Este artículo fue publicado originalmente en el periódico La Razón de La Paz en
Abril de 2002.
En los últimos 70 años se le ha atribuido al monolito Bennett una serie de
hechos aciagos y dramáticos vinculados a la historia de Bolivia. Para la
mayoría de las personas dicha estela es khencha (en aimara o quechua), es decir
un objeto de mal agüero. Granparte de esta mala fama, según la opinión popular,
se debe a su traslado, en 1933, a la ciudad de La Paz, un año luego de que la
estela fuera encontrada en Tiwanaku.
A decir de Rigoberto Paredes, las creencias, mitos o leyendas revelan una
singular cosmovisión mestiza o sincrética acerca de los aspectos trascendentes
relacionados con el pasado, presente y futuro. Así, las numerosas tradiciones,
ritos y fiestas ancestrales, tales como la Alasita y el carnaval, recuerdan que
todas las cosas que nos rodean tienen vida, movimiento; revelando que detrás de
cada una de ellas hay algún ser o voluntad que se manifiesta y las hace actuar.
La conquista y la colonia pueden considerarse, en algún sentido, como un gran
cataclismo social y natural que se abatió sobre el nuevo mundo. La ciudad
sagrada de Tiwanaku, la Meca o Kab’a Andina fue considerada por los intrusos, a
partir de 1536, como una gran cantera. De sus entrañas se construyeron templos,
edificios, puentes, casas y una infinidad de artículos domésticos e
industriales.
Este vaciamiento, que fue similar o parecido al que sucedió en las principales
ciudades de la América precolombina —México, Cusco, Copacabana, entre otras muchas—,
además de satisfacer las necesidades apremiantes de construcción y ornato fue,
ante todo, un acto deliberado de trastocar el orden natural y cósmico de las
principales civilizaciones americanas, en favor de un nuevo esquema social
occidental en el que participaban como socios el Estado, la Iglesia y sus
súbditos.
El quiebre, la destrucción y la sustitución de las principales pacarinas
andinas por templos católicos, a los ojos de los pueblos originarios, fue
considerado como uno de los primeros hechos de mal agüero o khencha.
La Estela Nº 10, Bennett o Pachamama, fue descubierta a fines de junio (28 ó
29) de 1932 por el arqueólogo norteamericano Wendell C. Bennett, miembro del
American Museum of Natural History de Nueva York. Hallazgo que, curiosamente,
coincide con las primeras escaramuzas paraguayas para recuperar la laguna
Chuquisaca o Pitiantuta, que desembocarían en la Guerra del Chaco, donde
Bolivia llevó la peor parte.
Cabe aclarar que dicha estela fue antes y después de su descubrimiento objeto
de enconadas controversias. En el primer caso, las sociedades científicas de
Bolivia se opusieron a los trabajos de Wendell Bennett, ya que algunas de las
distintas misiones extranjeras que visitaron Bolivia, a título de
investigación, destruyeron y saquearon Tiwanaku. En cuanto a lo segundo, su
traslado de Tiwanaku a La Paz fue resistido tanto por los pobladores del lugar
como los munícipes de La Paz.
El Diario, el 25 de abril de 1933, concurrentemente con el inicio de los
trabajos para la traslación del gigante pétreo en Tiwanaku, publica: “Es
alarmante el crecimiento del nivel del lago Titicaca, que amenaza inundar
Guaqui”.
El gobierno de ese entonces, presidido por Daniel Salamanca, impulsaría su
remoción a través de Remy Rodas Eguino, ministro de Educación (no se puede
dejar de mencionar que el actual viceministro de Cultura que impulsa la
devolución del monolito a Tiwanaku, es Antonio Eguino). Aquel fue asesorado por
Arturo Posnansky y apoyado por el constructor Ivica Krsul. Entre el 2 y el 9 de
julio de 1933 culminó exitosamente su propósito.
La pieza fue ubicada temporalmente en el paseo de El Prado de La Paz. Acción
que fue “combatida y resistida” por el gobierno municipal de La Paz en todos
sus estamentos. Una primera víctima de tal oposición, el intendente municipal
que se inclinó por defender algunos árboles sacrificados para dar cabida al
gigante tiwanakota frente al actual cine 16 de Julio, acabó deportado en
Aiquile.
En 1940, con motivo del traslado del Bennett a Miraflores, el periódico Crónica
—“del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”—recuerda que en enero de 1935, un
año después de su instalación en la avenida 16 de Julio, ocurrió algo
increíble: “...algo que seguramente nunca ha de volver a repetirse en la
historia de La Paz: Las aguas del Choqueyapu que corren paralelas a dicha
avenida, pero a una distancia de 200 metros y un nivel muy inferior al de la
avenida, se desbordaron y corrieron por la calle Recreo y la mencionada
arteria, rodeando por completo la base del monumento megalítico”. Más adelante,
preocupado por el nuevo movimiento de la pieza arqueológica, señala: “...muchos
vecinos de Miraflores esperan con cierta intranquilidad el traslado del
Monolito a aquella zona. E igual espera intranquila tienen algunos deportistas,
quienes piensan que acaso fracase ruidosamente el Campeonato Sudamericano de
Fútbol, o sea vergonzosamente derrotado el equipo boliviano por la “jetta”
[mala suerte, en italiano] que lleve al estadio aquella vecindad”. De hecho, de
acuerdo a Iván Aguilar Murguía (2001), Bolivia tuvo que esperar 23 años para
ser sede de ese evento deportivo y, como toda excepción es regla, en 1963
nuestro país fue campeón invicto.
Es de recordar que, en 1935, las aguas del lago Titicaca descendieron de tal
modo que permitieron a Arturo Posnansky observar, frente a la isla de Anaphia,
“que desde el interior del lago emergían enormes bloques labrados en hileras
formando una especie de fortaleza”. Asimismo, los indígenas del altiplano
emigraron hacia los valles por la presencia de una gran sequía en la región; en
tanto que en la ciudad de Cochabamba se produjo una gran inundación.
Y ahora, el día 21 de febrero del 2002, se publicó en los medios de
comunicación social que gran parte de la tragedia que vivió la ciudad de La Paz
se debía al hecho de querer trasladarlo sin la autorización de las w'akas. Al
respecto, el aimara Valentín Mejillones sentenció: “Lo que ocurrió el martes 19
y lo que sucederá en futuro hasta que el Monolito Bennett (sic) pretenda ser
transportado sin el permiso a los sagrados espíritus, que son dueños de la
cosmovisión andina, está en las profecías”.
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