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TESTAMENTO DE LUIS ARCE GÓMEZ


Por: Erick Ortega / artículo publicado en el matutino  La Razón de La Paz. 
Luis Arce Gómez (1938-2020) no fue un ave de paso en la historia de Bolivia. Es recordado como el mandamás que en la tenebrosa dictadura de Luis García Meza (17 de julio de 1980 – 3 de agosto de 1981) ordenó a los bolivianos caminar con el testamento bajo el brazo y él fue el brazo ejecutor de ese gobierno de facto.
Pero su sombra viene de más lejos, fue jefe de Seguridad de Alfredo Ovando Candia (quien gobernó el país al lado de René Barrientos y después solo, entre mediados de los años 60 e inicios de los 70) y su nombre estuvo ligado a los acontecimientos más funestos de la época militar que vivió el país, entre el 4 de noviembre de 1964 y el 10 de octubre de 1982. En este periodo casi 1.400 personas fueron asesinadas en el país, hubo 486 desaparecidos y 2.469 exiliados.
Ya cuando estaba al servicio de Ovando fue acusado de poner un artefacto explosivo en un avión que llevaría a bordo a Luis Adolfo Siles Salinas, rival político de Ovando. El siniestro aéreo fue letal, aunque el “enemigo” no iba en aquella aeronave y sí estaba el equipo de fútbol The Strongest. Fue el viernes 26 de septiembre de 1969 cuando el avión Douglas DC-6 del Lloyd Aéreo Boliviano se estrelló a unos 70 kilómetros de Viloco, cuando retornaba de Santa Cruz a La Paz. Setenta y cuatro personas murieron, entre ellos una veintena del cuadro gualdinegro.
Cuando Tomás Molina Céspedes cuestionó en dos oportunidades al “Ministro de la Cocaína” sobre este accidente, él respondió: “Debo decirle que la caída de ese avión fue un accidente, ese avión cayó por sobrepeso y falla humana… Yo en lo personal era y soy stronguista y lamenté la muerte de todos los integrantes de este equipo”.
En 2015, Molina entrevistó en ocho ocasiones a Arce Gómez en la prisión de Chonchocoro, gracias a estas conversaciones publicó en 2018 el libro “Con el testamento bajo el brazo”, obra que hoy se convierte en un documento imprescindible para conocer el punto de vista del represor a quien le decían “El Loco”. En este documento refiere que le apodaban así porque una vez le dio permiso a un soldado para que dispare en una cocina, donde no le atendieron con rapidez.
En el libro, Arce Gómez hace referencia al accidente del 69 y como sucede con casi todas las acusaciones que se le hace, el interrogado alude inocencia.
Por entonces, la dictadura era letal en tierra (por ejemplo el Ejército aniquiló al foco guerrillero de Ernesto Che Guevara en Ñancahuazú en 1967, y meses antes se ejecutó la trágica Noche de San Juan en distritos mineros potosinos), pero estaba repleta de dudas en el cielo.
Un accidente aéreo mató al mismo René Barrientos (el 27 de abril de 1969). El general tarateño, quien de ser copresidente con Ovando pasó a convertirse en su enemigo. Uno de los hijos de Ovando murió en otro siniestro aéreo.
¿Qué tiene que ver Arce Gómez en estos eventos? Él tenía una escuela de aviación y además era experto en explosivos, como lo admitió en conversación con Molina. Es más, añadió que también le decían “El Loco” por la forma temeraria de pilotar que tenía.
En el libro “Historia de Bolivia”, de Carlos Mesa, existe la referencia a esta particularidad de Arce Gómez. “El 2 de junio (de 1980) una avioneta que trasladaba al candidato vicepresidencial Jaime Paz Zamora y cuatro dirigentes de la UDP (Unidad Democrática Popular), se precipitó a tierra en circunstancias no esclarecidas.
Todos los ocupantes murieron a excepción de (Jaime) Paz Zamora que sufrió graves quemaduras. La avioneta siniestrada pertenecía a una compañía de taxis aéreos de Luis Arce Gómez”.
Sobre esto, quien fuera reo de Chonchocoro le dijo a Molina que la versión era totalmente falsa. Es más, habló de Paz Zamora como un hombre que le salvó la vida (cuando en su presidencia fue extraditado a Estados Unidos por el delito de narcotráfico, en 1989).
El origen del testamento y de la dictadura
A inicios de marzo de este año la Comisión de la Verdad presentó el informe final de su trabajo en 11 tomos. Es un documento que contiene la investigación sobre los delitos de lesa humanidad cometidos en la época dictatorial en el país, que se realizó desde agosto de 2017 hasta diciembre de 2018. El Archivo de la Comisión de la Verdad está formado por 8.721 expedientes y 147 unidades documentales debidamente acomodadas en 1.064 cajas y La Razón tuvo acceso a este trabajo concluyente. En el documento, Arce Gómez es pieza clave sobre la cual gira la maquinaria sanguinaria del gobierno de García Meza.
La dictadura de Hugo Banzer Suárez duró entre 1971 y 1978. Cuando éste dejó la presidencia (obligado por el clamor popular y una huelga de hambre iniciada por cuatro mujeres mineras), Bolivia tuvo una época conflictiva en la cual no pudo consolidarse la democracia.
Es más, el país vivió una dictadura breve y letal con la llegada de Alberto Natusch Busch al poder. Fueron 16 días en los cuales las calles y algunas zonas periféricas de la ciudad de La Paz vivieron una “masacre” (término usado por Mesa, en “Historia de Bolivia”). Luego, Lidia Gueiler, presidenta de la Cámara de Diputados, asumió la Presidencia. Mientras, ya empezaban a levantar cabeza “los luises” García Meza y Arce Gómez.
El informe de la Comisión revela: “Luis García Meza y Luis Arce Gómez pertenecieron a la estructura de poder de Hugo Banzer durante su dictadura. Aunque figuraban entre los militares banzeristas de segunda línea pronto ocuparon los puestos claves dentro de las Fuerzas Armadas.
El golpe de Estado del 17 de julio de 1980 empezó a organizarse en el momento mismo en que Natusch era expulsado del palacio de gobierno y Lidia Gueiler asumía la presidencia interina el 16 de noviembre de 1979”.
Es más, un año de antes de la salida de Gueiler, arribaron al país expertos argentinos en terrorismo, como personal de la Misión Militar Argentina. “Entre ellos Miguel Angel Benazzi, identificado como uno de los torturadores de la Escuela Mecánica de la Armada.
En 1980 llegaron los ‘pesos pesados’: el siniestro capitán Antonio Pernía, que antes se había fogueado en operaciones clandestinas en París y Madrid, y el capitán Shelling, exjefe de inteligencia del aparato represivo y montado en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en Buenos Aires, quien se llevó a todo su equipo de torturadores.
En poco tiempo la Misión Militar Argentina en Bolivia infló su personal encubierto hasta llegar a contar con 70 funcionarios”, reseña el documento presentado en marzo.
Ya en enero de 1980, el abogado Aníbal Aguilar Peñarrieta denunció que los golpistas preparaban el Plan de los Cuchillos Largos. “El plan consistía en efectuar una seguidilla de asesinatos de dirigentes políticos, sindicales, periodistas y sacerdotes en un número de 424”. Estaba previsto que quienes debían apagar esta crisis eran los militares. Era una supuesta “lucha contra el caos y la anarquía”.
Se consolidaba la maquinaria del terror, pero aún faltaba una pieza. El 12 de febrero de 1980, Arce Gómez (en su calidad de Jefe del Departamento II del Ejército) otorgó al militar alemán Klaus Barbie el grado de teniente coronel honorífico. Éste se comprometió a “prestar servicios de orden incondicional con el Ejército de Bolivia dentro de la especialidad de Inteligencia”.
En Europa, Klaus Barbie era conocido como el “Carnicero de Lyon”, durante la Segunda Guerra Mundial. El oficial de la SS fue estrecho colaborador de Arce Gómez y con él ya estaba completa la cúpula de la dictadura.
“La serie de explosiones y atentados terroristas con saldos mortales en el país y el asesinato de Luis Espinal Camps obedecían a la ejecución del Plan de los Cuchillos Largos. Esas técnicas terroristas desconocidas en nuestro país fueron introducidas por los represores argentinos. Del mismo modo, las escuadras paramilitares ejecutoras del Operativo Avispón, se centraron en tres objetivos. El asalto a la COB y la detención de los dirigentes sindicales y el Consejo Nacional de la Democracia (Conade); la irrupción a los medios de comunicación para su silenciamiento y neutralización, y la acometida contra la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), para evitar la movilización de los universitarios; todo esto completado con el asalto al Palacio de Gobierno. Este ejército de paramilitares actuó de manera coordinada y sincronizada bajo la supervisión de Barbie”, refiere la Comisión de la Verdad. Esto es ratificado en el libro “1980 Operación Biltz, conspiración golpista en Bolivia”, de Yolanda Tellez.
El mismo apelativo “Cuchillos Largos” es un guiño al régimen nazi que se ocupó de asesinar a los rivales políticos durante la Segunda Guerra Mundial. Así, esta purga fue nacionalizada y empezó a ejecutarse en el país.
Y, Arce Gómez era el hombre fuerte de entonces. En uno de sus encuentros con Tomás Molina, le dijo: “El día del golpe de Estado era jefe absoluto, nadie objetaba mis órdenes, disciplina total y si había algún respondón u opositor se moría. El día del golpe no salió el ejército, por lo que yo tuve el control de todo”.
Bajo el control de Arce Gómez estaban las ambulancias, en las cuales se movían los paramilitares de la época. Y también tenía nichos listos en el Cementerio General de La Paz para enterrar a sus enemigos con nombres cambiados.
«Era tal el odio, y al mismo tiempo el temor al movimiento popular que, en una muestra de prepotencia, Luis Arce Gómez dispuso y ejecutó el derribamiento del edificio de la Federación de mineros, creyendo que así podía decretar la destrucción de la Central Obrera Boliviana (COB) y del sindicalismo”, escribió Antonio Peredo en su libro “La COB: el poder obrero en Bolivia”.
Las víctimas mortales del régimen de “los luises” se cuentan por decenas; además ambos se vieron involucrados en corruptelas y narcotráfico. Años después fueron enjuiciados y llevados a la cárcel de Chonchocoro: García Meza tras ser extraditado de Brasil en 1995 y Arce Gómez, tras cumplir su condena de narcotráfico en Estados Unidos y ser expulsado de ese país en 2009. Eso sí, antes, el 23 de diciembre de 1982, fueron dados de baja de las Fuerzas Armadas “con ignominia”.
A quemarropa sobre Marcelo Quiroga Santa Cruz: “Yo era su amigo”.
Chonchocoro es un lugar frío y casi inhóspito, allí está la cárcel más vigilada de Bolivia, donde pasó los últimos días de su vida Arce Gómez, quien en sus años de Ministro del Interior fue bautizado como el “Ministro de la Cocaína”.
Allí, a fines de febrero de 2016, a llegó La Razón en dos oportunidades a conversar con “el coronel”, como le decían en el reclusorio al hombre que en los años 80 ordenó caminar “con el testamento bajo el brazo”. Se le preguntó sobre Marcelo Quiroga Santa Cruz y éste dijo que tenía los mejores recuerdos del ex líder del Partido Socialista-1: “Yo era su amigo, jugamos ajedrez en la época del presidente Alfredo Ovando Candia, cuando Marcelo era su ministro (de Energía e Hidrocarburos). Sentí mucho su muerte”.
También dejó otra frase para el anecdotario: “Sí, Marcelo y yo nos conocíamos, y no nos llevábamos mal, yo quería ayudar a su familia”.
Sin embargo, “El Loco” se llevó a la tumba el secreto de los restos de Quiroga Santa Cruz. Afirmó más de una vez que él sabía el sitio exacto donde estaba el cadáver del político asesinado el 17 de julio de 1980 en la toma de la Central Obrera Boliviana, lo que significó el preludio del inicio de la dictadura de García Meza.
Aquella vez, Arce Gómez tenía el control de todo el aparato represor estatal.
Dijo en más de una oportunidad que el cadáver fue enviado a la hacienda de Banzer en Santa Cruz. “Yo les puedo llevar”, confesó a La Razón. Sin embargo, a cambio él pedía salir en libertad, no lo logró.
La Comisión de la Verdad desestimó que los restos del político hayan sido llevados a Santa Cruz, es más existe la tesis de que Quiroga Santa Cruz fue enterrado en el Cementerio General de La Paz, con otro nombre.
Aparte, es imposible que entre ambos haya existido una amistad. El político era de ideas abiertamente contrarias a Arce Gómez y era enemigo declarado de los militares. El represor indicó que se conocieron jugando ajedrez… la historia decidió cuál de los dos quedó como ganador en el tablero de la historia.
Los otros “secretos”
Arce Gómez murió a los 82 años y se llevó a la tumba una serie de secretos, a los cuales quiso tapar con mentiras o datos falsos. En el caso de Marcelo, aseguró que sus restos están en la hacienda de Banzer y la Comisión de la Verdad no concuerda con su testimonio.
Respecto a que él ocasionó el accidente de Jaime Paz, contó a Tomás Molina otra historia: “Hubo un desperfecto, un error del piloto, tanto el avión como el piloto pertenecían a la empresa de Bubby Salmón (no de él)… Uno de los pilotos de mi escuela que estaba pasando instrucción con un alumno en las cercanías, lo socorrió a Paz Zamora y lo llevó, le salvó la vida”.
También habló sobre el sacerdote Luis Espinal, brutalmente torturado y asesinado el 22 de marzo de 1980. “Es necesario puntualizar que Luis Arce Gómez, en declaraciones a la Comisión de la Verdad, efectuadas el 25 de septiembre de 2018 en el penal de Chonchocoro, afirmó que fue el militar Javier Hinojosa Valdez quien mató a Luis Espinal a instancias del general Jaime Niño de Guzmán, quien supuestamente estaba siendo investigado por el periódico Aquí, por supuestos actos de corrupción. Esta es una versión no comprobada, pero que vale la pena tomarla en cuenta”.
Eso no es todo. Fue sentenciado por organizar la masacre de ocho dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el 15 de enero de 1981.
Pero como siempre, él mantuvo otra hipótesis, ya que le dijo a Molina: “El operativo de la Harrington lo planificó y ejecutó el coronel Freddy Quiroga Reque, que no era oficial de Inteligencia”.
Sus declaraciones no coinciden con el poder que tenía en los años 80 y 81. Pero, así y todo, se llevó la verdad a la tumba. (05/04/2020)

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