Lanzándose furioso el León de Iberia desde las columnas de
Hércules hasta los imperios de Moctezuma, y de Atahuallpa, es por muchas
centurias que ha despedazado el desgraciado cuerpo de América y nutridosé con
su sustancia. Todos los Estados del continente pueden mostrar al mundo sus
profundas heridas para comprobar el dilaceramiento que sufrieron; pero el
Alto- Perú aun las tiene más enormes, y la sangre que vierten hasta el día, es
el monumento más auténtico de la ferocidad de aquel monstruo.
Después de diez y seis años que la América ha sido un campo
de batalla, y que en toda su estensión los gritos de libertad, repetidos por
sus hijos, se han encontrado los de los unos con los de los otros, sin quedar
un ángulo en toda la tierra, donde este sagrado nombre no hubiese sido el
encanto del americano, y la rabia del español; después que en tan dilatada
lucha las naciones del mundo han recibido diferentes informaciones de la
justicia y legalidad con que las rejiones todas de América han apelado, para
salvarse, á la santa insurrección; cuando los genios de Junín y de Ayacucho han
purgado la tierra de la raza de los déspotas; cuando en fin grandes naciones
han reconocido ya la independencia de Méjico, Colombia y Buenos Aires, cuyas
quejas y agravios no han sido superiores á las del Alto Perú; sería superfluo;
presentar un nuevo manifiesto justificativo de la resolución que tomamos.
El mundo sabe que el Alto-Perú ha sido, en el continente de
América, el ara adonde se vertió la primera sangre de los libres, y la tierra
donde ecsiste la tumba del último de los tiranos: que Charcas, Potosí,
Cochabamba, La Paz y Santa Cruz, han hecho constantes esfuerzos para sacudir el
yugo peninsular; y que la irretractibilidad de sus votos contra el dominio
español, su heroica oposición, han detenido mil veces las impetuosas marchas
del enemigo sobre rejiones que, sin esto, habrían sido encadenadas, o
salvándose sólo con el último, y mas prodigioso de los esfuerzos.
El mundo sabe también, que colocados en el corazón del
continente, destituidos de armas, y de toda clase de elementos de guerra, sin
las proporciones que los otros estados para obtenerlos en las naciones de
ultramar, los altoperuanos han abatido el estandarte de los déspotas de Aroma y
la Florida, en Chiquitos, Tarabuco, Cinti, Tumusla en los valles de Sicasica y
Ay paye, y en otros puntos diferentes: que el incendio bárbaro de mas de cien
pueblos, el saqueo de las ciudades, cadalsos por cien os levantados contra los
libres, la sangre de miles de mártires de la patria ultimados con suplicios
atroces que estremece-rían á los caribes, contribuciones, pechos y ecsacciones
arbitrarias é inhumanas, la inseguridad absoluta del honor, de la vida, de las
personas y propiedades, y un sistema, en fin inquisitorial, atroz y salvaje, no
han podido apagar en el Alto Perú el fuego sagrado de la libertad, el odio
santo al poder de Iberia.
Cuando, pues, nos llega la vez de declarar nuestra
independencia de España, y decretar nuestro futuro destino y un modo decoroso,
legal y solemne, creemos llenar nuestro deber de respeto á las naciones
estranjeras, y de información consiguiente de las razones poderosas y justos
principios impulsores de nuestro conductor; reproduciendo cuando han publicado
los manifiestos de los otros estados de América con respecto a la crueldad,
injusticia, opresión y ninguna protección con que han sido tratados por el
gobierno español; pero si esto, y la seguridad con que protestamos á presencia
del gran padre del Universo, que ninguna región del continente de Colón ha sido
tan tiranizada como el Alto Perú, no bastase á persuadir nuestra justicia,
apelaremos á la publicidad con que las legiones españolas, y sus jefes más
principales, han profanado los altares, atacado el dogma, han insultado el
culto, al mismo tiempo que el gabinete de Madrid ha fomentado, desde la
conquista, la mas hórrida y destructora superstición:
Les mostraremos un territorio con mas de trescientas leguas
de extensión de norte A sur, y casi otras tantas de este a oeste, con rios
navegables, con terrenos feraces, con todos los tesoros del reino vegetal en
las inmensas montañas de Yungas, Apolobamba, Yuracaré, Mojos y Chiquitos,
poblado de los animales los mas preciosos y útiles para el sustento, recreo e
industria del hombre, situado donde existe el gran manantial de los metales que
hacen la dicha del orbe, y le llenan de opulencia, con una población, en fin,
superior a las que tienen las repúblicas Argentina, y la de Chile; todo esto
les mostraríamos y les diríamos; ved que donde ha podido, existir un
floreciente imperio, solo aparece, bajo la torpe y desecante, mano de Iberia,
el símbolo de la ignorancia, del fanatismo, de la esclavitud e ignominia, venid
y ved, en una educación bárbara calculada para romper todos los resortes del
alma, en una agricultura agonizante guiada por sola rutina, en el monopolio
escandaloso del comercio, en el desplome e inutilización de nuestras más
poderosas minas, por la barbarie del poder español, en el cuidado con que en el
siglo 19 se ha tratado de perpetuar entre nosotros solo los conocimientos,
artes y ciencias del siglo 18;
Venid, en fin, y si cuando contempláis a nuestros hermanos
los indígenas hijos de del grande Manco Capac, no se cubren vuestros ojos de
torrentes de lágrimas, viendo en ellos hombres los más desgraciados, esclavos
tan humillados, seres sacrificados a tantas clases de tormentos, ultrajes y
penurias, diréis, que respecto de ellos parecerían los Ilotas ciudadanos de
Esparta y hombres muy dichosos los Níjeros Ojandalams del Indostan concluyendo
con nosotros, que nada es tan justo como romper los inicuos vínculos con que
fuimos uncidos a la cruel España.
Nosotros habríamos también presentado al mundo una necesaria
y grande manifestación de los sólidos principios con que después de las más
graves, prolijas y detenidas meditaciones, hemos creído interesar a nuestra
dicha, no asociar- nos ni a la república del Bajo Perú ni a la del Río de La
Plata, si los respetables congresos de una y otra, presididos de la sabiduría,
desinterés y prudencia, no nos hubiesen dejado en plena libertad para disponer
de nuestra suerte. Pero cuando la ley del 9 de mayo del uno, y el decreto de 23
de febrero del otro, muestran notoriamente un generoso y laudable
desprendimiento, relativamente a nuestro futuro destino, y colocan en nuestras
propias manos la libre y espontánea decisión de lo que mejor conduzca a nuestra
felicidad y gobierno; protestando a uno y otro estado eterno reconocimiento,
junto con nuestra justa consideración, y ardientes votos de amistad, paz y
buena correspondencia hemos venido por unanimidad de sufragios en fijar la
siguiente:
Declaración
La representación Soberana de las Provincias del alto Perú,
profundamte penetrada del grandor e inmenso peso de su responsabilidad pa con
el Cielo, y la tierra, en el acto de pronunciar la suerte futura de sus
Comitentes, despojándose en las aras de la Justicia todo espíritu de
parcialidad, interés y miras privadas; habiendo implorado, llena de sumisión y
respetuoso ardor, la paternal asistencia del Hacedor Santo del orbe, y
tranquila en lo íntimo de su conciencia por la buena fe, detención, moderación,
justicia y profundas meditaciones que presiden a la presente resolución,
declara solemnemente a nombre y absoluto poder de sus dignos representados: Que
ha llegado el venturoso día en que los inalterables y ardientes votos del Alto
Perú, por emanciparse del poder injusto, opresor y miserable del Rey Fernando
VII, mil veces corroborados con la sangre de sus Hijos, consten con la
solemnidad y autenticidad que al presente, y que cese para con esta
privilegiada región la condición degradante de colonia de la España, junto con
toda dependencia, tanto de ella, como de su actual y posteriores monarcas: que
en consecuencia, y siendo al mismo tiempo interesante a su dicha, no asociarse
a ninguna de las repúblicas vecinas, se erige en un Estado Soberano e
Independiente de todas las naciones, tanto del viejo como del nuevo mundo y los
departamentos del Alto-Perú, firmes y unánimes en esta tan justa y magnánima
resolución, protestan a la faz de la tierra entera, que su voluntad,
irrevocable es gobernarse por sí mismas, y ser regidos por la constitución,
leyes y autoridades que ellos propios se diesen, y creyesen más conducentes a
su futura felicidad en clase de nación.
Y el sostén inalterable de su santa religión Católica, y de
los sacrosantos derechos de honor, vida, libertad, igualdad, propiedad y
seguridad.
Y para la invariabilidad y firmeza de esta resolución, se
ligan, vinculan y comprometen, por medio de esta representación soberana, a
sostenerla tan firme, constante y heroicamente, que en caso necesaria sean
consagrados con placer a su cumplimiento, defensa e inalterabilidad, la vida
misma con los haberes, y cuanta hay caro para los hombres.
Imprimase comuníquese a quien corresponda para su
publicación y circulación.
Dada en la Sala de sesiones en 6 de agosto de 1625, firmada
de nuestra mano, y refrendada por nuestros diputados secretarios.
REPRESENTANTES DE LAS PROVINCIAS
DIPUTACIÓN POR CHARCAS
1. José Mariano Serrano, Presidente
2. Ambrosio Mariano Hidalgo,
3. Ángel Mariano Moscoso,
4. Casimiro Olañeta,
5. Francisco Palazuelos,
6. José Maria Dalence,
7. Manuel María Urcullo,
DIPUTACIÓN POR SANTA CRUZ
8. Antonio Vicente Seoane,
9. Vicente Caballero,
DIPUTACIÓN POR LA PAZ
10. Eusebio Gutiérrez,
11. Fermín Eyzaguírre,
12. Francisco Maria Pinedo,
13. José Ballivián,
14. José Ignacio Calderón y Sanjinés,
15. José María de Asín,
16. José Maria Mendizábal, Vice-Presidente
17. José Miguel Lanza,
18. Juan Manuel Velarde,
19. Martín Cardón,
20. Miguel Casimiro Aparicio,
21. Rafael Monje,
DIPUTACIÓN POR POTOSÍ
22. Isidoro Trujillo,
23. José Antonio Pallares,
24. José Eustaquio Gareca,
25. José Ignacio Sanjinés, Secretario
26. José Mariano Enríquez,
27. Juan Manuel Montoya,
28. Manuel Anselmo Tapia,
29. Manuel Antonio Arellano,
30. Manuel Argote,
31. Manuel José Calderón,
32. Manuel Maria García,
33. Manuel Martín Cruz,
34. Martiniano Vargas,
35. Melchor Daza,
DIPUTACIÓN POR COCHABAMBA
36. Dionisio de la Borda,
37. Francisco Vidal,
38. José Manuel Pérez,
39. José Manuel Tames,
40. Manuel Caballo,
41. Manuel Mariano Centeno,
42. Marcos Escudero,
43. Mariano Mendes,
44. Melchor Paz,
45. Miguel José Cabrera,
46. Miguel Vargas,
47. Nicolás de Cabrera,
48. Pedro Terrazas.
Fuente: Facsimil tomado del original autografo, que existe
en la Biblioteca de J. Rosendo Gutierrez.
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