal de las divisas extranjeras y monopolio estatal del comercio exterior dominado por empresas imperialistas.
Así, asediada por los trabajadores, la Bolivia de 1970, en 24 horas llenas de incertidumbre, tuvo seis presidentes y quizás logró un Récord Guinness.
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