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EL IGNORADO HOMENAJE A MARIANO MELGAREJO EN EL PARAGUAY VIDAS CRUZADAS EN UNA CALLE ASUNCENA




Desde 1963 la calle que lleva el nombre del Gral. Mariano Melgarejo es una más de nombre militar para los asuncenos. De casualidad une la Avda. Mariscal López con De la Residenta en la antigua quinta de López. Hurgando en anécdotas de infancia, y sin habérselo propuesto, una periodista boliviana rescató la historia que esconde.

María Silvia Trigo pasó toda su infancia y juventud escuchando una anécdota protagonizada por su padre, el historiador y diplomático Eduardo Trigo O’Connor d’Arlach y el dictador Alfredo Stroessner en 1963. No pasaba del relato familiar hasta que decidió indagar.

“La anécdota sobre su encuentro con Stroessner lo escuché muchas veces y me pareció interesante escribirlo, aunque no sea un evento trascendental, e indagar si efectivamente hubo la calle en cuestión”, explica la periodista que publicó la historia en el diario local El País de Tarija bajo el título: “La curiosa simpatía de Alfredo Stroessner por Mariano Melgarejo”.

Este último fue presidente de Bolivia de 1864 a 1871 y como militar protagonista de un sinfín de situaciones y controversias no pocas veces calificadas de locuras.

“Aunque entre los gobiernos de Mariano Melgarejo y Alfredo Stroessner había casi un siglo de diferencia, dos mil kilómetros de distancia y corría de por medio la sangre derramada en la Guerra del Chaco, el presidente paraguayo confesó su admiración por el boliviano, una tarde de 1963 cuando reasumió el mando de su país”, inicia el artículo de Silvia Trigo.

Entre las delegaciones diplomáticas que llegaron a Asunción, el presidente boliviano Víctor Paz Estenssoro había enviado un grupo liderado por el canciller José Fellman Velarde; el ministro de Defensa, Juan Luis Guitérrez Granier; el comandante de las Fuerzas Armadas, Luis Rodríguez Bidegain, y el comandante de la Fuerza Aérea y futuro presidente, René Barrientos. También lo integraba Eduardo Trigo O’Connor d’Arlach quien, siendo veinteañero, era oficial de Protocolo de la Cancillería.

Durante la recepción oficial realizada en el Hotel Guaraní, un funcionario se acercó a los bolivianos y preguntó quién era Eduardo Trigo O’Connor d’Arlach. “El presidente Stroessner quiere hablar con usted”, le dijo, e invadido por la sorpresa y desconcierto ante lo que pudiera representar para un joven de bajo rango diplomático ese llamado del presidente paraguayo, lo acompañó, relata la hija.

“He leído su nombre y quiero saber qué es de usted Tomás O’Connor d’Arlach”, le preguntó el dictador. Cuando Trigo le contestó que era su abuelo, el presidente le contó que había leído el libro Dichos y hechos de Mariano Melgarejo –escrito por O’Connor d’Arlach a finales del siglo XIX – y le había causado “muy buena impresión”. Se podría considerar que está entre los libros con más reediciones en Bolivia.

“La simpatía de Stroessner por el presidente boliviano se remontaba a casi 100 años atrás”, refiere Silvia Trigo y cita que cuando el Paraguay estaba acorralado por Argentina, Uruguay y Brasil en la Guerra de la Triple Alianza, Melgarejo demostró su gran afecto hacia López ofreciéndole una tropa de 12.000 soldados bolivianos.

Al finalizar la contienda en 1870 un correo del exterior que llegó a manos del Gral. Melgarejo (no había aún telégrafo en Bolivia) anunciaba la victoria de los aliados y la muerte del Mariscal.

“Ese mismo día, el presidente boliviano había preparado un banquete en el Palacio de Gobierno en el que participarían representantes de Argentina y el secretario de la legación de Brasil. Pasada la comida y llegada la hora del brindis Melgarejo se levantó, y poniendo en alto una copa de champagne dijo entre otras cosas: “el general Francisco Solano López no pertenece al Paraguay es una gloria de América y de la humanidad. Bebo, pues, esta copa a la memoria de ese héroe y del gran pueblo paraguayo, a quien han podido vencer pero no rendir”.

“Al percatarse de que durante el brindis todos sus invitados se habían levantado, salvo el brasileño y los argentinos, les dijo “no les exijo acompañarme en esta copa, porque no sería correcto que los verdugos brindasen en honor de sus víctimas”, sigue el relato.

Aquél fugaz encuentro que se dio 93 años después entre el dictador paraguayo que admiraba al militar boliviano y el nieto del escritor que plasmó en su libro la anécdota del brindis en honor al Mariscal, derivó en una promesa: “El dictador le dijo que en gratitud con el antiguo general boliviano, tenía la intención de ponerle el nombre de Mariano Melgarejo a una avenida de Asunción”.

En Bolivia no habían tenido la certeza del homenaje dado a Melgarejo con la calle asuncena.

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