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GUERRA DEL PACIFICO, LA ATENCIÓN A LOS SOLDADOS HERIDOS Y SU RETORNO AL PAÍS

Fotografía: hombres muertos en el campo de La Alianza durante la Guerra del Pacífico, en 1879. // 
Fuente: Historia de la Cruz Roja Boliviana 1917 – 2007.

Cuando las bombas dejaron de estallar y los fusiles de disparar, cientos de heridos de las tropas bolivianas yacían en los campos de batalla en espera de socorro. La tarea para los sanitarios bolivianos apenas empezaba. No sólo se debía atender a los que se encontraban en el hospital de campaña y trasladar a los que se podía a Tacna, sino también lidiar con las tropas vencedoras.
Un periodista chileno describió, en el periódico Ferrocarril de Tacna, el estado de los heridos y la atención que recibían en los distintos puntos de socorro instalados en Tacna. “Desde el amanecer del 27 de mayo salí a recorrer la ciudad. Había casas con banderas italianas, francesas, inglesas, suizas, españolas. La chilena sólo flameaba en la comandancia de Armas. Me dirigí a las ambulancias. La boliviana, perfectamente atendida, asilaba a unos 900 heridos entre jefes, oficiales y soldados; la peruana no menos de 600. Se convirtieron en hospitales de sangre el teatro, ubicado al final de la Alameda, la recova y un edifico próximo a la estación.
Varios heridos estaban en casas particulares. En una de ellas encontré al Coronel Camacho, herido por un casco de granada cerca de la ingle, más abajo del estómago. Hablamos un cuarto de hora sobre la guerra. Al término de nuestra charla me dijo: “La presente contienda no terminará pronto. La continuarán nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos hasta que retornemos al mar”. Le habló al teniente Santa María sobre Derecho Internacional. Demostró una exquisita erudición en la materia. 
En la misma habitación que el coronel Camacho vi al teniente coronel Felipe Ravelo, jefe de los Colorados. El viernes 28 fuimos al campo de batalla. En algunos puntos los cadáveres estaban apiñados unos sobre otros, especialmente en el ala izquierda, donde combatió la Primera División chilena…..De los nuestros, se habían sepultado ya a la mayor parte en el lugar que cayeron. Todo el extremo de la izquierda estaba verdaderamente sembrado de Colorados, Amarillos y Aroma, que se batieron como leones”. ( Querejazu Calvo, Roberto. “Guano , salitre, sangre: Historia de la Guerra del Pacífico. Segunda Edición. La Paz, Juventud 1992, pag: 454 -455.)
El general Juan José Pérez falleció la noche del 1 de junio de 1880, en Tacna. Zenón Dalence recuerda ese episodio de la siguiente manera: “Concurrieron a su entierro miembros de la Ambulancia Boliviana y de las Ambulancias Peruana y Chilena. La comitiva atravesó las desiertas calles de la ciudad. La tienda de campaña del venerable militar, cuando el Ejército boliviano acampaba cerca del panteón, estuvo muy cerca. Me pareció verlo aún allí, al pie de un sauce llorón, animoso, abnegado y severo. Se colocó su cadáver en el nicho número 124. Nos retiramos en silencio y abatidos”.
“La salud del coronel Camacho dio muchos cuidados. La sanidad chilena también se preocupó por su estado. Se presentaron al doctor Dalence, un ayudante del Estado Mayor del Ejército y el cirujano Teodosio Martínez Ramos. Dispusieron que el herido fuese trasladado de la casa particular donde había buscado refugio al teatro, convertido en hospital de sangre chileno, para que continuase allí su tratamiento con más recursos. En el teatro se hallaban más de 300 heridos en camarines, palcos y platea. Como Dalence hiciera algunas objeciones, el Director de la Ambulancia Chilena, doctor Allende Padín, auscultó personalmente a Camacho, reconoció que su condición era de extrema gravedad y opinó que no debía llevárselo al teatro, sino a otra casa particular más aireada. Dalence lo hizo conducir a su propio domicilio”.
Con la derrota del Ejército boliviano en los campos del Alto de la Alianza concluyó la guerra para Bolivia, pero no la labor de las ambulancias. Dalence aún tenía la misión de devolver a los heridos al seno de sus familias. El 2 de julio de 1880 ordenó la primera evacuación de 60 heridos que, tras ser atendidos por el personal sanitario, retornó al país vía Tácora. Ignacia Zeballos y Vicenta Paredes Mier colaboraron en esta tarea.
Mientras tanto, de La Paz partió una comisión con el objetivo de ingresar al territorio ocupado por Chile, socorrer a los heridos que permanecían en Tacna y transportarlos hasta el país. Una vez en Tacna, se organizó una caravana con todos aquellos que estaban en condiciones de soportar el largo y penoso viaje.
El periódico El Eco, describió su partida de Tacna con el título de “Éxodo”: “El lunes, a la caída del sol, han partido para su patria. Son 600 almas. Allí van confundidos y entremezclados con los borricos de carga, hombres, mujeres y niños; sanitarios con sus casacas blancas de jerga; mutilados y heridos, con casacas rojas, amarillas o verdes; y rabonas. Es toda una procesión de vendas, muletas, báculos y polleras. La caravana se detuvo en Pachia. Era la primera etapa. Más allá estaba la cordillera, la soledad, el frío, el soroche, las intemperies. Van avanzando paso a paso, muy lentamente”.
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