Por: José António Loayza Portocarrero / Este artículo fue publicado en Siglo y Cuarto Documentos Históricos, el 24 de mayo de 2018.
“CON UN PIZARRO COMENZÓ EL DOMINIO DE ESPAÑA,
…Y CON UN PIZARRO COMENZÓ LA INDEPENDENCIA”.
Napoleón atacó España, tomó preso al rey Fernando VII, y empezó el caos.
La Junta de Sevilla decidió enviar a América al mejor estorbo de la libertad.
¡Chuquisaca ardió, y la tea de la independencia ya nadie la pudo apagar!
EL PRINCIPIO DEL FIN: 12 DE NOVIEMBRE DE 1808
Eran las cuatro de la tarde del día 12 de noviembre, el Presidente de la Real Audiencia Ramón García Pizarro y el Emisario de la Junta Suprema de Sevilla José Manuel de Goyeneche, esperaban la reunión con los señores de la Audiencia. Al rato los ausentes enviaron un oficio pidiendo se postergue la reunión para otro día, el Presidente negó esa solicitud, los Oidores enviaron otro oficio indicando que si se trataba de Su Majestad, concurrirían sin responder las consecuencias. El Emisario presentó sus credenciales y preguntó a la Audiencia si reconocían a la Suprema Junta de Sevilla como defensora del muy amado monarca Fernando VII. Los Oidores contestaron que para responder requerían reunirse, el Emisario dijo que deseaba una respuesta pronta. Hasta ahí hubo bastante decoro. De pronto el Regente Antonio Boeto se puso de pie y dio gritos, azotó el suelo, arrojó su bastón, hizo ademanes impropios en aquel acto que debía ser sereno y todo degeneró en el instante en un confuso altercado. Boeto miró al Emisario, y con indomable voz, dijo no haber oído una explicación más falsaria. El Emisario sin ser grosero y con una sonrisa irónica, explicó que cualquier verraco acosa por tener fama de mediocre y advertía una oculta traición contra el Rey, pues era curioso que pese a los oficios presentados y explicados en demasía, el Regente persista con su concupiscencia de atolondrado. Boeto respondió tartamudeando “¿Yo traidor, me decís traidor del Rey?”. Boeto sin respirar repitió la acusación “¿Yo Traidor? ¡So Brigadier de cartón, falaz, aventurero y ambulante! Y salió del recinto y se fue a su casa para lanzarse a la cama de donde no se levantó más, un mes después, el 6 de diciembre, murió con una fiebre violenta.
25 DE MAYO DE 1809.
Los Oidores habían dispuesto quitar el mando al Presidente Ramón García Pizarro, tenían incluso el documento escrito. El Presidente enterado del plan ordenó la detención del Fiscal Miguel López Andréu; de los Oidores José Vicente Ussoz y Mozi y José Vásquez Ballesteros; de los miembros del Cabildo Secular: Manuel Zudáñez y Domingo Anibarro, y del abogado Jaime Zudáñez. Seis comisionados recibieron la orden de aprehenderlos, y por la puerta falsa del Palacio Presidencial, salieron armados con pistola y acompañados por guardias con espadas desenvainadas. Los Oidores no fueron encontrados porque complotaban en la casa del Oidor José de la Iglesia, pero se halló en su vivienda a Jaime Zudáñez tomando un pocillo de chocolate con Patricio Malavia, el oficial leyó la orden de aprehensión y lo llevó con soldados de guarda. Mariana, la hermana de Zudáñez empezó a gritar: “¡Paisanos defiendan a mi hermano, se lo llevan a la cárcel por leal y buen vasallo!” Lo metieron al cuartel de veteranos, pero como vieron que la gente se acercaba, lo llevaron a la cárcel de la Audiencia. No se previno el desenlace, la gente empezó a gritar, alguien pidió la intervención del Arzobispo, éste salió con el Alguacil Mayor de la Audiencia, Juan Antonio Álvarez de Arenales y el Oidor Conde de San Xavier. El Presidente prefirió soltar al reo para evitar estragos, una piedrecilla primero y una pedrea después, destruyó la puerta principal. Zudáñez salió y fue levantado en hombros por el gentío.
26 DE MAYO DE 1809
Al día siguiente, no hubo fuerza ni voluntad que contenga a la gente en sus excesos. Juan Manuel Lemoine subió a la torre de la iglesia de San Francisco y jaloneó el badajo de la campana hasta rajarla. El francés José Sivilat hizo cosa igual en la catedral. Los bronces catedralicios tañeron llamando a la gente que corría embozada con pañuelos españoles y ponchos indígenas, y por ese detalle se supo que fueron los españoles ricos y no los criollos ni los mestizos los que se levantaron.
Mariano Michel, el más radical, ordenó con el trabuco en la mano a tomar los campanarios. Monteagudo de 19 años, empuñó una espada y llevaba dos pistolones en la cintura, y todos gritaban “Viva la República”, cómo Francia gritó al tomar la Bastilla. Los más exaltados fueron el joyero Lorenzo y el mulato Francisco Ríos, el Quitacapas, el primero juro matar a los españoles y el segundo vivaba a España, y así, simulando y disimulando, ocurrió el zafarrancho. El Fiscal fue buscado en las casas de sus adictos, unos decían que fue muerto, otros que estaba enterrado en la huerta de la residencia presidencial. Arenales habló con el Presidente que estaba con varias autoridades. ¡Pero nadie sabía dónde estaba el Fiscal! El presidente gritó desde la puerta falsa que se ofrecía como rehén hasta que aparezca el Fiscal, y alguien respondió “Queremos a nuestro Fiscal y no a un traidor en su reemplazo”. Los Oidores guiaron a la gente hasta la residencia donde la guarda mató a dos hombres en el zaguán, un negro quedo atrapado de un pie en la puerta se desangró y falleció, dijeron que fue el primer mártir, pero nadie dijo que fue por meter la pata. Las tres muertes fueron aludidas al Presidente, éste, ante la soledad que sentía, escribió su renuncia para amainar el rencor y el odio sembrado injustamente:
“… por la salud de la tierra a todo me acomodaré pues deseo darle gusto y tranquilidad al pueblo. Dios guarde a Vuestras Señorías muchos años. La Plata, a las tres de la mañana de 26 de mayo de 1809. Ramón García Pizarro”.
Arenales reunió a los servidores, comerciantes y otros. Esa mañana muchos acudieron al Hospital de la Misericordia en busca de sus parientes y amigos que fueron heridos por los disparos que dizque el Presidente ordenó, otros por ir nomás, y los demás para ver a los 15 muertos y heridos que decían había en la presidencia. A la una de la tarde del 27, el Presidente fue llevado preso a la Universidad.
EL FIN DEL PRINCIPIO: 6 DE DICIEMBRE DE 1815
Don Ramón García de León Pizarro Madrigal y Ruiz de la Torre, Marqués de Casa Pizarro, caballero profeso de la orden militar de Calatrava, Gran Cruz de la de Isabel la Católica, Teniente General de los Reales Ejércitos, Fundador de Nuevo Orán, Director de las fortificaciones de Guayaquil… vivió triste hasta que murió desastrosamente durante su asiló de la iglesia de San Felipe de Neri donde falleció la mañana del 6 de diciembre de 1815, a quien una parte del pueblo agradecido le recordaba como al “padre de los pobres”.
Después del retiro español, todo volvió al inicio de donde partió esta historia. Por la puerta nueva entraron vecinos con sonrisas y prosperidades, y aparecieron otras sirviendo vasos y copas para festejar por las vidas nuevas que serían más tarde sustituidas por lápidas, y lo mismo será y será siempre, porque la vida, próspera o no próspera, siempre termina tras una lápida.
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