Cobija, también conocido como Puerto La Mar. Vista general.
(H. T.). // Por: José E. Pradel B. / El Diario, 27 de Agosto de 2013.
Desde el nacimiento de Bolivia en 1825, hasta el inicio de
la Guerra del Pacífico en 1879, muchos franceses que ejercían la función de
diplomáticos, ingenieros y militares, entre otros. Trabajaron también como
científicos exploradores, registrando en informes, memorias de viajes y
dibujos. Su visión sobre la riqueza mineral y vegetal, además de la
situación en que se encontraba el litoral boliviano.
Uno de esos pioneros fue Alcide d’Orbigny (1802-1857), que
exploró nuestro país entre 1830 a 1834; posteriormente se encuentra Francis de
Castelnau (1810-1880), que recorrió Brasil, Paraguay, Bolivia y Perú, entre
1845 a 1846; Léonce Marie Angrad (1808-1886), Cónsul y Encargado de negocios
entre 1847 a 1849, describió a través de dibujos las ciudades localizadas en la
costa del litoral; consecutivamente otro colega suyo, León Favre Clavaroiz,
Cónsul y Encargado de negocios entre 1848 a 1849 escribió sobre la costa y los
ríos en su gran obra: Apuntes sobre la navegación de los ríos de Bolivia,
traducido al español por Pablo Luis Rosquellas (Cochabamba, 1858) y por último
el coronel Felipe Bertrés, en su libro: Descripción topográfica e histórica de
la costa del mar correspondiente a Bolivia, de sus lagos y ríos navegables, con
una estadística particularizada en lo posible (Sucre, 1844), relató también con
claridad la heredad patria del litoral boliviano.
Muchos años después en la década de 1870, llegó a Bolivia
otro importante ingeniero, via-jero y explorador galo, llamado André Bresson.
Según el escritor Manuel Frontaura Argandoña, este personaje: “se constituyó en
nuestro país… interesado al parecer en los jugosos negocios que entonces se
hacían especulando proyectos ferroviarios y concesiones salitreras en el oeste,
y de colonización en el este. Era ingeniero y recorrió casi todo el desierto de
Atacama antes de penetrar al interior de Bolivia. Como huella de su paso y
resultado de sus observaciones, publicó en 1886 y bajo los auspicios
económicos, al parecer, del Gobierno boliviano, una obra titulada Bolivia: sept
années d'explorations, de voyages et de séjours dans l’Amérique australe, que
en sus 640 páginas, con pintorescos dibujos a pluma (algunos dibujados por
Henri Lanos, J. P.) y varios mapas ilustrativos, constituye un documento muy
interesante”.
Según el explorador Bresson el objetivo de esta obra, fue
que: “Bolivia necesita hacerse conocer en Europa, por medio de una propaganda
inteligente y perseverante. Esta es la única manera de atraer poco a poco, pero
con seguridad, los brazos y capitales europeos, indispensables para hacer
prosperar un país rico en tierras pero que, sin estos elementos, sólo podrá
desarrollarse muy débilmente. Con este objetivo trabajo desde hace quince años,
también con esta finalidad escribí esta obra; espero haber logrado llamar la atención
de los capitalistas y productores franceses sobre la importancia de un mercado
donde todo está por abastecerse, mientras que un torrente de materias primas
podría expandirse en nuestra vieja Galia, si los comerciantes quieren dedicarse
a favorecer nuestras relaciones con la República de Bolivia”.
La obra señalada está compuesta por cinco partes: les
amériques centrale at méridionale; le chili, l’araucanie et la patagonie; la
Bolivia méridionale; la Bolivia septentrionale y notes et documents. Pero en
esta oportunidad extractaremos la información que se refiere al litoral
boliviano, que se encuentra en la tercera parte y lo presentamos transcrito
traducido del idioma original, el francés al idioma español.
André Bresson comenzó a explorar nuestro país, cuando
desembarcó en el puerto Santa María Magdalena de Cobija, conocido también como
puerto La Mar, acompañado por Etienne Belté, su ayudante. Sobre este territorio
escribió: “Es la sede de la Prefectura del litoral boliviano y por
consiguiente, residencia de las autoridades. La misma es una ciudad
relativa-mente elegante y mucho más limpia que las otras pequeñas ciudades
similares del litoral peruano. La ensenada es por desgracia mala; los arrecifes
que ella encierra hacen que su acceso sea difícil y los desembarcos, a menudo
peligrosos”.
Al día siguiente, después de visitar al Prefecto, viajó en
mula hacia Mejillones, donde fue recibido por el Cónsul de Italia y al día
siguiente se dirigió hacia las guaneras, en este lugar resaltó la participación
de su compatriota Baron Arnous de Rivière, del cual mencionó: “Él fue el
verdadero fundador de Mejillones –el 25 de enero 1867, J. P.- y el primero en
descubrir los beneficios que se podían lograr de los guanos de esta región. A
él se le debe la mayoría de las construcciones del pueblo. Levantó en la bahía
un muelle de madera, que avanza unos cuarenta metros hacia el mar y que
per-mite el embarque y desem-barque de pasajeros y mercaderías. Construyó edificios
y casas, casi elegantes, que son utilizadas por las diversas autoridades de la
región. Todas estas construcciones son de madera y sólo tienen una planta baja.
Una sola casa está hecha de ladrillos y tiene un piso, la misma pertenece al
representante chileno. Demás está decir que en la playa de Mejillones están
instaladas destilerías de agua de mar; el agua que bebía era el principal
producto de la industria de la región; la que debe fabricarse en primer lugar
para no perecer”.
Este es un periodo durante el cual el litoral boliviano se
encontraba en total abandonó, pe-ro a pesar de las adversidades, como fue la
escases de agua potable. Los bolivianos y extranjeros residentes mediante la
creación de empresas destiladoras de agua salada, estable-cieron un pequeño
puerto, que impulsó el comercio local.
Más adelante, continua con la descripción del caserío de la
Caleta: “A dos millas de Mejillones (por mar) se encuentra el caserío de la
Caleta, lugar de donde se embarcan los guanos y donde viven los empleados y
obreros de las guaneras. El lugar está muy bien elegido; en una pequeña
ensenada cuyas aguas son de bastante profundidad, el pueblo está dispuesto en
forma de anfiteatro y sirve de punto central para diferentes rutas. Algunos
senderos condu-cen a una plataforma donde las carretas dejan el guano que cae,
a través de un gran conducto metálico, hasta un almacén situado en el extremo
del muelle. Otros senderos conducen a la punta extrema de la península, llamada
Punta de Agamos. En la Caleta existe una destilería de agua que permite proveer
de agua dulce a la población de trabajadores y a las bestias de carga”.
En una nueva expedición en 1872 cuando investigaba en las
costas bolivianas navegando en el vapor boliviano “El Morro”, llegó y desembarcó
en la población de Antofagasta, de la cual escribió: “Es hoy el principal
puerto de Bolivia. Acoge a más de 10.000 habitantes y posee una iglesia, una
escuela, un hospital, un teatro, un circo y un club. Todos estos edificios al
igual que las casas, son de madera o de cala-mina galvanizada; esto tal vez no
sea muy arquitectónico, pero le da bastante buena apa-riencia, tratándose de
una ciudad sitiada en la frontera de dos desiertos: ¡las soledades oceá-nicas y
las soledades terrestres!”.
Sobre la población de Antofagasta, es necesario mencionar
que fue fundada el 22 de octubre de 1868, por el prefecto del Departamento del
Litoral, José Ramón Taborga acompañado por el tesorero público, Calixto
Visca-rra; el fiscal, Abdón Senén Ondarza y el notarito de hacienda, Agustín
Vidaurre.
Sobre la localidad de Tocopilla, mencionó: “Está situado en
una posición muy mala, al pie de acantilados tan oprimidos por el mar, que
apenas hay lugar para las pocas casas de madera que existen. Su relativa
importancia se debe únicamente a una compañía comercial que eligió este punto,
porque constantemente tiene un gran número de mulas en los caminos del desierto
de Atacama y sus caravanas necesitan agua para poder continuar el viaje.
Mantener depósitos de agua dulce en el desierto resulta muy caro; ahora bien,
utilizando el puerto de Tocopilla, se puede recorrer una ruta larga, es cierto,
pero que en un cierto lugar, está provista de agua más o menos potable para las
mulas. No permanecí muchas horas en Tocopilla”.
No obstante, este puerto minero fue fundado por otro francés
llamado Domingo Latrille, el 29 de septiembre de 1843. Sin embargo, la
des-cripción de Bresson muestra que dicha población era pequeña, describe
también una realidad lugareña.
Sobre San Pedro de Atacama, escribió: “Las casas están
construidas con tierra; ni siquiera el hotel del subprefecto escapa a esta
modesta arquitectura. Se debe ser indulgente con los constructores de esta
región, pues están separados de todo centro de abastecimiento por más de 200
millas geográficas. El arroyo que riega la ciudad, nace al pie de la
cordillera, a unas veinte leguas de distancia. Este arroyo abastece de agua
potable a la ciudad, permite el crecimiento de vegetación y hace posible la
cría de algunos rebaños de mulas, llamas y vicuñas, después, este arroyo se
pierde en las arenas. Al sur, se extiende un gran mar seco, que hoy forma un
inmenso depósito salino, la laguna de Atacama”.
Esta descripción de la población de Atacama, la exhibe como
una ciudad pequeña y aventajada al tener agua potable para el consumo de los
habitantes y el ganado. Aspectos importantes que ayudaron a crecer a dicha
población y que la convirtió poco a poco en un centro de abastecimiento, que
proveía de suministros a los viajeros y caravanas que atravesaban el desierto.
Después de años de investigación y exploración Bresson,
escribió sobre las poblaciones nativas que habitaban la costas bolivianas: “En
Paposo, tuvimos la ocasión de observar a los indios de la tribu de los Changos,
curioso residuo de la población nativa. Todos los Changos son pescadores; piden
al mar la alimentación que no puede darles el desierto que comienza en la playa
y se prolonga hasta el infinito. Para instalar su pueblo, estos indios eligen
los alrededores de un abrevadero, cuya agua es a menudo bastante mala, pero
ellos se contentan con esto. Sus habitantes son de una construcción muy simple:
entierran en la arena cuatro costillas de ballena -las playas están repletas de
ellas- y llenan los espacios con pieles de foca o con telas viejas. En el
interior, no hay ni camas, ni sillas, ni mesas: el único mueble es un odre.
Hecho del estomago de un lobo marino, que sirve para transportar y conservar
las provisiones de agua dulce que se extraen del abrevadero vecino. Para pescar
utilizan unas embarcaciones raras llamadas balsas; éstas están formadas por dos
cilindros de cuero de foca lleno de aire y colocado para-lelamente. Las
extremidades terminan en punta un poco elevada, y las dos partes del esquife se
unen a través de pequeños largueros sobre los cuales se extiende otra piel de
lobo marino; sobre esta especie de puente se acuclillan los Changos; ponen en
movimiento sus embarcaciones, con la ayuda de pagayas y confían bastante en su
habilidad pues realizan viajes relativamente largos. Los Changos son los indios
más aficionados a la hoja de coca pues la mascan todo el tiempo”...
Por último, sobre Caracoles escribió: “El nombre oficial del
nuevo distrito argentífero boliviano es Caracoles. Este nombre se debe a los
numerosos fósiles de amonita y belemnita que se encuentran en las tierras en que
nacieron los filones del metal precioso. En lo que se refiere al pueblo, no
tardó en crearse en el centro de las exploraciones y que se convirtió en una
verdadera ciudad, recibió el nombre de Placilla”.
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