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10 DE JULIO DE 1825.- SE REÚNE LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE PARA LA CREACIÓN DE LA REPÚBLICA

En Chuquisaca se eligieron representantes para la asamblea un 10 de julio de 1825, esta fue presidida por José Mariano Serrano, José María Mendizábal, José Miguel Lanza, José Ballivián, Casimiro Olañeta y Manuel María Urcullu. La discusión terminó el 28 de julio y en agosto se votó. Prevaleció el sentimiento por la autonomía. La “Declaración de la Independencia” fue firmada por 48 representantes y señala: “las provincias del Alto Perú firmes y unánimes en tan justa y magnánima resolución, protestan ante la faz de la tierra entera que su voluntad irrevocable es gobernarse por sí mismas y ser regidas por la constitución, leyes y autoridades que ellas propias se diesen y creyesen más conducentes a su futura felicidad”. El acta se firmó el 6 de agosto de 1825, conmemorando la batalla de Junín, tras 16 años de lucha.

BATALLA DE JUNÍN

Mientras las tropas desembarcaban en el puerto de Callao bajo el mando del general Antonio José de Sucre, el general Andrés de Santa Cruz, que hasta poco tiempo antes había luchado en las filas realistas, llegó a compartir las ideas libertarias de José de San Martín y fue enviado a engrosar las tropas de Sucre, iniciando su marcha hacia el Alto Perú. En agosto de 1823 ingresó en la ciudad de La Paz, y forzado a librar combate, Santa Cruz sale victorioso en la batalla de Zepita contra una división del general Valdez, el 25 de agosto de 1823.
Entre los años 1822 y 1823, la situación en el Perú se había tornado caótica: los ejércitos habían sido derrotados por los realistas y los políticos estaban sumidos en la anarquía. Con estas condiciones muy lamentables se encontró Simón Bolívar (llamado el Libertador) al Perú, cuando el 1 de septiembre de 1823 se presentó en Lima. El Congreso le otorgó la jefatura militar.
La independencia del Perú no estaba consolidada, ya que el 29 de febrero de 1824 los realistas lograron ocupar nuevamente Lima. Pero esta vez, las conmociones políticas que vivía en España influyeron decididamente para el fraccionamiento de las tropas españolas en América.
El general Pedro Antonio Olañeta, absolutista recalcitrante, se rebeló contra el virrey La Serna, que era de tendencia liberal y constitucionalista, porque le atribuía a éste el deseo de separarse de la monarquía para liberar a Perú del absolutismo que quería imponer Olañeta.
Bolívar encontró a los realistas divididos y organizó prontamente un ejército formado por colombianos, argentinos y peruanos y el 6 de agosto de 1824, derrotó al ejército español del general José de Canterac con el coronel Manuel Isidoro Suárez en los campos de Junín. Esta victoria constituye sobre todo, el paso previo para el triunfo final en la batalla de Ayacucho. Los jefes españoles, Canterac, Valdés y De La Serna, reunidos en el Cuzco decidieron reorganizar sus fuerzas y salir al encuentro de los vencedores de Junín.

BATALLA DE AYACUCHO - SUCRE ENTRA EN EL ALTO PERÚ (CHARCAS)

el 9 de diciembre de 1824, los independentistas lograron una victoria en la llanura de Ayacucho. Con la capitulación del virrey De La Serna se reconocía la Independencia del Perú y de América.
En Cochabamba se sublevó el 16 de enero el escuadrón de caballería Dragones Americanos, con el coronel José Martínez, apresaron a oficiales y al gobernador y luego se apoderaron del Primer Batallón del Regimiento Fernando VII. Se plegó luego el escuadrón de Santa Victoria, quedando la totalidad de la guarnición de la ciudad (de 800 hombres) en manos independentistas. Se designó a Mariano Guzmán como gobernador, y ante su renuncia, al coronel Saturnino Sánchez. La población juró la independencia.
El teniente coronel Pedro Arraya con los escuadrones Santa Victoria y Dragones Americanos se dirigió a Chayanta, en donde también se juró la independencia.
En Vallegrande, se sublevó el Segundo Batallón del Fernando VII (con 200 hombres), deponiendo al brigadier Francisco Javier Aguilera el 26 de enero. El coronel José Manuel Mercado ocupó Santa Cruz de la Sierra el 14 de febrero. Mojos y Chiquitos adhirieron. A consecuencia de estas acciones, Olañeta abandonó La Paz el 22 de enero en dirección a Potosí.
El 29 de enero de 1825, el general José Miguel Lanza proveniente de las zonas rurales cercanas (Republiqueta de Ayopaya), tomó la ciudad de La Paz y declaró la independencia de las Provincias del Alto Perú, siendo nombrado su primer presidente. El 6 de febrero el mariscal Sucre a la cabeza del Ejército Libertador cruzó el río Desaguadero (límite con el Perú) e ingresó en La Paz al día siguiente.
En Chuquisaca el batallón Dragones de la Frontera, del coronel Francisco López, se pronunció por los independentistas el 22 de febrero y se juró la independencia.
El general Olañeta permaneció en Potosí, en donde recibió al batallón Unión, procedente de Puno al mando del coronel José María Valdez, convocó a un Consejo de Guerra que acordó continuar la resistencia. Olañeta distribuyó sus tropas entre la fortaleza de Cotagaita con el batallón Cazadores, el Chichas al mando de Medinaceli al Tumusla, Valdez con los restos del Regimiento de Infantería de la Unión fue enviado a Chuquisaca y él marchó a Vitichi, con 60.000 pesos de oro de la Casa de la Moneda de Potosí. Abandonó esa ciudad Olañeta el 28 de marzo, justo antes de que entrara la vanguardia independentista al mando de Arralla. Pese a las órdenes terminantes de no avanzar que el gobernador de Salta, José Antonio Álvarez de Arenales, envió el 17 de marzo al jefe de su vanguardia, coronel José María Pérez de Urdininea, éste con 200 dragones sorprendió a la guarnición de Tupiza el 23 de marzo.
El coronel Carlos de Medinaceli 300 soldados se sublevó en contra de Olañeta el 1 de abril, al día siguiente ambos se enfrentaron en la batalla del Tumusla que culminó con la muerte de Olañeta. Diversas fuentes niegan la existencia de tal batalla, argumentando que Olañeta murió del único disparo que se hizo.
El 7 de abril, el general José María Valdez se rindió en Chequelte ante Urdininea quien avanzaba desde Jujuy, pidiendo ser comprendido en la Capitulación de Ayacucho, poniendo fin a la guerra en el Alto Perú.
El 7 de abril recibió Sucre un pliego enviado por Álvarez de Arenales desde Mojo (cerca de Tupiza), haciéndole saber la comisión que le había hecho el gobierno de Buenos Aires el 8 de febrero para que trate con los jefes realistas de las provincias del Alto Perú el fin de la guerra:
(...) sobre la base de que éstas han de quedar en la más completa libertad para que acuerden lo que más convenga á sus intereses y gobierno.

CONGRESO CONSTITUYENTE 

El 9 de febrero de 1825, el mariscal Antonio José de Sucre y Casimiro Olañeta, abogado de Chuquisaca y sobrino del mencionado general, convocaron a todas las provincias altoperuanas para reunirse en un congreso que debía decidir el destino de la nación.
Pero, el destino de la nueva república estaba sujeto a tres posibilidades que se abrían en el seno de la asamblea, proseguir la unidad con Buenos Aires, incorporándose al conjunto de las Provincias Unidas, mantener la adhesión al Perú reconociendo las medidas de incorporación dictadas por el virrey Abascal como resultado de la revolución del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca, o sostener con decisión la independencia absoluta del Alto Perú, no sólo con relación a España, sino también con referencia al Provincias Unidas del Río de la Plata y al Perú. Tanto como el gobierno de Buenos Aires y el Perú admitían esta tercera alternativa, en cambio, Bolívar, si bien no desautorizó públicamente a Sucre, le reprochó en carta privada esta iniciativa, pues entendía que alentar en ese momento un acto de soberanía de esa naturaleza, conspiraba contra los intereses de la Gran Colombia, ya que el territorio de la Real Audiencia de Quito podría pretender el mismo trato que la de Charcas.
El Congreso General Constituyente de Buenos Aires, por decreto de 9 de mayo de 1825, declaró que «aunque las cuatro provincias del Alto Perú (Charcas), han pertenecido siempre a este Estado, es la voluntad del congreso general constituyente, que ellas queden en plena libertad para disponer de su suerte, según crean convenir a sus intereses y a su felicidad», despejando el camino a la independencia altoperuana.
Sucre, un tanto molesto por el reproche que le hacía Bolívar, después de demostrar sus razones, anunció que obedecería lo mandado, pero que también abandonaría el país, porque lo que se le ordenaba no compartía con su criterio, más al contrario, chocaba con su conciencia y comprometía la fe de su palabra. 

ACTA DE INDEPENDENCIA DE LAS PROVINCIAS DEL ALTO PERÚ

Lanzándose furioso el León de Iberia desde las columnas de Hércules hasta los imperios de Montezuma y de Atahualpa, es por muchas centurias que ha despedazado el desgraciado cuerpo de América y nutridose con su sustancia. Todos los estados del continente pueden mostrar al mundo sus profundas heridas para comprobar el dilaceramiento que sufrieron; pero el Alto Perú aún las tiene más enormes, y la sangre que vierte hasta el día, es el monumento más auténtico de la ferocidad de aquel monstruo.
Después de diez y seis años que la América ha sido un campo de batalla, y que en toda su extensión los gritos de libertad, repetidos por sus hijos, se han encontrado los unos con los de otros, sin quedar un ángulo en toda la tierra, donde este sagrado nombre no hubiese sido el encanto del americano, y la rabia del español, después que en tan dilatada lucha, las naciones del mundo han recibido diferentes informaciones de la justicia y legalidad con las que las regiones todas de América han apelado, para salvarse, a la santa insurrección: cuando los genios de Junín y de Ayacucho han purgado la tierra de la raza de los déspotas; cuando en fin grandes naciones han reconocido y a la independencia de Méjico, Colombia y Buenos Ayres, cuyas quejas y agravios no han sido superiores a las del Alto Perú: será superfluo presentar un nuevo manifiesto justificativo de la resolución que tomamos.
El mundo sabe que el Alto Perú ha sido, en el continente de América, el ara donde se vistió la primera sangre de los libres y la tierra donde existe la tumba del último de los tiranos: que Charcas, Potosí, Cochabamba, La Paz y Santa Cruz, han hecho constantes esfuerzos para sacudir el yugo peninsular; y que la irretractabilidad de sus votos contra el dominio español, su heroica oposición, han detenido mil veces las impetuosas marchen del enemigo sobre regiones que, sin esto, habrían sido encadenadas, o salvándose sólo con el último y más prodigioso de los esfuerzos.
El mundo sabe también, que colocados en el corazón del continente, destituidos de armas, y de toda clase de elementos de guerra, sin las proporciones que los otros estados para obtenerlos en las naciones de ultramar, los alto peruanos han abatido el estandarte de los déspotas en Aroma de la Florida, en Chiquitos, tarabuco, Sinti, en los valles de Sicasica y Ayopaya, Tumusla, y en otros puntos diferentes; que el incendio bárbaro de más de cien pueblos el saqueo de las ciudades, cadalzos por cientos levantados contra los libres, en la sangre de miles de mártires de la patria ultimados con suplicios atroces que estremecerían a los caribes, contribuciones, pechos y exacciones arbitrarias inhumanas, la inseguridad absoluta del honor, de la vida de las personas y propiedades, y un sistema en inquisilitoral, atroz y salvaje, no han podido apagar en el Alto Perú, el fuego sagrado en la libertad, el odio Santo al poder de Iberia.
Cuando, pues, nos llega la vez de declarar nuestra independencia de la España y decretarnos un futuro destino de un modo decoroso legal y solemne, creemos llenar nuestro deber de respeto a las naciones extranjeras, y de información consiguiente de las razones poderosas, y justos fundamentos impulsores de nuestra conducta, reproduciendo cuanto han publicado los manifiestos de los otros estados de América con respecto a la crueldad, injusticia, opresión y ninguna protección con que han sido tratados por el gobierno español; pero si esto, y la seguridad con que protestamos a presencia del gran padre del Universo, que ninguna región del continente de Colón ha sido tan tiranizada como el Alto Perú, no bastante a persuadir nuestra justicia, apelaremos a la publicidad con que las regiones españolas y sus jefes más principales, han profanado los altares, atacando el dogma, han insultado el culto, al mismo tiempo que el gabinete de Madrid ha fomentado, desde la conquista, la más sólida y destructora superstición: les mostraremos un territorio con más de trecientas leguas de extensión de norte a sur, y casi otras tantas de este a oeste, con ríos navegables, con terrenos feraces, con todos los tesoros del reino vegetal en las inmensas montañas de que Yungas, Apolobamba, Yuracaré, Mojos y Chiquitos, poblado de los animales los más preciosos y útiles para el sustento, recreo e industria del hombre; situado donde existe el gran manantial de los metales que hacen la dicha del orbe, y le llenan de opulencia, con una población, en fin, superior a las que tienen las repúblicas Argentina, y la de Chile; todo esto les mostraríamos y diríamos: vez, por donde ha podido existir un floreciente imperio, sólo aparece, bajo la torpe y desecante mano de Iberia, el símbolo de la ignorancia, el fanatismo, de la esclavitud e ignominia; venid y ved, en una educación bárbara calculada para romper todos los resortes del alma en una agricultura agonizante guiada por sola rutina en el monopolio escandaloso del comercio, en el desplome e inutilización de nuestras poderosas minas, por la barbarie del poder español, en el cuidado con que el no se ha tratado de perpetuar entre nosotros sólo los conocimientos, artes y ciencias del siglo 8.º; Venid, en fin y si cuando contemple esa nuestros hermanos los indígenas, hijos del grande Manco -Capac, no se cubren nuestros ojos de torrentes de lágrimas, viendo en ellos hombres los más desgraciados, esclavos tan humillados, seres sacrificados han tantas clases de tormentos, ultrajes y penurias, diréis, que respecto de ellos parecerían los Ilotas ciudadanos de Esparta, y hombres muy dichosos los Nigeros Ojandalams del Indostán, concluyendo con nosotros, que nada es tan justo como romper los inicuos vínculos con que fuimos unidos a la cruel España.
Nosotros habríamos también presentado al mundo una nerviosa y grande manifestación de los sólidos fundamentos con que después de la más graves, prolijas y detenidas meditaciones, hemos creído interesar a nuestra dicha, no asociarnos, ni a la República del bajo Perú ni a la del Río de la Plata, si los respetables congresos de una y otra, presididos de la sabiduría, desinterés y prudencia, no nos hubiesen dejado en plena libertad para disponer de nuestra suerte. Pero cuando la ley de 9 mayo del uno, y el decreto de 23 febrero del otro, muestran notoriamente un generoso y laudable desprendimiento, relativamente a nuestro futuro destino, y colocan en nuestras propias manos la libre y espontánea decisión de los que mejor conduzca a nuestra felicidad y gobierno; protestando a uno y otro estado eterno reconocimiento, junto con nuestra justa consideración y ardientes fotos de amistad, paz y buena correspondencia, hemos venido por unanimidad de sufragios en fijar la siguiente-

DECLARACIÓN

La representación soberana de las provincias del Alto Perú, profundamente penetrada del grandor e inmenso peso de su responsabilidad para con el cielo y con la tierra, en el acto de pronunciar la futura suerte de sus comitentes, despojándose en las arcas de la justicia de todo espíritu de parcialidad, interés y miras privadas; habiendo implorado, llena de sumisión y respetuoso ardor, la paternal asistencia del Hacedor santo del orbe, y tranquila en lo íntimo de su conciencia, por la buena fe, detención, justicia, moderación y profundas meditaciones que presiden a la presente resolución, declara solemnemente al nombre y absoluto poder de sus designios representados; que ha llegado el venturoso día en que los inalterables y ardientes votos del Alto Perú, por emanciparse del poder injusto, opresor y miserable del rey Fernando VII, mil veces corroborados con la sangre de sus hijos, con sendas con la solemnidad y autenticidad que al presente, y que cese para con esta privilegiada región la condición degradante de colonia de la España, junto con toda dependencia, tanto de ella, como de su actual y posteriores monarcas: que en consecuencia y siendo el mismo tiempo interesante a su dicha, no asociarse a ninguna de las repúblicas vecinas, se erigen en un estado soberano e independiente de todas las naciones tanto del viejo como del nuevo mundo; y los departamentos del Alto Perú, firmes y unánimes en esta tan justa y magnanima resolución, protestan a la faz de la tierra entera, que su voluntad irrevocable es gobernarse por sí mismos y ser regidos por la constitución, leyes y autoridades que ellos propios se diesen y creyesen más conducentes a su futura felicidad en clase de nación, y el sostén inalterable de su santa religión católica, y de los sacrosantos derechos de honor, vida, libertad, igualdad, propiedad y seguridad. Y para la invariabilidad y firmeza de esta resolución, se ligan, vinculan y comprometen, por medio de esta representación soberana, a sostenerla tan firme, constante y heroicamente, que en caso necesario serán consagrados complacer a su cumplimiento, defensa e inalterabilidad, la vida misma con los haberes y cuanto a hidrato para los hombres.

Imprímase y comuníquese a quien corresponda para su publicación y circulación. Dada en la sala de sesiones en 6 agosto 1825, firmada de nuestra mano, y refrendada por nuestros diputados secretarios -José Mariano serrano, diputado por Charcas, Presidente. -José María Mendizábal, diputado por La Paz. -Miguel José Cabrera, diputado por Cochabamba. -Miguel Fermín Aparicio, diputado por La Paz. -José Manuel lanza, diputado por La Paz. -Fermín Eyzaguirre, diputado por La Paz. -Francisco Vidal, diputado por Cochabamba. -Melchor Daza, diputado por Potosí. -Manuel José Calderón, diputado por Potosí. -Dr. Manuel Antonio Arellano, diputado por Potosí. -José Balliviam, diputado por La Paz. - Dr. José Manuel Pérez, diputado por Cochabamba. -Martín Calderón, diputado por La Paz. - Dr. Juan Manuel Velarde, diputado por La Paz. -Francisco María Pinedo, diputado por La Paz. -José Indalecio Calderón y San Ginés, diputado por La Paz. -Casimiro o la nieta, diputado por Charcas. -Manuel Anselmo de Tapia, diputado por Potosí. -Manuel María Urcullu, diputado por Charcas. - Dr. Rafael Monge, diputado por La Paz. -Do tubor. Eusebio Gutiérrez, diputado por La Paz. -Nicolás de Cabrera; diputado por Cochabamba. -Manuel Martín, diputado por Potosí. -Manuel Mariano Zenteno, diputado por Cochabamba. -Dionisio de la Borda, diputado por Cochabamba. -Manuel Argote, diputado por Potosí. -José Antonio Pallares, diputado por Potosí. -José Eustaquio Gareca, diputado por Potosí. -José Manuel Tames, diputado por Cochabamba. - Dr. Pedro Terrazas, diputado por Cochabamba. - Dr. José María Dalence, diputado por Charcas. -Melchor paz, diputado por Cochabamba. -Francisco Palazuelos, diputado por Charcas. -Michel Vargas, diputado por Cochabamba. -Antonio Vicente Seoane, diputado por Santa Cruz. -Manuel María García, diputado por Potosí. -Marcos Escudero, diputado por Cochabamba. -Mariano Méndez, diputado por Cochabamba. - Manuel cabello, diputado por Cochabamba. - Dr. José Maríano Enríquez, diputado por Potosí. -Isidoro Trujillo, diputado por Potosí. -J. Manuel Montoya, diputado por Potosí. -Ambrosio Mariano Hidalgo, diputado por Charcas. -Martiniano Vargas, diputado por Potosí. -Vicente Caballero, diputado por Santa Cruz. -José Ignacio de San Ginés diputado por Potosí, secretario. -Ángel Mariano moscoso, diputado por Charcas, secretario. 

Himno nacional de Bolivia

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