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ARMAS BOLIVIANAS EN EL PACIFICO


 


Por: Javier Cosulich / Correo de Sur, 5 de abril de 2020.


En sus primeros meses al mando del Gobierno de Bolivia, el mariscal Andrés Santa Cruz (1829-1839) había sondeado a sus ministros la posibilidad de adquirir una fragata en el Reino Unido, con el propósito de iniciar así una política de defensa nacional en la entonces joven República. Sin embargo, fue su vicepresidente y encargado de manejar las finanzas públicas, Mariano Enrique Calvo, quien lo devolvió a la cruda realidad.


En esa época, las arcas del Estado hacían grandes esfuerzos para cumplir con los gastos esenciales de la administración. Era imposible pensar en adquisiciones que estaban fuera del alcance de las posibilidades reales. Dada la estrecha relación política con Perú, la clase gobernante consideraba Arica como el “puerto natural” de Bolivia, y en principio no había mayor preocupación respecto a las amenazas reales de países vecinos en la región del Litoral.


El 5 de abril de 1879, Chile declara la guerra a Bolivia y Perú en lo que luego se denominaría la “Guerra del Pacífico”. Se cumplen 141 años de aquella disposición bélica que determinó en gran manera el devenir histórico del país.


De hecho, desde aquel 1829, a lo largo de las cinco décadas siguientes la situación cambiaría dramáticamente y, tanto Bolivia como Perú se verían enfrentados en esa guerra con Chile, cuyo epicentro de disputa fue precisamente la extensa y desértica costa del Océano Pacífico que estos tres países compartían desde que nacieron como repúblicas independientes.


Durante ese período, la situación geográfica no había sufrido mayores cambios para Bolivia. Aunque se había comenzado a mirar con recelo a Chile, el inicio de una carrera armamentista estaba lejos y la buena relación con Perú (país que sí estuvo empeñado en la adquisición de material bélico) hizo que los esfuerzos nacionales fueran mucho menores en cuanto a la dotación de armamento.


En la década previa a la Guerra del Pacífico, algunos países sudamericanos iniciaron gestiones para la compra de armamento en Europa y Estados Unidos, lugares donde tradicionalmente se encontraban las fábricas de armas más cotizadas del mundo. Es así que una misión peruana encabezada por el luego héroe del Pacífico Francisco Bolognesi realizó una compra importante de fusiles belgas Comblain II (2.000 unidades) de 11 mm.


En ese período, la misma fábrica recibió encargos de Chile, con 9.000 fusiles, y Brasil, con 12.000 piezas. No obstante, estas armas se fabricaban con especificaciones diferentes encargadas por los propios clientes, en este caso los gobiernos. Eran tiempos en que la tecnología de guerra experimentaba grandes avances, entre ellos el cambio de cartuchos de papel a metálicos, lo que permitía una mayor eficacia al momento de los disparos y protegían la pólvora de la humedad. Hacia el final de la contienda, Perú logró adquirir 30.000 fusiles de distintas marcas y 60 ametralladoras, las que serían empleadas en la batalla de Lima, según el historiador militar peruano Jorge Grieve.


Un dato curioso es que Bolivia prestó a Perú 2.200 fusiles norteamericanos Remington Rolling Block, los que luego le habrían sido devueltos. Esas armas estaban consideradas entre las más modernas, pero es muy probable que el Ejército boliviano no haya contado con una buena cantidad de ellas, o muchas se perdieron en las acciones del Alto de la Alianza, cuando los aliados fueron derrotados por las fuerzas chilenas.


Uno de los modelos más utilizados en los ejércitos de la época fueron los franceses Chassepot, aunque según los expertos tenían grandes defectos, como el hecho de que había necesidad de cambiar la aguja percutora luego de 50 a 100 tiros, tarea que en pleno combate resultaba complicada y muy comprometedora para la tropa. 


En general, el alcance promedio de los fusiles de combate en esa época oscilaba entre los 900 y 1.600 metros. Cabe resaltar que por entonces, la fábrica alemana Mauser ya producía modelos de última generación y de gran alcance, gracias a la tecnología del cañón estriado. Sin embargo, aparentemente estas armas eran muy costosas y no se tiene registro de que hubieran sido adquiridas para la Guerra del Pacífico por ninguno de los contendientes.


Entonces, cabe concluir que el fusil más utilizado por Bolivia en ese tiempo haya sido el Remington, aunque también se conocen dotaciones de fusiles ingleses Enfield Snider y algunos Winchester modelo 1871. Esta última, en su modalidad de carabina, muy cotizada en su tiempo, fue utilizada durante la Guerra de Secesión en EEUU, a mediados de la década de 1860, y era apreciada por su rápido cargador de palanca. Este tipo de arma se hizo muy popular en la historia a través de las películas de Western americano.


Además de los fusiles belgas Comblain II con bayoneta, el Ejército chileno tenía una mayor cantidad de Winchester respecto de los ejércitos aliados, tal como se desprende de distintas crónicas de la época, así como de registros históricos y gráficos de sus divisiones.


Dadas las evidentes condiciones de inferioridad bélica de Bolivia en la Guerra del Pacífico, se tiene registros de que el Ejército todavía contaba con antiguos rifles de chispa con munición de bola de plomo, cuyo alcance máximo era de solamente 180 metros. No se cuenta con registros de que estas armas hayan sido utilizadas efectivamente en combate, aunque es probable que algunos cuadros de la tropa los hubieran tenido todavía.


AMETRALLADORAS


El uso de ametralladoras estuvo más limitado a las batallas navales libradas por las Armadas de Perú y Chile. Uno de los modelos más utilizados era la norteamericana Gatling, inventada durante la Guerra de Secesión estadounidense.


En esa contienda también era extendido el uso de armas blancas en los combates cuerpo a cuerpo, donde las más comunes eran el corvo (una especie de daga) y la bayoneta, calzada generalmente en la punta de los fusiles. Asimismo, se tiene registro de la aparición de las primeras y muy rústicas granadas de mano.


ARTILLERÍA


Respecto al uso de artillería, los tipos más frecuentes de cañón entre los contendientes eran los de ánima lisa y rayada. Los primeros despedían proyectiles sin movimiento de rotación, generalmente bolas de cañón, lo que limitaba su precisión, aunque eran letales para la destrucción de infraestructuras; mientras que los segundos disparaban proyectiles a mayor alcance, eran más precisos y se podía utilizar mejor la munición explosiva o de metralla, causando así grandes bajas al enemigo.


El uso más generalizado de artillería en los ejércitos de Bolivia y Perú eran los cañones instalados sobre arpón, una especie de carruajes tirados por caballos. Sin embargo, el transporte de estos era muy complicado y requería del empleo de varios equinos y tropa (artilleros). Las marcas Guiere y White fueron utilizadas por Perú en las batallas decisivas. En cambio Chile contaba, además del cañón de campaña, de piezas de artillería de montaña desmontables y más portátiles, que podían ser transportadas por menor cantidad de animales. Los cañones de los chilenos eran de la marca alemana Krupp.


Historiadores chilenos señalan que fue la artillería la que gravitó en el triunfo de la batalla del Alto de la A lianza, en momentos en que la infantería había sido casi derrotada por las tropas aliadas de Perú y Bolivia. Cosas de la historia.

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