Por: José E. Pradel B. / Este artículo fue publicado en El
Diario 15 de Abril de 2014.
Desde el nacimiento de Bolivia en 1825, hasta el inicio de
la denominada Guerra del Pacífico en 1879, considerables historiadores y
geógrafos de diversas nacionalidades, publicaron obras monumentales dedicadas
al estudio y difusión de la historia, geografía y datos científicos de Bolivia,
los mismos además, describen valiosa información del litoral boliviano.
Uno de esos enciclopedistas fue Baldomero Menéndez, que
exploró nuestro país en su juventud y entre 1860 a 1861, ya ejerciendo el cargo
de catedrático de Geografía e Historia del prestigioso ‘Seminario Científico e
Industrial de Vergara’, cursado en España, publicó una serie de manuales
geográficos e históricos no solo de Bolivia, sino también de Chile y el Perú.
Titulados: “Manual de Historia y Cronología de Chile”, “Manual de Geografía y
Estadística del Perú” y por último “Manual de Geografía y Estadística del Alto
Perú o Bolivia”.
Sin embargo, en esta ocasión presentamos y describimos el
último manual citado. Para entender de mejor manera, sobre esta obra, es
necesario mencionar que según el citado autor: “La República de Bolivia…
después de la victoria de Ayacucho, es uno de los Estados más notables, por
muchos conceptos de la América del Sur. Sus recuerdos históricos, su fama
universal como centro de grandes tesoros minerales, la riqueza y variedad de
sus productos, la inteligencia y actividad de sus habitantes, que llevan en
estas cualidades mucha ventaja á los restantes del Nuevo Mundo, y el provenir
que le aguarda, cuando apagadas las pasiones políticas que le tienen en
continua intranquilidad, sacrifiquen sus hombres influyentes en aras del bien
público las diferencias y las rivalidades de bandería, siempre mezquinas para
de pensar más que en la prosperidad y en el engrandecimiento de su patria, la
hacen digna de ser estudiada y la preparan un puesto importante entre las
naciones americanas” 1. Esta reflexión sobre nuestro país, demuestra un sincero
interés por difundir su historia, geografía y su estadística.
En la primera parte de dicho Manual, el autor detalla una
corta reseña histórica de Bolivia, desde la época prehispánica hasta el
gobierno del Gral. Manuel Isidoro Belzu (1848 - 1855). Sin embargo, sobre la
época fundacional de Bolivia, describe que el Libertador Simón Bolívar:
“promovió una reunión de los habitantes más influentes en las provincias ó
antiguas intendencias de La Paz, Potosí, Chuquisaca, Cochabamba y Santa Cruz de
la Sierra, y reunidos estos en la ciudad de Potosí declararon el 6 de agosto de
1825, incluso el desierto de Atacama, formarían en adelante un Estado
independiente con el nombre de República de Bolivia” 2. Esta referencia es uno
de los cuantiosos testimonios que aclaran que nuestro país nació en 1825, con
una salida al Océano Pacífico.
Por otro lado, sobre los límites geográficos, puntualiza
Menéndez: “la República de Bolivia ó el Alto Perú, que forma parte de la
América meridional, se halla situado entre los 9° 30’ y los 25° 40’ de latitud
S. y entre los 53°4’ y los 67°2’ de longitud occidental, tomando por primer
meridiano el que pasa por el observatorio astronómico de Madrid, al cual
referiremos todas las longitudes de que nos hagamos cargo en esta obra…
(delimita, J. P.) con la república de Chile (provincia de Copiapó ó de
Atacama), separándola…el río Salado, y al O. con el grande Océano meridional y
ecuatorial y con la república del Perú (departamento de Moquehua), de la cual
la separa la cadena occidental de los Andes” 3.
Debemos tener en cuenta que según Baldomero Menéndez, para
1858, nuestro país se dividía políticamente en siete departamentos y dos
provincias independientes de estos, además subdivididos los primeros en
veintiséis provincias que unidas a las dos anteriores, formaban veintiocho,
subdivididas al mismo tiempo en doscientos sesenta cantones. Se refería a una
de esas provincias independientes a la provincia de Atacama, que mediante el
“Decreto Supremo del 1° de julio de 1829, el Mariscal Andrés de Santa Cruz,
convirtió Atacama en una Provincia independiente con un gobernador que
respondía directamente al Presidente” 4.
Sobre el desierto de Atacama, el autor, comentó: “inmensa y
estéril soledad que ocupa una extensión superficial de tres mil quinientas
leguas geográficas cuadradas” 5. Además, so-bre los cabos y montículos más
notables de la costa, señaló: “Algunos de los ramales, que, arrancando de la
cordillera principal de los Andes situada entre el nudo de Porco y el
Descabezado, se dirigen á la costa á través del gran desierto de Atacama,
forman al perderse en las aguas del Grande Océano meridional varios cabos y
puntas, pertenecientes en su totalidad á la provincia litoral de Cobija ó
Lamar, y algunos de los cuales tienen bastante importancia hidrográfica, y la tendrían
mayor aun á no hallarse situados á la extremidad de un territorio tan árido y
despoblado. Entre unos y otras merecen especial mención, reco-rriendo la costa
N. á S. los cinco siguientes: Punta de Tames, poco saliente y pronunciada,
situada unas cuatro leguas al S. del puerto de Cobija ó Lamar. El morro ó cabo
de Megi-llones, que avanza cuatro leguas próximamen-te en el Océano, á manera
de una pequeña península, en la dirección de S. S. E. á N. N. O. y que se halla
situado catorce leguas, con corta diferencia, al S. S. O. del anterior,
teniendo en cuenta las sinuosidades de la costa que no son por cierto muy
notables, si se exceptúan las inmediaciones del Cabo. El morro ó Cabo Moreno,
bastante considerable, tanto por su anchura como por lo que penetra en el mar,
y que se halla situado siete leguas próximamente al S. del anterior. El morro ó
cabo Jorge, que avanza como el de Megillones en forma de pequeña península en
la dirección de N. E. á S. O. mas dos leguas y que se halla situado unas siete
próximamente al S. de la extremidad al S. de la extremidad meridional del
anterior. La punta de Chancaca, poco saliente, situada unas veinte leguas más
al S.
Y al cabo Bahía, ó punto N. de la bahía de Nuestra Señora,
como generalmente le denominan los marinos, que se interna bastante en el mar,
disminuyendo rápidamente de anchura y que se halla situado veinte leguas S. S.
E. del anterior y nueve próximamente al N. del puerto chileno de Betas, ó de la
desembocadura del río Salado. Hay en las inmediaciones de las costas de Bolivia
algunos cerros que se divisan del mar, á distancia más ó menos larga, y que
sirven de guía á los marinos para reconocer y acercarse al litoral, entre los
cuales los más notables son los Altos de Cobija, situados siete leguas
próximamente al N. N. E. del cabo ó morro de Megillones. En toda la extensión
de estas cos-tas no se halla isla alguna, y entre los varios islotes, situados
muy cerca de tierra por regla general, el único notable es el denominado
Blanco, que se halla ocho leguas al N. N. E. del cabo Bahía” 6. Sin duda, este
documento es muy valioso por que describe información geográfica precisa de la
costa boliviana, que fue: rocosa, árida, poco poblada y cortada frecuentemente
por acantilados.
Por otro lado, sobre la hidro-grafía marítima de Bolivia, el
autor dedica un capítulo amplio, a un aspecto poco conocido por la
historiografía de la época: “La extensión de las costas de Bolivia, como hemos
dicho ya en el capitulo primero, es de noventa y cinco leguas, conta-das desde
las desembocadura del Loa, situada a los 21° 40’ de latitud meridional en las
fron-teras del Perú, hasta el puerto de Betas ó la desembocadura del río
Salado, situado á los 25° 37’ de latitud en los límites de Chile. Al apreciar
esta exten-sión hemos tenido en cuenta las situaciones del litoral con la
aproximación posible, puesto que en línea recta no media entre aquellos dos
límites más que una distancia de setenta y nueve leguas.
Por lo general, estas costas, bañadas por el Grande Océano
equinoccial y meridional, son bajas ó cuando mas mediana altura, como que
sirven de límite al desierto de Atacama, y si-guen con corta diferencia la
dirección N. S., si bien inclinándose al O. 40’ ó trece leguas geo-gráficas y
una milla, puesto que su límite setentrional se halla 66° 22’ al O. del
meridio-nal de Madrid, y el cabo Bahía, ó punta N. de la bahía de Nuestra
Señora, como algunos marinos le llaman, situado quince leguas al N. de su
extremidad meridional, cuenta 67° 2’ de longitud O., diferencia insignificante
que ape-nas altera la dirección general, y más si se tiene en cuenta que este
avance se efectúa en una extensión de ochenta leguas.
En la dirección particular de cada una de las cuatro
secciones en que los morros de Megillo-nes y Jorge y el cabo que acabamos de
indicar dividen la costa no se advierten tampoco cambios de dirección notables,
si se exceptúan las comprendidas entre aquellos dos morros y sus inmediaciones.
Desde la desembocadura del Loa hasta el morro de Megillones,
distantes entre sí treinta leguas próximamente, el avance es gradual, casi
insensible y de 9’ ó tres leguas geográficas solamente hasta la altura del
morro en que forma la costa un avance brusco de E. á O., proyectando un arco
algo mas cóncavo que un semicírculo, y cuyas extremidades, que tienen próximamente
una misma latitud, distan entre sí tres leguas escasas y forman los limites de
una buena bahía.
Desde el morro de Megillones hasta el de Jorge, distantes
entre sí catorce leguas, la cos-ta es muy accidentada, formando dos curvas
bastantes entrantes, una al N. y otra al S. del morro Moreno, que se halla
próximamente en la mitad de esta sección, y avanza el litoral hacia el 0.7º ó
dos leguas y una milla.
Desde el morro de Jorge hasta el cabo Bahía, distantes entre
sí treinta y seis leguas, hace la costa al S. del primero un avance brusco
hacia el E. de 9’ ó tres leguas geográficas y casi en línea recta; forma luego
una ligera curva en-trante, cuya cuerda tiene con corta diferencia doce leguas,
avanzando hácia el O. en su extre-midad meridional hasta acercarse al
meridia-no del morro, y desde este punto hasta las inmediaciones del cabo, en
que avanza brusca-mente cuatro leguas hácia el O., sigue con cortísima
diferencia la dirección N. S.
Desde cabo Bahía hasta la desembocadura del río Salado,
distante entre sí quince leguas, forma la costa una curva entrante muy
pronun-ciada cuyo fondo se halla cuatro leguas mas al oriente que el cabo, y
cuya cuerda tiene algo más de trece leguas, sin que en las dos restan-tes hasta
el puerto de Betas se note accidente alguno notable que altere su dirección N.
S… Entre los pocos é insignificantes accidentes que alteran la línea general de
estas costas se cuentan corriendo de N. á S. El puerto de Cobija ó Lamar,
situado próximamente á la mitad de la distancia que media entre la
desem-bocadura del Loa y el morro de Megillones, con fondo para toda clase de
buques, abierto á los vientos desde el O. al E. por el N., algún tanto abrigado
de los restantes y en particular del S., que es allí bastante frecuente y el
que levanta mas marejada, con mucha resaca á causa de los peñascos que
obstruyen la playa y sin más agua potable que un manantial bastan-te salobre
situado á media legua de distancia de la ciudad.
Este puerto, el único que tiene la república de Bolivia, ha
tomado bastante im-portancia en los veinte últimos años por ha-bérsele
declarado puerto franco para toda clase de mercancías extranjeras y por la
mar-cada protección que el gobierno le dispensa, y la adquiriría mucho mayor si
se abriesen en él un número regular de pozos artesianos, único medio de suplir
la falta de agua que es el mayor y el más importante de sus defectos, y si se
uniese á la ciudad de Potosí ó á otra del interior por medio de un camino de
hierro que aminorase la travesía del desierto. La bahía de Megillones, situada
al N. y al abrigo del morro de este nombre que la protege enteramente contra el
furor de los vientos del Mediodía, es bastante capaz, de tres leguas de ancho
por otro tanto próximamente de largo, con fondo limpio que va aumentando desde
diez á quince brazas, siendo por lo mismo un buen punto de arribadas, en
particular cuando corren tempo-rales del S. La bahía de la Herradura, situada
al N. y al abrigo del morro Moreno, ofrece, aunque de corta extensión, un
regular tenedero á los buques que navegando de S. con tiempos duros no pueden
alcanzar la de Megillones, de la cual dista seis leguas próximamente. La Bahía
de Nuestra Señora, situada al S. de la punta del mismo nombre, llamada también,
como hemos dicho ya, cabo Bahía, se halla algún tanto amparada por este de los
vientos del 4° cuadrante, es muy abierta y desabrigada de los sures que son
allí los vientos más fre-cuentes y peligrosos, y más bien que de bahía tiene
todas las circunstancias de una rada de grande extensión. El resto de las
costas de Bolivia no ofrece ningún otro accidente, puesto que el puerto de
Betas, situado á la desembo-cadura del río Salado, pertenece á la república de
Chile” 7. Como ya vimos Baldomero Me-néndez, describe en el citado capítulo de
una manera sencilla y clara las principales pobla-ciones bolivianas,
establecidas en la costa.
¿Cómo llegar a cada población? ¿Cuáles son las
características geomorfológicas de la costa boliviana?, son las interrogantes
que dicho enciclopedista español, responde no sólo a los navegantes y
exploradores de la época, sino también a los estudiosos de la historia del
Litoral Boliviano.
Sobre las poblaciones originarias, conocidas como Atacamas,
detalla: “se hallaban establecidos entre la pendiente occidental de los Andes y
las costas del Grande Océano, ocupan aun en número de unos seis mil
próximamente algunas comarcas del desierto de Atacama” 8.
Con respecto a información más detallada sobre la situación
administrativa y política del Litoral, Baldomero Menéndez, dedica otro capítulo
completo que lo titula, ‘Provincia Litoral de Atacama’: “La provincia litoral
de Atacama ó Lamar, denominación esta última que se le dió á ella y al puerto que
les sirve de capital después de haber conquistado el país su independencia,
como muestra de gratitud hácia el general Lamar, uno de sus principales
campeones en la lucha que el Alto Perú, sostuvo contra las tropas españolas y
para perpetuar así su memoria, se ha formado de la extremidad S. O. de la
Antigua Intendencia de Potosí, es la comarca más meridional de la República y
confina al N. con la provincia de Tarapacá, perteneciente al puerto peruano de
Moquehua, de la cual la separa geográficamente el Loa; al E. con la provincia
de Chichas que acaba-mos de describir, y con el Estado de la Rioja que forma
parte de la Confederación Argentina, sirviéndola de límite entre estos dos
países la cadena occidental de los Andes de Chile y Potosí, que cubren toda su
frontera oriental; al S. con la provincia chileña de Copiapo, de la cual la
separa el río Salado, y al O. con el Grande Océano meridional.
Esta provincia, compuesta en su totalidad del desierto de
Atacama, tiene cien leguas geográficas próximamente de N. á S. veinticinco de
anchura media, tres mil quinientas leguas cuadradas de superficie y treinta y
cuatro mil habitantes, de los cuales las dos terceras partes por lo menos son
indígenas, sometidos todos al poder central. Es la única provincia marítima con
que cuenta la república de Bolivia, y tiene por capital á Puerto-Lamar ó
Cobija.
La cadena occidental de los Andes de Chile y Potosí y el
Grande Océano ó mar Pacífico encierran entre si esta comarca, cubriéndola la
primera con algunas ramificaciones poco importantes y bañando la segunda su
litoral en extensión de noventa y cinco leguas próximamente y abriendo en él
algunas bahías y ensenadas, de que dimos cuenta ya al ocuparnos en general de
la hidrografía marítima de la República.
Entre estos dos límites se extiende el gran desierto que da
su nombre á la provincia compuesto en su mayor parte de arena movediza,
completamente estéril y desprovisto de vegetación, si se exceptúan su parte
septentrional, las cercanías de los Andes y algunos pequeños valles que se
extienden desde estas monta-ñas hasta la proximidad de la costa, únicos puntos
en que la naturaleza se presenta engalanada con alguna pompa, contrastando
notablemente con la triste aridez y con la fatigosa monotonía que en el resto
del país se advierte.
Los ramales que se desprenden de los Andes en dirección al
mar, y que disminu-yen por momentos de anchura y altitud, no son más que unas
ligeras ondulaciones en esta inmensa llanura sin poblaciones y hasta sin agua
potable en su mayor parte.
Los pequeños ríos que atraviesan de E. á O. el desierto de
Atacama y que fertilizan sus reducidos valles, y entre los cuales so-lo el Loa
y el Salado, que le limitan al N. y al S., merecen una mención especial,
tie-nen todos ellos su origen en la pendiente occidental de los Andes y
desembocan en el grande Océano ó se pierden entre las arenas antes de llegar al
mar. Durante la estación de los deshielos aumenta algún tanto la cantidad de
agua que les sirve de alimento, pero pasada esta se arrastran lánguidamente por
su lecho de arena y la mayor parte se quedan completamente secos á pocas leguas
de su nacimiento.
El clima de esta provincia, es como he-mos dicho ya en la
Descripción General, cálido y seco, si bien se encuentra al N. y en su
extremidad oriental, que pudiéramos llamar la Sierra, algunos parajes se
dis-fruta de una temperatura templada y bastante agradable. La lluvia es en
este país un fenómeno, y los vientos fuertes del Mediodía mueven y arrastran á
menudo sus arenas con demasiada impetuosidad.
Los productos vegetales y animales de este país son, como no
pueden menos de ser atendidas sus circunstancias físicas, limitadísimos en
número y cantidad. En las inmediaciones del Loa, en los vallecillos y en la
Sierra se dan algunos granos, frutas y legumbres, apenas para alimentar á los
pocos habitantes que pueblan esta comar-ca, y en la última se encuentran
algunos rebaños ó manadas de llamas, huanacos, vicuñas y vizcachas. En el resto
del país, nada absolutamente. La costa abunda en buenos peces y se ve frecuentada
por focas, lobos marinos y algunas ballenas.
En productos del reino mineral es este país bastante rico,
abundando en él cobre, que se exportan para el extranjero cantida-des
considerables, siendo considerado por algunos como superior al de Chile. Hay algunas
minas de oro, aunque poco pro-ductivas aun, una cantidad muy considera-ble de
salitre, especialmente en la parte setentrional de la provincia, muy buena sal,
cristal de roca, piedra lipis, jaspe de varios colores, alumbre, caparrosa,
azufre, hierro, piedra imán y talco bastante tras-parente.
La pesca, la recolección de salitre de que se hallan
cubiertas sus llanuras del N., el beneficio de las minas, la salazón de pescado
y la agricultura son los principa-les ramos á que los habitantes de la pro-vincia
de Atacama se dedican con algún fruto, sin que se conozca en el país ningu-na
otra industria que merezca la pena de mencionarse.
El comercio, que hace unos veinte años era casi nulo, va
tomando algún incremen-to, y el puerto de Cobija ó Lamar, antes un lugarejo
insignificante, desde que ha mere-cido una protección decidida por parte de
todos los gobiernos que se sucedieron en el país hasta el punto de declararle
puerto franco para llamar á él la concurrencia de buques extranjeros, adquiere
de día en día mayor importancia, y por él se exportan ya parte de los géneros,
efectos y productos extranjeros que se consumen en las provin-cias
meridionales, las cuales exportan también por el mismo algunos de sus
pro-ductos naturales.
Las circunstancias físicas y locales de Puerto-Lamar son sin
embargo tan malas, que su prosperidad y engrandecimiento no podrán llegar á una
altura mucho mayor de la que alcanzan en el día; porque, falto casi
absolutamente de agua potable, sin campiña en sus inmediaciones donde cose-char
los frutos de primera necesidad, ro-deado por el desierto casi desde sus
puer-tas, separado de los puntos de producción por una larga distancia
despoblada y esté-ril, carece de todos los elementos que pue-den contribuir al
desarrollo de la pobla-ción; y si bien la apertura de pozos arte- sianos podría
remediar en parte la falta de agua, y la construcción de un ferrocarril que le
enlazase con el Departamento de Potosí, aminorar la distancia que le sepa-ra
del interior y hacer menos sensibles las dificultades y los peligros que el
tránsito por el desierto presenta, siempre seria Lamar un pueblo que
necesitaría traer de largas distancias todos los artículos de primera
necesidad, inconveniente para el cual no conocemos remedio.
En cualquier dirección que por esta pro-vincia se camine,
hay que hacerlo á través del desierto, y el viajero tiene que salir provisto de
cuanto puede necesitar en su marcha, porque ni víveres, ni agua, ni aun
combustible ha de encontrar en su tránsi-to. En tiempo de los Incas se construyó
un camino estrecho en esta inmensa llanura, del cual ha desaparecido en muchos
pun-tos hasta los vestigios, y esta circunstan-cia, unida á que fuera de las
inmediacio-nes de algunos riachuelos todo el país se halla despoblado, hace
necesario el servi-cio de guías prácticos para viajar por él en cualquiera
dirección con alguna segu-ridad de no extraviarse. En el N. de la provincia, en
que se encuentran algunos pueblos de corta extensión, se hallan sen-deros
practicables que hacen el viaje me-nos molesto.
La provincia litoral de Atacama ó Lamar se divide en siete
cantones, que reciben de los pueblecitos que les sirven de capitales las
denominaciones de Cobija, Atacama, Esmorata, San Cristóbal, Licaitagua, San
Antonio y Chincha” 9.
Con respecto a este capítulo, es necesa-rio mencionar que el
autor, describe de una manera muy detallada los límites interna-cionales y la
extensión geográfica de dicha Provincia. Además, describe la cantidad de sus
habitantes y el clima. Sobre la minería, resalta la explotación del salitre y
su expor-tación por el puerto boliviano de Cobija. Cuenta también, sobre la
falta de caminos y sugiere a los lectores tomar medidas ne-cesarias para
recorrer el desierto de Ataca-ma y por último explica la división política del
distrito del Litoral.
Sin embargo, también en los anexos de la citada obra, se
halla un apunte muy im-portante sobre la ‘marina militar’, que según el autor
constituye “dos ó tres lan-chas en Cobija ó Puerto-Lamar” 10.
Sin duda, esta selección documental es un argumento claro de
que Bolivia disfrutaba de una salida al Océano Pacífico y poseía un rico
territorio guanero usurpado por los chilenos en 1879. Por otro lado a través de
este trabajo, homenajeamos la labor emprendida por Baldomero Menéndez y
esperamos que el pueblo boliviano, lo estudie y lo difunda bajo una nueva
perspectiva.
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