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SIMON BOLIVAR Y MANUELA SAENZ EN BOLIVIA


Por: José António Loayza / publicado en Siglo y Cuarto Documentos Históricos en abril de 2018. // Fotos: El Libertador y Manuela. 

Bolívar no entró a Bolivia el 6 de agosto de 1825, pero si recibió ese día una carta de Manuela.

Lima, agosto 6 de 1825
Libertador:
Estoy informada que hoy es el día fijado para el nacimiento de su obra más preciada; quiero que sepa que retengo el calor de su piel y de su mirada en la memoria de mis sentidos. Cualquiera sea el rincón que lo cobije, no olvide que en este mundo no habrá mejor refugio que aquel que le tengo reservado... Estoy dolida con la vida. ¡Justo en el día que se instala el Congreso de la República de Bolívar!
Me consuela saber que usted existe.
Manuela

Bolívar le respondió al día siguiente que llegó a La Paz.
Cuartel General en La Paz, agosto 19 de 1825

Manuela:
¿Qué esperabas distinto de aquello que ha ocurrido? Eso también es parte de la política y tendrás que esperar para que tus veintiocho años y tu condición, sopesen menos, que la habilidad de estos canallas para fabricar entuertos. Esas conductas no cambian por decreto.
Siento no poder estar a tu lado en carne y hueso. No por ello es menor mi deseo de compartir rápido este vinagre, e intentar que vuelva tu sonrisa, la misma que me regalaste aquella noche de Quito, para siempre. Sé tú, nuevamente, Manuelita.
Contigo en este momento.
Tu Simón

Y a los seis días que llegó a Potosí le envió otra carta:
Cuartel General en Potosí, a 9 de octubre de 1825

Mi hermosísima Manuela:
Me encuentro verdaderamente eufórico hoy por haber recibido noticias tuyas y traídas de Heres. Aún no encuentro el tiempo adecuado para sentarme a escribirte largo. Mi condición exige por ahora otras pruebas y todo es pasado sin que se tenga más que comentar de los asuntos de la nueva Administración publica aquí. Pasaré a Chuquisaca donde me alcanzará Sandes para cuando él regrese.
Mi pasión hacia ti se aviva con la brisa que me trae tu aroma y tu recuerdo ¿Existes y existo para el amor, o no? Ven a deleitarme con tus secretos. ¿Vienes?
Tu amor idolatrado de siempre.
Bolívar

Y sin decir allá voy, Manuela levantó su equipaje después de haber convenido con Bolívar vivir juntos. Su esposo le ofreció llevarla a Londres para que olvide a su amante; pero ella prefirió a ese hombre de 1,67 m., hombros angostos, piernas y brazos delgados, rostro feo, cejas espesas, ojos negros, pelo negro, crespos chicos, el labio superior protuberante y desdeñoso, la nariz larga, la frente alta y angosta, la voz delgada y vibrante, y la cabeza siempre alzada y alerta: Todo un mamarracho como lo pintó el general José Antonio Páez. Sin embargo Manuela Sáenz Zaipuru, antes de partir e ir tras de Bolívar, le envió una última carta a su esposo.

Dr. James Thorne:
No, no, no, hombre por Dios. ¿Por qué hacerme usted escribir, faltando a mi resolución? Vamos, ¡qué adelanta usted, si no hacerme pasar por el dolor de decir a usted mil veces no? Señor, usted es excelente, es inimitable, jamás diré otra cosa sino lo que usted es, pero, mi amigo, dejar a usted por el General Bolívar es algo; dejar a otro marido sin las cualidades de usted sería nada.
¿Y usted cree que yo, después de ser la querida de este general por siete años y con la seguridad de poseer su corazón, preferiría ser la mujer del Padre del Hijo, del Espíritu Santo, o de la Santísima Trinidad? Si algo siento es que no haya sido usted mejor para haberlo dejado. Yo sé muy bien que nada puede unirme a él bajo los auspicios de lo que usted llama honor. ¿Me cree usted menos honrada por ser el mi amante y no mi marido? ¡Ah!, yo no vivo de las preocupaciones sociales, inventadas para atormentarse mutuamente...
Su invariable amiga.
Manuela
Noviembre de 1825

Bolívar entró a Chuquisaca el 3 de noviembre y salió el 10 de enero de 1826. Manuela llegó a Chuquisaca los primeros días de diciembre y se quedó hasta julio de 1826. Una vez que se encontró con Bolívar y se acomodó en la villa, le escribió una carta a doña Juana Azurduy.

Charcas, 8 de diciembre de 1825
Señora:
Cnel. Juana Azurdui de Padilla
Presente.-
Señora Doña Juana:
El Libertador Bolívar me ha comentado la honda emoción que vivió al compartir con el General Sucre, Lanza y el Estado Mayor del Ejército Colombiano, la visita que realizaron para reconocerle sus sacrificios por la libertad y la independencia.
El sentimiento que recogí del Libertador; y el ascenso a Coronel que le ha conferido, el primero que firma en la patria de su nombre, se vieron acompañados de comentarios del valor y la abnegación que identificaron a su persona durante los años más difíciles de la lucha por la independencia. No estuvo ausente la memoria de su esposo, el Coronel Manuel Asencio Padilla, y de los recuerdos que la gente tiene del Caudillo y la Amazona, como se los recuerda a ustedes con cariño.
Una vida como la suya me produce el mayor de los respetos y mueven mi sentimiento para pedirle pueda recibirme cuando usted disponga, para conversar y expresarle la admiración que me nace por su conducta; debe sentirse orgullosa de ver convertida en realidad la razón de sus sacrificios y recibir los honores que ellos le han ganado.
Téngame, por favor, como su amiga leal.
Manuela Sáenz.

Y recibió en respuesta otra desde el Cullcu:

Cullcu, 15 de diciembre de 1825
Señora Manuela Sáenz:
El 7 de noviembre, el Libertador y sus generales, convalidaron el rango de Teniente Coronel que me otorgó el General Pueyrredón y el general Belgrano en 1816, y al ascenderme a Coronel, dijo que la patria tenía el honor de contar con el segundo militar de sexo femenino en ese rango. Fue muy efusivo, y no ocultó su entusiasmo cuando se refirió a usted.
Llegar a esta edad con las privaciones que me siguen como sombra, no ha sido fácil; y no puedo ocultarle mi tristeza cuando compruebo cómo los chapetones contra los que guerreamos en la revolución, hoy forman parte de la compañía de nuestro padre Bolívar. López de Quiroga, a quien mi Asencio le sacó un ojo en combate; Sánchez de Velasco, que fue nuestro prisionero en Tomina; Tardio contra quien yo misma, lanza en mano, combatí en Mesa Verde y la Recoleta, cuando tomamos la ciudad junto al General ciudadano Álvarez de Arenales. Y por ahí estaban Velasco y Blanco, patriotas de última hora. Le mentiría si no le dijera que me siento triste cuando pregunto y no los veo, por Camargo, Polanco, Gualparrimachi, Serna, Cumbay, Cueto, Zarate y todas las mujeres que a caballo hacíamos respetar nuestra conciencia de libertad.
Mire usted cómo los recuerdo sin ningún esfuerzo.
No me anima ningún espíritu de revancha ni resentimiento, solo la tristeza de no ver a mi gente para compartir este momento, la alegría de conocer a Sucre y Bolívar, y tener el gusto de leer lo que me escribe.
La próxima semana estaré por Charcas y me dará usted el momento para compartir nuestros quereres.
Dios guarde a usted.
Juana

En sus paseos por Charcas, Manuela paseaba vestida de capitana al lado de Bolívar. Parecían dos soldados juntos. Las señoras murmuraban: ¡Allá va la señora! Otras decían ¡La señora del Libertador! Bolívar partió el 10 de enero de 1826, Manuela se quedó unos meses más. Se escribían cartas y cartas, en una de esas, enviada por Bolívar desde Lima el 20 de abril, le decía en su Post Data: “El viaje me demora 18 días hasta llegar a Chuquisaca”. Bolívar pensaba volver, lo había prometido antes pero nunca llegó. Y Manuela se fue en julio.

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